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Viernes, 29 de marzo de 2024

Hijo de Hombre

De Enciclopedia Católica

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En el Antiguo Testamento de los Setenta, "hijo de hombre" aparece siempre traducido sin el artículo como el griego uios anthropou.

1. Es usado como un sinónimo poético para hombre, o para el hombre ideal, por ejemplo, "No es Dios un hombre, para mentir, ni hijo de hombre, para volverse atrás" (Núm. 23,19). "Bendito el hombre que esto hace y el hijo de hombre que a esto se agarra" (Isaías 56,2). "Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, y sobre el hijo de hombre que para ti fortaleciste.” (Sal. 80(79),18).

2. Dios se dirige al profeta Ezequiel como “hijo de hombre” más de noventa veces, por ejemplo, “Hijo de hombre, pone en pie, que voy a hablarte (Ez. 2,1). Este uso está reservado a Ezequiel, excepto un pasaje de Daniel en donde Gabriel dice: "Hijo de hombre, entiende, la visión se refiere al tiempo del fin." (Dan. 8,17).

3. En la gran visión de Daniel después de la aparición de las cuatro bestias, leemos: :"Yo seguía contemplando en las visiones de la noche; y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de Hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.” (Dan. 7,13-14).

Muchos no católicos consideran a la persona que aparece aquí como hijo de hombre como un representante del reino mesiánico, pero no hay nada que evite tomar el pasaje para representar, no solo el reino mesiánico, sino el rey mesiánico par excellence. En la explicación, versículo 17, las cuatro bestias son "cuatro reyes" (Versión Revisada), no "cuatro reinos", como traduce la Biblia de Douay, aunque también parecen significar cuatro reinos, pues las características de los reinos orientales se identificaban con las de sus reyes. De forma que cuando se dice en el versículo 18: "Los que han de recibir el reino son los santos del Altísimo, que poseerán el reino eternamente, por los siglos de los siglos", aquí no se excluye más al rey que en el caso de las cuatro bestias. El "hijo de hombre", tal como aparece aquí, muy temprano fue considerado como el Mesías, en el Libro de Henoc, donde la expresión se usa casi como un título mesiánico, aunque hay una buena cantidad de Drummond en el argumento de que incluso en este caso no se utilizó como un título mesiánico a pesar de que se entendía del Mesías. Se debe añadir que en tiempo de Cristo no fue muy extensamente, si no en absoluto, conocido como un título mesiánico.

El uso de la expresión en los Evangelios es muy notable. Se usa para designar a Jesucristo no menos de ochenta y una veces---treinta veces en San Mateo, catorce veces en San Marcos, veinticinco veces en San Lucas y doce veces en San Juan. A diferencia de los Setenta, aparece en todas partes con el artículo, como o uios tou anthropou. Los estudiosos griegos concuerdan en que la traducción correcta es "el hijo de hombre", no "el hijo del hombre". La posible ambigüedad puede ser una de las razones de por qué nunca o rara vez lo encontramos en los primeros Padres griegos como un título para Cristo. Pero lo más notable en relación con "el Hijo de Hombre" es que solo es pronunciado por boca de Cristo. Nunca fue usado por los discípulos o por los evangelistas, ni por los primeros autores cristianos. Solo lo encontramos una vez en los Hechos, cuando San Esteban exclama: "Veo los cielos abiertos, y al Hijo de Hombre de pie a la derecha de Dios" (7,55). El incidente completo prueba que ésta era una expresión bien conocida por los discípulos de Cristo. Aunque fue tan frecuentemente empleada por Cristo, los discípulos prefirieron algún título más honorífico, y no lo encontramos en absoluto ni en San Pablo ni en las otras epístolas. San Pablo quizás usa algo como un equivalente cuando llama a Cristo el segundo o último Adán. Los autores de las Epístolas, sin embargo, probablemente desearon evitar la ambigüedad griega aludida.

La expresión es de Cristo, a pesar de los fútiles intentos de algunos racionalistas alemanes y de otros para mostrar que Él no la pudo haber usado. No fue inventada por los autores de los Evangelios, para los cuales no parecía ser un título favorito, pues ellos mismos nunca lo usaron para referirse a Cristo. No provino de ellos a partir de lo que se afirma fue una falsa interpretación de Daniel, puesto que aparece en las primeras manifestaciones del ministerio público, donde no hay referencia a Daniel. La objeción de que Cristo no la pudo haber usado en arameo porque la única expresión similar era bar-nasha, que entonces sólo significaba "hombre"---habiendo perdido bar en aquel tiempo su significado de "hijo"---no es de mucho peso. Se conoce muy poco del arameo hablado en Palestina en tiempos de Cristo, y, como Drumond señala, la palabra podía tener un significado especial por el énfasis con que era pronunciada, incluso si bar-nasha había perdido su significado primario en Palestina, lo cual no se ha probado definitivamente. Como muestra el mismo autor, había otras expresiones en arameo que Cristo podía haber empleado con el mismo fin, y Sanday sugiere que ocasionalmente Él pudo haber hablado en griego.

Los primeros Padres opinaban que la expresión era usada por humildad y para mostrar la naturaleza humana de Cristo, lo cual es muy probable, considerando la temprana aparición del docetismo. Esta es también la opinión de Cornelius a Lapide. Otros, como Knabenbauer, piensan que Él adoptó un título que no hiciese sombra a sus enemigos, y que con el correr del tiempo pasase, fuese capaz de ser aplicado para cubrir sus reclamos mesiánicos---para incluir todo lo que había sido predicho del hombre representativo, el segundo Adán, el siervo sufriente de Yahveh, el rey mesiánico.


Bibliografía: Jésus Messie et Fils de Dieu (París, 1906); ROSE, Studies on the Gospels (Londres, 1903), DRUMMOND, The Jour. of Theol. Studies, Il (1901), 350, 539; HARTL, Anfang und Ende des Titels "Menchensohn" in Bibl. Zeitschrift (Friburgo, 1909), 342.

Fuente: Aherne, Cornelius. "Son of Man." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14144a.htm>.

Traducido por Antonio Ramírez Climent. lhm