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Martes, 3 de diciembre de 2024

Serafín

De Enciclopedia Católica

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Nombre plural masculino en hebreo que designa a una clase especial de seres celestiales sirvientes en la corte de Yahveh.

En las Sagradas Escrituras se mencionan claramente estos seres angelicales en la descripción que hace Isaías de su llamada al oficio profético (Is. 6,2 ss.). En una visión de profundo contenido espiritual, que se le concedió en el Templo, Isaías contempló las realidades invisibles simbolizadas por las formas exteriores de la morada de Yahveh, su altar, sus ministros, etc. Mientras observaba ante el patio del sacerdote, se levantó delante de él una augusta visión de Yahveh sentado en su trono de gloria. A cada lado del trono se ubicaban misteriosos guardianes, cada uno con seis alas: con un par aleteaban, con otro par se cubrían la faz y con el otro par se cubrían los pies, ahora desnudos, como conviene para el servicio sacerdotal en la presencia del Todopoderoso. Sus más altos servidores, estaban allí a su servicio y para proclamar su gloria, y se gritaban uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor, Yahveh Sebaot; llena está toda la tierra de su gloria”. Estos eran los serafines, uno de los cuales voló hacia Isaías con una brasa que tomó del altar, y con la que tocó y purificó los labios del profeta que desde entonces estarían consagrados a las declaraciones de la inspiración.

Esta es, en substancia, la visión simbólica de Isaías, a partir de la cual se puede inferir todo lo que las Sagradas Escrituras revelan sobre los serafines. Aunque se les describe bajo forma humana con caras, manos y pies (Is. 6,2.6), sin duda son seres espirituales existentes que corresponden a su nombre, y no simplemente representaciones simbólicas como afirman a menudo los eruditos protestantes. Su número es considerable, ya que aparecen alrededor del trono celestial en un doble coro y el volumen de sus voces es tal que los sonidos hacen temblar los cimientos del palacio.

Son diferentes de los querubines que cargan u ocultan a Dios y muestran la presencia de su gloria en el santuario terrestre, mientras que los serafines están ante Dios como sus servidores que ofician en la corte celestial. Su nombre también, seraphim, los distingue de los querubines, aunque es declaradamente difícil encontrar un pasaje en las Escrituras donde se mencione una clara concepción de su significado preciso.

El nombre se deriva a menudo del verbo hebreo saraph (“consumirse con fuego”) y esta etimología es muy probable, ya que está de acuerdo con Is. 6,6, donde uno de los serafines es representado llevando fuego celestial del altar para purificar los labios del profeta. Muchos académicos prefieren derivar el nombre del nombre hebreo saraph “una serpiente ígnea y voladora”, mencionada en Núm. 21,6; Is. 14,29, y la imagen de bronce que estaba en el Templo en tiempos de Isaías (2 Rey. 18,4); pero es evidente que en la descripción de los serafines que da Isaías no hay rastros de tal serpentina. Aún menos probables son las opiniones propuestas por ciertos críticos que relacionan los serafines bíblicos con el Sharrapu babilónico, un nombre para Nergal, el dios-fuego, o con el grifo egipcio (séref) que Beni-Hassan coloca como guardianes de tumbas.

Los serafines son mencionados al menos en dos ocasiones en el Libro de Henoc (LXI, 10; LXXI, 7) junto con, y de manera distintiva, al querubín. En la teología cristiana, el serafín junto al querubín, ocupan el más alto rango en la jerarquía celestial (vea querubín), mientras que en la liturgia (Te Deum; prefacio de la Misa) se representan repitiendo el Trisagion exactamente como en Isaías 6.


Bibliografía: Comentarios sobre Isaías: KNABENBAUER (París, 1887); DELITSCH (tr. Edimburgo, 1890); DURM (Gottingen, 1892); SKINNER (Cambridge, 1896); MARTI (Tubinga, 1900); CONDAMIN (París, 1905). Theology of the Old Testament: OEHLER (tr. Nueva York, 1883); DILLMANN-KITTEL (Leipzig, 1895); SCHULTZ (tr. Edimburgo, 1898).

Fuente: Gigot, Francis. "Seraphim." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13725b.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. rc