Tercer Concilio Ecuménico de Constantinopla
De Enciclopedia Católica
(SEXTO CONCILIO GENERAL)
El sexto concilio general fue convocado para el año 678 por el emperador Constantino Pogonato con el fin de restaurar la armonía religiosa entre Oriente y Occidente que había sido perturbada por las controversias monotelitas y en particular por la violencia de su predecesor Constante II cuyo edicto imperial, conocido como “Tipo” (Typus) (648-49) era prácticamente una supresión de la verdad ortodoxa. Debido al deseo del Papa Agatón que deseaba obtener la adhesión de los hermanos occidentales, los legados papales no llegaron a Constantinopla hasta tarde en el 680. El concilio, al cual asistieron al principio cien obispos y más tarde 174, se inauguró el 7 de noviembre de 680 en un salón con cúpula (Trullo) del palacio imperial y fue presidido por los (tres) legados papales, quienes trajeron al concilio una larga carta dogmática del Papa Agatón y otra de importancia similar de un sínodo romano celebrado en la primavera de 680. Se leyeron en la segunda sesión. Ambas cartas, sobre todo la del Papa, insiste en la fe de la Sede Apostólica como la tradición viva e inmaculada de los apóstoles de Jesucristo, asegurada por las promesas de Cristo, testificada por todos los Papas en su capacidad de sucesores del privilegio de San Pedro de confirmar a sus hermanos, y por consiguiente, definitivamente autorizada para la Iglesia Universal.
La mayor parte de las dieciocho sesiones se dedicó al examen de los pasajes bíblicos y patrísticos que tratan sobre el asunto de las dos voluntades, una o dos operaciones, en Cristo. Jorge, patriarca de Constantinopla, pronto cedió ante la evidencia de las enseñanzas ortodoxas sobre las dos voluntades y dos operaciones en Cristo, pero Macario de Antioquia “casi con seguridad el único representante seguro del monotelismo desde las nueve proposiciones de Ciro de Alejandría” (Chapman), resistió hasta el final y fue finalmente anatematizado y depuesto por “no consentir al tenor de las cartas ortodoxas enviadas por Agatón, el santísimo Papa de Roma”, es decir, que en cada una de las dos naturalezas (humana y divina) de Cristo hay una operación perfecta y una voluntad perfecta, contra la que los monotelitas habían enseñado que hay sólo una operación y una voluntad (mia energeia theandrike) muy en línea con la confusión monofisita de las dos naturalezas en Cristo.
En la décimo tercera sesión ( 28 de marzo de 681) después de anatematizar a los principales herejes monotelitas mencionados en la citada carta del Papa Agatón, es decir, Sergio de Constantinopla, Ciro de Alejandría, Pirro, Pablo y Pedro de Constantinopla, Teodoro de Farán, el concilio añadió: “Y además de éstos decidimos que también el Papa Honorio, que fue papa de la antigua Roma, sea arrojado de la Santa Iglesia de Dios y sea anatematizado con ellos porque hemos encontrado en su carta a Sergio que seguía la opinión de éste en todas las cosas y confirmó sus malvados dogmas”. Una condena similar del papa Honorio aparece en el decreto dogmático de la sesión final (16 de septiembre de 681) que fue firmada por los legados y por el emperador. Aquí se hace referencia a la famosa carta de Honorio a Sergio de Constantinopla cerca del 634, alrededor de la cual ha surgido (especialmente durante el Concilio Vaticano I) tan extensa y controversial literatura. Tres veces se había invocado en sesiones anteriores del concilio en cuestión por el obstinado monotelita Macario de Antioquía, y se había leído públicamente en la décimo segunda sesión junto con la carta de Sergio a la que daba respuesta. Es esa ocasión se leyó también una segunda carta de Honorio a Sergio, de la que sólo se ha conservado un fragmento. (Respecto al asunto de la ortodoxia del Papa, ver Honorio I; Infalibilidad; Monotelitas)
En el pasado, debido al galicanismo y a los oponentes a la infalibilidad papal, ha habido mucha controversia sobre el sentido apropiado de la condena al Papa Honorio hecha por este concilio, Se ha abandonado ya la teoría (Baronio, Damberger) de la falsificación de las Actas (Hefele, III, 299-313). Algunos, con Pennacchi, han mantenido que en verdad fue condenado por hereje, pero que los obispos orientales del concilio malinterpretaron la perfectamente ortodoxa (y dogmática) carta de Honorio; otros, con Hefele, que el concilio condenó las expresiones del Papa que sonaban como heréticas (aunque su doctrina era verdaderamente ortodoxa); otros finalmente, con Chapman (ver abajo), que fue condenado:
“…porque no declaró autoritariamente, como debía haber hecho, la tradición de Pedro de la Iglesia romana. No apeló a esa tradición, sino que meramente aprobó y amplió sobre el compromiso indiferente de Sergio… Ni el Papa ni el concilio consideran que Honorio había comprometido la pureza de la tradición romana, porque nunca afirmó representarla. Por consiguiente, así como hoy juzgamos las cartas del papa Honorio por la definición del Vaticano y negamos que sean ex cátedra, porque no definen ninguna doctrina ni la imponen a toda la Iglesia, así los cristianos del siglo VII juzgaron las mismas cartas por la costumbre de su tiempo, y vieron que no reclamaban lo que las cartas papales solían reclamar, es decir, hablar por la boca de Pedro en nombre de la tradición romana.” (Chapman)
La carta del concilio al Papa León II pidiendo, a la manera tradicional, que confirmara las Actas, mientras incluían de nuevo el nombre de Honorio entre los monotelitas condenados, colocan un énfasis notable en el oficio magisterial de la Iglesia romana, así como, en general, los documentos del Sexto Concilio General favorecen fuertemente la inerrancia de la Sede de Pedro. “El concilio”, dice Dom Chapman, “acepta la carta en la que el Papa definía la fe. En ella destituye a los que rehúsen aceptarla. Le piden (al Papa) que confirme sus decisiones. Los obispos y el emperador declaran que han visto que la carta contiene la doctrina de los Padres. Agatón habla con la voz del mismo Pedro; de Roma sale la ley como si saliera de Sión; Pedro había mantenido la fe inalterada.” El Papa San Agatón murió durante el concilio y le sucedió el Papa León II, que confirmó (683) los decretos contra el monotelismo y se expresó más severamente que el concilio sobre la memoria de Honorio (Hefele, Chapman) aunque puso énfasis principalmente en la negligencia de aquel Papa en plasmar la enseñanza tradicional de la Sede Apostólica, cuya fe inmaculada trató traidoramente de destruir (o, como se puede traducir del griego, permitió que fuera destruida).
Fuente: Shahan, Thomas. "Third Council of Constantinople." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908.
<http://www.newadvent.org/cathen/04310a.htm>.
Traducido por Pedro Royo. L H M.