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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Evangelista

De Enciclopedia Católica

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En el Nuevo Testamento esta palabra, en su forma substantiva, aparece sólo tres veces: Hechos 21,8; Efesios 4,11; 2 Timoteo 4,5. Parece indicar no tanto un orden en la jerarquía eclesiástica primitiva sino una función. Los Apóstoles, de hecho, eran evangelistas, en la medida en que predicaban el Evangelio (Hch. 8,25; 14,20; 1 Cor. 1,17); Felipe era tanto un diácono (Hch. 6,5) como un evangelista (Hch. 4,4-5; 8,40; 21,8); del mismo modo San Pablo exhortaba a San Timoteo a hacer la obra de un evangelista (2 Tim. 4,5).

A partir de las varias declaraciones que aparecen en el Nuevo Testamento, podemos inferir con alguna probabilidad que los evangelistas eran misioneros viajantes, ocasionalmente puestos aparte solemnemente, como parece haber sido el caso de San Pablo y San Bernabé (Hch. 13,1-3), ir de un lado a otro predicando el Evangelio, aunque algunas veces son algún lugar de residencia, como Felipe en Cesarea, y Timoteo en Éfeso. Estaban dotados con carismas especiales para predicar a aquellos que no conocían la fe cristiana y pavimentaban el camino para una obra más cuidadosa y sistemática de los pastores y maestros. Pero su oficio, como tal, parece no haberse extendido más allá de eso, así, por ejemplo, entendemos por Hch. 8,4 ss., que Felipe, quien predicó exitosamente en Samaria y bautizó a muchos, no estaba cualificado para impartir el Espíritu Santo a los conversos (v. 14). En consecuencia, San Pablo, en su lista de los dones concedidos por Cristo para la edificación de la Iglesia, Ef. 4,11 (se omiten en 1 Cor. 12,28) menciona a los evangelistas en tercer lugar, sólo después de los Apóstoles y los profetas. En los escritos de los Padres Apostólicos, no se hace referencia a los evangelistas; a menudo se les llamaba “apóstoles” a los misioneros viajantes, algunas veces también, como en el Didajé, se les llama “maestros”.

En la literatura eclesiástica posterior la palabra “evangelista”, quizás usada todavía esporádicamente en su antiguo sentido (Eusebio, His. Ecl. V.10), recibió otro significado en la mayor parte de la Iglesia. Ocasionalmente se aplicaba al lector en la liturgia (apost. Const., III), incluso al diácono (Lit. de San Juan Crisóstomo, P.G., LXIII, 910), y gradualmente se confinó a los escritores de los cuatro Evangelios (Eusebio, Hist. Ecl. II.39, etc.). Es en este sentido exclusivamente que se emplea en el habla moderna común.

Tan temprano como en el siglo II, los escritores cristianos buscaban en la visión de Ezequiel (1,5 ss.) y en el Apocalipsis (4,6-10) representaciones simbólicas de los cuatro evangelistas. El sistema que finalmente prevaleció en la Iglesia Latina consistía en simbolizar a San Mateo como un hombre a San Marcos como un león, a San Lucas como un buey y a San Juan como un águila (vea simbolismo). Este sistema fue completamente explicado por San Jerónimo (In Ezech., I,7) y fue adoptado por San Ambrosio (Expos. Ev. S. Luc., Proem.), el Papa San Gregorio I (Magno) (In Ezech., Hom. I, IV, 1), y otros. San Ireneo, por otro lado, y Agustín, siguiendo a San Beda, en el otro, idearon diferentes combinaciones. Los artistas cristianos siguieron los pasos de los escritores eclesiásticos, e hicieron uso de diferentes modos de las cuatro figuras tradicionales para representar a los cuatro evangelistas. Entre las obras más notables de esta descripción será suficiente mencionar aquí los antiguos mosaicos de las iglesias de Santa Pudenciana, Santa Sabina, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros, en Roma.


Bibliografía: BRUDERS, Die Verfassung der Kirche (Mainz, 1904); HARNACK, Mission und Ausbreitung des Christentums (Leipzig, 1902); ZÖCKLER, Diakonen und Evangelisten (Munich, 1893); PATRICK in HAST., Dict. of Christ and the Gospels (Nueva York, 1906), 549-50; KRAUS, Evangelisten u. Evangelistische Zeichen in Real-encyc. (Friburgo, 1882), I, 458-63.

Fuente: Souvay, Charles. "Evangelist." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05645a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina