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Martes, 3 de diciembre de 2024

Bulas y Breves

De Enciclopedia Católica

Revisión de 08:35 8 oct 2009 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Desde los Primeros Tiempos hasta Adrián I (772))

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Introducción

Originalmente una “bulla” era una placa circular o bola de metal, llamado así por su parecido en forma de una burbuja flotando sobre el agua (latín bullire, hervir). Con el correr del tiempo el término llegó a aplicarse a los sellos de plomo con los que se autenticaban documentos reales y papales en la temprana Edad Media; y con el desarrollo ulterior, de designar el sello, el nombre se le adjudicó al documento mismo. Esto no sucedió antes del siglo XIII y el nombre “bula” sólo era un término popular usado casi promiscuamente para toda clase de instrumentos que se emitían desde la cancillería papal. Una aceptación mucho más precisa prevaleció desde el siglo XV, y desde hace mucho la bula ha estado en agudo contraste con ciertas otras formas de documentos papales. Para los propósitos prácticos una bula puede ser convenientemente definida como “una carta apostólica con un sello de plomo”, a lo cual se puede añadir que en su sobrescrito el Papa invariablemente toma el nombre de “episcopus, servus servorum Dei”.

En lenguaje oficial los documentos papales en todos tiempos han sido llamados por varios nombres, más o menos descriptivos de su carácter. Por ejemplo, hay “constituciones”, es decir, decisiones dirigidas a todos los fieles y que determinan algún asunto de fe o disciplina; “encíclicas”, las cuales son cartas enviadas a todos los obispos de la cristiandad, o por lo menos a todos los de un país en particular, y destinados a guiarlos en sus relaciones con sus rebaños; “decretos”, pronunciamientos sobre puntos que afectan el bienestar general de la Iglesia; “decretales”, (“epistolae decretales”), los cuales son respuestas papales a alguna dificultad particular sometida a la Santa Sede, pero que tienen la fuerza de precedentes a la regla sobre casos análogos. “Rescripto”, además, es una forma aplicable a casi toda forma de carta apostólica que ha sido educida por alguna apelación previa, mientras que la naturaleza de un “privilegio” habla por sí misma. Pero todos éstos, hasta el siglo XV, parecen haber sido ejecutados por la cancillería papal en forma de bulas autenticadas con sellos de plomo, y es bastante común aplicar el término bula incluso a aquellas muy tempranas cartas papales de las que se conoce poco más que la substancia, independientemente de las formas bajo las cuales fueron emitidas.

Probablemente será muy conveniente dividir el tema por períodos, notando los rasgos más característicos de los documentos papales en cada época.

Desde los Primeros Tiempos hasta Adrián I (772)

Es indudable que la creación de una cancillería u oficina para redactar y expedir documentos oficiales fue una obra que tomó mucho tiempo. Desafortunadamente, los primeros documentos papales conocidos se conservan sólo en copias o abstractos, a partir de los cuales es difícil sacar ninguna conclusión segura en cuanto a las formas observadas al emitir los originales. Por todo esto, es prácticamente cierto que no hay reglas uniformes a seguir en cuanto al sobrescrito, fórmula de saludo, conclusión o firma. Fue sólo cuando se organizó alguna forma de registro, y estuvieron disponibles copias de correspondencia oficial antigua, que creció gradualmente una tradición de ciertas formas que no debió ser abandonada.

Excepto por una mención insatisfactoria de un cuerpo de notarios encargados de mantener las Actas de los Mártires, c. 235 (Duchesne, Liber Pontificalis, I, págs. C-CL), no se halla ninguna referencia clara a los archivos papales hasta el tiempo del Papa San Julio I (337-353), aunque en el pontificado del Papa San Dámaso I, antes de fin de siglo, hay mención de un edificio apropiado para este propósito especial. Aquí, en el “scrinium”, o “archivium sanctæ”, se debía registrar y mantener los documentos en un orden definido, pues los extractos y copias existentes todavía muestran rastros de su enumeración. Estas colecciones o regesta se remontaban al tiempo del Papa San Gelasio I (492-96) y probablemente antes. En la correspondencia del Papa San Hormisdas (514-25) hay indicaciones de algún endoso que registra la fecha en que fueron recibidas las cartas dirigidas a él, y para el tiempo de San Gregorio I Magno (590-604) Ewald había logrado algún éxito en la reconstrucción de los libros que contenían copias de las epístolas papales.

Debe haber poca duda que la cancillería pontifical de la que inferimos así la existencia estaba modelada como la de la corte imperial. El “scrinium”, los notarios regionales, los altos oficiales tales como el “primicerius” y el “secundarius”, la organización de la Regesta por indicciones, etc., probablemente son todos imitaciones de la práctica del último imperio. Por lo tanto podemos inferir que pronto se estableció el código de las formas reconocidas, análogo al observado por los notarios imperiales. Un formulario de esta descripción probablemente se conserva todavía en el libro llamado “Liber Diurnus”, cuya mayor parte parece haberse inspirado en la correspondencia oficial de San Gregorio I Magno. En las primeras cartas papales, sin embargo, hay sólo pocos signos de observancia de las formas tradicionales. Algunas veces el documento nombra primero al Papa, otras al destinatario. En su mayoría el Papa no lleva título excepto “Sixtus episcopus” o “Leo episcopus catholicae ecclesiæ”, algunas, pero raramente, es llamado Papa. Bajo Gregorio I, a menudo se añadía después de “episcopus” servus servorum Dei (siervo de los siervos de Dios). Se dice que Gregorio seleccionó esta designación como protesta contra la arrogancia del patriarca de Constantinopla, Juan el Ayunador, quien se llamaba a sí mismo “obispo ecuménico”. Pero aunque muchos sucesores de Gregorio le siguieron en esta preferencia, no fue hasta el siglo IX que la frase vino a ser usada invariablemente en documentos de importancia.

Antes del Papa Adeodato II (elegido 672) se hallaban pocos saludos, pero él usaba la fórmula “salutatem a Deo et benedictionem nostram.” La ahora consagrada frase “salutatem et apostolicam benedictionem” apenas ocurre antes del siglo X. Los autores benedictinos de "Nouveau traité de diplomatique" al adscribirle una fecha mucho más temprana a esta fórmula fueron confundidos por una bula falsificada que aparentaba estar dirigida al monasterio de San Benigno en Dijon. Además, en estas primeras cartas el Papa a menudo se dirigía a su correspondiente, mas especialmente cuando era a un rey o a una persona de alta dignidad, con el plural Vos. Con el correr del tiempo, esto se volvió más raro, y para la segunda mitad del siglo XII, había desaparecido por completo. Por otro lado, se debe señalar incidentalmente que personas de todos los rangos, al escribirle al Papa, invariablemente se dirigían a él como Vos.

A menudo el Papa introducía al final de su carta, justo antes de la fecha, por ejemplo, “Deus te incolumem custodiat” o “Bene vale frater carissime.” Este saludo final era un asunto de importancia, y altas autoridades (Bresslau, "Papyrus und Pergament, 21; Ewald in Neues Archiv," III, 548) afirman que era añadida por la propia mano del Papa, y que era equivalente a su firma. El hecho de que en tiempos clásicos los romanos autenticaran sus cartas, no con la firma de sus nombres, sino con una palabra de despedida, le da probabilidad a esta opinión.

En las primeras bulas originales existentes BENE VALETE aparece escribo completo y en mayúsculas. Además, tenemos por lo menos alguna evidencia contemporánea de la práctica antes de los tiempos del Papa Adriano. El texto de una carta del Papa San Gregorio se conserva en una inscripción de mármol en la basílica de San Pablo Extramuros. Puesto que la carta manda que el documento mismo deba ser devuelto a los archivos papales (“Scrinium”), podemos asumir que la copia en piedra representa exactamente el original. Está dirigida a Félix el subdiácono y concluye con la fórmula BENE VALE. Dat. VIII Kalend. Februarius imp. Du. N. Phoca PP. anno secundo, et consultatus eius anno primo, indict.7. Esto sugiere que tales cartas eran completamente datadas y ciertamente hallamos rastros de datación en copias existentes de tan temprano como el tiempo del Papa San Siricio (384-398). Tenemos también algunas bullæ o sellos de plomo preservados aparte de los documentos al cual estuvieron adheridos. Una de estas fechas se remonta quizás a antes del pontificado del Papa Juan III (560-573) y otra ciertamente pertenece al Papa San Adeodato I (615-618). El espécimen más antiguo simplemente lleva el nombre del Papa a un lado y la palabra “papæ” al otro.

Segundo Período (772-1048)

Tercer Período (1048-1198)

Cuarto Período (1198-1431)

Quinto Período (1431-1878)

Sexto Período (desde 1878)

Bulas Espurias

Bibliografía: Ortolan en Dicc. de Teol. Cat., II, 1255-63--vea notas, pág 49, col. 2; Grisar en Kirkenlex, II, 1482-95; Giry, Manuel de diplomatique (París, 1894), 661-704--un excelente resumen de todo el tema; Pflugk-Harttung, Die Bullen der Papste (Gotha, 1901)--concernidos principalmente con el período antes de Inocencio III; Melampo en Miscellanea di Storia e Cultura Ecclesiastica (1905-07), una valiosa serie de artículos de carácter no muy técnico, por un Custodio de los Archivos del Vaticano; Mas-Latrie, Les élementes de diplomatique pontificale in Revue des questions historiques (París, 1886-87), XXXIX y XLI; De Kamp, Zum papstlichen Urkundenvessen in Mittheilungen des Inst. f. Oesterr. Geschictesforschung (Viena, 1882-83), III y IV, y en Historiches Jahrbuch, 1883, 1883, IV; Delisle, Des régitres d'Innocent III in Bibliothéque de l'écoles des chartres (París, 1853-54), con muchos otros artículos; Bresslau, Handbuch der Urkundenlehre (Leipzig, 1889), I, 120-258; De Rossi, Prefacio a los Códices Palatini Latin Bib. Vat. (Roma, 1886); Berger, prefacio a Les régistres d'Innocent IV (París, 1884); Kehr y Brockman, Papsturkunden en varios números del Göttinger Nachrichten (Phil. Hist. Cl., 1902-04); Kehr, Scrinium und Palatium in the Austrian Mittheilungen, Ergènzungaband, VI; Pitra, Analecta Novissima Solesmensia (Tusculum, 1885), I; Schmitz-Kahlemberg, Practica (1904). Entre las primeras obras se debe mencionar a Mabillion, De Re Diplomatica (París, 1709), y el Nouveau traité de diplomatique por los Benedictinos de Saint-Maur (París, 1765, VI volúmenes).

Primeras Bulas: Bresslau, Papyrus und Pergament in der papstlichen Kanzlei en el Mittheilungen der Instituts für Oest. Geschictsforschung (Innsbruck, 1888), IX; Omont, Bulles pontificales sur papyrus in Bibl. les l'école des chartes (París, 1904), XLV; Ewald, Zur Diplomatik Silvesters II in Neues Archiv (Hanover, 1884), IX; Kehr, Scrinium und Palatium en el Austrian Mittheilungen, Ergènzungaband, (Innsbruck, 1901) VI; Kehe, Verschollene Papyrusbullen in Quellen und Forschungen aus italienischen Archiven (Roma, 1907), X, 216-224; Rodolico, Note paleografiche e diplomatiche (Bologna, 1900).

Para facsímiles de las primeras bulas y sus sellos, la gran colección de Pflugk-Harttung, Specimena Selecta Chartarum Pontificum Romanorum (3 vols., Stuttgart, 1887) es de primordial importancia pero facsímiles aislados se pueden hallar en otros sitios.

Sobre el “cursus” será suficiente mencionar el artículo de Noæl Valois, Etudes sur le rythme des bulles pontificales in Bibl de l'école des chartes (1881), XLII, y De Santi, Il Cursus nella storia litter. e nella liturgia (Roma, 1903).

Fuente: Thurston, Herbert. "Bulls and Briefs." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/03052b.htm>.

Traducido por L H M