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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Abadía de Farfa

De Enciclopedia Católica

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Estaba situada a unas 26 millas de Roma, no lejos de la estación ferroviaria de Farfa Ravina. Una leyenda en la Crónica Farfense relata la fundación de un monasterio en Farfa en tiempo de los Emperadores Juliano, o Graciano, por el sirio (v. Siria) San Laurencio, quien había llegado a Roma con su hermana, Susana, y quien había sido nombrado obispo de Espoleto. La leyenda indica que, habiéndose enamorado de la vida monástica, escogió una colina arbolada cerca del torrente del Farfa, un afluente del Tiber, en la cual construyó una iglesia para Nuestra Señora y un monasterio. Descubrimientos arqueológicos en 1888 parecen probar (v. prueba) que el primer establecimiento monástico establecido allí fue construido sobre las ruinas de un templo pagano (v. Paganismo). Este primer monasterio fue devastado por los vándalos en el Siglo V, sin duda, aproximadamente en el año 457.

En el Siglo VII, una ola de monasticismo del norte se extendió sobre Italia. La fundación de Bobbio, por San Columbano, y la fundación de Farfa por parte de los monjes de Gaul, aproximadamente en el 681, anunciaron el reavivamiento de la gran tradición benedictina (v. Benedictina, Orden) en Italia. La “Constructio Monaserii Farfensis”, un texto que data probablemente de 857, relata extensamente la larga historia del principal fundador Thomas de Maurienne; él había hecho una peregrinación a Jerusalén, donde vivió tres años. Mientras estaba en oración ante el Santo Sepulcro, en una visión, Nuestra Señora (v. Virgen María) le ordenó que regresara a Italia y que restaurara Farfa; y el Duque de Espoleto, Faroaldo, quién también había tenido una visión, fue encomendado a ayudarle con este trabajo. En una fecha muy temprana encontramos trazos de esta leyenda en conexión con la fundación por tres nobles de Benevento, del monasterio de San Vicente en el Volturno, sobre el cual Farfa reclamaba jurisdicción (v. Jurisdicción eclesiástica). Tomás murió en 720; y durante más de un siglo los abades francos gobernaron sobre Farfa.

Los jefes lombardos, y más tarde los carlovingios, lograron excluir a Farfa de la obediencia (v. Obediencia religiosa) a los Obispos de Rieti, y en asegurarse muchos privilegios e inmunidades para el monasterio. Si damos crédito a la “Chronicon Farfense”, Farfa fue en ese tiempo el monasterio más importante de Italia, tanto desde el punto de vista de los bienes materiales, como en términos de la dignidad eclesiástica (v. Dignatario eclesiástico). Tenía una gran basílica y cinco iglesias menores, con gran número de obras maestras de la orfebrería religiosa. Se excitó la avaricia de los sarracenos (v. Mahoma y Mahometismo) y aproximadamente en 890, durante el gobierno del Abad Pedro, se precipitaron sobre el lugar. Pedro les opuso resistencia durante siete años, y luego resolvió abandonar el monasterio. Dividió a sus monjes en tres secciones y compartió con ellos la riqueza (v. Uso de Riqueza) de la abadía--una parte fue enviada a Roma, otra a Rieti y otro al condado de Fermo. Los sarracenos preservaron Farfa como una fortaleza, pero algunos ladrones cristianos (v. Cristiandad) la incendiaron por error.

Entre 930 y 936, fue reconstruida por el Abad Ratfredo, quien luego fue envenenado por dos monjes malvados, Campo e Hildebrando, quienes dividieron la riqueza de la abadía entre ellos, y gobernaron allí hasta que Alberico, Príncipe de los Romanos, llamó a Odón de Cluny a reformar Farfa y otros monasterios. Campo fue despedido y un santo (v. santidad) monje llamado Dagoberto tomó su lugar. Luego de cinco años, también él fue envenenado y la condición moral (v. Moralidad) de Farfa fue de nuevo deplorable. Los monjes robaron los ornamentos de los altares y llevaron vidas llenas de vicios irrefrenables. El Abad Juan III, consagrado (v. Consagración) por el Papa cerca de 967, tuvo éxito, debido a la protección del Emperador Otto, en reestablecer unos indicios de orden. Pero el gran reformador de Farfa fue Hugues (998-1010). Su nominación como abad no fue conseguida sin simonía, pero el éxito de su gobierno palió el vicio de su elección. En ese momento, Odilón, abad de Cluny y Guillermo, Abad de Dijon, visitaron Farfa y reestablecieron allí el amor a la piedad (v. Virtud de la Religión) y al estudio.

La “Consuetudines Farfenses” redactada aproximadamente en 1010 bajo la supervisión de Guido, quien había sucedido a Hugues, y recientemente fue publicada por Albers, es testigo del cuidado con el cual Hugues organizó la vida monástica de Farfa. Bajo el título de “Destructio Monasterio”, Hugues por sí mismo escribió la historia del triste período anterior a su mandato; y luego bajo el título de “Diminutio Monasterio” y “Querimonium”, relata las dificultades temporales que sufrió Farfa debido a la ambición de señores romanos mezquinos. Estos trabajos tienen una gran importancia para el estudio de este período. Uno de los sucesores de Hugues, Berardo, Abad de 1049 a 1089, hizo de la Abadía un lugar de gran actividad intelectual (v. Intelecto). El monje Gregorio de Catino (nació 1060) arregló los archivos. Para sustentar los reclamos de Farfa y los derechos de sus monjes, editó la “Regesto di Farfa” o “Liber Gemmiagraphus sive Cleronomialis ecclesiae Farfensis” compuesto de 1324 documentos, todos ellos muy importantes para la historia de la sociedad italiana en el Siglo XI. Ugo Balzani alabó la exactitud de su trabajo, “planeado” indicó, “a lo largo de líneas muy en armonía con los mejores esfuerzos críticos de nuestros tiempos”.

En 1103, Gregorio escribió el “Largitorium” o “Liber Notarius sive Emphiteuticus”, una larga lista acerca de todas las concesiones, o donaciones, hechas por el monasterio a sus moradores. Una vez que hubo recopilado toda esta información con detalle, se puso a trabajar en la historia del monasterio, la “Chronicon Farfense”, y cuando tenía 70 años de edad, a fin de facilitar las referencias a sus primeros trabajos, llegó a compilar una especie de índice que aparece con su personal estilo: “Liber Floriger Chartarum cenobii Farfensis”. Gregorio fue un hombre de verdadero intelecto, fue muy sobresaliente en ello; a principios del Siglo XI escribió una historia con gran sentido de exactitud y la cual contenía valiosa información.

Los monjes de Farfa poseían 683 iglesias (v. Edificaciones eclesiásticas o conventos; dos pueblos, Centumcellae (Civitavecchia) y Alatri; 132 castillos; 16 fortalezas; 7 puertos marinos; 8 minas de sal; 14 villas; 82 molinos; 315 aldeas. Toda esta riqueza fue incorporada a la vida religiosa entre 1119 y 1125. Farfa se mantuvo en problemas derivados de las rivalidades entre el Abad Guido y el monje Berardo quien deseaba ser abad. Durante el Conflicto de las Investiduras, Farfa estuvo, más o menos, a favor del grupo de los gibelinos. La “Ortodoxa defensio imperiales”, escrita en apoyo del partido gibelino, fue, de conformidad con Bethmann, un trabajo de Gregorio, y de uno de sus discípulos, de acuerdo a lo establecido por Balzani. La colección de textos canónicos contenidos en el “Regesto”, los que fueron estudiados por Paul Fournier, parecen omitir deliberadamente cualquier mención de los textos canónicos de los papa reformistas del Siglo XI. Sin embargo, en 1262, con la victoria de los papas sobre el último de los Hohenstaufen, puso fin a la influencia alemana en Italia, Farfa buscó la protección de Urbano IV, tal y como lo vemos en un privilegio que fue otorgado el 23 de febrero de 1262, y publicado por Jean Guiraud. A fines del Siglo XIV, la Abadía de Farfa se convirtió en cardenalato in commendam, y desde 1842, el Obispo Cardenal de Sabina, un suburbicario (v. Suburbicaria, Diócesis de del obispado, llegó a tener también el título de Abad de Farfa.

Fuente: GREGORIO DI CATINO, Il Regesto di Farfa, publicado por la R. Società romana di storia patria, bajo la dirección de of GIORGI and BALZANI (Rome, 1879-1892), 4 vols.; Il Chronicon Farfense di Gregorio di Catino; precedono la "Constructio Farfensis" e gli scritti di Ugo di Farfa: publicado por BALZANI (Rome, 1903), 2 vols.; Atti della R. Accademia dei Lincei; Notizie degli Scavi (1888), 292; MABILLON, Acta sanctorum Ord. Ben., I, 231-233; BRUNO ALBERS, Consuetudines monasticæ, vol. I of his Consuetudines Farfenses (Stuttgart, 1900); FOURNIER, La collezione canonica del regesto di Farfa in Archivio della R. Società romana di Storia Patria, xvii, 285 sqq.; GUIRAUD, La badia di Farfa alla fine del secolo xiii in Archivio della R. Società romana di Storia Patria, XV, 275-288; MARINI, Serie Cronologica degli Abbati del monastero di Farfa (Rome, 1836); ANGELI, Passeggiate Sabine: Farfa in Rivista Moderna Politica e letteraria (1 Nov., 1902).

Goyau, Georges. "Abbey of Farfa." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05785d.htm>.

Transcripción de Gerald Rossi. Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes. Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina