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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Creencia»

De Enciclopedia Católica

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Creencia, sin embargo, como ya se ha señalado, a menudo se usa indiscriminadamente para estos y para otros estados de la [[mente]] de los que, en aras de la exactitud, se debe distinguir tan cuidadosamente como sea posible. Aunque podemos conocer una cosa y al mismo tiempo creerla (como en el caso de la [[Existencia de Dios |existencia de Dios]], la cual es una realidad natural, así como una [[verdad]] [[revelación |revelada]]), es en [[interés]] de la claridad que debemos mantener la distinción establecida y no confundir la creencia con el [[conocimiento]], debido al hecho de que la misma verdad puede ser al mismo tiempo el objeto de ambos.
 
Creencia, sin embargo, como ya se ha señalado, a menudo se usa indiscriminadamente para estos y para otros estados de la [[mente]] de los que, en aras de la exactitud, se debe distinguir tan cuidadosamente como sea posible. Aunque podemos conocer una cosa y al mismo tiempo creerla (como en el caso de la [[Existencia de Dios |existencia de Dios]], la cual es una realidad natural, así como una [[verdad]] [[revelación |revelada]]), es en [[interés]] de la claridad que debemos mantener la distinción establecida y no confundir la creencia con el [[conocimiento]], debido al hecho de que la misma verdad puede ser al mismo tiempo el objeto de ambos.
  
Pero hay otro uso muy general del término creencia en el que se toma para designar asentimiento lo suficientemente completo como para excluir cualquier [[duda]] práctica y aún distinguible del asentimiento del [[conocimiento]]. En este uso no se tiene en cuenta la autoridad.  Tenemos muchas convicciones que descansan sobre evidencia que no se presenta a nuestra [[mente]] con la suficiente claridad como para permitirnos decir que conocemos, sino abundantemente suficiente para que produzcamos un asentimiento prácticamente sin reservas.  Si bien esto podría parecer que cae bajo el título [[escolasticismo |escolástico]] de opinión, es el punto sobre el que se ha volcado la polémica que se ha librado desde que David Hume llevó la cuestión a prominencia sobre la cuestión [[filosofía |filosófica]].  En pocas palabras, para seleccionar un cierto número de escritores típicos para examen, las cuestiones en juego son las mismas.  ¿Hasta qué punto creemos  —en el sentido de confiar en nuestras [[Facultades del Alma |facultades]] [[naturaleza |naturales]] en sus informes y juicios; y hasta qué punto se puede decir que conocemos?  Hume, de acuerdo con sus principios sensualistas, restringiría nuestro conocimiento a [[verdad]]es puramente ideales.  De acuerdo con el [[escepticismo |escéptico]] [[Escocia |escocés]], tales principios ideales como los de la matemática, junto con las conclusiones que se derivan de ellos. Pero nuestra atribución de una realidad objetiva a lo que nos [[imaginación |imaginamos]] que son las [[causa]]s de las sensaciones es una creencia; así también lo son juicios tales como el del principio de causalidad. No podemos decir que conocemos, sino que creemos, que realmente hay tal relación como la de efecto a causa.  Creemos esta, y otras verdades similares, a causa de un carácter peculiar de vivacidad, solidez, firmeza o estabilidad o vinculadas a nuestras concepciones de ellos. La división es una arbitraria y la explicación ofrecida en cuanto a la naturaleza de la creencia es insatisfactoria e insuficiente.
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Pero hay otro uso muy general del término creencia en el que se toma para designar asentimiento lo suficientemente completo como para excluir cualquier [[duda]] práctica y aún distinguible del asentimiento del [[conocimiento]]. En este uso no se tiene en cuenta la autoridad.  Tenemos muchas convicciones que descansan sobre evidencia que no se presenta a nuestra [[mente]] con la suficiente claridad como para permitirnos decir que conocemos, sino abundantemente suficiente para que produzcamos un asentimiento prácticamente sin reservas.  Si bien esto podría parecer que cae bajo el título [[escolasticismo |escolástico]] de opinión, es el punto sobre el que se ha volcado la polémica que se ha librado desde que David Hume llevó la cuestión a prominencia sobre la cuestión [[filosofía |filosófica]].  En pocas palabras, para seleccionar un cierto número de escritores típicos para examen, las cuestiones en juego son las mismas.  ¿Hasta qué punto creemos  —en el sentido de confiar en nuestras [[Facultades del Alma |facultades]] [[naturaleza |naturales]] en sus informes y juicios; y hasta qué punto se puede decir que conocemos?  Hume, de acuerdo con sus principios sensualistas, restringiría nuestro conocimiento a [[verdad]]es puramente ideales.  De acuerdo con el [[escepticismo |escéptico]] [[Escocia |escocés]], somos capaces de conocer tales principios ideales como los de la matemática, junto con las conclusiones que se derivan de ellos. Pero nuestra atribución de una realidad objetiva a lo que nos [[imaginación |imaginamos]] que son las [[causa]]s de las sensaciones es una creencia; así también lo son juicios tales como el del principio de causalidad. No podemos decir que conocemos, sino que creemos, que realmente hay tal relación como la de efecto a causa.  Creemos esta, y otras verdades similares, a causa de un carácter peculiar de vivacidad, solidez, firmeza o estabilidad o vinculadas a nuestras concepciones de ellos. La división es una arbitraria y la explicación ofrecida en cuanto a la naturaleza de la creencia es insatisfactoria e insuficiente.
  
  

Revisión de 17:59 24 sep 2016

Creencia (be y lyian, querer, tener afecto a) es el estado de la mente por el cual ella asiente a proposiciones, no debido a su evidencia intrínseca, sino debido a su autoridad. Aunque el término se usa comúnmente en el lenguaje ordinario, así como en muchos escritos filosóficos, para cubrir un gran número de estados mentales, la cuasi-definición presentada es probablemente la mejor calculada para diferenciar la creencia de todas las otras formas de asentimiento mental. Al expresarlo, se respeta el motivo del asentimiento en lugar de su naturaleza; pues, dado que el asentimiento intelectual es en su naturaleza simple e indivisible, no se puede asignar proximae differentiae por la que pueda ser separado en varias especies. Como los objetos de la creencia, también son de naturaleza similar a los del conocimiento, opinión y duda, así, además no se puede hallar criterio de división en ellos (como en el caso de los objetos de las facultades separadas) para distinguirlos de otros estados mentales.

Santo Tomás de Aquino califica su definición de fe con la adición de la nota de certeza (Summa, I-II, Q. i, a.4). A pesar de que trata la fe como una virtud teologal en el artículo citado, sus palabras bien pueden extenderse para incluir la creencia como un estado puramente natural de la mente. Así se ve que cubre el asentimiento intelectual a las verdades aceptadas sobre autoridad, ya sea humana o divina. En el primer caso, la creencia puede ser designada por el sinónimo credibilidad; en el último, el término más habitual es fe. A menudo, también, creencia se utiliza en el sentido de fiducia o confianza; y esto especialmente en la teología protestante como un sustituto de fe.

Por la definición dada anteriormente podemos distinguir creencia:

  • (1) de inteligencia en que la verdad de un hecho o proposición creída no se ve intuitivamente;
  • (2) de ciencia o conocimiento, ya que no es cuestión de reducirlo a sus primeros principios:
  • (3) de duda, puesto que la creencia es un asentimiento y positivo;
  • (4) de la opinión y conjetura, en la cual el asentimiento no es completo.

Creencia, sin embargo, como ya se ha señalado, a menudo se usa indiscriminadamente para estos y para otros estados de la mente de los que, en aras de la exactitud, se debe distinguir tan cuidadosamente como sea posible. Aunque podemos conocer una cosa y al mismo tiempo creerla (como en el caso de la existencia de Dios, la cual es una realidad natural, así como una verdad revelada), es en interés de la claridad que debemos mantener la distinción establecida y no confundir la creencia con el conocimiento, debido al hecho de que la misma verdad puede ser al mismo tiempo el objeto de ambos.

Pero hay otro uso muy general del término creencia en el que se toma para designar asentimiento lo suficientemente completo como para excluir cualquier duda práctica y aún distinguible del asentimiento del conocimiento. En este uso no se tiene en cuenta la autoridad. Tenemos muchas convicciones que descansan sobre evidencia que no se presenta a nuestra mente con la suficiente claridad como para permitirnos decir que conocemos, sino abundantemente suficiente para que produzcamos un asentimiento prácticamente sin reservas. Si bien esto podría parecer que cae bajo el título escolástico de opinión, es el punto sobre el que se ha volcado la polémica que se ha librado desde que David Hume llevó la cuestión a prominencia sobre la cuestión filosófica. En pocas palabras, para seleccionar un cierto número de escritores típicos para examen, las cuestiones en juego son las mismas. ¿Hasta qué punto creemos —en el sentido de confiar en nuestras facultades naturales en sus informes y juicios; y hasta qué punto se puede decir que conocemos? Hume, de acuerdo con sus principios sensualistas, restringiría nuestro conocimiento a verdades puramente ideales. De acuerdo con el escéptico escocés, somos capaces de conocer tales principios ideales como los de la matemática, junto con las conclusiones que se derivan de ellos. Pero nuestra atribución de una realidad objetiva a lo que nos imaginamos que son las causas de las sensaciones es una creencia; así también lo son juicios tales como el del principio de causalidad. No podemos decir que conocemos, sino que creemos, que realmente hay tal relación como la de efecto a causa. Creemos esta, y otras verdades similares, a causa de un carácter peculiar de vivacidad, solidez, firmeza o estabilidad o vinculadas a nuestras concepciones de ellos. La división es una arbitraria y la explicación ofrecida en cuanto a la naturaleza de la creencia es insatisfactoria e insuficiente.


Bibliografía: MAHER, Psychology in Stonyhurst Series (Londres, 1890); NEWMAN, An Essay in Aid of a Grammar of Assent (Londres, 1870); BAIN, Mental and Moral Science (Londres, 1868-72); MILL, Analysis of the Phenomena of the Human Mind (Londres, 1829); J.S. MILL, Notes to new edition of The Analysis (Londres, 1869); IDEM, Dissertations and Discussions (Londres, 1859-75); SULLY, Sensationa nd Intuition: Studies in Psychology and Aesthetics (Londres, 1874); JAMES, The Principles of Psychology (Nueva York, 1890); BALFOUR, A Defence of Philosophic Doubt (Londres, 1879); WARD, The Wish to Believe (Londres, 1885); ULRICI, Glauben und Wissen, Spekulation und exacte Wissenschaft (Leipzig, 1858); FECHNER, Die drei Movive und Grunde des Glaubens (Leipzig, 1863); BALDWIN, Dict. Of Philosophy, s.v.

Fuente: Aveling, Francis. "Belief." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2, pp. 408-410. New York: Robert Appleton Company, 1907. 24 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/02408b.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina