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Miércoles, 4 de diciembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Invitatorio»

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El invitatorio, como lo implica la palabra, es la invitación dirigida a los [[fieles]] para que vengan a tomar parte en el [[Oficio Divino]].  El [[Salmos|salmo]] 95(94) “Veinte” ha sido usado con este propósito desde [[tiempo]] s muy antiguos. En la vida de [[San Porfirio]] de [[Gaza]] leemos que este [[Comunión de los Santos|santo]], con el deseo de que el pueblo se le uniera en la [[oración]], hacía cantar el “Veinte exultemos Domino”, y el pueblo contestaba “[[Aleluya]]” después de cada versículo.  En el Oficio [[Orden Benedictina|bendictino]] el “Venite exultemus Domino” es recitado diariamente al comienzo de los [[nocturnos]] en el Oficio de la noche y es llamado el invitatorio.  Nunca es omitido, pero las [[antífona]]s que siguen a cada verso cambian de acuerdo a si el oficio que se recita es uno de [[feria]] o del oficio de un santo.  Estas antífonas se repiten dos veces antes del salmo y una vez después del "Gloria Patri".  La [[Regla de San Benito]] llama a este salmo el invitatorio, mientras que la Regla del Maestro (''Magister Anonymus'', un autor [[los francos|franco]] del siglo VII) lo llama el ''Responsorium hortationis''.  La [[liturgia]] [[rito mozárabe|mozárabe]] hace uso de una palabra expresiva: ''sonus'', como para denotar la [[campanas|campana]] que llama a la [[edificaciones eclesiásticas|iglesia]].  La liturgia romana más antigua que conocemos no contiene un invitatorio; pues se omite en la liturgia primitiva, que es representada en nuestros días por la de los últimos tres días de la [[Semana Santa]].  Si la encontramos en el [[Oficio de Difuntos]] es debido a que fue introducida en un período posterior.  El Concilio de [[Aquisgrán]] (816) menciona el salmo invitatorio "Venite" y prohíbe su uso en el Oficina de Difuntos.  Este mismo canon, al hablar de la manera de recitar el invitatorio emplea las mismas palabras de la Regla de San Benito, las que muestran claramente que el uso de este salmo estaba estrechamente relacionado con el oficio [[monacato|monástica]].
  
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El invitatorio se decía lentamente adrede, como el salmo anterior: "Domine, quid multiplicati sunt".  Esto era para permitir que los [[monje]]s que venían a la [[vigilia]] llegaran a tiempo para el comienzo del Oficio.  De hecho, realmente parece que estos dos salmos preliminar (Sals. 3 y 95(94) eran las oraciones que se decían en privado por los monjes mientras se levantaban y venían al [[coro]]: ". Ego dormivi et soporatus sum et exsurrexi"  Es posible que en el transcurso del tiempo se introdujo la [[costumbre]] de recitarlos en voz alta en el coro, a la espera de la llegada de los que llegaban tarde, y por lo tanto, después de un tiempo, fueron insertados en el propia Oficio.  En efecto, el salmo "Venite" parece estar dirigido a los que iban a venir a la vigilia y no a los que ya estaban allí.  En [[Roma]], en la [[fiestas eclesiásticas|fiesta]] de la [[Epifanía]] del Señor, no había invitatorio.  La salmodia comenzaba, y todavía comienza, con los salmos del primer nocturno y sus antífonas.  "Hodie non cantamus Invitatorium sed absolute incipimus” (Hoy [[canto litúrgico|cantamos]] sin invitatorio pero comenzamos sin él) es una instrucción en una [[rúbricas|rúbrica]] del [[antifonario]] del [[el Vaticano|Vaticano]].  El salmo "Venite" era recitado con su antífona propia en su lugar apropiado, es decir, el último de los salmos del segundo nocturno.  Más tarde este salmo se convirtió en el primer salmo del tercer nocturno, y la antífona se repitió al igual que cuando se usaba en el invitatorio.  [[Amalario de Metz|Amalario]] y [[Guillermo Durando|Durando]] de [[Diócesis de Mende|Mende]] trataron como es usual de explicarlo [[misticismo|místicamente]], pero la explicación más probable es que el invitatorio fue suprimido porque el salmo era recitado más tarde y no deseaban recitarlo dos veces en el mismo [[Oficio Divino|Oficio]].
  
I. El Invitatorio
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El [[Breviario]] [[Orden Benedictina|benedictino]], que tenía [[himno]]s para su tercer [[nocturnos|nocturno]], no tuvo la misma razón para excluirlo y lo retuvo en la fiesta de la Epifanía. Sin embargo, vemos que, antes del siglo IX, la liturgia romana no tenía el invitatorio, al menos no con tanta regularidad como la [[liturgia]] benedictina.  Es probable que se introdujera por primera vez por imitación de la práctica monástica, en esos días solo en los que el pueblo asistía a la vigilia, cuando el invitatorio podía así ser dirigido a alguien.  El "[[Ordines Romani]]" nos informan que en los grandes festivales se celebraban dos oficios nocturnos: una, sin el invitatorio, que era recitado por los [[sacerdote]]s de la [[capilla]] [[Papa|papal]] en su capilla, y el otro con el invitatorio, al que asistían las [[persona]]s.  Amalario nos dice que en su tiempo sólo el Oficio para la vigilia de [[domingo]] tenía el invitatorio, el Oficio de [[feria]] no lo tenía, porque el pueblo no asistía.  El [[Día de los Difuntos]] se recitaba el invitatorio porque los [[fieles]] venían ese día a orar por los muertos, pero esto nos trae a una [[fechas y datación|fecha]] muy posterior.  Muy probablemente el origen del invitatorio se encuentra en la llamada con que se despertaba a los [[monje]]s: “Venite adoremus Dominum”, que pronto se convirtió en la [[antífona]] o estribillo del [[Salmos|salmo]] "Venite Exultemus Domino", que esta [[oración]], naturalmente, recordaba.  Amalario llama nuestra atención a un hecho curioso.  Durante la semana se recitaba el invitatorio sin la inserción de las antífonas: "Invitatorium diebus festivis hebdomadibus sine modulatione Antiphone Solet Dici."  La versión del salmo "Venite exultemus” usada en el [[Breviario]] es la del antiguo [[salterio]] romano, que difiere en algunos pasajes de la [[Revisión de la Vulgata|Vulgata]].
  
A. Naturaleza, estructura, origen
 
B. Convenencia o no del invitatorio en Laudes
 
C. Las antífonas de los salmos invitatorios
 
  
II. Los Cuatro Salmos Invitatorios
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'''Fuente''':  Leclercq, Henri. "Invitatorium." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08089a.htm>.
  
A. Salmo 23
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Traducido por Luz María Hernández Medina. rc
B. Salmo 66
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C. Salmo 94
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D. Salmo 99
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III. Conclusiones
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EL INVITATORIO
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Naturaleza, estructura, origen
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El invitatorio consiste en una invocación dialogada seguida de un salmo (23, 66, 94 o 99) con una antífona que va cambiando según las fiestas y los tiempos. Se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
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La invocación es del salmo 50: "Señor, ábreme los labios, y mi boca proclamará tu alabanza" (sal 50,17). Con ella se empieza la oración y se pide que todo el día estén abiertos los labios para seguir alabando a Dios. El gesto que acompaña estas primeras palabras -con el dedo pulgar se traza una cruz sobre los labios- quiere recordar que el don de la voz y del lenguaje va a ser puesto, ante todo, a disposición de Dios.
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El uso del invitatorio dentro de la oración de las horas tiene casi dieciséis siglos de historia: Ya desde San Benito, en el siglo VI, en los oficios nocturnos o de vigilias, se iniciaba con el verso "Señor, ábreme los labios..." repetido 3 veces; venían a continuación el salmo 3 y el 94. El oficio matutino (Laudes) se introducía con el salmo 66 sin antífona, durante el cual debían ir llegando todos los monjes que estuvieran lejos.
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Conveniencia o no del invitatorio en Laudes
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El invitatorio, por su naturaleza, no necesariamente se antepone al oficio de lectura o a Laudes sino al rezo que en realidad sea el primero del día. Su "relativización", en el caso de Laudes, se debe a que esta hora empieza con el himno, y éste viene a ser también un elemento introductorio de la oración. Por tanto, para evitar el posible duplicado, se deja libertad para hacer o no el salmo invitatorio.
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Además hay otro motivo: empezar el rezo con un salmo, que es Palabra bíblica, les parece a algunos que es menos conveniente si luego va a seguir inmediatamente un himno, que no es Palabra revelada, sino creación eclesial y popular. Parece pedagógico el que se conserve en lo posible la progresión, desde la palabra humana, introductoria, hacia la Palabra revelada, centro de la celebración.
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Las antífonas de los salmos invitatorios
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El modo responsorial en la realización de estos salmos es una particularidad pedagógica que se basa en una antífona o estribillo que va variando según los días. Estas antífonas ayudan a dar a la oración, ya desde su inicio, un color especial según los tiempos litúrgicos del año o según la fiesta que se celebra. Siempre se alaba a Cristo, unas veces como "rey de los mártires", o "de las vírgenes" o como "nacido de María"... Es el sentido cristocéntrico que va a tener toda la alabanza de las horas, y que ya se resume expresivamente en este Invitatorio. Las antífonas en sí son como el alma de la Liturgia de las Horas; cantarlas puede ayudar todavía más a remarcar algunos de los elementos propios del salmo o de la celebración del día. Las antífonas introducen en la atmósfera del salmo y con sus notas hacen ya gustar el salmo que va a servir para la oración.
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LOS CUATRO SALMOS INVITATORIOS
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Salmo 23
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Este salmo, "entrada solemne de Dios en su templo", da idea de su tono de liturgia dialogada" a las puertas del templo de Jerusalén, ahora entendida en cristiano, como invita la frase de san Ireneo: "Las puertas del cielo se abren ante Cristo que sube al cielo". El hilo conductor de dicho salmo tiene 3 presupuestos fundamentales:
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a) La verdad de la creación: Dios creó el mundo y es su Señor, él funda la tierra sobre los mares.
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b) Dios somete a juicio a sus criaturas: debemos comparecer ante su presencia y ser interrogados sobre nuestras obras. Estamos ante el templo de Jerusalén; la procesión de los fieles dirige a los custodios de la puerta santa una pregunta de ingreso: "¿Quién puede entrar en el recinto sacro?. Los sacerdotes o "liturgistas de ingreso" responden enumerando las condiciones para poder acceder a la comunión con el Señor en el culto: orientación del ser del hombre (sus manos-obrar y su corazón- intención) hacia Dios y su ley; no mentir, rechazar a los ídolos pues estos son falsos dioses, es decir, "mentira"; y, la palabra no puede ser instrumento de engaño sino símbolo de las relaciones sociales inspiradas por la justicia y la rectitud.
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c) El misterio de la venida de Dios: viene en el cosmos y en la historia, y desea tener libre acceso, para entablar con los hombres una relación de profunda comunión. Así se presenta la revelación progresiva de Dios marcada por 3 títulos solemnes: "Rey de la gloria; Señor valeroso, héroe de la guerra; y Señor de los ejércitos".
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Salmo 66
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En su origen era un canto de acción de gracias por la cosecha recogida ("la tierra ha dado su fruto"). Esta nueva cosecha invitaba a Israel a elevarse de los bienes naturales a cantar las bendiciones divinas. Quiere también convocar a una alabanza universal ("que todos los pueblos alaben al Señor"). "Ya para el salmista, y mucho más para nosotros, que en el Nuevo Testamento conocemos el plan universal de salvación que Dios tiene previsto, el salmo debe significar un abrirse a los horizontes del mundo. Tanto nuestra acción de gracias como nuestras peticiones de bendición deben tener siempre sentido universal".
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Salmo 94
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Narra y expresa un acto litúrgico: la primera parte es un himno clásico, una invitación a la alabanza, con referencia al rito litúrgico; la segunda parte es un oráculo, en boca de Dios, invitando a la observancia de la Ley y de la Palabra que será escuchada. Los motivos para la alabanza son:
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a) El título de Dios y su puesto único (v.3);
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b) La creación, vista en dos paralelismos, a lo alto y a lo ancho (v.4); y c) La elección histórica del pueblo y la Alianza. Hebreos 4, 1-11 indica que todo el tiempo del Antiguo Testamento es una repetida llamada y expectación del "hoy" en que podrá entrar el pueblo en el descanso de Dios. Con Cristo llega este "hoy", con su resurrección se inaugura en el mundo el reposo de Dios, que descansó cuando terminó su trabajo creador. Este "hoy" de Cristo se ofrece a todos: hay que escucharlo y entrar aprisa en su descanso. Pero la vida cristiana es de nuevo un "comienzo", que hemos de mantener hasta el fin, para entrar en el reposo definitivo de Cristo y de Dios.
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Salmo 99
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Es un himno procesional compuesto para dar gracias a Dios, de ahí que esté lleno de exultante regocijo. Desde el templo surgen los imperativos para que toda la tierra se una a la acción de gracias; Israel es un invitado especial: él, más que ningún otro pueblo, sabe quién y cómo es su Dios; sabe sus portentos del pasado y su bondad y fidelidad presentes. Hay 3 elementos principales:
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a) Exhortación apremiante a la oración descrita en dimensión litúrgica. Es una alabanza que desde la tierra sube a Dios, pero que, al mismo tiempo, sostiene el ánimo del creyente.
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b) El mundo y la historia no están a merced del destino, del caos o de una necesidad ciega; están gobernados por un Dios misterioso y a la vez deseoso de que la humanidad viva establemente según relaciones justas y auténticas.
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c) Profesión de fe, expresada a través de una serie de atributos que definen la realidad íntima de Dios. Después el salmo sigue con la meditación de 3 cualidades divinas exaltadas con frecuencia en el salterio: La bondad, el amor misericordioso y la fidelidad.
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CONCLUSIONES
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El invitatorio no se restringe únicamente a la celebración de la Liturgia de las Horas, ya sea de Laudes o del Oficio de Lecturas, ya que por su propia naturaleza está pensado para preceder e introducir la primera oración del día aunque no sea en el ámbito de la oración litúrgica.
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La forma responsorial del salmo y las antífonas usadas para el mismo son un recurso pedagógico que, con un matiz eminentemente cristológico, conducen al orante a la santificación del día, lo disponen para la oración y lo invitan a alabar a Cristo resucitado.
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La actitud fundamental que los salmos invitatorios expresan y quieren alimentar es ante todo la de alabanza a Dios. Una alabanza que está pensada precisamente para el comienzo de una celebración litúrgica. Los motivos de la alabanza a la que invitan son: la grandeza de Dios creador, su cercanía y amabilidad. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento y del acontecimiento de Cristo el comienzo de un día recuerda siempre la "nueva creación", la Resurrección de Cristo que da sentido a la oración y a la existencia humana.
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Hay además, en estos salmos, una actitud de petición: el orante le pide a Dios que lo siga bendiciendo porque intuye que durante el día lo va a necesitar ("el Señor tenga piedad y nos bendiga"- salmo 66).
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Hay también una palabra de exigencia: a mitad del salmo 94 de la alabanza se pasa a una exhortación seria: "ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el corazón como en Meribá".
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ALDAZABAL José, "El invitatorio" La oración de las horas" 3(marzo 1989) 94-100. ALONSO SCHÖKEL Luis, Los libros sagrados: Salmos, E.d. Cristiandad, Madrid 1966. APARICIO, Angel et al., Moniciones para el rezo cristiano del salmo. AROZTEGUI FX, "La oración en la regla de san Benito" en Liturgia de las horas, veinte siglos de historia, Dos. CPL 36, Barcelona 1998, 56-68. FARNÉS SCHERER Pere, Moniciones y oraciones sálmicas para Laudes y Vísperas de las cuatro semanas del salterio, E.d. Regina, Barcelona 2000. JUAN PABLO II, "Catequesis de los miércoles de 2001 en L'osservatore romano. OFICIO DIVINO, Ordenación General de la Liturgia de las Horas, Buena Prensa, A.C, Barcelona 1979, N°34-36.60.
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J.A. CASAS RAMÍREZ
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Última revisión de 17:47 20 oct 2010

El invitatorio, como lo implica la palabra, es la invitación dirigida a los fieles para que vengan a tomar parte en el Oficio Divino. El salmo 95(94) “Veinte” ha sido usado con este propósito desde tiempo s muy antiguos. En la vida de San Porfirio de Gaza leemos que este santo, con el deseo de que el pueblo se le uniera en la oración, hacía cantar el “Veinte exultemos Domino”, y el pueblo contestaba “Aleluya” después de cada versículo. En el Oficio bendictino el “Venite exultemus Domino” es recitado diariamente al comienzo de los nocturnos en el Oficio de la noche y es llamado el invitatorio. Nunca es omitido, pero las antífonas que siguen a cada verso cambian de acuerdo a si el oficio que se recita es uno de feria o del oficio de un santo. Estas antífonas se repiten dos veces antes del salmo y una vez después del "Gloria Patri". La Regla de San Benito llama a este salmo el invitatorio, mientras que la Regla del Maestro (Magister Anonymus, un autor franco del siglo VII) lo llama el Responsorium hortationis. La liturgia mozárabe hace uso de una palabra expresiva: sonus, como para denotar la campana que llama a la iglesia. La liturgia romana más antigua que conocemos no contiene un invitatorio; pues se omite en la liturgia primitiva, que es representada en nuestros días por la de los últimos tres días de la Semana Santa. Si la encontramos en el Oficio de Difuntos es debido a que fue introducida en un período posterior. El Concilio de Aquisgrán (816) menciona el salmo invitatorio "Venite" y prohíbe su uso en el Oficina de Difuntos. Este mismo canon, al hablar de la manera de recitar el invitatorio emplea las mismas palabras de la Regla de San Benito, las que muestran claramente que el uso de este salmo estaba estrechamente relacionado con el oficio monástica.

El invitatorio se decía lentamente adrede, como el salmo anterior: "Domine, quid multiplicati sunt". Esto era para permitir que los monjes que venían a la vigilia llegaran a tiempo para el comienzo del Oficio. De hecho, realmente parece que estos dos salmos preliminar (Sals. 3 y 95(94) eran las oraciones que se decían en privado por los monjes mientras se levantaban y venían al coro: ". Ego dormivi et soporatus sum et exsurrexi" Es posible que en el transcurso del tiempo se introdujo la costumbre de recitarlos en voz alta en el coro, a la espera de la llegada de los que llegaban tarde, y por lo tanto, después de un tiempo, fueron insertados en el propia Oficio. En efecto, el salmo "Venite" parece estar dirigido a los que iban a venir a la vigilia y no a los que ya estaban allí. En Roma, en la fiesta de la Epifanía del Señor, no había invitatorio. La salmodia comenzaba, y todavía comienza, con los salmos del primer nocturno y sus antífonas. "Hodie non cantamus Invitatorium sed absolute incipimus” (Hoy cantamos sin invitatorio pero comenzamos sin él) es una instrucción en una rúbrica del antifonario del Vaticano. El salmo "Venite" era recitado con su antífona propia en su lugar apropiado, es decir, el último de los salmos del segundo nocturno. Más tarde este salmo se convirtió en el primer salmo del tercer nocturno, y la antífona se repitió al igual que cuando se usaba en el invitatorio. Amalario y Durando de Mende trataron como es usual de explicarlo místicamente, pero la explicación más probable es que el invitatorio fue suprimido porque el salmo era recitado más tarde y no deseaban recitarlo dos veces en el mismo Oficio.

El Breviario benedictino, que tenía himnos para su tercer nocturno, no tuvo la misma razón para excluirlo y lo retuvo en la fiesta de la Epifanía. Sin embargo, vemos que, antes del siglo IX, la liturgia romana no tenía el invitatorio, al menos no con tanta regularidad como la liturgia benedictina. Es probable que se introdujera por primera vez por imitación de la práctica monástica, en esos días solo en los que el pueblo asistía a la vigilia, cuando el invitatorio podía así ser dirigido a alguien. El "Ordines Romani" nos informan que en los grandes festivales se celebraban dos oficios nocturnos: una, sin el invitatorio, que era recitado por los sacerdotes de la capilla papal en su capilla, y el otro con el invitatorio, al que asistían las personas. Amalario nos dice que en su tiempo sólo el Oficio para la vigilia de domingo tenía el invitatorio, el Oficio de feria no lo tenía, porque el pueblo no asistía. El Día de los Difuntos se recitaba el invitatorio porque los fieles venían ese día a orar por los muertos, pero esto nos trae a una fecha muy posterior. Muy probablemente el origen del invitatorio se encuentra en la llamada con que se despertaba a los monjes: “Venite adoremus Dominum”, que pronto se convirtió en la antífona o estribillo del salmo "Venite Exultemus Domino", que esta oración, naturalmente, recordaba. Amalario llama nuestra atención a un hecho curioso. Durante la semana se recitaba el invitatorio sin la inserción de las antífonas: "Invitatorium diebus festivis hebdomadibus sine modulatione Antiphone Solet Dici." La versión del salmo "Venite exultemus” usada en el Breviario es la del antiguo salterio romano, que difiere en algunos pasajes de la Vulgata.


Fuente: Leclercq, Henri. "Invitatorium." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08089a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc