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Martes, 19 de marzo de 2024

Studia Limensia Capítulo V: La Plaza Mayor, y las tres plazas ceremoniales de Ciudad de los Reyes

De Enciclopedia Católica

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La interpretación de la plaza mayor de la Ciudad de los Reyes no es un asunto difícil de emprender. Solo hay que conocer los modelos que concurrieron en su concepción. No es que exista una fuente (hasta donde alcanza nuestro conocimiento) que prescriba puntualmente la función de la plaza, y que describa los elementos que la componen. Sin embargo, por el arte combinatorio y por ramificación barroca, se puede deducir, o adivinar. Esto, debido a que todos esos elementos se encuentran disgregados en las diversas formas de expresión artística barroca.

La plaza mayor de Lima es el lugar donde mejor se aprecia el papel modélico de los emblemas. Y donde se puede establecer, con mayor dramatismo la oposición y guerra entre la Ciudad Terrena Espiritual, y la Ciudad Terrena Carnal. Y la oposición entre Cristo profeta, y el falso profeta. Entre la Maestro de la Verdad, y el padre de la mentira. Entre el restaurador de la vida y el asesino primigenio. Entre el pan del horno de caridad Ardiente, y la Piedra del Odio Satánico. Entre el oasis paradisíaco y el desierto infernal. Tales son los conceptos que se han de tener en cuenta, cuando se observe la plaza, desde varias perspectivas. El observador debe descubrir inmediatamente los elementos comunes, y los elementos contrastantes. Así, verá que las plazas, los centros de congregación, o los jardines de esparcimiento, siempre tienen forma trapezoidal, en las representaciones pictóricas. Y que el tema principal – por lo general – está determinado por la línea central vertical, y los asuntos predicativos por las líneas paralelas, y las líneas oblicuas concurrentes. En el primer par tenemos la oposición entre el negocio profano y el sagrado. El negocio profano, es necesario para la subsistencia y progreso de la persona y de la sociedad. El trabajo, y la capacidad de trabajar, son un don de Dios, y como tal debe ser servir a la santificación del trabajador. Conducido rectamente, beneficia a todos. Ese es el sentido del mercado, frente a la iglesia del Sagrario. Da a entender que además de la sentencia bíblica de ganar el pan con el sudor de la frente, el hombre tiene la obligación de cuidar el negocio espiritual, cuyos dividendos se acumulan en el cielo, donde ni la polilla, ni el orín corroen.

Esto se logra, espiritualizando el trabajo, mediante el ejercicio de los diversos horologios que mencionamos en el capítulo IV. Debe entenderse que la actividad económica, es un medio temporal orientado a un fin sobrenatural. Los instrumentos de los que se vale Dios, para que el hombre llegue a su meta, son el Buen Gobierno, definido como “felicidad natural”, y el Buen Pastor, figurados aquí por los edificios gubernativos y episcopales. Como miembro del La Iglesia -Cuerpo Místico de Cristo- el limeño, debía trabajar por la Gloria de Dios y bien de las almas. Como miembro del Imperio, debía obedecer y servir al Rey. Y como miembro del Cuerpo de República, debía trabajar por el bien común material, y espiritual. Es decir, por la santificación, mediante la perfección de la cotidianeidad. Si redujéramos la pintura de la plaza, a líneas verticales y oblicuas, se esquematizaría como el grabado de Otia Sacra optima fides [1] .

El Escudo de la ciudad, colocado en lo alto de la torre del Sagrario, simboliza el corazón social, que logra la meta de salvación merced a la Perseverancia en la Fe Eucarística. Tanto el corazón heráldico, como el corazón emblemático de Otia Sacra, han alcanzado la trascendencia. Han llegado al cielo. El ojo abierto, significa la Contemplación Beatífica. En su camino ascendente, los Sacramentos han servido de escudo, alimento y refrigerio al corazón que huía hacia lo alto.

Las dos figuras siguientes, muestran las perspectivas de dos claustros que tienen una carga simbólica sobrenatural: Cinco fuentes simbólicas, que representan las Cinco Llagas de Cristo, con las que San Francisco, fue estigmatizado. Es un jardín, cuyas características, se corresponden con las descripciones de la quíntuple fuente de la Plaza Mayor, que veremos en el capítulo VI. Por el momento, basta con decir que es un jardín ameno.

La tercera imagen es el claustro de la Meca, totalmente desolado, y estéril. Ambos claustros están circundados por columnas y arquerías [2] . Dado el contexto seráfico, del primero, se colige el timbre luciférico del segundo. Estamos en presencia de jerarquías angélicas y diabólicas. Arcos y columnatas aluden a timbres estéticos: El orden es belleza en los ángeles, porque están donde deben estar, y en el orden que deben estar. Opuestamente, el orden subvertido por los ángeles, habla de la pérdida de su exquisita belleza, y sugieren su eterna confusión.

En el claustro de los frailes menores, está la Marca de Cristo Profeta. En el claustro de la Meca, está la obra del Falso Profeta. Las Cinco Llagas del convento de Lima, simbolizan el Pan Bajado del Cielo, hecho de la Carne y Sangre de Cristo, y a la vez, la impronta con la que está sellada el alma del cristiano. El edículo velado de la Meca, cobija un aerolito arrojado del orden cósmico, tal como fue expulsado Satán, de la jerarquía angélica. El velo, es la mentira disfrazada de medias verdades.

Simboliza la falsa comunión idolátrica, con la que el demonio quiso seducir a Cristo mismo. La Eucaristía es Dios velado; la Kaaba es un ídolo inmundo, un falso dios disfrazado. En el claustro franciscano viven los hijos espirituales del seráfico Bernardone, en tanto que en la desértica Meca, habitan los secuaces del pésimo Mahoma, hombre de desiertos, y sequedades. La oposición existente entre la plaza cristiana, y la plaza ismaelita, habla del Sacerdocio. Del verdadero y del falso. En el cristianismo, solo los que Dios llama pueden acceder al Orden Sacerdotal, para ofrecer con manos limpias, y corazón puro, el Augusto Sacrificio del Altar. El Altar Católico celebra el Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección Gloriosa de Cristo. Cristo mismo es Víctima del Sacrifico, es Ofrenda y Sacerdote. Este Holocausto, que se inicia con el fuego que nace del Inflamado Amor del Sagrado Corazón de Cristo, consume la Hostia Divina, y eleva las volutas que aplacan la Santa Ira de Dios, redime de la esclavitud al hombre. Expía sus faltas, y repara sus culpas.

El inmundo altar de Ismael, tiene semejanzas con repugnantes altares de la idolatría americana. El islam, aunque en teoría se proclama revelado, de origen divino, puro, y pacífico, es - en la práctica – fruto de inventiva humana. Su delirante postulación refunde el Amor a Dios con Odio al Hombre. No se predica con el ejemplo, sino que se impone con la espada. La luna, tenida por divisa, nos indica su carácter tenebroso, acechante y traicionero. Conculca la libertad, y universaliza la tiranía, y la esclavitud. El cristiano vive virtuosamente, castamente y pacíficamente, por complacer a Dios, y hasta se hace mártir por alcanzar un Paraíso de goces espirituales eternos. La búsqueda del Paraíso espiritual, comienza con la negación de sí mismo, y con el desapego de los bienes materiales innecesarios. Cristo es la Luz del claustro.

En cambio, los ismaelitas, persiguen un falso paraíso de deleites sexuales. El suyo, no es un camino espiritual, sino material. Su misión es la guerra. El estupro y el botín, son la prenda del su fementido triunfo escatológico. La inmolación del islamita es egoísta, se sacrifica para sí mismo, y en beneficio propio. En cambio el martirio cristiano es altruista y filantrópico. El mártir cristiano se condena a sí mismo, para perdonar y liberar a otros, comenzando por sus asesinos.

Se deduce, entonces, que el falso profeta sirve al demonio, y tienen un odio cainita, por el resto del mundo. En esto se asemejan a los idólatras, que deifican los vicios, los placeres, las aberraciones y la muerte.

La arqueología confirma este parecer: Para que el sacrificio antiguo tuviese algún valor y pudiera aplacar la ira de los dioses, tenía que ser cotidiano, repetido mil veces mil, y siempre era sacrificio ajeno, de seres mortales. Cristo ofrece, como víctima de inmolación y de expiación su propio corazón para aplacar la ira de Dios, y restaurar Su amistad con los hombres. Él es Oferente y Ofrecido, una sola y definitiva vez. El valor de su Sacrificio es infinito y de alcances cósmicos. Es Hostia Santa, Sacrificio puro y sin mancha que se ofrece desde donde sale el sol hasta el ocaso.

El Memorial de la Pasión, Muerte, y Resurrección Gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo, tiene- en Lima - cinco jeroglíficos notables , como ya se ha dicho en el Capítulo IV. El Corazón Traspasado y el Cuerpo Crucificado son atajos al Cielo. Si Lima inmola su propio corazón en el mismo Altar (Iglesia del Sagrario), en el que Cristo se inmola por Amor a ella, subirá directamente al Cielo, asunta por mano de ángeles (Torres de la Catedral, y el Jeroglífico del plano de Lima).

En el Capítulo VI, veremos con detalle el simbolismo de las fuentes eucarísticas. Vista así, la Plaza Mayor es el Atrio del Altar de Dios, que según la escritura es guardado por ángeles . [6] Los arcos de la Plaza Mayor de Lima, son jeroglífico del coro de los Ángeles del Cielo que cantan trisagios al Dios de los Altares. Alabanza a la que se une el coro de la Iglesia en la Tierra [7] . El significado de las columnatas y arquerías tienen – como ya se ha dicho - está bien definido. Este significado, nos permite afirmar que ángeles y hombres, ambos creaturas, están ordenados en sociedades jerárquicas. Tienen deberes y obligaciones. Soportan las cargas justas, porque su peso no solo es ligero, sino que está compartido por todos. Todos comparecen ante el Cordero Inmolado, y cierran filas para obtener el triunfo definitivo.

Al decir “la Iglesia”, debe entenderse a todos los bautizados. Con sus respectivas responsabilidades temporales y pastorales. Gubernativas y sacerdotales. El Buen Gobierno y el Buen Pastor, sumado al Coro de mílites cristianos, circundan el Altar de Dios, porque se han lavado (fuente de bronce) en la Sangre del Cordero Inmaculado [9] .

Opuestamente, la plaza de la Meca es el real bajo cuyas tiendas acampa la iniquidad[10]. En ella se congrega una turba anárquica de espíritus y hombres homicidas e impuros. En el barroco no hay nada que no sea predicable. No hay elementos teatrales ociosos. Hemos dicho que la Plaza Mayor es el Atrio del Altar de Dios. Y es el inicio del Camino al cielo. Hay dos tipos de peregrinos. El peregrino devoto y el peregrino distraído. Hay una aristocracia y una villanía espirituales. Forman parte de la aristocracia espiritual aquellos que llevan una vida devota. Forman parte de la villanía espiritual, aquellos que distraen la vida espiritual, con los requerimientos del mundo. Es decir, sus negocios materiales.

La pintura, materia de comentario, ha sido simplemente descrita como paisajista. Ya hemos vistos, que su interpretación, trasciendo lo meramente descriptivo. Ya vimos las implicaciones que tienen la forma de composición de la imagen, y los elementos arquitectónicos. ¿Qué podemos decir de los personajes?

Ciertamente es una escena de mercado [11] , en la que interrelacionan los diferentes estamentos de la ciudad. Nadie discutirá que en la plaza concurren todos los estamentos sociales, todas las razas, y todas las castas que habitan en Lima. Llama la atención, el dinamismo de los concurrentes. Están dando a cada día su afán: trabajan para vivir.

Si uno se fija bien, hay un camino aristocrático [12]. Para el limeño, la imitación de Cristo, es Camino Real. Ese es el sentido de las calesas; avanzar sin tropiezos, lo más rápidamente posible, en el camino del progreso espiritual, y de la salvación. El número de calesa contraste con el de los hombre de a pie, porque muchos son los llamados, y pocos los escogidos. La vida consagrada, aunque materialmente esforzada, es espiritualmente privilegiada. A eso alude el privilegio de rodar carroza [13].

La vida mortificada eleva al espíritu, sobre los asuntos pedestres, que lastran su caminar. Las ruedas aluden a la velocidad y al avance en el camino hacia el cielo. No se crea que esta aristocracia espiritual está restringida a los menesteres eclesiásticos. También compete a los asuntos de gobiernos. Dos ejemplos notables son, el Conde de Lemos, en el Perú; y Bernardo de Gálvez [14] en México.

La Plaza Mayor es el lugar de congregación general, por antonomasia de la Ciudad de los Reyes. Su nombre indica jerarquía y primacía sobre los otros espacios de congregación, que son ciertamente pocos. Tiene un inmenso simbolismo eucarístico. Alude a la práctica sacramental. Los Sacramentos son signos sensibles del Amor de Dios, que tienen como fuente, el Corazón Traspasado, y las Santas Llagas. Todos están figurados en las fuentes de la Plaza Mayor, cuyos simbolismos desarrollaremos en el capítulo VI.

La iglesia del Sagrario, es el “Corazón” de la Ciudad. En este Corazón Urbano, se ha entronizado al Santísimo Sacramento [15] , porque el fin de la ciudad, se explica con los fines que persigue la Cardiomorfosis. Recordemos que el Sagrario es una parroquia. Por tanto, hay que considerar que administra los Sacramentos de Iniciación Cristiana: El Bautismo y la Confirmación, también llamada Crismación. Estos Sacramentos, incorporan al Cuerpo Místico de Cristo, a quienes lo reciben. Quienes los reciben se hacen ciudadanos de esta triplemente coronada Villa, y por tanto, vecinos de la Ciudad de Dios. En virtud de ellos, el ciudadano es revestido de la Armadura de la Fe. Se incorpora a la Milicia Cristiana. Lima, es una ciudad cristiana, cuya militancia, no admite disidencia.

En esta plaza, se proclama el Triunfo de la Fe, sobre quienes niegan la divinidad de Cristo, mancillan la Pureza Virginal de María, y contaminan el cuerpo social con la peste de la herejía, o la heterodoxia. El Tribunal del Santo Oficio de la Santa Inquisición, aplica aquí la Justicia, a quienes se negaron a aceptar la Misericordia y el Perdón. La Ciudad de los Reyes defiende y exalta a la Sagrada Eucaristía. La Fiesta de Corpus Christi, es la Fiesta de Lima, y el fundamento de su felicidad. Con magna pompa, la ciudad escenifica, procesionalmente, el Triunfo de la Eucaristía. El historiador e investigador limeño Rafael Sánchez-Concha Barrios, explica bellamente, el amor y devoción de esta capital al Santísimo Sacramento del Altar, y desarrolla el tema del dolor colectivo cuando se atenta contra Él [16] .

Porque ahí Cristo reina desde el madero, y llama a los suyos hacia Sí. Es el lugar los ciudadanos se hermanan recíprocamente, y establecen un vínculo de consanguinidad entre ellos, y con Cristo.

Finalmente, se puede decir que las plazas ceremoniales de la ciudad, pueden ser predicadas, también, como los hitos del camino de fe los limeños. Se nace en la Fe, en la plaza mayor, mediante las aguas bautismales. Se crece y madura en la Fe, mediante el estudio universitario y la vigilancia doctrinal, en la plazuela de la Inquisición, y se persevera, y muere en la Fe, en los hospitales de la plazuela de Santa Ana [18].

Los reciente descubrimientos hechos por Pro Lima en la plazuela de Santa Ana, en las paredes exteriores de la iglesia de san José, de las monjas descalzas, permite reconstruir el contexto de Lima-Hospitalaria. En el llamado Cuerpo de República, si un miembro padece, padece todo el Cuerpo, tal como dice el Apóstol. Padecimientos que son temporales y corporales, y temporales espirituales. La enfermedad del cuerpo humano, y las reliquias del pecado que maculan el alma inmortal.

Esta zona de los Barrios Altos de Lima, sujeta a la parroquia de Santa Ana, es una zona de hospitales. A saber, San Bartolomé, Santa Ana, y San Andrés. Estos son hospitales corporales. Sus capillas, junto a la vecina iglesia de San José son hospitales del alma. En los que Cristo va a “sanar los corazones afligidos”.

Abundan las representaciones de Cristo Médico [19] y de María de los Remedios. Es decir María es la Apoticaria, y Cristo el Doctor. La representaciones de Cristo médico con un brazo levantado, escrutando el corazón enfermo, y armado el otro con la broncínea serpiente de sanación, tiene como modelo, las representaciones clásicas de Meneceo, salvador de Tebas. De ambos, se puede predicar que por un mandato, o inspiración divina, entregaron voluntariamente sus vidas, y padecieron por mano enemiga, con el fin de salvar a muchos [20]. El contexto del hospital de las enfermedades del cuerpo (sanatorio) y el del hospital del alma, es triste y dramático. En ambos, el cuerpo y el alma enfermos, esperan con resignación su destino.

El enfermo corporal espera resignado, el cumplimiento de la voluntad de Dios. Bien sea para su curación, bien sea, para su expiración; porque el médico hace lo que puede, y Dios hace lo que quiere. El enfermo espiritual, espera, igualmente resignado, el fin de sus padecimientos, por obra de la Misericordia de Dios. En ambos casos, lo que hay es pobreza, indefensión y extrema necesidad de sufragios. Si el hombre enfermo y necesitado, por ese misterio de la miseria humana, se vuelve invisible y anónimo, hasta para sus familiares más cercanos, el alma en purgatorio pareciera ser del todo. Inexistente.

La presencia de la iglesia de San José, en este contexto sanatorio, se explica con facilidad. La arquitectura de este templo, refleja las notas características de la vida del padre putativo de Jesús, y su misión respecto de la iglesia. Sencilla, como José, pasa desapercibida para el caminante distraído. Gloriosa como José, ostenta dos puertas maravillosas, que simbolizan su ingreso al Cielo, y el de su Casta esposa: la de María, la puerta de la Inocencia; y la suya, la puerta de la Justicia. Modélico como José, invita a invocar a Cristo y a Maria, en el trance terrible de la muerte. Mendicante como José, tiene un limosnero, para las misas ofrecidas por las almas del Purgatorio. Educadora y admonitora, como José, advierte al transeúnte, mediante los simbolismos exteriores del muro testero que tienen obligaciones morales y caritativas respecto de las almas necesitadas, y respecto de la suya propia. Pues ha de cuidarse, para no ir al infierno, y caminar con tal diligencia que pueda llegar al Cielo, evitando el Purgatorio. El mencionado templo, tenía una capillita de ánimas, que invitaba al transeúnte a encender una mariposilla de aceite, o luz votiva. Pero además, al parecer en tiempos distintos, tuvo otras alegorías purgatoriales de fácil comprensión para quien las viera: Los panales divinos, y los sufragios de san Francisco y Santo Domingo.

José Gálvez Krüger

Sociedad Peruana de Historia

Notas

[1] Westmorland, Mildmay Fane. Londres, 1648.

[2]Las arquerías, columnatas, arboledas, y todo aquello que suponga orden, y reparto equitativo de peso, debe ser considerado como predicativo de belleza, orden y armonía. En el caso de la arquitectura, tienen una utilidad práctica, y otra ornamental. En el ámbito del discurso moralizante, apunta a la fortaleza y a la perpetuidad. Los arcos de los portales de Botoneros y Escribanos, es una guardia pétrea que escolta y guarda, al Sagrario. Fortaleza y perpetuidad son predicables de las virtudes, especialmente de las de los ángeles. Todas las virtudes positivas de los ángeles están sintetizadas en estos elementos arquitectónicos. Si éstos se usan en contextos malignos, se postularán contrariamente.

[3] En el Alcorán.

[4] Jadices.

[5] Estos jeroglíficos son los que marcan los puntos del discurso religioso y moralizante de la ciudad.

[6] Que en Lima, son las 4 Iglesias-baluartes del Sagrario; pertenecientes a los fundadores de órdenes, llamados seráficos: Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio de Loyola, y San Agustín. Serafines humanos, que a a imitación de los Ángeles Apocalípticos, custodian el Trono de Dios

[7] Como dice la divina liturgia.

[8] En tanto que mílites cristianos.

[9] Sal 26, 6. Lavaré mis manos entre los inocentes; y rodearé, Señor, tu altar.

[10] Según la expresión de Job atribulado.

[11] La plaza mayor, plazuelas y plazoletas, sirvieron de mercados públicos, hasta la construcción del Mercado Central de Lima, en tiempo del gran mariscal Ramón Castilla.

[12] El concepto de aristocracia debe ser entendido en su sentido prístino; de los griegos. Esta referido a la superioridad individual, y a las actos hazañosos y proezas, realizados por hombres superiores. Hechos de leyenda, que hacen que sus sombres sean ensalzados y glorificados. V.gr. los santos.

[13] Los carros de los triunfos procesionales pictóricos, son la exaltación de arte escatológico de este mismo asunto.

[14] La dignidad del culto, la honestidad en los recursos materiales y las muestras públicas de piedad, devoción, caridad y beneficencia, son proverbiales en la vida Conde de Lemos, y del Conde de Gálvez.

[15] La condición de solio real, está insinuada en el fondo de la pintura. Vemos dos de las cuatro iglesias-baluarte, que simbolizan los ángeles que adoran e Trono de Dios, en el A

[16] Sanchez-Concha Barrios, Rafael. La devoción a la Eucaristía en el virreinato del Perú, en Revista Studia Limensia, 2002. “Jesús sacramentado fue una de las principales devociones durante el virreinato. La presencia real de Cristo en la Eucaristía era asumida como un elemento indiscutible de la fe. Además, en aquel período histórico se tenía en el Cuerpo de Cristo al mejor referente de la sociedad, asumida en esos días en función de la trascendencia, y que era representada bajo la forma de un organismo humano, al que los juristas y teólogos llamaban “cuerpo místico de república”. Los acontecimientos que acaecían en torno del sacramento del altar constituyeron un indicador de las aspiraciones de los integrantes de la sociedad peruana entre los siglos XVI y XVIII. Vemos así que su profanación podía alterar íntegramente a la población de las ciudades y llevarla hasta el llanto y las muestras de público dolor a través de las procesiones de penitentes. Asimismo, su hallazgo y desagravio propiciaban la algarabía general entre los habitantes del Perú. A lo largo de la historia virreinal, se puede descubrir varios hechos relativos a la profunda creencia en la Eucaristía. Valga como ejemplo el sacrilegio que se produjo en Quito el 20 de enero de 1649 en la iglesia del convento de Santa Clara por unos sujetos que desfondaron el sagrario, tomaron el cáliz y dejaron las hostias regadas por el piso. Narra fray Diego de Córdoba y Salinas que Quito entero lloró la afrenta y que: “[…] todos sus vecinos se vistieron de luto, haciendo muchas plegarias y oraciones y una procesión de sangre, en que todos los religiosos, el clero y la nobleza del pueblo fueron descalzos para aplacar la ira de Dios justamente indignado por el agravio tan atroz hecho a nuestra cabeza, Christo Sacramentado [sic]”. Dos meses después, el 25 de marzo de ese mismo año, los habitantes de Lima dejaron mostrar su pesar por el acontecimiento de Quito a través de un homenaje al Santísimo con la exposición de la hostia durante todo el día, una misa pontifical y una procesión por las calles, que se ornamentaron con esmero. Se sabe que el entonces arzobispo de Lima, Pedro de Villagómez, redactó en honor a la Eucaristía unos versos que fueron recordados por los vecinos de la Ciudad de los Reyes, y que rezaban: “Viva la fe que confiesa el altísimo misterio en que Cristo nos dejó su divina Sangre y Cuerpo: y que en la Virgen María tomó nuestra carne el Ver boque, con el divino Espíritu y Dios Padre, es Dios Eterno”. Este hecho, íntimamente relacionado con el milagro del Santo Niño de Eten (2 de junio de 1649), guarda gran semejanza con el robo del Santo Sacramento de Lima, que sucedió el 29 de enero de 1711.

[17] Se puede notar, como tendencia, la reunión de los institutos de enseñanza mayor en la dicha plaza, y en sus inmediaciones, tales como la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Marcos, y el Colegio de Teología de Santo Tomás.

[18] Aunque no fueron las únicas instituciones sanitarias de Lima virreinal, los principales hospitales (con sus criptas de enterramiento), se agruparon en esta plaza parroquial

[19] Cfr. Le Christ apothicaire, miniature de "Chants Royaux du Puy de Rouen" (1519-1528) (BNF, Paris).

[20] Vigenère, Blaise de. Les images ou tableavx de platte peinture des deux Philostrates sophistes grecs et les statues de Callistrate 1614. Pág. 24.

Libro Studia Limensia

Studia Limensia Introducción: Consideraciones preliminares para la interpretación de la Emblemática Político-Moral de los Reyes, y sus simbologías

Studia Limensia Capítulo I: El Hypogrammon de la Ciudad de los Reyes

Studia Limensia Capítulo II: La Planta urbana de la Ciudad de los Reyes, y su emblemática política, moral y religiosa

Studia Limensia Capítulo III: Las murallas de la Ciudad de los Reyes, y su relación con los Arcángeles Arcabuceros

Studia Limensia Capítulo IV: El Puente de piedra y el Arco Triunfal

Studia Limensia Capítulo V: La Plaza Mayor, y las tres plazas ceremoniales de Ciudad de los Reyes

Studia Limensia Capítulo VI:La Plaza Mayor y su Fuente Apocalíptica

Studia Limensia Capítulo VII: La Sangre de Cristo en la Arquitectura de la Ciudad de los Reyes

Studia Limensia Capítulo VIII: El altar mayor del Señor de los Milagros de Lima y sus simbolismos cardiomórficos

Studia Limensia: Anexo I El Niño-Dios del Cuzco y sus diferentes atributos pictóricos en el contexto de la Cardiomorfosis

Studia Limensia Anexo II: Representación de las Sirenas en el Sur Andino

Studia Limensia Anexo III:Emblemática de una pintura de Santa Teresa de Ávila

Studia Limensia Anexo IV: Cariátides y atlantes en la restablística barroca del Perú

Studia Limensia Anexo V: La Última Cena en el Arte virreinal peruano y su correcta interpretación. El tema central de la "Última Cena" de Diego de la Puente S. J.

Studia Limensia Anexo VI: Simbolismos de la retablística de los órganos barrocos, en el contexto de la Cardiomorfosis

Studia Limensia Anexo VII: Simbolismos del muro de la iglesia de Santa Rosa de Lima

Studia Limensia Anexo VIII: Simbolismos del pozuelo de Santo Domingo

Studia Limensia Anexo IX: Simbolismos del Hospital de San Andrés de la Ciudad de los Reyes

Studia Limensia Anexo X: Simbolismos de la pintura funeraria de la cripta de la cofradía de indios de la Virgen del Rosario


Revelan los "secretos" de histórica iglesia de San José en Perú [1]