Mesalianos
De Enciclopedia Católica
(gente que ora; participio Pa'el de la palabra aramea que significa “orar”).
Secta herética que se originó en Mesopotamia alrededor del año 360 y sobrevivió en Oriente hasta el siglo IX. También se les llamaba “euquites” de la traducción al griego de su nombre oriental (euchetai de euchomai, orar); adelfianos por su primer líder; lampecianos por Lampecio, su primer sacerdote (ordenado cerca de 458), entusiastas por su dogma peculiar de la morada del Espíritu Santo, por quienes se sentían enseñados e inspirados o poseídos (enthous). Los sectarios no cristianos de los eufemitas también eran llamados mesalianos, y San Epifanio (Haer., LXXX), nuestro único informante sobre ellos, los consideraba precursores de los mesalianos cristianos. Se dice que los mesalianos no cristianos admitían una pluralidad de dioses, pero que adoraban sólo a uno, el Todopoderoso (Pantokrator). Los magistrados cristianos los suprimieron por la fuerza y muchos de ellos fueron asesinados. De ahí que ellos mismos se llamaban Martyriani.
Los mesalianos cristianos eran una especie de circumceliones o quietistas errantes. Afirmaban que los Sacramentos son inútiles, aunque inofensivos, el único poder espiritual era la oración, con la cual uno expulsa el mal espíritu que el bautismo no puede expulsar, recibía la morada del Espíritu Santo y llegaba a la unión con Dios, volviéndose tan perfectos que las pasiones dejaban de molestar. Ignoraban la disciplina en cuanto al ayuno, vagaban de un sitio a otro, y en el verano acostumbraban dormir en las calles. Para evitar la persecución se conformaban a los usos eclesiásticos, profesaban la ortodoxia y negaban las doctrinas heréticas que se les atribuían. No se ocupaban en nada, sólo en la oración, como decían, o más bien en dormir, como señala sarcásticamente Teodoreto. La intensidad de su oración los llevaba a una comunicación inmediata con al Divinidad. Cuando alcanzaban el estado sin pasiones (apatheia, “apatía”), veían la Trinidad, las Tres Divinas Personas convirtiéndose en una y morando dentro de ellos. Así mismo veían los malos espíritus que iban a través del mundo arruinando a las almas, y pisándolos con el pie. De hecho todo hombre tenía dentro de sí un demonio, que sólo podía ser sustituido por el Espíritu Santo; incluso el cuerpo Cristo estuvo una vez lleno de demonios.
San Flaviano, el obispo de Antioquía, trató de suprimirlos en su ciudad cerca del año 376. Fingiendo simpatía, hizo a Adelfio proclamar sus doctrinas reales y luego lo desterró a él y a sus seguidores. Luego ellos vagaron por el sureste de Asia Menor. Anfiloquio de Iconio los hizo condenar de nuevo en el Sínodo de Side (388 ó 390). Letoio, obispo de Melitene, al hallar algunos monasterios contaminados con este quietismo, los quemó y expulsó a los lobos del rebaño, según narra Teodoreto. El “Ascético”, “ese mugriento libro de esta herejía”, como se le llamó en las actas públicas del Tercer Concilio General (431), fue condenado en Éfeso, luego de que ya había sido condenado por un concilio en Constantinopla en 426 y por un concilio local que presidió Anfiloquio de Sida. Aún así la secta continuó existiendo. Al principio incluía sólo laicos. Lampecio, uno de los líderes después de mediados del siglo V, era un sacerdote, que había sido ordenado por Alipio de Cesarea. Fue degradado de su sacerdocio debido a su conducta no sacerdotal. Escribió un libro llamado “El Testamento”. Salmon se refiere a un fragmento de una respuesta de Severo de Antioquía a esta obra de Lampecio (Wolf, “Anécdota Grfca”, III, 182). A mediados del siglo V en Armenia se emitieron estrictos decretos contra ellos, y fueron especialmente acusados de inmoralidad; de modo que su mismo nombre en Armenia se volvió sinónimo de “inmundo”. Los nestorianos de Siria hicieron lo mejor posible para extirparlos mediante legislación. Los mesalianos dejaron de existir bajo ese nombre, pero revivieron bajo el de Bogomili. En Occidente parece que apenas fueron conocidos; Cuando a Gregorio el Grande se le mencionó a los marcianistas, que sostenían casi los mismos dogmas que los mesalianos, él confesó que nunca había oído nada sobre la herejía marcianista.
Bibliografía: EPIFANIO, Haer., lxxx; TEODORETO, Hist. Ec., IV, x; IDEM, Haer. fab., IV, XI; CIRILO DE ALEJ., De Adorat. in Spir. et Verit., III in P.G., LXVIII, 282; TIMOTEO en Eccles. Grfc. mon., III, 400 sqq.; TER-MKRTTSCHIAN, Die Paulikianer im byz. Kaiserreich (Leipzig, 1893); FOCIO en P.G., CIII, 187 sqq.
Fuente: Arendzen, John. "Messalians." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10212a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina