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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Juan de Lugo

De Enciclopedia Católica

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Jesuita y cardenal español, uno de los más eminentes teólogos de los tiempos modernos; nació en Madrid en noviembre de 1583, aunque él acostumbraba llamarse a sí mismo “hispalense” porque la residencia de su familia estaba en Sevilla; murió en Roma el 20 de agosto de 1660. Tanto su padre, Juan de Lugo, como su madre, Teresa de Quiroga, eran de noble cuna; y él llevó su nombre familiar por algún tiempo, como se acostumbraba para el segundo hijo. La precocidad intelectual de De Lugo era tal que a la edad de tres años él podía leer libros escritos o impresos; a los diez años recibió la tonsura; a los catorce, defendió públicamente una tesis sobre lógica, y por esa misma época Felipe II lo nombró a un beneficio eclesiástico, el cual retuvo hasta su profesión solemne en 1618. Al igual que su hermano mayor, Francisco, su padre lo envió a la Universidad de Salamanca a estudiar leyes; pero Francisco había entrado a la Compañía de Jesús donde se convirtió en un distinguido teólogo; Juan deseó imitarlo, y ya que pidió permiso a su padre en dos cartas, sin éxito, entró sin dicho permiso en 1603. Luego de completar sus estudios fue nombrado profesor de filosofía en Medina del Campo en 1611, y luego de teología en Valladolid, donde enseñó durante cinco años. Su fama como profesor de teología atrajo la atención del general de los jesuitas, Muzio Vitelleschi, y De Lugo fue citado a Roma, a donde llegó en junio de 1621.

La enseñanza de De Lugo en Roma fue brillante; sus conferencias, incluso antes de ser impresas, eran distribuidas por los copistas en otros países. Cuando el general de la Compañía le ordenó imprimir sus obras, obedeció y sin ayuda de nadie, preparó el material para los primeros tres volúmenes en un período de cinco años (1633, 1636, 1638). Cuando estaba por publicarse el cuarto volumen, “De justitia et jure”, sus superiores consideraron conveniente que se lo dedicara al Urbano VIII; tuvo que presentarlo él mismo ante el Papa, quien quedó tan sorprendido y contento con la erudición del teólogo que le consultaba frecuentemente, y en 1643 lo creó cardenal. Esto puso fin a la enseñanza de De Lugo; pero muchas de sus obras fueron publicadas después de 1643. Como cardenal, formó parte de las congregaciones del Santo Oficio, del Concilio, etc., y a menudo tuvo la oportunidad de poner sus conocimientos al servicio de la Iglesia. Murió a los setenta y siete años, siendo asistido por el también jesuita Cardenal Pietro Sforza Pallavicini, uno de sus más devotos discípulos. Según sus deseos, fue enterrado cerca de la tumba de San Ignacio de Loyola para que “su corazón descansara donde estaba su tesoro”, como dice su epitafio.

De Lugo fue un hombre no sólo de grandes conocimientos, sino también de una gran virtud; publicó sus obras sólo por obediencia, y siempre mantuvo la sencillez y humildad que le había llegado a rehusar, si no hubiese sido por orden del Papa, la dignidad cardenalicia; llamó su “carroza fúnebre” al fino carruaje que le envió el cardenal Barberini para llevarlo como cardenal al palacio papal. Su generosidad con los pobres era muy grande, y aunque contaba con un ingreso bajo, distribuía diariamente entre ellos pan, dinero e incluso remedios medicinales, tales como quinquina, entonces recién descubierta, la cual la gente en Roma llamó por un tiempo “los polvos de De Lugo”.

Las obras de De Lugo, algunas aún inéditas, cubren casi el campo completo de la teología moral y la dogmática. El primer volumen, “De Incarnatione Domini” (Lyons, 1633), cuyo corto prefacio es digno de leerse para tener una idea de su método, vio la luz en 1633. Fue seguido por "De sacramentis in genere;" "De Venerabili Eucharistiæ Sacramento et de sacrosancto Missæ sacrificio" (Lyons, 1636); "De Virtute et Sacramento poenitentiæ, de Suffragiis et Indulgentiis" (Lyons, 1638); y "De justitia et jure" (Lyon, 1642), obra en la cual descansa especialmente la fama de De Lugo. Sus conocimientos sobre leyes, adquiridos en su juventud en Salamanca, le ayudaron mucho a componer este importante tratado, y fue esta obra la cual dedicó y presentó al Papa en persona y la que se puede decir le ganó el capelo. De Lugo escribió otras dos obras: "De virtuto fidei divinæ" (Lyon, 1646), y "Responsorum morialum libri sex" (Lyon, 1651), publicadas por su anterior pupilo y amigo, el cardenal Sforza Pallavicini. En estos seis libros De Lugo da, luego de una completa discusión, la solución a muchos casos difíciles en teología moral; esta obra tiene un gran valor tanto desde el punto de vista teórico como práctico, pues consiste principalmente de asuntos presentados a él para soluciones por muchos años. El séptimo volumen, “De Deo, de Angelis, de Actibus humanis et de Gratia” (Colonia, 1716) fue publicado después de más de cincuenta años de la muerte de su autor; la idea, según la encontramos expresada en la portada, era completar su serie de conferencias impresas. Otras obras sobre teología y especialmente sobre filosofía son: "De Anima", "Philosophia", "Logica", "De Trinitate", "De Visione Dei", etc. todavía se conservan en manuscritos en las bibliotecas de Madrid, Salamanca, Karlsruhe, Mechlin, etc.

Entre sus obras inéditas, el análisis del libro de Arnauld, “De frequenti Communione” y la "Memorie del conclave d'Innocenzo X: Riposta al discorso . . . che gcorone hanno jus d'eschiudere li cardinali del Pontificato" pueden ser de especial interés, las cuales son sus únicas obras controversiales. En sus escritos no trataba de hacer un largo tratado, exhaustivo desde todos los puntos de vista; sólo deseaba “abrir un pequeño río hacia el océano”, sin relatar lo que otros habían dicho antes que él y sin dar una serie de opiniones de autores previos o proveer autores o citas en número; su meta era incluir los hallazgos de su propia reflección y profunda meditación sobre cada tema. Otros rasgos importantes de sus concepciones teológicas son la unión que siempre mantenía entre la teología moral y la dogmática, siendo esta última el apoyo de la primera, y le aplicaba el mismo tratamiento a ambas, discutía minuciosamente el principio en el cual descansaban los principales puntos de la doctrina. Desde este punto de vista las últimas líneas de su prefacio “De justitia et jure” son instructivas.

Todos sus escritos, ya sea sobre teología dogmática o moral, exhiben dos cualidades principales: una mente crítica y penetrante, algunas veces complaciéndose un poco en sutilezas, y un juicio muy cabal. Él puede ser contado entre los mejores representantes del renacimiento teológico de los siglos XVI y XVII. El pequeño río que quería abrir, es ciertamente entre los más importantes que desembocan en el océano de la teología, de modo que en muchos asuntos dogmáticos o morales, la opinión de De Lugo es de valor preponderante. Formó un sistema propio respecto a muchos asuntos, como por ejemplo acerca de la fe, la Eucaristía, la Unión Hipostática, etc. y debido a la esmerada discusión de los asuntos en debate, siempre se tomaba en cuenta su opinión. En la teología moral puso fin, como señala Ballerini, a varios asuntos disputados. San Alfonso María de Ligorio no duda en categorizarlo inmediatamente después de [[Santo Tomás de Aquino, “post S. thomam facile princeps”, y Benedicto XIV lo llama “una luz de la Iglesia”. Dos ediciones completas de las obras de De Lugo fueron publicadas en Venecia en 1718 y 1751, cada una de las cuales contenía siete volúmenes. Otra edición (París, 1768) nunca fue completada. La última edición es la de Fournials (1868-69), en siete volúmenes, al cual se añadió en 1891 un octavo volumen con la “Responsa moralia” y los “Indices”.


Bibliografía: HURTER, Nomenclator, III (Innsbruck, 1907), 911; SOMMERVOGEL, Bibliothèque de la Campagnie de Jésus, V (Brussels, 1896), 175; ANDRADE, Varones illustres, V, 221-244.

Fuente: Ghellinck, Joseph de. "John de Lugo." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09418b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina