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Jueves, 18 de abril de 2024

Preciosa Sangre

De Enciclopedia Católica

Revisión de 21:57 20 jun 2015 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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Vea también el artículo Fiesta de la Preciosísima Sangre.

Jesús, en la Última Cena, le atribuye a su preciosa Sangre el mismo poder dador de vida que corresponde a su Carne (ver Eucaristía). Los Apóstoles, San Pedro (1 Ped. 1,2.19), San Juan (1 Jn. 1.7; Ap. 1,5 etc.), y sobre todo San Pablo ( Rom. 3,25; Ef. 1,7; Heb. 9,10) la consideran como sinónimo con Pasión y Muerte de Jesús, la fuente de redención. La Preciosa Sangre es por tanto una parte de la sagrada humanidad y está hipostáticamente unida a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

En el siglo XV algunos teólogos, a fines de determinar si la Sangre derramada por el Salvador durante su Pasión permanecía unida al Verbo o no, suscitaron el punto de si la Preciosa Sangre es una parte esencial o solamente un concomitante de la sagrada humanidad. Si es una parte esencial, argumentaban, nunca podría ser separada del Verbo; si es un concomitante sólo, podría serlo. Los dominicos sostenían la primera opinión, y los franciscanos la segunda. Pío II, en cuya presencia se realizó el debate, no tomó ninguna decisión doctrinal sobre el punto en disputa. Sin embargo, principalmente desde que el Concilio de Trento (Ses. XIII, c. 3) llamó al Cuerpo y la Sangre de Jesús “partes Christi Domini” la tendencia del pensamiento teológico ha estado en favor de la enseñanza de los dominicos.

Suárez y de de Lugo ven con recelo la opinión de los franciscanos, y el padre Faber escribe: “No es meramente un concomitante de la Carne, un accidente inseparable del cuerpo. La Sangre misma, como Sangre, fue asumida directamente por la Segunda Persona de la Santa Trinidad” (Precious Blood, I). La Sangre derramada durante el triduo de la Pasión, por consiguiente, volvió a unirse al cuerpo de Cristo en la Resurrección, con la posible excepción de unas pocas partículas que inmediatamente perdieron su unión con el Verbo y se convirtieron en santas reliquias santas para ser veneradas pero no adoradas. Algunas de tales partículas pueden haberse adherido y se adhirieron a los instrumentos de la Pasión, es decir, clavos, columna del azotamiento, la Scala Santa. Varios lugares como Saintes, Brujas, Mantua, etc. reclaman, basándose en antiguas tradiciones, que poseen reliquias de la Preciosa Sangre, pero a veces es difícil decir si las tradiciones son correctas.

Vista como una parte de la Sacra Humanidad hipostáticamente unida al Verbo, la Preciosa Sangre merece culto de latría o adoración. Puede también, como el Corazón o las Llagas de las cuales fluyó, ser singularizada para honor especial, del modo que se lo rindieron desde el principio San Pablo y los Padres, quienes alabaron tan elocuentemente su virtud redentora y apoyaron en ella el espíritu cristiano de auto sacrificio. Como señala Faber, las vidas de los santos están repletas con la devoción a la Preciosa Sangre. En el debido transcurso del tiempo la Iglesia dio forma y sanción a la devoción, mediante la aprobación de sociedades como los Misioneros de la Preciosa Sangre; enriqueciendo confraternidades como la de San Nicolás in Carcere, en Roma, y la del Oratorio de Londres; atribuyendo indulgencias a oraciones y escapularios en honor de la Preciosa Sangre; y estableciendo fiestas conmemorativas de la Preciosa Sangre, el viernes siguiente al cuarto domingo de Cuaresma y, desde Pio IX, el primer domingo de julio.


Bibliografía: BENEDICT XIV, De servorum Dei Beatificatione, II, 30; IV, II, 10, de Festis, I, 8 (Roma, 1747); FABER, The Precious Blood (Baltimore, s.d.); HUNTER, Outlines of Dogm. Theol. (Nueva York, 1896); IOX, Die Reliquien des Kostb. Blutes (Luxemburgo, 1880); BERINGER, Die Ablässe (12da. ed., Paderborn, 1900).

Fuente: Sollier, Joseph. "Precious Blood." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12372c.htm>.

Traducido del inglés por Daniel Reyes V. lhm