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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Tercia

De Enciclopedia Católica

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El origen de tercia, como el de sexta y nona, con las cuales tiene una estrecha relación, data de tiempos apostólicos. Como ya se ha establecido, (vea nona), de acuerdo a una antigua costumbre de los romanos y los griegos, el día y la noche, respectivamente, fueron divididos en cuatro partes de cerca de tres horas cada una. La segunda división de las horas del día fue la de tercia desde las nueve hasta el mediodía. Estas divisiones del día también estaban en boga entre los judíos en tiempos de Cristo. En el Nuevo Testamento encontramos la mención de la hora sexta hora en Mateo 20,5; 27,45; Marcos 15,33; Juan 19,14; de la hora nona, en Mt. 27,46; Mc. 15,34; Hechos 10,3.30. La hora tercia se menciona en los siguientes pasajes: el jefe de familia contrata a los trabajadores a la tercera hora, Mt. 20,3; Jesús es crucificado en la tercera hora, Mc. 15,25; el Espíritu Santo desciende sobre los Apóstoles el día de Pentecostés a la tercera hora, Hch. 2,15. Algunos de estos textos prueban que estas tres horas fueron, con preferencia a otras, elegida para la oración por los cristianos, y probablemente también por los judíos, de los cuales los cristianos parecen haber tomado la costumbre.

Encontramos que los Padres de la Iglesia y los escritores eclesiásticos del siglo III mencionan a menudo a tercia, sexta y nona como las horas para las oraciones diarias. Por ejemplo, Tertuliano, Clemente de Alejandría y los Cánones de Hipólito (vea Clemente, "Stromat.", VII, VII, en P.G., IX, 455-458). Tertuliano dice expresamente que debemos orar siempre, y que no hay ningún tiempo prescrito para la oración, pero añade: "En cuanto al tiempo, no debe haber ninguna observación laxa de determinadas horas ---quiero decir, de las horas comunes que durante mucho tiempo marcaron las divisiones del día, la tercera, la sexta y la novena--- y que podemos observar en las Escrituras que son más solemnes que el resto "(De Orat., XXXIII, xxv, en PL, I, 1191-93). Clemente y Tertuliano en estos pasajes se refieren sólo a la oración privada en estas tres horas. Los Cánones de Hipólito también hablan de estas tres horas como adecuadas para la oración privada. Sin embargo, en los días llamados "días de estación", es decir, miércoles y viernes, que se separaron como especialmente consagrados a la oración, y el domingo, estas horas se recitaban en público (Canon, XX, XXVI). San Cipriano señaló que estas tres horas se habían observado en el Antiguo Testamento, y que los cristianos también deben observarlos (De Oratione, XXXIV, en PL, IV, 541).

En el siglo IV la costumbre de orar a estas horas se hizo más frecuente, e incluso obligatoria, al menos para los monjes (vea los textos de las Constituciones Apostólicas, de San Efrén, de San Basilio del autor de “De Virginitate” citado en Bäumer-Biron, “Histoire du bréviaire”, 116, 121, 129, 186). Nuestros textos no dicen nada sobre cuáles eran los elementos de la oración de tercia, sexta, o nona antes del siglo IV. Sin duda, al igual que todas las oraciones en ese momento, estaban compuestas de Salmos, cánticos, himnos y letanías. Es a partir del siglo IV que podemos tener una idea más precisa sobre la composición de la hora tercia. En el siglo IV, como hemos dicho, se difundió la costumbre de orar en tercia, y tendió a convertirse en obligatoria, por lo menos para los monjes. En el "Peregrinatio ad Loca Sancta" no se menciona un oficio de tercia en los días ordinarios. Algunos autores han malentendido el texto aquí, pero no hay mención de una reunión a esta hora, excepto los domingos y durante la Cuaresma. (vea Cabrol, “Etude sur la Peregrinatio Silviæ”, París, 1895, p. 45-46). La hora de tercia se menciona también en San Jerónimo, "Ep. Ad Laetam". en PL, XXII, 875; "Ep ad. Eustoch" en PL, XXII, 420; en la vida de Santa Melania la Joven, "Analecta Bollandiana", VIII, 1889, p. 16; en Casiano". “De institut. coenob.", en PL, LXIX, 112, 126, etc.

En este período se componía de los mismos elementos que las horas de sexta y nona; la distribución es la misma, y está claro que los tres "horas menores" fueron compuestas al mismo tiempo y que tienen el mismo origen. Los Salmos de la hora tercia son diferentes de los de las otras dos. Había también algunas variedades de composición. Así, en ciertos países, se asignaron tres Salmos a tercia, seis a sexta, nueve a nona, en virtud del simbolismo.

La composición varía también en las distintas liturgias. En la Iglesia Griega la tercia se compone de dos partes, cada una compuesta de Salmos (dos para la primera, tres para la segunda), con invitatorio [Sal. 95(94)], “troparia”[1] y oración final. (Ver Neale y Littledale, "Commentary on the Psalms”, I, p. 34.). En el rito benedictino, tercia consta, en los días de semana, de los Salmos graduales 120(119), 121(120) y 122(121), con una capítula, el verso, Kirie, Pater y la oración. Los domingos y los lunes se sustituyen los Salmos graduales por tres octavas (es decir, tres secciones de ocho versos cada una) del Salmo 119(118). En el rito mozárabe se recitan tres octavas[2] del Sal. 119(118), y en lo demás la composición difiere muy poco. En general, la recitación de tres salmos en tercia, como en las otras dos "horas menores" del día, se basa en una tradición universal y muy antigua. Las divergencias sobre este punto son sólo excepcionales. La práctica de la liturgia romana, que a primera vista parece ser algo diferente, se puede rastrear también hasta esa tradición. En este rito se recita una parte del Sal. 119(118) en tercia, así como de las demás "horas menores", y el salmo se divide en tres octavas dobles. Después del arreglo que se le hizo al nuevo Salterio en 1911-12, los Salmos son: el domingo, Sal. 119(118) (tres divisiones); el lunes, Sal. 27(26) (dos divisiones); el martes, Sal. 40(39) (tres divisiones); el miércoles, Sal. 54(53) (dos divisiones); el jueves, Sal. 73(72) (tres divisiones); el viernes, Sal. 40(39) (dos divisiones); el sábado, [[Sal. 102(101) (tres divisiones). El número tres es por lo tanto conservado en cada caso. El himno "Nunc Sancte nobis Spiritus" recuerda el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Los otros elementos son los mismos que para la sexta y la nona.

Los Padres de la Iglesia y los liturgistas de la Edad Media consideraban la hora tercia como correspondiente a la hora de la condena a muerte de Cristo. También suelen destacar en esta ocasión los misterios del número tres, que en el simbolismo eclesiástico es un número sagrado (vea Bona, loc. cit.). Lo que da su dignidad especial, sin embargo, es su asociación con el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles en el día de Pentecostés a esta misma hora ("pues es la hora tercia del día", Hch. 2,15). En varias liturgias, y en particular en la romana, esta conexión es recordada por una u otra de las fórmulas. Una vez más, esta es la razón por la cual, desde los primeros tiempos, se eligió la hora de tercia como la de la Misa en los días de fiesta. A veces, a esta hora se le llama también en el lenguaje litúrgico hora aurea u hora sacra (vea Durando, "De rit. Eccles.", C. VIII).


NOTA:

[1] troparia: Un troparión (griego: τροπάριον, plural: troparia, τροπάρια; eslavo: тропа́рь, tropar) en la música bizantina y en la música religiosa de la Ortodoxia Oriental es un himno corto de una estrofa, o uno de una serie de estrofas.

[2] octava: f. Toda combinación de ocho versos, cualquiera que sea el número de sílabas de que estos se compongan y el modo de estar en ella ordenadas los consonantes.


Bibliografía: FRANCOIINIO, De tempore horar. canonic. (Roma, 1571); BONA, Opera omnia: De tertia (Amberes, 1677), 727 sqq.; los textos de Tertuliano, Clemente de Alejandría, San Cipriano, etc. citados en BÄUMER-BIRON, Histoire du bréviaire, I, 73, 78, 194-197, etc.; MARTÈNE, De antiquis ecclesiæ ritibus, III, 20 ss.; De antiquis monachorum ritibus, IV, 27; LECLERCQ, en CABROL, Dict. de liturgie et d'archéologie, s.v. Bréviaire; NEALE Y LITTLEDALE, Commentary on the Psalms, I, 34; BATIFFOL, Hist. du bréviaire (1911--). Vea también las bibliografías de los artículos nona y sexta.

Fuente: Cabrol, Fernand. "Terce." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14514c.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc