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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Primicias

De Enciclopedia Católica

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La práctica de consagrar los primeros frutos a la deidad no es una claramente judía (cf. Iliad, IX, 529; Aristófanes, “Ran.”, 1272; Ovid, “Metam.”, VIII, 273; X, 431; Plinio, “Hist. Nat.”, IV, 26; etc.). Parece haber surgido naturalmente entre los pueblos agrícolas a partir de la creencia de que el primer ---y por lo tanto el mejor--- producto de la tierra es debido a Dios como un reconocimiento a sus dones. “Dios sirvió primero”, entonces toda la cosecha se convierte en comida lícita. En Israel la ofrenda de las primicias estaba regulada por las leyes consagradas en diferentes partes de los libros de Moisés. En el curso de las épocas, estas leyes fueron complementadas por costumbres conservadas más tarde en el Talmud. Tres tratados completos de este último, "Bikkurim", "Teriimoth", y "Hdllah", además de numerosos otros pasajes de la Mishná y Gemarah, se dedican a la explicación de estas costumbres.

En primer lugar, las ofrendas de las primicias se designan en la Ley por un nombre triple: bikkurim, reshith y teriimoth. Sigue habiendo mucha incertidumbre acerca del significado exacto de estas palabras, ya que parecen haber sido tomadas de manera indiscriminada en diferentes épocas. Sin embargo, si se consideran los textos con atención, se podrá recabar de ellos una idea bastante adecuada de la materia. Había una ofrenda de las primicias relacionada con el inicio de la cosecha. Levítico 23,10-14 dispone que se ha de llevar una gavilla al sacerdote, quien la mecerá ante el Señor el día siguiente después del sábado. Un holocausto, una ofrenda de harina y una libación acompañaban la ceremonia; y hasta que esto se realizara, no debían comer “ni pan, ni grano tostado, ni grano tierno”.

Siete semanas más tarde se debía llevar al santuario una nueva ofrenda de dos panes hechos de la nueva cosecha. El bíkkûrîm consistía, al parecer, de los primeros frutos maduros en rama, los cuales se tomaban del trigo, cebada, uvas, higos, granadas, aceitunas y miel (vea el artículo plantas en la Biblia. Se suponía que los frutos a ofrecerse eran los más selectos, y debían ser frescos, excepto en el caso de las uvas y los higos, que podían ser ofrecidos secos por los israelitas que vivían lejos de Jerusalén. No hay indicaciones en las Escrituras en cuanto a qué cantidad se debía traer al santuario. Pero gradualmente se introdujo la costumbre de consagrar no menos de una sexagésima y no más de una cuadragésima parte del cultivo (Back, II, 2, 3, 4). De vez en cuando, por supuesto, había ofrendas extraordinarias, como la de la fruta de un árbol del cuarto año después de haber sido plantado (Lev. 19,23-25); también se podía, por ejemplo, separar como una ofrenda gratuita la cosecha de un campo entero.

Al principio no había un tiempo especialmente escogido para la ofrenda; en épocas posteriores, sin embargo, se asignó como límite la Fiesta de la Dedicación (25 Casleu) (Bikk., I,6; Hallah, IV, 10). En el Libro de Deuteronomio 26,1-11, se dan instrucciones sobre cómo debían hacerse dichas ofrendas. Los primeros frutos serían llevados al santuario en una canasta y presentados al sacerdote, con una expresión de acción de gracias por la liberación de Israel de Egipto y por la posesión de las tierras fértiles de Palestina. Luego seguía una fiesta compartida por el levita y el extranjero. No hay certeza sobre si los frutos que se ofrecían eran o no consumidos en esa comida; Núm. 18,13 parece dar a entender que de ahí en adelante pertenecían al sacerdote, y Filón y Flavio Josefo suponen lo mismo.

Se hacían otras ofrendas de frutas preparadas, especialmente aceite, vino y masa ( Deut. 18,4; Núm. 15,20-21; Lev. 2,12.14-16; cf. Éx. 22,29, en el griego), y "la primicia de la lana". Como en el caso de las frutas crudas, no se determinaba la cantidad; Ezequiel afirma que era una sexagésima parte de la cosecha del trigo y la cebada y una centésima del aceite. Ellos eran presentados al santuario con ceremonias análogas a las mencionadas en el párrafo anterior, aunque, a diferencia del bikkurim, no se ofrecieron en el altar, sino que se llevaban a los almacenes del Templo. Por lo tanto, pueden ser consideradas no tanto como la materia para el sacrificio, sino como un impuesto para el sostenimiento de los sacerdotes. (vea anatas).


Bibliografía: SMITH, The Religion of the Semites (2da. ed., Londres, 1907): WELLHAUSEN, Prolegomena to the History of Israel, tr. BLACK AND MENZIEB (Edimburgo, 1885), 157-58; PHILO, De festo cophini; ID., De proemiis sacerdotum; JOSEFO, Ant. Jud., IV, VIII, 22; RELAND, Antiquitates sacræ; SCHÜRER, Geschichte des jüd. Volkes im Zeit. J. C. (Leipzig, 1898), II, 237-50.

Fuente: Souvay, Charles. "First-Fruits." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. 24 Aug. 2010 <http://www.newadvent.org/cathen/06082a.htm>.

Traducido por L H M.