Alogi
De Enciclopedia Católica
(a, privativo, y logos, "palabra", es decir, "Negadores de la Palabra").
San Ireneo (Adv. Haer., III, II, 9) hace una breve referencia a las personas que negaban la manifestación del Paráclito y rehusaban, por tanto, admitir el evangelio de San Juan, donde se anuncia. No da el nombre de este grupo. San Hipólito combatió tal error en su Sintagma y en una obra especial titulada "En defensa del Evangelio de Juan y del Apocalipsis". Estas obras se han perdido pero una buena parte de su contenido parece haber sido preservado por San Epifanio. San Epifanio (Haer. LI) da un largo relato del grupo de herejes que surgió después de los catafrigios, cuartodecimanos y otros que no aceptaban ni el evangelio de Juan ni el Apocalipsis. Él los llama Alogi (negadores de la Palabra) porque al rechazar el evangelio de Juan, rechazaban al Logos que se revelaba en él. Jugando con el término, él observa, con un toque de sarcasmo, que están bien llamados, "alogi”, es decir, "sin razón" . Estos herejes parecen responder a la descripción de las personas obscuras que menciona San Ireneo, y ésa es la opinión general sobre ellos.
Los Alogi, por consiguiente pueden ser descritos como un grupo que surgió en Asia Menor a finales del siglo II. Evidentemente expresaban una protesta radical contra el abuso que los montanistas hicieron del prometido Paráclito, y de la efusión del Paráclito en visiones y profecías. Esto puede explicar por qué llegaron a negar el Evangelio de San Juan, que predecía la venida del Espíritu Santo y por qué negaban todo crédito al Apocalipsis que en su descripción de la Jerusalén celestial y del reino de mil años, alimentaba la imaginación de los entusiastas de Frigia. Los Alogi le atribuían esos dos libros a Cerinto. No está claro si además negaban la divinidad del Hijo y su generación eterna. San Epifanio dice que negaban el Logos que predicaba San Juan, pero está perplejo por la estupidez de atribuir a Cerinto un evangelio que estaba escrito contra él. Pues Cerinto enseñaba que Cristo era sólo un hombre, mientras que Juan en ese mismo libro predicaba su divinidad. Por lo tanto, puede ser que los Alogi no rechazaran la doctrina misma sino sólo el Logos bajo el que la doctrina se presentaba en el Evangelio. Eso parece implicar San Epifanio “porque”, dice él, “ellos mismos parece que creen lo que nosotros”
Sea lo que sea, los eruditos no están tan interesados en su Cristología, sino en el criticismo bíblico que desarrollaron. Sin duda fue una predisposición lo que les impelió a rechazar el Evangelio de San Juan y el Apocalipsis. Pero trataron de mantener su punto de vista con argumentos sacados del examen de esos mismos libros. El evangelio de S. Juan, decían, contiene lo que no es verdad; según ellos no estaba de acuerdo con los otros evangelios, mezclaba el orden de los acontecimientos y además era docético en su doctrina (N. T.: Docetismo: antigua herejía que afirmaba que el cuerpo de Cristo era sólo un fantasma o aparición). Aún hacían menos caso al Apocalipsis porque, afirmaban, era ininteligible con frecuencia, por no decir pueril y falso. A propósito de Apocalipsis 2,18, afirmaban que no había una iglesia cristiana en Tiátira en ese momento. Este movimiento anticatólico ha sido estudiado cuidadosamente desde que en el siglo XIX se planteó la cuestión “juanina” buscando más información sobre la posición y autoridad del Cuarto Evangelio en la Iglesia primitiva.
Bibliografía: SAN IRENEO, Adv. Haer.,III, II, 9; FILASTRIO, HAER., LX; ST. EPIPH., Haer., LI; KOERNER, De auct. Can. Apoc. Joh. ab Alogis impugnata (Leipzig, 1751); EUSEBIO, Hist. Eccl., III, 28, I. DRUMMOND, Carácter y Autoría del Cuarto Evangelio (Londres, 1903); ROSE, Aloges, asiates et romains, in Rev. Biblique, VI, 1897; ZAHN, Geschichte des neutestamentl. Kanons, I, 220-262; CORSSEN, Monarchianische Prologe zu den vier Evangelien (Leipzig, 1896; HARNACK, Historia del Dogma, III, 14-20.
Fuente: Havey, Francis. "Alogi." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01331b.htm>.
Traducido por Pedro Royo. En memoria de Magdalena Zalamea. L H M.