Augusto
De Enciclopedia Católica
Surgió una nueva división del territorio de la República entre Antonio y Augusto, por la cual el primero tomó Oriente y el segundo, Occidente. Cuando Antonio se deshizo de Octavia, hermana de Augusto, encaprichado con Cleopatra, estalló la guerra civil entre ellos, originada sin duda por los distintos intereses de ambos y por el ya largo antagonismo entre Oriente y Occidente. Los seguidores de Antonio fueron derrotados en la batalla naval de Actium (31 a. C.) y Augusto quedó, para todos los intentos y propósitos, como el único amo del mundo romano. Logró traer la paz a la República y por su moderación en su trato con el senado, su munificencia con el ejército y su generosidad con la gente, fortaleció su posición, y se convirtió de hecho, aunque no de nombre, en el primer emperador de Roma. Su política en la preservación de las formas de administración republicanas y la preocupación por evitar toda apariencia de poder absoluto o monarquía no disminuyó su poder ni debilitó su control. No se puede negar que el carácter general de su administración y su política de centralización logró fortalecer y consolidar el débilmente organizado estado romano en un todo bien entretejido y coordinado. Fue un mecenas de las artes, letras y ciencias y dedicó grandes sumas de dinero a la organización y engrandecimiento de Roma. Es bien conocida su afirmación “la encontré de ladrillo y la dejé de mármol”.
Bajo su dirección aumentaron la industria y el comercio. La seguridad y la rapidez de los intercambios se lograron por la construcción de muchas nuevas vías. Se propuso renovar por medio de leyes el desorden y confusión de la vida y la moral surgidas en gran medida debido a las guerras civiles. La vida en su corte era sencilla y sin ostentaciones. Se publicaron leyes severas para fomentar los matrimonios y los nacimientos. Se controló la moralidad de los juegos y del teatro y se introdujeron nuevas leyes para regular la situación de los esclavos y de los hombres libres. Los cambios que impuso Augusto en su administración de Roma y su política en Oriente son de importancia especial para los historiadores del cristianismo.
El suceso más importante de su reinado fue el nacimiento de Nuestro Señor (Lucas 2:1) en Palestina. Los detalles de la vida de Cristo en la tierra desde su nacimiento a su muerte estaban muy entretejidos con los propósitos y métodos seguidos por Augusto, quien murió a los setenta y siete años de edad (14 d.C.). Después de la batalla de Actium favoreció a Herodes el Grande, le confirmó como rey de los judíos y le concedió los territorios entre Galilea y la Traconítides, con lo que se ganó su gratitud y devoción. Luego de la muerte de Herodes (750 ab urbe condita) Augusto dividió su reino entre sus hijos. Uno de ellos, Arquelao, pronto fue desterrado, y su territorio, junto con Idumea y Samaria fueron unidos a la provincia de Siria (759 A.U.C). En esta ocasión Augusto ordenó un censo de la provincia que debía ser llevado a cabo por el legado Sulpicio Quirino, y cuyas circunstancias son de gran importancia para el cálculo de la fecha de nacimiento de Cristo. (Ver Evangelio según San Lucas).
Bibliografía: Las principales fuentes para la vida de Augusto son los escritores romanos SUETONIO, TACITO, VALEYO PATERCULO Y CICERON (en sus Epístolas y Filípicas); los escritores griegos NICOLAS DE DAMASCO, DION CASIO Y PLUTARCO. Ver también su autobiografía oficial, el famoso Monumentum Ancyranum. Para el origen y carácter de las leyendas que ya desde muy temprano hicieron de Augusto uno de los “profetas de Cristo” ver GRAF, Roma nella memoria e nelle immaginazioni del Medio Evo (Turin, 1882), I, IX, 308, 331.
Fuente: Healy, Patrick. "Augustus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/02107a.htm>.
Traducido por Pedro Royo. L H M