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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Silencio

De Enciclopedia Católica

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Todos los escritores sobre la vida espiritual uniformemente recomiendan, no, ordenan bajo pena de total fracaso, la práctica del silencio. Y, sin embargo, a pesar de esto no hay ninguna regla para el progreso espiritual contra la que se hayan lanzado más invectivas, por los que ni siquiera han dominado sus rudimentos, que la del silencio. Incluso en la antigua Ley se conocía, enseñaba y practicaba su valor. La Sagrada Escritura nos advierte de los peligros de la lengua, puesto que "muerte y vida están en poder de la lengua" (Prov. 18,21). En el Nuevo Testamento tampoco se insiste menos en este consejo; testigo: "Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto" (Stgo. 3,2 ss.). La misma doctrina se inculca en innumerables otros lugares de los escritos inspirados. Los paganos mismos entendían los peligros que surgen de la expresión imprudente. Pitágoras les impuso una estricta regla de silencio a sus discípulos; las vírgenes vestales también estaban obligadas a guardar silencio severo por muchos años. Se pueden citar muchos ejemplos similares.

El silencio puede ser visto desde un punto de vista triple:

  • (1) Como una ayuda para la práctica del bien, pues guardamos silencio ante el hombre, para poder hablar mejor con Dios, porque una lengua sin vigilancia disipa el alma, lo que hace a la mente casi, si no del todo, incapaz de oración. La mera abstención del discurso, sin ese propósito, sería "el silencio inactivo", que San Ambrosio condena tan enérgicamente.
  • (2) Como preventivo del mal. Séneca, citado por Tomás de Kempis, se queja de que "Siempre que he estado entre los hombres, he vuelto menos hombre" (Imitación de Cristo, Libro I, c. 20).
  • (3) La práctica del silencio implica mucho la abnegación y la moderación, por lo que es una penitencia edificante, y como tal es necesaria para todos.

De lo anterior se entiende fácilmente por qué todos los fundadores de órdenes y congregaciones religiosas, incluso las destinadas al servicio de los pobres, los enfermos, los ignorantes y otras obras exteriores, han insistido en ésta, más o menos severamente según la naturaleza de sus ocupaciones, como una de las normas fundamentales de sus institutos.

Fue San Benito el primero que estableció las leyes más claras y estrictas respecto a la observancia del silencio. En todos los monasterios, de todas las órdenes, hay lugares especiales, llamados "Lugares Regulares" (iglesia, refectorio[1], dormitorio, etc.) y momentos concretos, especialmente las horas nocturnas, llamados el "Gran Silencio", en los que hablar se prohíbe más estrictamente. Fuera de estos lugares y tiempos, por lo general hay "recreaciones" acordadas durante las cuales se permite la conversación, que se rige por las normas de la caridad y la moderación, aunque las palabras inútiles y ociosas están universalmente prohibidas en todo momento y lugar. Por supuesto que en las órdenes activas los miembros hablan de acuerdo con las necesidades de sus diversos deberes.

Fue quizás la Orden Cisterciense la única que no admitió la relajación de la estricta regla del silencio, cuya severidad se mantiene todavía entre los Cistercienses Reformados (Trapenses), aunque todas las otras órdenes contemplativas ( cartujos, carmelitas, Camaldulenses, etc.) son mucho más estrictas en este punto que las que se dedican a obras activas. A fin de evitar la necesidad de hablar, muchas órdenes (cistercienses, dominicos, carmelitas descalzos, etc.) tienen un cierto número de signos, mediante el cual los religiosos pueden tener una comunicación limitada para las necesidades que son inevitables.


Bibliografía: La Santa Biblia, especialmente los Salmos, Proverbios, Eclesiástico y la Epístola Católica de Santiago; La Imitación de Cristo de Tomás de Kempis; Holsteinio, Codex Regularum quas S. Patres Monachis et Virginibus prascripere (París, 1663), La Santa Regla de San Benito de Nursia, caps. VI y VII; Schott, Fundamentder Grundrisse der Vollokommenheit (Constanza, 1680); Rodríguez, Christian Perfection (Londres, 1861).

Fuente: Obrecht, Edmond. "Silence." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13790a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.

NOTAS:

[1] Refectorio: En las comunidades y en algunos colegios, habitación destinada para reunirse a comer.