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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Cilicio

De Enciclopedia Católica

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Cilicio (Latín, cilicium; francés, cilice) es un vestido de tela rústica hecho de pelo de cabras y que se usa en forma de una camisa o un cinturón alrededor de la cintura, a modo de mortificación y penitencia. Se dice que el nombre en latín se deriva de Cilicia, donde se hacía esta tela, pero la pieza en sí era conocida y utilizada probablemente mucho antes de que se le diese este nombre. El sayal, por ejemplo, tantas veces mencionado en las Sagradas Escrituras como un símbolo de luto y penitencia, era probablemente la misma cosa; y el vestido de pelo de camello usado por San Juan Bautista fue sin duda algo similar. El primer uso bíblico en su forma en latín aparece en la versión de la Vulgata del Salmo 35(34),13, "Ego autem, cum mihi molesti essent, induebar cilicio. Esto se traduce como tela de crin en la Biblia de Douay, y sayal en la Versión Autorizada Anglicana y el Libro de Oración Común.

Durante los primeros siglos del cristianismo se hizo muy común el uso del cilicio, como medio de mortificación corporal y como una ayuda al usuario para resistir las tentaciones de la carne, no sólo entre los ascetas y los que aspiraban a la vida de perfección, sino incluso entre los laicos ordinarios en el mundo, quienes lo hicieron servir como un antídoto no ostentoso contra el lujo exterior y la comodidad de sus vidas. Por ejemplo, San Jerónimo menciona que los hombres en altas posiciones mundanas usaban frecuentemente el cilicio debajo de sus ricas y espléndidas vestiduras. San Atanasio, San Juan Damasceno, Teodoreto y otros muchos también dan testimonio de su uso en su época. Sin embargo, Juan Casiano desaprobaba su uso por los monjes, porque si se usaba por fuera era demasiado evidente y con olor a vanidad, y si se usaba debajo obstaculizaba la libertad del cuerpo en la realización del trabajo manual. San Benito no lo menciona específicamente en su Regla, pero Van Haeften afirma que era usado por muchos de los primeros benedictinos, aunque la Orden no lo prescribió universalmente.

Más tarde, fue adoptado por la mayoría de las órdenes religiosas de la Edad Media, a imitación de los primeros ascetas; y a veces se hacía de alambre fino para aumentar el malestar causado por su uso. No se limitaba a los monjes, sino que seguía siendo bastante común también entre los laicos. Carlomagno, por ejemplo, fue enterrado en el cilicio que había usado durante su vida (Martene, "De Ant. Eccl. Rit.”). Lo mismo se registra de Santo Tomás de Canterbury. También hubo un uso simbólico para el cilicio. San Agustín dice que en su época los candidatos al bautismo se paraban descalzos sobre un cilicio durante una parte de la ceremonia (De Symb. Ad Catech., II, 1). Los penitentes lo usaban el Miércoles de Ceniza, y en el rito de Salisbury llevaban en procesión una pancarta de tela de crin en su reconciliación el Jueves Santo. A veces también se cubría el altar con el mismo material en las estaciones de penitencia.

En los tiempos modernos el uso del cilicio se ha limitado generalmente a los miembros de ciertas órdenes religiosas. En la actualidad sólo los cartujos y los carmelitas lo llevan por la regla, con otros, es simplemente una cuestión de costumbre o mortificación voluntaria. Se han planteado objeciones contra su uso por razones sanitarias, pero hay que recordar que las ideas sobre higiene personal han cambiado con el avance de la civilización, y que lo que se consideraba un signo de, o ayuda a, la piedad en los siglos pasados no tienen por qué considerarse bajo la misma luz ahora, y viceversa, y que no debemos condenar las ideas y las prácticas de los antiguos por esa razón, debido a que se da el caso de que pensamos de forma diferente.


Fuente: Alston, George Cyprian. "Hairshirt." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07113b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.