Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Domingo, 24 de noviembre de 2024

Aarón

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar

Hermano de Moisés, y Gran Sacerdote de la Antigua Alianza.


I. SU VIDA

La vida de Aarón puede ser estudiada de puntos de vista diferentes, desde el Pentateuco, la fuente principal, su vida se ve como un trabajo continuo dirigido por Moisés o bajo su control – en él se recoge la más fidedigna narración de los sucesos de su época - o a través de una recopilación de diversos documentos de orígenes y fechas de lo más oscuro, todos recopilados, en una época más tardía, en su versión actual. La primera concepción, está apoyada por los estudios de la Comisión Bíblica, y aceptada por la mayoría de los católicos; muchos críticos independientes adoptan el segundo punto de vista. Estudiaremos este tema bajo los dos aspectos, aunque dedicando más mucho espacio, por su extensión, al primero.

(a) El punto de vista tradicional católico

Según el libro 1 Cro. 5, 29, Aarón (el significado de su nombre es desconocido) era el biznieto de Leví, y el primero de los tres hijos de Amram y Jochabed, María era la menor y Moisés el más joven de los muchachos. En Ex.7, 7, nos enteramos que Aarón tenía ochenta y tres años, y Moisés ochenta, antes del Éxodo. Puede admitirse, sin embargo, que esta genealogía es probablemente incompleta, y quizás incorrecta la edad atribuida. No conocemos nada de la vida de Aarón antes de su vocación. La primera mención de su nombre aparece cuando Moisés, durante la visión en Monte Horeb, duda e intenta rechazar la peligrosa misión que le es impuesta, disculpándose en su lento razonamiento y falta de elocuencia. Yahvé responde a su objeción y le dice que Aarón el Levita que estaba dotado de elocuencia sería su portavoz. Aproximadamente al mismo tiempo Aarón es llamado también de lo alto. Entonces va a reunirse con Moisés para ser informado por él de los planes de Dios; congregan a los ancianos del pueblo, y Aarón que realizó milagros para dar fuerza a las palabras de su misión divina les anunció la promesa feliz de su próxima liberación (Ex.4). Transmitir el mensaje de Dios al Rey era una tarea más complicada. El Faraón de forma airada contestó a Moisés y Aarón cuya intervención pareció ser desastrosa para los Israelitas (Ex.5). Estos sobrecargados con los duros trabajos a que estaba sometidos, amargamente se quejaban de sus líderes. Moisés se quejó a su vez ante Dios quien contestó confirmándole su misión y la de su hermano. Animado de nuevo por esta renovada promesa de la ayuda de Yahvé, Moisés y Aarón se presentaron ante el Rey en Tanis (Sal. 77, 12), allí para romper la obstinación del Faraón utilizaron los prodigios conocidos como las diez plagas. En éstas, según las Sagradas Escrituras, el protagonismo de Aarón era de gran importancia. De las diez plagas, la primera y la sexta se produjeron a su orden; ambos, él y su hermano eran cada vez convocados juntos ante el Rey, juntos recibieron igualmente de Dios las últimas instrucciones para la salida del pueblo, a ambos en tiempos antiguos les era atribuida la liberación de Israel de la tierra de la esclavitud; ambos además fueron el blanco repetido de las quejas y reproches de los israelitas impacientes e incoherentes.

Cuando los hebreos llegaron al desierto del Sin, cansados por su largo peregrinar, temiendo al pensar en una inmediata escasez de comida, quizás ya debilitado por privaciones, empezaron a echar de menos la abundancia de los días de su estancia en Egipto, y murmuraron contra Moisés y Aarón. Pero ambos líderes fueron enviados por Dios inmediatamente a aplacar sus murmuraciones con la promesa de una doble señal de la providencia y cuidado de Dios para con su pueblo. Las codornices vinieron esa misma tarde, y a la mañana siguiente el maná, el nuevo pan celestial con el que Dios alimentaba a su pueblo en el desierto, aparecía por primera vez alrededor del campamento. A Aarón se le ordenó guardar un gomor de maná y colocarlo en el tabernáculo en memoria de aquel hecho maravilloso. Ésta es la primera ocasión en la que vemos hablar de Aarón en referencia al tabernáculo y a las funciones de culto (Ex. 16). En Refidim, la tercera etapa después del desierto del Sin, Israel se encontró con los amalecitas y luchó contra ellos. Mientras los hombres escogidos por Moisés batallaban en la llanura, Aarón y Jur estaban con Moisés en la cima del monte, donde este último se había retirado a orar, y cuando "alzaba sus manos, Israel ganaba: pero cuando las bajaba era Amalec quien ganaba. Se le cansaron a Moisés las manos por lo que ellos tomaron una piedra, y Moisés se sentó en ella: así Aarón y Jur le aguantaban sus manos por ambos lados" hasta que Amalec y su pueblo fueron derrotados. (Ex. 17). En el valle de la Montaña del Sinaí los hebreos recibieron los Diez Mandamientos; entonces Aarón, junto con setenta de los ancianos de Israel, fueron a la montaña, para ser favorecidos con una visión del Altísimo," y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de zafiro, tan puro como el mismo cielo cuando esta claro." Entonces Moisés habiendo confiado a Aarón y Jur la función de resolver las dificultades que podrían plantearse, subió a la cima del monte.

Su larga ausencia hizo que los israelitas temieran que Moisés había perecido. Se reunieron con Aarón y le pidieron que les hiciera un dios visible que marchara delante de ellos. Aarón dijo: "Tomad los pendientes de oro de las orejas de vuestras esposas, de vuestros hijos e hijas, y me los traéis." Cuando los hubo recogido, hizo con ellos un ternero fundido ante el que construyó un altar, y se congregaron los hijos de Israel para honrar a su nuevo dios. ¿Cuál era la intención de Aarón preparando el ternero dorado? Si él y el pueblo realizaron un acto de idolatría formal, o más bien intentaron levantar a una imagen visible de Yahvé su salvador, ha sido un asunto arduamente discutido; sin embargo, los textos parecen apoyar la última opción (cf. Ex. 32 4). Sea como fuere, Moisés, por orden de Dios, bajó de la montaña en medio de la celebración - y a la vista de la aparente idolatría, llenó de un santo enojo, rompió las Tablas de la Ley, agarró el ídolo, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, qué esparció en el agua. ¿Entonces, se dirigió a su hermano como el autor y responsable del mal: "¿Que," dijo él, "te hizo este pueblo, para que hayas traído sobre él tan gran pecado?" (Ex. 32, 21). A este reproche tan bien merecido, Aarón respondió con cierta incomodidad, y él mismo debiera haber sufrido el castigo para su crimen junto con los tres mil hombres (según la traducción literal, aunque la Vulgata dice veintitrés mil) que fueron muertos por los Levitas por orden de Moisés (Ex. 32, 28), al día siguiente oró por él y obtuvo el perdón de la ira de Dios (Dt. 9, 20).

A pesar del pecado, Dios no alteró la elección que había hecho por Aarón (Hebr. 5, 4) para que fuese el primer Sumo Sacerdote de Israel. Cuando llegó el momento, Moisés lo consagró, según el ritual previsto Ex. 39, para sus altas funciones; en la misma ceremonia fueron ordenados sacerdotes Nadab, Abiu, Eleazar, y Ithamar, hijos de Aarón. Lo que significaba ser el sacerdocio y por qué ritos fue conferido lo veremos después. El mismo día de la consagración de Aarón, Dios, con un ejemplo terrible, indicó con qué perfección han de ser realizadas que las funciones sagradas. En la ofrenda del incienso, Nadab y Abiu pusieron un fuego profano en sus incensarios y lo ofrecieron a ante el Señor, después de lo cual una llama, saliendo del Señor, los abrasó hasta morir, y fueron retirados de delante del santuario, vestidos con sus tínicas sacerdotales y echados fuera del campamento. Aarón cuyo corazón estaba lleno de temor y afligido por esta escena terrible, también descuidó una ceremonia importante; pero su excusa satisfizo totalmente a Moisés y muy probablemente al propio Dios, para que no fuese castigado más su olvido (Lv.10, Nm..3, 4, y 36, 61).

En Lv. 16, le vemos realizando los ritos del Día de Expiación - en la forma que le fueron transmitidos los preceptos acerca de los sacrificios y los sacrificadores, (Lv. 17; 21; 22). Unos meses después, cuando los hebreos acamparon en Jaserot, la segunda etapa después del Monte Sinaí, Aarón cometió en una nueva falta. Él y María "murmuraron contra Moisés por causa de la mujer kusita que había tomado por esposa. Decían ¿Es que Yahvé no ha hablado más que con Moisés?" (Nm. 12). Del pasaje entero, sobre todo del hecho que María fue solo la castigada, se ha conjeturado que el pecado de Aarón posiblemente era solo la aprobación de los comentarios de su hermana; quizás también se imaginó que su elevación al Sumo Sacerdocio lo había librado de toda la dependencia de su hermano. Sin embargo, los dos fueron convocados por Dios antes del tabernáculo, para oír un reproche severo. María, además, se cubrió con lepra; pero Aarón, en el nombre de ambos, se disculpó ante Moisés que a su vez pidió Dios que sanase a María. La dignidad que Moisés tenía, hasta cierto punto, había sido criticada por Aarón. Igualmente las prerrogativas últimas levantaron la envidia de algunos de los hijos de Rubén; incluso despertaron la envidie de los otros Levitas. Los antagonistas, aproximadamente doscientos cincuenta, se enfrentaron a sus líderes en Coré, un primo de Moisés y de Aarón, Dathan, Abiron, y On, de la tribu de Rubén. El castigo terrible de los rebeldes y de sus jefes que al principio había llenado a la multitud de temor pronto despertó su enojo y avivó el espíritu de revuelta contra Moisés y Aarón que buscaron refugio en el tabernáculo. En cuanto entraran en él "… se había aparecido la gloria de Yahvé… Yahvé habló a Moisés y le dijo: Alejaos de esa comunidad que voy a consumirla en un instante" (Nm. 17, 8-10). Y una plaga se extendió de repente entre la multitud y mató a muchos de ellos. Dijo Entonces Moisés a Aarón: Toma el incensario y ponte de pie entre los muertos y los vivos para orar por el pueblo, y la plaga cesó. La autoridad del Sumo Sacerdote, fuertemente confirmada ante el pueblo, se mantenía muy probablemente indiscutida desde entonces. Sin embargo, Dios deseó dar un testimonio nuevo de su predilección. Él le ordenó a Moisés tomar y poner en el tabernáculo las varas de los príncipes de las Doce Tribus, con el nombre de cada hombre escrito en su vara. La vara de la tribu de Leví debía de llevar el nombre de Aarón: "el hombre cuya rama retoñe será el que yo elijo," dijo el Señor. "Al día siguiente, cuando entró Moisés en la Tienda del Testimonio, vio que había retoñado la rama de Aarón. . . le habían brotado yemas, había florecido y había producido almendras." Todo los Israelitas al ver esto entendieron que la elección de Yahvé estaba en Aarón cuya vara se colocó en el tabernáculo como testimonio eterno. De los próximos treinta y siete años de la vida de Aarón, la Biblia no da detalle; su descripción sólo se centra en los tres primeros y en lo últimos años de la vida errante de los hebreos por el desierto, pero de los hechos descritos, podemos concluir que la vida del nuevo pontífice fue tranquila en el desempeño de sus funciones sacerdotales.

En el primer mes del trigésimo noveno año después del Éxodo, los hebreos acamparon en Cades, donde María, la hermana de Aarón, murió y fue enterrada. El pueblo estaban sediento y comenzaron a murmurar contra Moisés y Aarón. Entonces Dios dijo a Moisés: "Toma la vara, y congregue al pueblo tu y Aarón tu hermano. Hablad luego a la peña en su presencia, y ella dará sus aguas" (Nm. 20, 8). Moisés obedeció y golpeó la piedra dos veces con la vara, para que de ella brotara agua en gran abundancia. Por el Sal. 105, 33, entendemos que Moisés en estas circunstancias fue desconsiderado con sus palabras, quizás cuando dudó si él y Aarón podrían sacar agua de una peña. Por ello Dios mostró su desagradado a los dos hermanos y declaró que ellos no entrarían con el pueblo en la Tierra Prometida. Esta palabra divina tuvo, cuatro meses después, su cumplimiento en el caso de Aarón. Cuando los hebreos alcanzaron la Montaña de Hor, en las fronteras de Edom, Dios anunció a Moisés que el último día de su hermano había venido, y le ordenó que subieran a la montaña. A la vista de todas el pueblo, Moisés subió con Aarón y con el hijo de éste Eleazar. Entonces Moisés despojó Aarón de todas sus vestiduras sacerdotales y se las puso a Eleazar, y Aarón se murió. Moisés con Eleazar y toda la multitud hicieron duelo por Aarón treinta días. Los Musulmanes honran en Djebel Nabi-Haroun un monumento al que llaman la tumba de Aarón, la autenticidad de este sepulcro, sin embargo, no es totalmente cierta. De su matrimonio con Isabel la hermana de Nahason nacieron cuatro hijos de Aarón. Los dos primeros, Nadab y Abiu, se murieron sin dejar posteridad, pero la descendencia de los otros dos, Eleazar y Ithamar, fue muy numerosa. Ninguno de ellos, sin embargo, honró la sangre de Aarón tanto como San Juan Bautista que además de ser el Precursor del Mesías, fue proclamado por la Palabra hecha Carne "el más grande de los nacidos de mujer" (Mateo. 11, 11).

(b) El Punto de vista Independiente

La historia de Aarón toma un aspecto completamente diferente cuando las varias fuentes del Pentateuco son estudiadas y fechadas en la manera que los críticos independientes adoptan. Como regla puede decirse que originalmente la historia más antigua de los Judíos (J) no menciona a Aarón por su nombre, aparece aquí y allí en aquellas partes atribuidas por esa fuente a una adicción posterior hecha por un redactor tardío. Hay dos documentos, básicos, que hablan de Aarón. En las tradiciones proféticas viejas que circulan entre los Efraimitas (E) Aarón figura como un hermano y ayudante de Moisés. Se mueve a la sombra de éste, en una posición secundaria, como, por ejemplo, durante la batalla contra Amalec; con Jur, sostuvo las manos de su hermano hasta que el enemigo fue absolutamente derrotado. A Aarón, en algunos pasajes, parece que la autoridad suprema le ha sido confiada, en la ausencia del gran líder, como cuando este último subió al Monte Sinaí; pero su gestión se demostró débil, puesto que cedió tan desgraciadamente ante las tendencias idólatras del pueblo. Según el documento en cuestión, Aarón no es ni el Sumo Sacerdote, ni sacerdote. Es Moisés quien eleva su voz a Dios en el Tabernáculo (Ex. 33, 7-10), y podríamos concluir del mismo texto (v. 11) que Josué, y no Aarón, es quien hace la ofrenda en la Tienda del Encuentro; En la manera, en que Josué, y no Aarón, sube con Moisés al Monte Sinaí, para recibir las Tablas de piedra de la Ley (Ex. 24, 13).

En las narrativas Sacerdotales (P) Aarón, al contrario, ocupa el lugar más prominente - conocemos, de hecho, además de la genealogía de Aarón y de su edad, casi todos los detalles anteriormente narrados, todos ellos en modo honroso para el hermano de Moisés, por ejemplo, el papel jugado por Aarón en las plagas, su papel en algunos hechos memorables de la vida del desierto, como la caída del maná, el golpe a la piedra del agua de, la confirmación de las prerrogativas de su sacerdocio contra las pretensiones de Core y los otros, y, finalmente, en la redacción de su muerte, algo misteriosa, como se relata en Nm., 20. De este análisis de las fuentes históricas la gran personalidad de Aarón sale indudablemente empequeñecida, principalmente debido a la reputación del escritor de la narrativa Sacerdotal; los críticos le achacan prejuicios de casta y un deseo manifiesto de exaltar cualquier cosa que tenga referencia con el orden y funciones sacerdotales que demasiado a menudo le llevan a exageraciones, con las que la historia apenas puede contar, e incluso a falsedades.


II. SACERDOCIO

Cualquiera que sea el punto de vista adoptado con respecto al valor histórico de todas las tradiciones sobre la vida de Aarón, los estudiosos, bien sean católicos o críticos independientes, admiten que en los escritos de Aarón como Sumo Sacerdote el autor pensaba en describir un modelo, es decir el prototipo, del Sumo Sacerdote judío. Dios, en el Monte Sinaí instituye el culto y también instituyó un orden sacerdotal. Según las costumbres patriarcales, el primer hijo nacido en cada familia realizaba las funciones relativas al culto divino. Se podría esperar, por consiguiente, que la familia de Rubén sería escogida por Dios para el servicio del nuevo altar. Según la descripción bíblica, fue Aarón, sin embargo, quién fue sujeto de la elección de Yahvé. Los celos que después esto dio lugar, se han descrito anteriormente. La función de los Aaronitas era al principio simplemente cuidar de la lámpara que debía arder permanentemente ante el velo del tabernáculo (Ex. 27, 21). Un nombramiento más formal pronto fue realizado (Ex. 28, 1). Aarón y sus hijos, distinguidos del resto de la gente por sus sagradas funciones, recibieron vestiduras sagradas correspondientes con sus funciones. Cuando llegó el momento, cuando el tabernáculo, y todas sus pertenencias, y todo lo requerido para el culto de Yahvé estuvo listo, Moisés, sacerdote y mediador (Lv. 8, 19) ofreció los diferentes sacrificios y realizó las diferentes ceremonias para la consagración de los nuevos sacerdotes, según las instrucciones divinas (Ex. 40, 12), y repitió estos ritos durante siete días durante los que Aarón y sus hijos estaban completamente separados del resto del pueblo (Lv.8, 34). Cuando, al octavo día, el Sumo Sacerdote ya había iniciado su función al sacrificar las víctimas, bendijo al pueblo, muy probablemente según la formula descrita en Nm. 6, 24-26, y, con Moisés, entró en el tabernáculo para hacerse cargo de su culto. "y cuando salieron, bendijeron al pueblo. La gloria de Yahvé se dejó ver de todo el pueblo. Salió fuego de la presencia de Yahvé que consumió el holocausto, y las partes grasas puestas sobre el altar. Todo el pueblo al verlo prorrumpió en gritos de júbilo y cayeron rostro en tierra" (Lv. 9, 23 – 24). Así se instituyó el sacerdocio de Aarón inaugurada y solemnemente ratificado por Dios.

Según Wellhausen claramente señala, la posición de Aarón en la Ley con respecto al resto del orden sacerdotal que no es meramente superior, sino exclusiva. Sus hijos y los Levitas actúan bajo su superintendencia (Nm. 3, 6), solamente él es el sacerdote totalmente calificado; él solo lleva el pectoral, la Tiara y el Efod (Ex. 29, 5 – 6), solo a él se le permite entrar el Santo de los Santos, para ofrecer incienso (Lv. 23, 27) una vez un año en el gran Día de Expiación. En la virtud de su dignidad espiritual como la cabeza del sacerdocio él es igualmente el juez supremo y cabeza de la teocracia (Nm., xxvii, 21 - Dt., xvii). Él solo es el mediador responsable entre la nación entera y Dios, para esta causa él lleva los nombres de las Doce Tribus escritos en su pecho y hombros; sus entradas ilegales involucran a el pueblo enteras en culpa, y se repara para como aquellos del pueblo enteras, mientras los príncipes, cuando sus ofrendas del pecado se comparan con suyo, aparece como personas privadas no más (Lv., iv, 3, 13, 22, ix, 7, xvi, 6). Su muerte marca una época; es cuando el Sumo Sacerdote, y no el Rey, muere, que el asesino fugitivo obtiene su indulto (Nm., xxxv, 28). En su investidura recibe el crisma como los reyes y es llamado sacerdote ungido, es adornado con una diadema y tiara como si fuese un rey (Ex., xxviii), y como un rey, también, lleva la púrpura, excepto cuando entra al Santo de los Santos (Lv., xvi,4).

Aarón, primer Sumo Sacerdote de la Antigua Ley, es naturalmente una figura de Jesucristo, primer y único Sacerdote Soberano de la Nueva Dispensación. El escritor de la Epístola a los hebreos fue el primero en resaltar los rasgos de este paralelo, indicando especialmente dos puntos de comparación. Primero, la profesión de ambos, Sumos Sacerdotes: "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy." (Heb., v, 4, 5). En segundo lugar, la eficacia y duración del uno y del otro sacerdocio. El sacerdocio de Aarón es de este punto de vista inferior al de Jesucristo. Si de hecho, el anterior hubiera sido capaz de perfeccionar a los hombres y comunicarles la justicia que agrada Dios, otro habría sido inútil. Dada su ineficacia requirieron uno nuevo, y el sacerdocio de Jesús ha tomado para siempre el lugar de Aarón (Heb., vii, 11-12).


CHAS. L. SOUVAY

Traducido por Félix Carbo Alonso