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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Abad Laico»

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Nombre que se utilizaba para designar a un laico a quien un rey o alguien con autoridad concedía una abadía como recompensa por los servicios prestados. El abad estaba encargado de la propiedad de la cual formaba parte, y se le entregaban los derechos como parte de sus ingresos. Esta costumbre tenía un efecto nocivo en la vida del claustro. Existió principalmente en el imperio francés del siglo VIII hasta la reforma eclesiástica del siglo XI.  
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Abad laico es el nombre que se utilizaba para designar a un laico a quien un rey o alguien con autoridad concedía una [[abadía]] como recompensa por los servicios prestados; él estaba encargado de los bienes pertenecientes a ella y tenía derecho a parte de sus ingresos. Esta funesta [[costumbre]] tenía un efecto nocivo en la vida del [[claustro]]. Existió principalmente en el imperio [[Francos|franco]] del siglo VIII hasta la reforma eclesiástica del siglo XI.   [[Carlos Martel]] fue el primero en conceder extensas propiedades eclesiásticas a los laicos, amigos políticos y a los guerreros que le habían ayudado en sus campañas. En un periodo anterior, los merovingios franceses habían concedido tierras de la [[Iglesia]] a los [[laicos]], o por lo menos les habían permitido su posesión y uso, aunque no la el título de propiedad.  Numerosos [[sínodo]]s realizados en [[Francia]] en los siglos VI y VII aprobaron [[decreto]]s contra el abuso de la [[propiedad eclesiástica]]. Los reyes franceses tenían el hábito de designar [[abad]]es en los [[monasterio]]s que ellos habían fundado; lo que es más, muchos monasterios, aunque no habían sido fundados por el rey, se colocaban bajo el patronazgo real para estar bajo su protección y así se convertían en posesión de la Corona. Esta costumbre de los gobernantes merovingios de disponer de la propiedad eclesiástica en casos [[Individuo, Individualidad|individuales]], así como la de designar abades en los monasterios fundados por o pertenecientes a ellos, fue tomado como precedente por los reyes franceses para recompensar a los laicos con abadías, o darlas a los [[obispo]]s [[in commendam]].    Durante el reinado de [[Carlos Martel]] la Iglesia fue muy perjudicada por este abuso, no solamente en sus propiedades sino también en su [[vida religiosa]]. [[San Bonifacio]] y luego [[Hincmar de Reims]] describen muy tristemente la resultante caída de la [[disciplina]] de la Iglesia;  y aunque  San Bonifacio intentó [[celo]]samente e incluso exitosamente reformar  la [[Iglesia Franca]], la concesión de abadías a abades seculares no fue enteramente abolida. En tiempos de  Pepín se les permitió a los [[monje]]s, si la abadía pasaba  a manos seculares, trasladarse a otra comunidad. 
  
Charles Martel fue el primero en conceder la propiedad eclesiástica a los laicos, amigos políticos y a los guerreros que le habían ayudado en sus campañas. En el periodo anterior, los franceses merongivianos habían concedido tierras a los laicos, o por lo menos les habían permitido su posesión y uso, aunque no la propiedad. En el siglo sexto y séptimo se llevaron a cabo en Francia numerosos concilios contra el abuso de la propiedad de la iglesia. Los reyes franceses tenían el hábito de designar abades en los monasterios que ellos habían fundado.  
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[[Carlomagno]] también dio frecuentemente propiedad eclesiástica, y algunas veces abadías, como posesión [[feudalismo|feudal]]).  Es cierto que [[San Luis el Piadoso]] ayudó a [[San Benito de Aniane]] en su esfuerzo para reformar la [[vida monástica]].   Para lograr esto, fue [[Necesidad|necesario]] restablecer la libre elección de abades y también el nombramiento de monjes intachables como jefes de las casas monásticas. Aunque el emperador Luis compartió estos principios, continuó cediendo abadías a laicos y sus hijos lo imitaron.  La importante abadía de San Riquier (Centula) en Picardy tuvo abades seculares desde la época de Carlomagno, quien se la había dado a su amigo [[San Angilberto]], poeta y amante de su hija [[Bertha]] y padre de sus dos hijos.  Después de la muerte de Angilberto en 814, la abadía fue dada a otros laicos.   Bajo tales influencias la Iglesia estuvo sometida al sufrimiento, frecuentemente las abadías fueron escenario de mundanalidad y francachelas.  Varios sínodos del siglo IX aprobaron decretos contra esta costumbre; el [[Sínodo]] de Diedenhofen (octubre de 844) decretó en su canon tercero, que las abadías no podían continuar en poder de los laicos, sino que los monjes debían ser los abades (Hefele, “Knoziliengeshchichte”, 2nd ed., IV, 110).  Asimismo los Sínodos de Meaux y [[París]] (845-846) se quejaron de que los monasterios poseídos por laicos habían caído en decadencia y enfatizaron los deberes del rey en este aspecto (op. Cit., IV, 115). Pero las abadías continuaron siendo otorgadas a los laicos especialmente en [[Francia]] y [[Lorena]], por ejemplo en San Evre cerca a Toul, en el reinado de Lotario I. Lotario II, sin embargo, la restableció al control eclesiástico en 858, pero el mismo rey dio Donmoutier a un laico; y las Abadías de San Germán y San Martín, en la [[Diócesis]] de Tour, también fueron entregadas a abades seculares. En la [[Diócesis de Metz,]] la Abadía de Gorze estuvo mucho [[tiempo]] en poder de laicos y bajo ellos entró en decadencia.  Stavelot y Malmédy, de la [[Diócesis de Liege]], fueron otorgadas en el siglo XI  a cierto conde llamado Raginarius, como también San Maximin cerca de [[Traer]], al conde Adalhard, etc. (Hauck, “Kirchengeschichte Deutschland”, II, 598). El Sínodo de [[Maguncia]] en 888 decretó (can. XXV) que los abades seculares debían nombrar [[preboste]]s y abades encargados de la tesorería competentes  para dirigir sus monasterios.  
  
Por otra parte, muchos monasterios, aunque no habían sido fundados por el rey, eran colocados bajo el patrocinio real para estar bajo su protección y volverse posesiones de la Corona. Esta costumbre de las reglas merongivianas de disponer de la propiedad de la iglesia a particulares, así como de designar abades en los monasterios fundados o que pertenecían a ellos, fue tomado como antecedente por los reyes franceses para recompensar a los laicos con abadías, o darlas a los obispos en custodia.  
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Los [[concilio]]s, sin embargo, no pudieron poner fin al [[mal]]; en el Sínodo de  Trosly, en la [[Diócesis de Soissons]] en 909, se recibieron fuertes quejas (ch. III) sobre la vida de los monjes; muchos [[convento]]s, se dijo,  eran gobernados por laicos, cuyas esposas e hijos, soldados y perros, se alojaban en los  recintos de los religiosos. Para mejorar estas [[Conedición|condiciones]] fue necesario, declaró el Sínodo, reinstalar a los abades y [[abadesa]]s regulares; al mismo tiempo los [[cánones eclesiásticos]] y capitulares reales declaraban a  los laicos completamente exentos de autoridad en los asuntos de la Iglesia ([[Karl Joseph von Hefele|Hefele]], op.cit., IV, 572-73).  Los abades laicos existieron en el siglo X y XI.  Gosfred, Duque de Aquitania, fue Abad del [[monasterio]] de San Hilario de [[Poiters]] y como tal, publicó los decretos emitidos (1078) en el Sínodo de [[Poitiers]] (Hefele, op.cit., V, 116).  Fue sólo a través de los llamados conflictos de investidura que la Iglesia fue liberada del dominio secular; la reforma de la vida religiosa y eclesiástica traída por el [[Papado]], puso fin a la concesión de abadías a los laicos.  
  
Bajo las normativas de Carlos Martel la iglesia fue muy lesionada por este abuso, no solamente en sus posesiones sino también en su vida religiosa.  El cuadro más sombrío se presenta con San Bonifacio y posteriormente con Hincmar de Reims  con la consecuente caída de la disciplina de la iglesia.  Aunque San Bonifacio intentó celosamente e incluso reformó con éxito la Inglesa Francesa,  la concesión de abadías a abades seculares no fue enteramente abolida.  Bajo Pepin los monjes fueron permitidos, pero en el caso de las abadías estas pasaron a manos seculares para luego trasladarse, posteriormente, a otras comunidades.
 
  
Carlomagno también dio con frecuencia la propiedad de la iglesia y algunas veces entrego abadías en arrendamiento feudal. Es verdad que San Luis el Piadoso ayudó a San Benedicto de Aniane en su esfuerzo para reformar la vida monástica. Para lograr esto, fue necesario restablecer la libre elección  de abades y la libre convocatoria de monjes como jefes de las casas monásticas.  Aunque el emperador Luis compartió estos principios, se continuó cediendo las abadías a los laicos y sus hijos lo imitaron.  
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'''Bibliografía:''' THOMASSINUS, Vetus et nova ecclesiae disciplina circa beneficia, parte II, lib II c.12 sqq (Lyons, 1705, 586-622); Hafele, Historia de los Concilios; Digby, Ages of Faith; FOSTER, Monasterio Británico; LINGARD, Historia de Inglaterra (Dublin , 1878); D’Alton, Historia de Irlanda; STUART AND COLEMAN, Historia de la Diócesis de Armagh.  
  
La importante abadía de San Riquier (Centula) en Picardy tuvo abades seculares de la época de Carlomagno, quien había dado a su amigo Angilbert, el poeta y amante de su hija Bertha y padre de dos de sus hijos (ver SAN ANGILBERT).  
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'''Fuente:'''  Kirsch, Johann Peter. "Lay Abbot." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910.  <http://www.newadvent.org/cathen/09092a.htm>.
  
Posterior a la muerte de Angilbert en 814, la abadía fue dada a otros laicos.  La iglesia tuvo que tolerar; bajo algunas presiones, que frecuentemente las abadías fueran escenario de juergas y escenas mundanas.  Algunos concilios del siglo IX aprobaron decretos contra esta costumbre; el concilio de Diedenhofen (octubre, 844) decretó en su canon tercero, que las abadías no podían continuar en poder de los laicos y que los monjes deberían ser los abades (Hefele, “Knoziliengeshchichte”, 2nd ed., IV, 110).
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Traducido por Luz Helena Cabrales.  L H M.
 
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De alguna manera el Concilio de Meaux y París (845-846) hubo quejas en el sentido de que los monasterios que estaban en poder de los laicos habían caído en decadencia y enfatizaron los derechos del rey en este aspecto (op. Cit., IV, 115).  Pero las abadías continuaron siendo otorgadas a los laicos especialmente en Francia y Lorraine, por ejemplo en San Evre cerca a Toul, en el reinado de  Lothaire I. Lothaire II.
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No obstante, establecido el control eclesiástico en 858, el mismo rey dio a Donmoutier a un laico y la Abadía de San Germán y San Martín y en la Diócesis de Toul, también hubo casos de abades seculares.  La Diócesis de Metz, la Abadía de Gorze estuvo mucho tiempo en manos de laicos y bajo ellos cayó en decadencia.
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Stavelot y Malmedy, de la Diócesis de Liege, en el siglo XI hizo otorgamiento a cierto conde Ragin, como también San Maximin cerca a Trier, a un conde Abal (Hauck, “Kirchengeschichte Deutschland”, II, 598).  El Concilio de Maguncia en 888 decretó (can. xxv) que los abades seculares deberían dirigir y abastecer sus monasterios.
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El ayuntamiento sin embargo, no pudo poner fin al mal.  En el concilio llevado a cabo en Trosly, en la Diócesis de Soissons, en 909, se recibieron fuertes quejas (ch. Iii) sobre la vida de los monjes; muchos conventos, y se dijo que estaban gobernados por laicos, quienes mantenían a sus esposas, hijos, y perros, en los recintos religiosos. Para mejorar estas condiciones,  fue necesario que el concilio declarara, la restauración de abadías, al mismo tiempo que se daba cumplimiento a los cánones eclesiásticos y capitulaciones reales quitándole a los laicos la autoridad en los asuntos de la iglesia (Hefele, op.cit., IV, 572-73).
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Los abades laicos existieron en el siglo décimo y undécimo. Gosfred, Duque de Aquitania, fue Abad del monasterio de San Hilary de Poiters y como tal, publicó los decretos emitidos (1078) en el Concilio de Poitiers (Hefele, op.cit., V, 116).  Fue solamente a través de las llamadas investiduras de conflicto que la iglesia fue liberada del dominio secular; una acción llevada a cabo dentro de la reforma de la vida religiosa y eclesiástica que, bajo normativas del pontificado, logró poner fin a la concesión de abadías a los laicos.
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THOMASSINUS, Vetus et nova ecclesiae disciplina circa beneficia, parte II, lib II c.12 sqq (Lyons, 1705, 586-622); Hafele, Historia de los Concilios; Digby, Ages of Faith; FOSTER, Monasterio Británico; LINGARD, Historia de Inglaterra (Dublin , 1878); D’Alton, Historia de Irlanda; STUART AND COLEMAN, Historia de la Diócesis de Armagh.
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J.P. KIRSCH
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Transcrita por Mario Anello 
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Traducción al castellano de Luz Helena Cabrales.
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Última revisión de 00:33 8 dic 2008

(abbattocomes, abbas laicus, abbas miles).

Abad laico es el nombre que se utilizaba para designar a un laico a quien un rey o alguien con autoridad concedía una abadía como recompensa por los servicios prestados; él estaba encargado de los bienes pertenecientes a ella y tenía derecho a parte de sus ingresos. Esta funesta costumbre tenía un efecto nocivo en la vida del claustro. Existió principalmente en el imperio franco del siglo VIII hasta la reforma eclesiástica del siglo XI. Carlos Martel fue el primero en conceder extensas propiedades eclesiásticas a los laicos, amigos políticos y a los guerreros que le habían ayudado en sus campañas. En un periodo anterior, los merovingios franceses habían concedido tierras de la Iglesia a los laicos, o por lo menos les habían permitido su posesión y uso, aunque no la el título de propiedad. Numerosos sínodos realizados en Francia en los siglos VI y VII aprobaron decretos contra el abuso de la propiedad eclesiástica. Los reyes franceses tenían el hábito de designar abades en los monasterios que ellos habían fundado; lo que es más, muchos monasterios, aunque no habían sido fundados por el rey, se colocaban bajo el patronazgo real para estar bajo su protección y así se convertían en posesión de la Corona. Esta costumbre de los gobernantes merovingios de disponer de la propiedad eclesiástica en casos individuales, así como la de designar abades en los monasterios fundados por o pertenecientes a ellos, fue tomado como precedente por los reyes franceses para recompensar a los laicos con abadías, o darlas a los obispos in commendam. Durante el reinado de Carlos Martel la Iglesia fue muy perjudicada por este abuso, no solamente en sus propiedades sino también en su vida religiosa. San Bonifacio y luego Hincmar de Reims describen muy tristemente la resultante caída de la disciplina de la Iglesia; y aunque San Bonifacio intentó celosamente e incluso exitosamente reformar la Iglesia Franca, la concesión de abadías a abades seculares no fue enteramente abolida. En tiempos de Pepín se les permitió a los monjes, si la abadía pasaba a manos seculares, trasladarse a otra comunidad.

Carlomagno también dio frecuentemente propiedad eclesiástica, y algunas veces abadías, como posesión feudal). Es cierto que San Luis el Piadoso ayudó a San Benito de Aniane en su esfuerzo para reformar la vida monástica. Para lograr esto, fue necesario restablecer la libre elección de abades y también el nombramiento de monjes intachables como jefes de las casas monásticas. Aunque el emperador Luis compartió estos principios, continuó cediendo abadías a laicos y sus hijos lo imitaron. La importante abadía de San Riquier (Centula) en Picardy tuvo abades seculares desde la época de Carlomagno, quien se la había dado a su amigo San Angilberto, poeta y amante de su hija Bertha y padre de sus dos hijos. Después de la muerte de Angilberto en 814, la abadía fue dada a otros laicos. Bajo tales influencias la Iglesia estuvo sometida al sufrimiento, frecuentemente las abadías fueron escenario de mundanalidad y francachelas. Varios sínodos del siglo IX aprobaron decretos contra esta costumbre; el Sínodo de Diedenhofen (octubre de 844) decretó en su canon tercero, que las abadías no podían continuar en poder de los laicos, sino que los monjes debían ser los abades (Hefele, “Knoziliengeshchichte”, 2nd ed., IV, 110). Asimismo los Sínodos de Meaux y París (845-846) se quejaron de que los monasterios poseídos por laicos habían caído en decadencia y enfatizaron los deberes del rey en este aspecto (op. Cit., IV, 115). Pero las abadías continuaron siendo otorgadas a los laicos especialmente en Francia y Lorena, por ejemplo en San Evre cerca a Toul, en el reinado de Lotario I. Lotario II, sin embargo, la restableció al control eclesiástico en 858, pero el mismo rey dio Donmoutier a un laico; y las Abadías de San Germán y San Martín, en la Diócesis de Tour, también fueron entregadas a abades seculares. En la Diócesis de Metz, la Abadía de Gorze estuvo mucho tiempo en poder de laicos y bajo ellos entró en decadencia. Stavelot y Malmédy, de la Diócesis de Liege, fueron otorgadas en el siglo XI a cierto conde llamado Raginarius, como también San Maximin cerca de Traer, al conde Adalhard, etc. (Hauck, “Kirchengeschichte Deutschland”, II, 598). El Sínodo de Maguncia en 888 decretó (can. XXV) que los abades seculares debían nombrar prebostes y abades encargados de la tesorería competentes para dirigir sus monasterios.

Los concilios, sin embargo, no pudieron poner fin al mal; en el Sínodo de Trosly, en la Diócesis de Soissons en 909, se recibieron fuertes quejas (ch. III) sobre la vida de los monjes; muchos conventos, se dijo, eran gobernados por laicos, cuyas esposas e hijos, soldados y perros, se alojaban en los recintos de los religiosos. Para mejorar estas condiciones fue necesario, declaró el Sínodo, reinstalar a los abades y abadesas regulares; al mismo tiempo los cánones eclesiásticos y capitulares reales declaraban a los laicos completamente exentos de autoridad en los asuntos de la Iglesia (Hefele, op.cit., IV, 572-73). Los abades laicos existieron en el siglo X y XI. Gosfred, Duque de Aquitania, fue Abad del monasterio de San Hilario de Poiters y como tal, publicó los decretos emitidos (1078) en el Sínodo de Poitiers (Hefele, op.cit., V, 116). Fue sólo a través de los llamados conflictos de investidura que la Iglesia fue liberada del dominio secular; la reforma de la vida religiosa y eclesiástica traída por el Papado, puso fin a la concesión de abadías a los laicos.


Bibliografía: THOMASSINUS, Vetus et nova ecclesiae disciplina circa beneficia, parte II, lib II c.12 sqq (Lyons, 1705, 586-622); Hafele, Historia de los Concilios; Digby, Ages of Faith; FOSTER, Monasterio Británico; LINGARD, Historia de Inglaterra (Dublin , 1878); D’Alton, Historia de Irlanda; STUART AND COLEMAN, Historia de la Diócesis de Armagh.

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Lay Abbot." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09092a.htm>.

Traducido por Luz Helena Cabrales. L H M.