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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Apoteosis»

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(Gr. apotheosis, de, y theos, deificar).
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(Griego, ''apo'', de, y ''theos'', deificar).
  
Deificación, la exaltación de los hombres al rango de dioses. La consagración de héroes o gobernantes en deidades, como una recompensa al valor y a otros grandes servicios, está íntimamente conectada con la adoración universal de la muerte en la historia de todos los pueblos primitivos. "De la misma manera que toda ciudad adoró a aquel que la fundó": (Fustel de Coulanges, La Ciudad Antígua, III, v). Los pueblos de las grandes naciones de Oriente -Persia, Caldea, Egipto- le rindieron honores divinos a gobernantes vivientes debido a la forma teocrática de su gobierno y al carácter religioso que el poder soberano asumió a sus ojos. La adoración del héroe había familiarizado la mente de los griegos con la idea de que el hombre podía volverse un dios por medio de obras ilustres, y el contacto con Oriente los preparó para aceptar la forma de apoteosis flagrante por medio de la cual se ofrecían honores divinos a los vivos (Boissier, La religión romana I, 112). Felipe de Macedonia fue honrado como dios en Anfípolis, y su hijo, Alejandro Magno, no solamente reclamó ser descendiente de los dioses de Egipto, sino que decretó que debería de ser adorado en las ciudades de Grecia (Beurlier, De divinis honoribus quos acceperunt Alexander et successores ejus, p. 17 - "Sobre los honores divinos que recibieron Alejandro y sus sucesores"). Tras su muerte, y probablemente como resultado de las enseñanzas de Euhemero (que todos lo hombres eran hombres deificados), la costumbre de la apoteosis se convirtió en algo muy frecuente entre los griegos (Döllinger, Heidenthum und Judenthum, 314 sqq.). La forma de deificar a los emperadores en Roma se debió a muchas causas históricas, tales como el culto a los dioses Manes o las almas de amigos y ancestros difuntos, la adoración de los reyes legendarios de Latium, los Di Indigetes, el mito de que Rómulo había sido transportado al cielo, y la deificación de soldados y hombres de Estado romanos por algunas ciudades griegas. El enrolamiento formal de los emperadores entre los dioses comenzó con César, para quien el Senado decretara honores divinos antes de su muerte. Augusto rehusó ser adorado en Roma por razones políticas, aun cuando toleraba la construcción de templos y la organización de órdenes sacerdotales en su honor a lo largo de todas las provincias, e incluso en Italia. Aun cuando muchos de los emperadores tempranos rehusaron recibir honores divinos, y aun cuando el senado (a quien le pertenecía el derecho de deidificar) se rehusó confirmar a otros, la gran mayoría de los gobernantes de Roma y muchos de los miembros de la familia imperial (entre quienes se encontraban algunas mujeres) fueron enrolados entre los dioses. Mientras que las clases cultas contemplaban la deificación de miembros de la familia imperial y de favoritos de la corte con marcado desprecio, la adoración del emperador (que en realidad era política más que personal) fue un elemento poderoso de unidad en el imperio, puesto que le permitía una religion común a los paganos en la cual la participación era un deber patriótico. Los Cristianos se rehusaron constantemente a rendirle honores divinos al emperador, y su negativa a derramar incienso fue la señal de muerte de muchos mártires. La costumbre de decretar honores divinos a los emperadores se mantuvo existente hasta el tiempo de Graciano, quien fue el primero en rehusar la insignia del Sumo Pontífice, y el primero a quien el senado no logró colocar entre los dioses.
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Deificación, la exaltación de los [[hombre]]s al rango de dioses. La [[consagración]] como [[deidad]]es de héroes o gobernantes, como una recompensa al [[fortaleza|valor]] y a otros grandes servicios, está íntimamente relacionada con el culto universal a los muertos en la historia de todos los pueblos primitivos. "De la misma manera toda ciudad rendía culto al que la fundó": (Fustel de Coulanges, The Ancient City, III, V). Los pueblos de las grandes naciones de Oriente ---[[Persia]], Caldea, [[Egipto]]--- le rindieron [[honor]]es divinos a gobernantes vivos debido a la forma teocrática de su gobierno y al [[carácter]] [[religión|religioso]] que el poder soberano asumía a sus ojos.   El culto a los héroes había familiarizado la [[mente]] de los griegos con la [[idea]] de que el [[hombre]] podía volverse un dios por medio de [[actos humanos|obras]] ilustres, y el contacto con Oriente los preparó para aceptar la forma de apoteosis crasa por medio de la cual se ofrecían honores divinos a los vivos (Boissier, La religion romaine I, 112). Felipe de Macedonia fue honrado como dios en Anfípolis, y su hijo, [[Alejandro]] Magno, no solamente reclamó ser descendiente de los dioses de Egipto, sino que decretó que se le debía rendir culto en las ciudades de [[Grecia]] (Beurlier, De divinis honoribus quos acceperunt Alexander et successores ejus, p. 17). Tras su muerte, y probablemente como resultado de las enseñanzas de Euhemero (que todos los dioses eran hombres deificados), la [[costumbre]] de la apoteosis se convirtió en algo muy frecuente entre los griegos ([[Johann Joseph Ignaz von Döllinger|Döllinger]], Heidenthum und Judenthum, 314 ss.).
  
PHELLER, Römische Mythologie, 770-796: BOISSlER, La religion romaine, I, 109-186; MARQUARDT-MOMMSEN Römische-Staatsverwaltung, II, 731-740; VI, 443-455; BEURLIER Essai sur le culte rendu aux empereurs romains (Paris, 1890).
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La forma de deificar a los emperadores en [[Roma]] fue preparada por muchas [[causa]]s históricas, tales como el culto a los manes o las [[alma]]s de amigos y ancestros difuntos, el culto a los reyes legendarios del Lacio, los ''Di Indigetes'', el mito de que Rómulo había sido transportado al [[cielo]], y la deificación de soldados y hombres de estado romanos por algunas ciudades griegas.  El alistamiento formal de los emperadores entre los dioses comenzó con César, para quien el Senado decretara honores divinos antes de su muerte. [[Augusto]] se negó a que se le rindiese culto en [[Roma]] por razones políticas, aun cuando toleraba la construcción de [[templo]]s y la organización de órdenes [[sacerdocio|sacerdotales]] en su [[honor]] a lo largo de todas las provincias, e incluso en [[Italia]]. Aunque muchos de los primeros emperadores rehusaron recibir honores divinos, y aun cuando el senado, a quien le pertenecía el derecho de deificar, se negaba a confirmar las órdenes, la gran [[mayoría]] de los gobernantes romanos y muchos miembros de la [[familia]] imperial, entre los que algunos eran [[mujer]]es, fueron registrados como dioses.
  
PATRICK J. HEALY
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Mientras que las clases cultas contemplaban la deificación de miembros de la familia imperial y de favoritos de la corte con marcado desprecio, el culto al emperador, que en realidad era político más que personal, fue un elemento poderoso de unidad en el imperio, puesto que les proveía a los [[paganismo|paganos]] una [[religión]] común en la cual la participación era un [[deber]] patriótico. Los [[cristianismo|cristianos]] se negaron constantemente a rendirle honores divinos al emperador, y su negativa a derramar [[incienso]] fue la señal de muerte de muchos [[mártir]]es. La costumbre de decretar honores divinos a los emperadores se mantuvo existente hasta el tiempo de [[Graciano]] (367 d.C.), quien fue el primero en rechazar la insignia de sumo pontífice, y el primero a quien el senado no logró colocar entre los dioses.
Transcrito por las Monjas Dominicas Enclaustradas del Monasterio del Niño Jesús
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Lufkin, Texas
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Dedicado a la Santa Trinidad
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'''Bibliografía''':  PHELLER, Römische Mythologie, 770-796: BOISSlER, La religion romaine, I, 109-186; MARQUARDT-MOMMSEN Römische-Staatsverwaltung, II, 731-740; VI, 443-455; BEURLIER Essai sur le culte rendu aux empereurs romains (París, 1890).
Traducido por Marielle Schmitz San Martín
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'''Fuente''':  Healy, Patrick. "Apotheosis." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.  <http://www.newadvent.org/cathen/01650b.htm>.
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Traducido por Marielle Schmitz San Martín.  rc

Última revisión de 09:43 30 sep 2010

(Griego, apo, de, y theos, deificar).

Deificación, la exaltación de los hombres al rango de dioses. La consagración como deidades de héroes o gobernantes, como una recompensa al valor y a otros grandes servicios, está íntimamente relacionada con el culto universal a los muertos en la historia de todos los pueblos primitivos. "De la misma manera toda ciudad rendía culto al que la fundó": (Fustel de Coulanges, The Ancient City, III, V). Los pueblos de las grandes naciones de Oriente ---Persia, Caldea, Egipto--- le rindieron honores divinos a gobernantes vivos debido a la forma teocrática de su gobierno y al carácter religioso que el poder soberano asumía a sus ojos. El culto a los héroes había familiarizado la mente de los griegos con la idea de que el hombre podía volverse un dios por medio de obras ilustres, y el contacto con Oriente los preparó para aceptar la forma de apoteosis crasa por medio de la cual se ofrecían honores divinos a los vivos (Boissier, La religion romaine I, 112). Felipe de Macedonia fue honrado como dios en Anfípolis, y su hijo, Alejandro Magno, no solamente reclamó ser descendiente de los dioses de Egipto, sino que decretó que se le debía rendir culto en las ciudades de Grecia (Beurlier, De divinis honoribus quos acceperunt Alexander et successores ejus, p. 17). Tras su muerte, y probablemente como resultado de las enseñanzas de Euhemero (que todos los dioses eran hombres deificados), la costumbre de la apoteosis se convirtió en algo muy frecuente entre los griegos (Döllinger, Heidenthum und Judenthum, 314 ss.).

La forma de deificar a los emperadores en Roma fue preparada por muchas causas históricas, tales como el culto a los manes o las almas de amigos y ancestros difuntos, el culto a los reyes legendarios del Lacio, los Di Indigetes, el mito de que Rómulo había sido transportado al cielo, y la deificación de soldados y hombres de estado romanos por algunas ciudades griegas. El alistamiento formal de los emperadores entre los dioses comenzó con César, para quien el Senado decretara honores divinos antes de su muerte. Augusto se negó a que se le rindiese culto en Roma por razones políticas, aun cuando toleraba la construcción de templos y la organización de órdenes sacerdotales en su honor a lo largo de todas las provincias, e incluso en Italia. Aunque muchos de los primeros emperadores rehusaron recibir honores divinos, y aun cuando el senado, a quien le pertenecía el derecho de deificar, se negaba a confirmar las órdenes, la gran mayoría de los gobernantes romanos y muchos miembros de la familia imperial, entre los que algunos eran mujeres, fueron registrados como dioses.

Mientras que las clases cultas contemplaban la deificación de miembros de la familia imperial y de favoritos de la corte con marcado desprecio, el culto al emperador, que en realidad era político más que personal, fue un elemento poderoso de unidad en el imperio, puesto que les proveía a los paganos una religión común en la cual la participación era un deber patriótico. Los cristianos se negaron constantemente a rendirle honores divinos al emperador, y su negativa a derramar incienso fue la señal de muerte de muchos mártires. La costumbre de decretar honores divinos a los emperadores se mantuvo existente hasta el tiempo de Graciano (367 d.C.), quien fue el primero en rechazar la insignia de sumo pontífice, y el primero a quien el senado no logró colocar entre los dioses.


Bibliografía: PHELLER, Römische Mythologie, 770-796: BOISSlER, La religion romaine, I, 109-186; MARQUARDT-MOMMSEN Römische-Staatsverwaltung, II, 731-740; VI, 443-455; BEURLIER Essai sur le culte rendu aux empereurs romains (París, 1890).

Fuente: Healy, Patrick. "Apotheosis." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01650b.htm>.

Traducido por Marielle Schmitz San Martín. rc