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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Minucio Félix

De Enciclopedia Católica

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Apologista cristiano que floreció entre los años 160 y 300, pero se desconoce las fechas exactas. Su "Octavius" tiene muchos puntos de acuerdo con el "Apologeticum" de Tertuliano, semejanzas que han sido explicadas por la teoría de una fuente común ---una apología escrita en latín que se supone que ha desaparecido sin dejar rastro, ni siquiera el nombre del autor. Esta hipótesis ha sido generalmente abandonada. Parece improbable que tal obra, de la cual extrajeron Minucio y Tertuliano, haya desaparecido tan completamente.

Lactancio (Div. Inst., V, I, 21) enumera a los apologistas que le precedieron y ni siquiera sospecha la existencia de tal escritor. La suposición más normal es que uno de los dos escritores, Minucio o Tertuliano, depende directamente del otro. Anteriormente se consideraba a Minucio posterior a Tertuliano. Las primeras dudas a este respecto las manifestó Blondel en Francia en 1641, Dallaeus en 1660; y Dodwell en Inglaterra. La teoría de la prioridad de Minucio fue defendida por Van Hoven en la segunda edición de Lindner en 1773; en el siglo XIX fue defendida hábilmente por Ebert. La prioridad de Tertuliano ha sido defendida principalmente por Harnack, que ha sido refutado por A. Krueger.

M. Waltzing, el erudito más familiarizado con Minucio Félix y con lo que se ha escrito sobre él, se inclina a considerarlo anterior a Tertuliano. Los argumentos a favor de una u otra de estas teorías no son decisivos. Sin embargo se puede decir que en los pasajes tomados de los autores antiguos, como Séneca, Varrón y sobre todo Cicerón, Minucio parece ser más exacto y más cercano al original; en consecuencia parece estar intermedio entre ellos y Tertuliano. Los autores eclesiásticos no estaban mejor informados que nosotros respecto a Minucio. Lactancio lo sitúa antes que Tertuliano (Div. Inst., I, XI, 55; V, I, 21) y San Jerónimo después; pero éste se contradice colocándolo después de San Cipriano (Ep. LXX, (LXXXIII); V; LX; XLVIII; "In Isaiam", VIII, praef.), y en otras partes lo sitúa entre Tertuliano y San Cipriano (De Viris, LVIII). Minucio menciona a Fronto (m. alrededor de 170). Si el tratado Quod idola non dii sint es de San Cipriano (m. cerca del 258) no hay necesidad de ir más allá de esa fecha, pues este tratado se basa en el "Octavius". Es verdad que la atribución del antedicho tratado a San Cipriano ha sido discutida, aunque sin razones serias. Si se rechaza esto no hay período ante quem previo a Lactancio.

Se cree que el lugar de nacimiento del autor es África. Esto no se prueba por la imitación por Minucio de los autores africanos, no más que por la semejanza entre Minucio y Tertuliano. En este período los principales escritores eran africanos y era natural que un latino, no importa de qué provincia fuese, los leería e imitaría. Las alusiones a las costumbres y creencias de África son numerosas, pero esto se puede explicar por el origen africano del campeón del paganismo. El "Octavius" es un diálogo que sucede en Ostia. Cecilio Natalis defiende la causa del paganismo, Octavio Januario la del cristianismo; el autor mismo es el juez del debate. Cecilio Natalis era natural de Cirta; vivía en Roma y seguía con interés a Minucio en su actividad de abogado. Octavio había llegado de un país extranjero donde había dejado a su familia. Minucio vivía en Roma y los tres eran abogados. El nombre Minucio Félix se ha encontrado en inscripciones en Tebessa y Cartago (Cor. Inscrip. Lat. VIII, 1964 y 12499); el de Octavio Januario en Saldae (Bougie; ib., 8962); y el de Cecilio en la misma Cirta (ib., 7097-7098, 6996). El Cecilio Natalis de las inscripciones tenía importantes deberes municipales y celebraba festivales paganos con mucha prodigalidad. Puede haber pertenecido a la misma familia que el interlocutor del diálogo. Se ha intentado hacerlos idénticos o establecer relaciones familiares entre ellos; pero éstas son puras hipótesis que dependen de la opinión que se tenga sobre la fecha del diálogo.

Las personas son reales, y el dialogo pudo haber ocurrido, a pesar de que Minucio lo ha convertido casi en debate judicial lo que debió ser una mera conversación o serie de conversaciones. Debido a que los tribunales se cerraban durante el tiempo de la cosecha, los tres amigos fueron a descansar a Ostia. Caminaban a la orilla del mar, y cuando pasaron ante una estatua de Serapis, Cecilio la saludó con el acostumbrado beso. Octavio expresó su indignación de que Minucio permitiera que su compañero diario cayera en la idolatría. Reanudan su caminata mientras Octavio relata su viaje; caminan de un lado a otro, de la playa al muelle y ven a los niños que se arrojan al agua. Este comienzo tiene encanto, es la parte más perfecta de la obra. Durante el paseo, Cecilio, permanece silencioso por las palabras de Octavio. Ahora se explica y acuerdan resolver el debate. Se sientan en un malecón vacío; Minucio sentado en el centro será el moderador. Cecilio comienza atacando al cristianismo, Minucio dice unas pocas palabras y entonces replica Octavio. Al final Minucio y Cecilio expresan su admiración y éste último declara que se rinde. Se posponen las explicaciones más pormenorizadas de la nueva religión hasta el día siguiente. El diálogo por consiguiente consiste de dos discursos, el ataque de Cecilio y a refutación de Octavio.

La discusión trata de varios puntos: la posibilidad del que el hombre llegue a descubrir la verdad, la creación, la Providencia, la unidad de Dios, la necesidad de mantener la religión de sus ancestros y especialmente la ventaja para los romanos del culto a los dioses, el bajo carácter de los cristianos, su tendencia a ocultarse, sus crímenes (incesto, culto a la cabeza de un asno, la adoración de los órganos reproductores del sacerdote, las oraciones dirigidas a un criminal, el sacrificio de los niños) su impía y absurda concepción de la divinidad, su doctrina del fin del mundo y de la resurrección de los muertos, la dureza de su vida, amenazada y expuesta sin remedio a toda suerte de peligros, lejos de los placeres de la vida.

En este debate la idea del cristianismo es muy limitada y casi se reduce a que adoran a un solo Dios, la Providencia, la resurrección y el premio tras la muerte. No aparece el nombre de Cristo; entre los apologistas del siglo II, solo lo mencionan Arístides, San Justino y Tertuliano. Pero Minucio Fénix omite los puntos característicos del cristianismo en el dogma y culto; lo cual no se debe a que esté obligado por la disciplina del secreto, pues San Justino y Tertuliano no temen entrar en estos detalles. Más aún, Octavio interrumpe abruptamente la discusión misma. Ante la acusación de adorar a un criminal se contenta con replicar que el Crucificado no era un hombre ni culpable (XXIX, 2) y guarda silencio respecto a los misterios de la Trinidad, la Encarnación, la redención, que hubiesen aclarado respuesta. Simplemente rechaza la acusación de incesto e infanticidio sin describir el ágape o la Eucaristía (XXX y XXXI). No cita las Escrituras, o al menos muy poco; no menciona el cumplimiento de las profecías. Por otra parte sólo hace una breve alusión a la manera en que se procede contra los cristianos (XXIII, 8). No habla de la lealtad de los cristianos hacia el estado y los emperadores. Las consideraciones políticas y judiciales, que ocupan tanto espacio en Tertuliano, casi están ausentes aquí. Estas omisiones se explican por la limitación voluntaria del tema. Minucio quería solamente eliminar los prejuicios de los paganos, atraer a los lectores con discusiones agradables y mostrarles la posibilidad del cristianismo. El mismo indica esta intención al posponer hasta el día siguiente una discusión más profunda (XL, 2). Minucio se dirigía principalmente a los instruidos, a los escépticos, a los cultos; deseaba probarles que no había nada en la nueva religión que fuera incompatible con los recursos de la dialéctica y la elegancia de la retórica. En una palabra su trabajo es una introducción al cristianismo, un Protrepticon.

Es un mosaico de imitaciones, especialmente de Cicerón, Séneca y Virgilio. El plan en sí mismo es el de "De natura deorum" de Cicerón, y Cecilio juega aquí el papel de Cotta. Sin embargo, los personajes tienen sus características especiales: Cecilio es joven, presuntuoso, algo vano, sensitivo, que cede a la primera impresión. Octavio es más tranquilo, pero la vida provincial parece haberle hecho más intolerante, habla con calor y emoción. Minucio es más indulgente y tranquilo. Estos tres hombres cultos están encantados de ser amigos. El diálogo mismo es un monumento a la amistad. Minucio lo escribió en memoria de su querido Octavio, recientemente fallecido. Al leerlo uno piensa en Plinio el Joven y sus amigos. Sus mentes muestran delicadeza y cultura. El estilo es compuesto; es una armoniosa combinación del período ciceroniano, con frases cortas y brillantes de la nueva escuela. A veces toma tintes poéticos, pero sobre todo domina la influencia de Cicerón. Por la elección de los temas tratados, su fácil reconciliación de diferentes ideas y estilos, la forma de combinar las ideas así como por el lenguaje, Minucio Félix pertenece a escritores de primera fila cuyo talento consiste en mezclar elementos heterogéneos probando al mismo tiempo su individualidad y su originalidad hasta en la forma de imitar.


Bibliografía: MINUCIO FELIX, Octavio, ed. WALTZING, (Lovaina, 1903); WALTZING, Studia minuciana, I y II (Lovaina, 1906); IDEM, Octavius de Minucius Felix, introduction, texte, commentaire, traduction, langue et syntase, appendice critique (2 vols., Brujas, 1909); IDEM, Lexicon Minucianum en Bib. de la faculte de philosophie et lettres de l'Universite de Liege, fasc. iii (Lieja y París, 1909). Una bibliografía completa se puede hallar en las trs primeras obras, con análisis y discusión. Recientemente ELTER en su Prolegomena zu Minucius Felix (Bonn, 1909), ha intentado demostar que el Octavio es una “consolación” destinada exclusivamente para los lectores cristianos; esta teoría no tiene probabilidades.

Fuente: Lejay, Paul. "Minucius Felix." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10336a.htm>.

Traducido por Pedro Royo. rc