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Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Querubín

De Enciclopedia Católica

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Seres angelicales o representaciones simbólicas de los mismos, mencionados frecuentemente en el Antiguo Testamento y sólo una vez en el Nuevo Testamento.

En Filología

La palabra cherub (cherubim es el plural masculino en hebreo) es una palabra tomada del asirio kirubu, de karâb, "estar cerca", por lo que significa los que están cerca, familiares, sirvientes personales, el cuerpo de guardias, cortesanos. Se usa comúnmente para designar a los espíritus celestiales que rodean cercanamente la Majestad de Dios y le prestan servicios íntimos. Por lo tanto, pasó a significar tanto como "espíritu angélico". (El cambio de K de Karâbu a K de Kirub no es nada inusual en asirio. La palabra se ha relacionado con la palabra egipcia Xefer por metátesis de Xeref = K-r-bh). Una metátesis similar y juego con el sonido, sin duda existe entre Kerub y Rakab, "montar", y Merkeba, "carroza". La explicación judía posterior, por analogía entre Kerub y Rekûb, "un joven", parece inútil. En inglés la palabra debe ser pronunciada qerub y querubim, y no con una ch suave.

En Arte

En la Biblia se usa frecuentemente las palabras querubín y querubines para designar figuras esculpidas, talladas y bordadas utilizadas en los muebles y los adornos del santuario judío.

  • Según Éxodo 25,18-21, sobre el kapporeth o tapa del Arca (es decir, el “propiciatorio”) estaban colocadas las figuras de dos cherubim de oro macizo.
  • Según 1 Reyes 6,23 ss, y 2 Crón. 3,11 ss., Salomón colocó en el Santo de los Santos dos grandes querubines de madera de acebuche revestidos de oro. "Estaban de pie y con sus caras vueltas hacia la sala.” lo que probablemente significa que sus caras miraban hacia el Lugar Santo o la Entrada.
  • Según Éx. 26,31, había querubines bordados en el velo del tabernáculo, para separar el Lugar Santo del Santo de los Santos. Se hicieron "de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal”. No sabemos cuántos querubines se bordaron en el “paroket” o velo. Con frecuencia se supone que, como el velo ocultaba el Santo de los Santos, tenía pintadas dos grandes figuras para representar a los espíritus guardianes o cuidadores.
  • Según 1 Reyes 6 y 7, los querubines se grababan aparentemente como un “motivo” artístico en madera y metal. El revestimiento de madera del Templo, tanto interior como exterior, estaba cubierto con ellos, así como con palmeras y flores abiertas. El mar de bronce estaba adornado con figuras de leones, bueyes y querubines.
  • De acuerdo a Ezequiel 41,18 ss., en su descripción visionaria del Templo, las paredes del santuario estaban adornadas con querubines y palmeras, y cada querubín tenía dos caras, la de un hombre y la de un león, vueltas respectivamente hacia las palmeras de la derecha y la izquierda. Pero no hay fundamento alguno para suponer que los querubines reales del Templo de Salomón o del santuario antes de Salomón tuvieran doble cara; lo contrario parece cierto, pero a partir del texto de la Escritura no podemos concluir con certeza qué tipo de caras tenían estos querubines del Templo, si de animales o de humanos. A veces se concluye a partir de Ezequiel 10,14, "y cada uno tenía cuatro caras: la primera era la cara del querubín, la segunda una cara de hombre, la tercera una cara de león y la cuarta, una cara de águila", que la cara de un querubín no puede haber sido humana, y que naturalmente se ha sugerido la cara de un buey, pero el argumento no es concluyente.

En el arte egipcio eran bastante comunes figuras con rostro humano y dos alas extendidas pegadas a los brazos. También en el arte asiriose usaban en la decoración figuras humanas aladas a cada lado de una palmera. A veces tenían cabeza de halcón, pero generalmente poseían rostros humanos. Sin embargo, incluso los judíos en el tiempo de Cristo habían olvidado por completo el aspecto de los querubines del Templo. Josefo (Antiq., VIII, 3) dice que nadie sabe ni siquiera son capaces de adivinar qué forma tenían. El hecho mismo, sin embargo, que la Biblia en ninguna parte da una explicación, pero presupone siempre que eran bien conocidas, nos hace creer que estaban entre las figuras más comunes del arte contemporáneo.

En una Visión Inspirada

Puesto que Yahveh estaba rodeado por figuras de querubines en su santuario en la tierra, así que, según la Escritura, Él está realmente rodeado de querubines en su corte de arriba. La función atribuida a estos servidores celestiales de la Majestad de Dios es la de portadores de trono, o "portadores", de Su Divina Majestad. En el Salmo 18(17),10-11 el salmista describe el abrupto descenso de Yahveh para rescatar un alma en pena en las siguientes palabras: "Él inclinó los cielos y bajó, un espeso nubado debajo de sus pies: cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó". La idea de los querubines como la carroza de Dios parece que se indica en 1 Crón. 18, donde David dona oro para los querubines del Templo, que son descritos como “la carroza”, no probablemente porque tuviese la forma exterior de un vehículo, sino porque los querubines del Templo simbolizaban los tronos vivientes de alas veloces sobre los cuales viaja el Todopoderoso por los cielos.

El profeta Ezequiel menciona a los querubines en un doble sentido:

  • en su visión del carro viviente de Dios (Caps. 1 y 10);
  • en su profecía sobre el príncipe de Tiro (cap. 28,14 ss.).

La visión de Ezequiel de los querubines, que es prácticamente la misma en el capítulo décimo como en el primero, es una de las más difíciles en las Escrituras, y ha dado lugar a una multitud de explicaciones. El profeta vio primero una nube luminosa que venía del norte; desde la distancia parecía una gran nube con franjas de luz y algo de brillo intenso en el centro del mismo, brillante como el oro, pero en constante movimiento, como las llamas de un fuego. Dentro de ese fuego celestial él comenzó gradualmente a distinguir cuatro seres vivos con cuerpos como de hombres, pero con cuatro caras cada uno: un rostro humano al frente, pero con cara de águila detrás; el rostro de un león a la izquierda y el de un buey a la derecha. Aunque se aproximaban, sin embargo, sus rodillas no se doblaban en la marcha, continuaban rígidas e inflexibles, y la planta de los pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. Tenían cuatro brazos, dos en cada hombro, y un ala pegada a cada brazo. De estos cuatro brazos alados dos estaban extendidos hacia lo alto; y dos hacia abajo cubriéndole el cuerpo. Estos cuatro seres vivientes estaban juntos, mirando en cuatro direcciones opuestas, y entre ellos había cuatro grandes ruedas dobles, por lo que podían rodar hacia delante o hacia los lados. Así, este carro angelical siempre presentaba el mismo aspecto, sin importar en cuál de las cuatro direcciones se movía, y los ángeles y las ruedas estaban adornados con ojos. Y sobre las cabezas de los querubines, de modo que la tocaban con las puntas de sus alas extendidas, había una bóveda de cristal, y sobre este cristal había un trono de zafiro, y en el trono, uno semejante a un hombre, a semejanza de la gloria de Yahveh.

El significado místico de cada detalle de esta visión probablemente seguirá siendo un tema de especulación, pero el significado de las cuatro caras no parece difícil de entender: el hombre es el rey de la creación, el león es el rey de las bestias de la selva, el buey es el rey del ganado en el campo, el águila el rey de las aves del aire. En los últimos años este relato de los querubines ha sido explicado como meros símbolos de la plenitud de la vida terrenal, que, como la tierra misma, es el estrado de Dios. Sin embargo, se entiende más naturalmente que estos rostros significan que estos seres angélicos poseían la sabiduría inteligente del hombre, la ágil fuerza del león, el considerable peso del buey, la inmensa sublimidad del águila. El cristianismo primitivo transfirió esta visión del Antiguo Testamento, a la esfera del Nuevo Testamento y gradualmente utilizó estas figuras querúbicas para designar a los cuatro evangelistas---un pensamiento de rara grandeza rara y singular felicidad, pero sólo un sensus accommodatu.

La profecía de Ezequiel contra el príncipe de Tiro contiene una descripción de la casi más que terrenal gloria de esa antigua ciudad. Se habla de Tiro como de un ángel caído de la gloria. Del rey de Tiro, se dice: "Tú, lleno de sabiduría y acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios, toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto… Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el santo monte de Dios, caminabas sobre piedras de fuego. Fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad… has pecado, y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego” (Ez. 28,12-16).

Indirectamente podemos extraer de este pasaje que los querubines fueron concebidos para estar en un estado de perfección, sabiduría, impecabilidad, cercanía a Dios en su Monte Santo y de gloria y felicidad preternatural. Lamentablemente las palabras parafraseadas como "con las alas extendidas de protección" son difíciles de traducir: el término hebreo puede significar "querubín de la unción, que cubre", por lo tanto un noble, siendo ungido, eclipsando a otros con sus alas para protegerlos. Si esto es así, hay que añadir la realeza y la beneficencia a las características de los querubines.

En Teología

A pesar de la opinión común actual de avanzados estudiosos protestantes, que los querubines son sólo representaciones simbólicas de ideas abstractas, la Iglesia Católica, sin duda, afirma que realmente existen seres espirituales que corresponden a ese nombre. El que los escritores del Antiguo Testamento usaron la palabra “cherubim” para designar a los ángeles, no sólo para expresar ideas, se puede ver mejor en Génesis 3,24, donde Dios puso querubines en la entrada del Paraíso. Esta frase podría no tener sentido alguno si los querubines no representaran a seres ministeriales, a diferencia del hombre, que realiza los mandatos de Dios. Asimismo, es difícil leer a Ezequiel y persuadirse uno mismo de que el profeta no presupone la existencia real de seres personales reales bajo el nombre de querubines; en los capítulos 1 y 10 él habla una y otra vez de "seres vivos", y dice que el Espíritu de la Vida estaba dentro de ellos, y señala repetidamente que las formas corporales que ve no son sino las apariencias de los seres vivos así mencionados.

Los seres vivos (zoa) que con tanta frecuencia se mencionan en el Apocalipsis de San Juan sólo pueden ser tomados como paralelos a los de Ezequiel, y no se puede dudar de su existencia personal en la mente de San Juan. También la frase frecuente: "que estás sentado sobre querubines" (1 Sam. 4,4; 2 Sam. 6,2; 2 Reyes 19; Isaías 37,37, 16; Sal. 80(79),2 y 99(98),1), aunque sin duda se refiere a la morada real de Yahveh en el Santo de los Santos, sin embargo, se entiende mejor como una referencia a los portadores celestiales del trono de Dios. No puede haber duda de que los judíos posteriores ---es decir, a partir de 200 a. C. en adelante--- consideraban los querubines como verdaderos seres angélicos, la angelología del Libro de Enoc y los libros apócrifos de Esdras nos dan un testimonio innegable sobre este punto.

Así que la Iglesia cristiana desde el principio aceptó la personalidad de los querubines y adoptó muy pronto la interpretación del nombre que hizo Filo Judeo. Clemente de Alejandría: "El nombre querubín intenta demostrar mucho entendimiento (aisthesin pollen).” (Stromata, V, 240). Aunque en los primeros siglos del cristianismo a los querubines se les consideraba ángeles, en la lista de la jerarquía angélica no se menciona a los querubines y serafines. Al principio sólo se enumeraban siete coros de ángeles, es decir los que se mencionan en Efesios 1,21 y Col. 1,16, con la adición de angeli et archangeil. Así también San Ireneoen Haer. II, XXX, y Orígenes, Peri archon, I, V. Pero pronto se percibió que la lista de los Apóstoles no intentaba ser una completa, y se añadieron los seres angélicos del Antiguo Testamento mencionados por Ezequiel e Isaías, los querubines, serafines y otros, de modo que tenemos ocho, nueve, diez o incluso once rangos en esa jerarquía. A veces se pensó que querubines y serafines eran sólo otros nombres para los tronos y las virtudes (San Gregorio de Niza, "Contra Eunomio I; Agustín en Ps., XCVIII, 3).

Desde Dionisio el Pseudo-Aeropagita, De Caelesti Hier. (escrito alrededor del año 500 d.C), la división del orden angélico en nueve rangos ha sido prácticamente universal, y los querubines y serafines toman el lugar más alto en la jerarquía, un rango que les atribuyó San Cirilo de Jerusalén (370 ), y San Juan Crisóstomo (c. 400), y que el Papa San Gregorio I (Magno), una vez aprocrisiario o nuncio en Constantinopla, dio a conocer en Occidente. El Papa Gregorio dividió los nueve órdenes angélicos en tres coros, el coro más alto son: tronos, querubines y serafines. De los querubines dice (Hom in Ev., XXXIV, 10), que “querubín” significa "la plenitud del conocimiento, y que estos sublimes ejércitos se llaman así porque están llenos de un conocimiento que es el más perfecto, ya que se les permite contemplar la gloria de Dios más cercanamente". Esta explicación de San Gregorio se deriva en última instancia de una declaración similar de Filo, y San Agustín ya la había combinado con la función de los querubines en el Antiguo Testamento en su sublime comentario al Salmo 80(79),2, "Tú que estás sentado entre querubes": "Querubín significa el Asiento de la gloria de Dios y se interpreta: plenitud de conocimiento. Aunque nos damos cuenta de que los querubines son los poderes y virtudes exaltados; sin embargo si quieres, tú también serás uno de los querubines. Porque si querubín significa Asiento de Dios, recuerda lo que dice la Escritura: El alma de los justos es el Asiento de la Sabiduría ".


Bibliografía: KEIL, Commentary on Ezechiel, I, 20-46, in Clark's Foreign Lib. (Edinburgh, 1876), IV; KNABENBAUER, Commentarius in Ezechielem (París, 1890), 21-41; ZSCHOKKE, Theologie der Propheten (Friburgo im Br., 1877), 250 sqq.; BAREILLE in Dict. de theol. cath., s.v. Anges, 1206-11; WULFF, Cherubim, Throne und Seraphim (Altenburgo, 1894); PERROT y CHIPIEZ, Le temple de Jerusalem (París, 1889); VIGOUROUX, La Bible et les decouvertes modernes, IV, 358-409; RYLE in HASTINGS, Bible Dict., s.v.

Fuente: Arendzen, John. "Cherubim." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/03646c.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.