Pobreza y Pauperismo
De Enciclopedia Católica
(Este artículo fue escrito en 1911.)
Vea también Cuidado de la Iglesia por los Pobres.
En un sentido técnico y legal, pauperismo denota la condición de las personas que son mantenidas con fondos públicos, ya sea dentro o fuera de las casas de caridad. Más comúnmente el término se aplica a todas las personas cuya existencia depende durante un período considerable de la asistencia caritativa, ya sea esta ayuda pública o privada. A menudo denota un grado extremo de pobreza entre un grupo grande de personas. Así hablamos del pauperismo de las clases más serviles en las grandes ciudades. La pobreza es incluso menos definida y más relativa.
En los tratados doctrinales y ascéticos católicos indica simplemente la renuncia al derecho de propiedad privada; como al hablar del voto de pobreza o la pobreza de los pobres de espíritu recomendada en el Sermón de la Montaña. Aparte de este significado restringido y técnico, pobreza significa en general una condición de subsistencia insuficiente, pero diferentes personas tienen diferentes conceptos de suficiencia. En un extremo la pobreza incluye a los pobres, mientras que su límite superior, al menos en el lenguaje común, varía con el plano de vida que se supone sea normal. Según usado por los economistas y los estudiantes sociales, denota una falta de alguno de los requisitos de la eficiencia física, es decir, salud normal y capacidad de trabajar. Al igual que el pauperismo, implica una condición más o menos prolongada; pues el estar sin suficiente comida o ropa por unos pocos días no es necesariamente estar en la pobreza. A diferencia del pauperismo, la pobreza no siempre supone el recibo de ayuda caritativa. Como la definición dada establecer un estándar puramente material y utilitario, a saber, la eficiencia productiva, en este artículo la sustituiremos por una que es más consonante con la dignidad humana, aunque es substancialmente equivalente en contenido que la concepción económica. —Pobreza, entonces, denota esa condición más o menos prolongada en la cual la persona carece de algunos de esos bienes esenciales para la salud y fuerza normales, un grado elemental de confort y una vida moral correcta.
Una pregunta que a la vez se sugiere a sí misma es si la cantidad de pobreza y pauperismo existente hoy día (1911) es mayor o menor que la de otros tiempos. No se puede dar una respuesta general que no sea engañosa. Incluso los estimados parciales y particulares que se hacen a veces no son ciertos ni iluminantes. Historiadores económicos como Rogers y Gibbins declaran que durante el mejor período de la Edad Media —digamos, desde el siglo XIII al XIV, inclusive— no hubo tal pobreza absoluta y sin esperanza, no hubo tal cuasi miseria crónica de cualquier clase, como existe hoy día entre las clases más grandes en las grandes ciudades (cf. "Six Centuries of Work and Wages", y "Industry in England"). Probablemente esto es cierto en cuanto a los más pobres entre los pobres en estos dos períodos. En la Edad Media no hubo una clase parecida a nuestro proletariado, que no tiene seguridad, ni lugar definido, ni cierta pretensión sobre cualquier organización o institución en el organismo socio-económico.
No tenemos medios para saber si el número total de personas en la pobreza en la Edad Media fue relativamente mayor o menor que al presente. La proporción de personas medievales que carecían de lo que hoy se consideran requisitos para el confort elemental era probablemente más grande, mientras que la proporción de los que tenían que pasar sin ropa o comida adecuada por largos períodos de [|tiempo]] era probablemente más pequeña. Una de las mayores causas de pobreza —a saber, la inseguridad de empleo, de residencia y de vivienda— ciertamente fue mucho menos frecuente en los tiempos pasados. Si comparamos la pobreza de hoy (1911) con la de hace un siglo, encontramos a todas las autoridades de acuerdo en que se ha reducido tanto en términos absolutos como relativos. Frente a este hecho general, sin embargo, debemos señalar una o dos circunstancias que son menos gratificantes. Tanto la intensidad como el alcance del grado más bajo de pobreza son probablemente tan grandes como lo eran a principios del siglo XIX; y hay algunos indicios de que la mejora que se produjo durante los últimos veinticinco años ha sido menor que en el medio siglo anterior.
Debido a la falta de datos estadísticos, es imposible calcular, ni siquiera aproximadamente, la proporción de las personas de cualquier país que se encuentra en la pobreza. Sobre la base de las estadísticas de desempleo, estadísticas de desalojo, los casos de alivio de la caridad y otras evidencias de angustia, Robert Hunter declaró que el número de personas en situación de pobreza en los Estados Unidos en 1904 era de diez millones; es decir, ellos estaban "la mayor parte del tiempo mal alimentados, pobremente vestidos e impropiamente alojado" ("The New Encyclopedia of Social Reform", 940; cf. también su obra sobre la pobreza). En esa época diez millones representaban alrededor de un octavo de la población total. El profesor Bushnell estimó que asciende a tres millones el número de personas que se sabe que reciben asistencia pública o privada (Modern Methods of Charity, 385-90). Por supuesto, el número total de personas que recibió ayuda de caridad fue mucho más grande, pues una gran proporción de estos casos no llega al conocimiento de los estadísticos o estudiantes sociales. Por otro lado, no todos los que son asistidos por caridad viven en pauperismo, ni, estrictamente hablando, en la pobreza. El estimado del señor Hunter es quizás demasiado alto.
Después de una investigación muy cuidadosa y exhaustiva de los pobres en Londres, completada en 1902, Charles Booth encontró que casi 31% de la población de esa ciudad estaban en la pobreza (cf. "Life and Labor of the People in London”). Este estimado se confirmó plena y notablemente por los estudios de Seebohm Rowntree en la ciudad de York, donde la proporción de los habitantes en la pobreza apareció como 28% (cf. “Poverty: a Study of Town Life”). Hay buenas razones para pensar que ambos estimados son una subestimación, si pobreza se entiende según la definición adoptada en este artículo. Por ejemplo, Rowntree colocó por encima de la línea de pobreza a todas las personas que se encontraban en una condición de eficiencia física presente, a pesar de que muchos de ellos eran incapaces de hacer ningún desembolso de dinero para transporte, diversión, recreación, periódicos, religión, sociedades o un seguro para la vejez. Evidentemente la eficiencia física en tales circunstancias se puede mantener sólo por unos pocos años. De todos modos, esta condición no es el confort elemental ni una existencia decente. Dado que los salarios y su poder adquisitivo son tan altos en Inglaterra como en cualquier otro país de Europa, la proporción de pobreza es probablemente tan grande en el segundo como en el primero.
Las causas de la pobreza son muy numerosas y muy difíciles de clasificar de manera satisfactoria. Mientras que la división de ellas en causas sociales e individuales es útil y sugestiva, no es estrictamente lógica; pues cada una de ellas es a menudo, en cierta medida, responsable de la otra. Cuando ambas causas afectan a la misma persona, con frecuencia es imposible decir cuál es la más importante. Una mejor clasificación es la de causas inmediatas y originales; pero no siempre es posible determinar cuál es la verdadera causa original, ni cómo muchas de las causas intermedias han operado como meros instrumentos, y no han contribuido con ninguna influencia especial propia. Por regla general, cada caso de pobreza se debe a más de un factor distinto, y no es posible medir la contribución exacta de cada factor para el resultado general. En cualquier situación particular, el método más satisfactorio es enumerar todas las causas principales y establecer cuál parece ser la más potente.
El profesor Warner le aplicó este método a más de 110,000 casos que habían sido investigados en Londres en cinco ciudades de Estados Unidos y en setenta y seis ciudades alemanas ("American Charities", 1ra. ed., 22-58). Él encontró que la causa principal era: en el 21,3% del total de casos, mala conducta, como la bebida, la inmoralidad, la falta de capacidad y una disposición vagabunda; en un 74,4%, la desgracia, bajo la cual incluyó factores tales como la falta de apoyo normal, cuestiones de empleo y la incapacidad individual que se distingue de la culpa individual. El infortunio, por lo tanto, fue la causa predominante en tres y media veces más casos que la mala conducta. Entre los factores principales particulares a la bebida se le atribuyó el 11%, a la falta de empleo el 17.4%, a la falta de apoyo masculino el 8%, enfermedad o muerte en la familia el 23.6%, vejez el 9.6%, falta de empleo el 6.7%, empleo mal pagado el 4.4% y la ineficiencia y pereza el 8.26%. De modo general estas cifras apoyan la contención del Dr. E. T. Devine, de que la pobreza “es económica, el resultado de la inadaptación, que la personalidad defectuosa es sólo mitad de la explicación, que en sí misma resulta directamente de condiciones que la sociedad puede en gran parte controlar (Misery and its Causes, 11).
Hay que señalar, sin embargo, que el profesor Warner pretende establecer solamente las causas inmediatas. En una gran proporción de los casos estas son el resultado de alguna otra causa o causas. Así, la enfermedad, accidente o desempleo pueden deberse a inmoralidad o intemperancia en un pasado más o menos distante; y lo que ahora se clasifica como ineficiencia culpable o inutilidad puede ser atribuible en última instancia a desempleo prolongado. La lección importante que transmite este y cualquier otro intento de estimar la influencia comparativa de las diversas causas de la pobreza es que nunca debemos considerar nuestros estimados como algo más que aproximaciones muy generales. Se sabe que ciertos factores son muy importantes en todas partes. Ellos son: la intemperancia, la inmoralidad sexual, el crimen, la imprevisión, la ineficiencia, la herencia y asociaciones, empleos y salarios insuficientes, defectos congénitos, ocupaciones injuriosas, enfermedad, accidente y vejez. Cada una de éstas no es sólo capaz de producir pobreza por su propia cuenta, sino de inducir o complementar una de las otras causas. La intemperancia conduce a la enfermedad, los accidentes, la ineficiencia, la inmoralidad y el desempleo; Por otro lado, aparece a menudo como el efecto de estos. Casi todos los otros factores pueden considerarse propiamente en la misma luz, como causas y como efectos recíprocamente. La intemperancia lleva a la enfermedad, a accidentes, a ineficiencia, a inmoralidad y a desempleo; por otro lado, a menudo aparece como el efecto de éstas. Casi todos los demás factores pueden ser considerados propiamente bajo la misma luz, como causas y como efectos recíprocamente.
Entre los principales efectos de la pobreza están el sufrimiento físico, por falta de suficiente sustento, a través de la enfermedad y otras formas de discapacidad; degeneración moral e inmoralidad en muchas formas; defectos e ineficiencia intelectual; daño social a través de la disminución en la eficiencia productiva y los gastos innecesarios para el alivio de los pobres; por último, más pobreza a través del círculo vicioso de muchos de los efectos ya enumerados. Por ejemplo, la intemperancia, la imprevisión, la enfermedad y la ineficiencia son a la vez efectos y causas. En una palabra, los efectos de la pobreza son suficientemente numerosos y suficientemente destructivos como para provocar el deseo ferviente de que esta condición pueda ser totalmente abolida.
Bibliografía: HUNTER, Poverty (Nueva York, 1904); DEVINE, Misery and Its Causes (Nueva York, 1909); WARNER, American Charities (Nueva York, 1894); BOOTH, Life and Labour of the People in London (Londres, 1889-1902); ROWNTREE, Poverty: A Study of Town Life (Londres, 1901); HOBSON, Problems of Poverty (Londres, 1899); ADAMS y SUMNER, Labor Problems (Nueva York, 1905); SELIGMAN, Principles of Economics (Nueva York, 1905); DEVAS, Political Economy (Londres, 1901); ANTOINE, Cours d'économie sociale (París, 1899); PESCH, Lehrbuch der Nationalökonomie (Friburgo, 1909).
Fuente: Ryan, John Augustine. "Poverty and Pauperism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, pp. 327-330. New York: Robert Appleton Company, 1911. 14 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/12327a.htm>.
Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.