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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Eucaristía»

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= Nomenclatura =
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(Gr. eucharistia, thanksgiving).(Del griego eucharistia, acción de gracias)
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Es el nombre que se da al Santo Sacramento del Altar, que recoge su doble aspecto de sacramento y sacrificio de la misa, y en el cual Jesucristo está realmente presente bajo apariencia de pan y vino. Se emplean otros títulos, como "Cena del Señor" (Caena Domini), "Mesa del Señor" (Mensa Domini), "Cuerpo del Señor"(Corpus Domini) y "Santísimo" (Sanctissimum), a los cuales se puede añadir las siguientes expresiones con su significado original algo alterado: "Agape" (fiesta del amor), "Eulogia" (bendición), "fracción del pan", "Synaxis" (asamblea), etc.; pero el antiguo título de "Eucaristía", que aparece en autores tan tempranos como Ignacio, Justino e Ireneo, ha tomado precedencia en la terminología de la Iglesia y sus teólogos. La expresión "Santo Sacrificio del Altar", introducida por Agustín, se encuentra hoy en día reducida al ámbito popular y catequético. Esta extensa nomenclatura, que describe este gran misterio desde tantos puntos de vista diferentes es, en sí misma, prueba suficiente de la posición central de la Eucaristía desde las primeras épocas, tanto en el culto divino y los servicios de la Iglesia como en la vida de fe y devoción de sus miembros.
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(Del griego eucharistia, acción de gracias)
  
La Iglesia honra a la Eucarisía como uno de sus más elevados misterios, ya que por su majestad e incomprensibilidad acompaña a los misterios de la Trinidad y la Encarnación. Estos tres misterios constituyen una triada maravillosa, que hace lucir a la característica esencial del cristianismo como religión de misterios que trascienden con mucho las capacidades de la razón, con todo su esplendor, y eleva al catolicismo, el más fiel guardián y custodio de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las religiones paganas y no cristianas.
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Nombre que se da al [[Santísimo Sacramento]] del Altar en su doble aspecto de [[Sacramento]] y [[Sacrificio de la Misa]], y en el que [[Jesucristo]] está verdaderamente presente (Ver  [[Presencia Real]] bajo las [[especies]] del [[pan]] y del [[vino]]. Se usan otras denominaciones, tales como “Cena del Señor (Coena Domini), “Mesa del Señor” (Mensa Domini), el “Cuerpo del Señor” (Corpus Domini), y el “Santo de los Santos” (Sanctissimum), a las que se pueden añadir las siguientes expresiones, en cierto modo alterada su primitiva significación:”Agape” (Fiesta del Amor), “[[Eulogia]]” (Bendición), “Partición del Pan”, “[[Synaxis]]”(Asamblea), etc..; pero el antiguo nombre “Eucharistia” que aparece en escritores tan antiguos como [[Ignacio de Antioquía]], (Ver  [[Exégesis: San Ignacio de Antioquía]], [[San Justino]] ( Ver [[Exégesis: San Justino]])e San Ireneo, (Ver: [[Exégesis: San Ireneo]] ha adquirido precedencia en la terminología técnica de la [[Iglesia]] y de sus [[teólogos]]. La expresión “Santísimo Sacramento del Altar”, introducida por Agustín, está en la actualidad casi enteramente restringido a los tratados populares y [[catequéticos]].
  
La conexión orgánica de esta triada misteriosa se aprecia claramente, si consideramos la divina gracia bajo su aspecto de comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la Trinidad beatísima, Dios Padre, por virtud de la generación eterna, comunica su naturaleza divina a Dios Hijo, "el único Hijo que está en el seno del Padre" (Juan i, 18),mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la naturaleza divina recibida del Padre a su naturaleza humana formada en el vientre de la Virgen María (Juan i, 18), para que así, como Dios y Hombre, escondido en las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, quien, como tierna madre, cuida místicamente en su seno este su mayor tesoro, y a diario lo expone a sus hijos como alimento espiritual para sus almas. Así, Trinidad, Encarnación y Eucaristía están unidas como una cadena preciosa, que de manera prodigiosa une el cielo y la tierra, a Dios con el hombre, ligándoles de la manera más íntima, y manteniendo esa unión.
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La nomenclatura describe el misterio =
  
Por el hecho de que el misterio eucarístico trasciende toda razón, ningún teólogo católico puede aventurar una explicación racional, basada en hipótesis meramente naturales, ni tratar de abarcar una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de un proceso lógico.
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Esta extensa nomenclatura, que describe el gran [[misterio]] desde puntos de vista tan diferentes, es en sí misma [[prueba]] suficiente de la posición central que la Eucaristía ha ocupado desde las épocas más primitivas, tanto en el [[culto divino]] y servicios de la [[Iglesia]] como en la vida de [[fe]] y devoción que anima a sus miembros.
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La [[Iglesia]] [[honra]] a la Eucaristía como a uno de sus misterios más altos, puesto que por su carácter sublime y su incomprensibilidad no desmerece en nada de los conexos misterios de la Trinidad y la Encarnación. Estos tres misterios constituyen una tríada maravillosa, que muestra la característica esencial del Cristianismo, como una religión de misterios que trascienden en mucho a las capacidades de la razón, para resplandecer con todo su brillo y esplendor, y eleva al Catolicismo, el más fiel guardián y conservador de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las religiones paganas y no cristianas.
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La conexión orgánica de esta misteriosa tríada se discierne claramente si consideramos la gracia divina bajo el aspecto de una comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la Santísima Trinidad, Dios Padre, por virtud de la generación eterna, comunica su naturaleza divina a Dios Hijo, “el Hijo único que está en el seno del Padre” (Juan, 1,18), mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la naturaleza divina recibida de su padre a su naturaleza humana formada en el seno de la Virgen María (Juan, 1, 14), para que así, como Dios-hombre, oculto bajo las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, que, como una tierna madre, cuida y alimenta místicamente en su propio seno a este su máximo tesoro, y diariamente lo pone ante sus hijos como alimento espiritual de sus almas. Así la Trinidad, la Encarnación y la Eucaristía están efectivamente soldadas como una preciosa cadena, que de manera maravillosa liga al cielo con la tierra, a Dios con el hombre, uniéndoles más íntimamente y manteniéndoles así unidos. Por lo mismo que el misterio de la Eucaristía trasciende a la razón, no puede intentarse por un teólogo católico ninguna explicación racionalista de ella, basada en una hipótesis meramente natural ni buscar comprender una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de procesos lógicos.
  
La ciencia moderna de las religiones comparadas intenta descubrir, en la medida de lo posible, "paralelismos histórico-religiosos" en las religiones paganas, que se correspondan con los elementos teoréticos y prácticos del cristianismo, y así dar una explicación natural a éste por medio de las primeras. Incluso cuando se pueda apreciar una analogía entre el banquete eucarístico y el nectar y la ambrosía de los dioses de la antigua Grecia, o el haoma de los iraníes, o el soma de los hindúes, hay que ser muy cuidadososo de no tratar una mera analogía como un paralelismo estrictamente dicho, ya que la Eucaristía cristiana nada tiene en común con esas comidas paganas, cuyos orígenes hay que buscalos en el culto idólatra y a la naturaleza. Lo que descubrimos particularmente es una nueva demostración de la razonabilidad de la religión católica, a partir de la circunstancia de que Jesucristo, de modo prodigiosamente condescendiente, responde al apetito natural del corazón humano con un alimento que alimenta para la inmortalidad, un apetito expresado en muchas religiones paganas, entregando su humanidad, su propia carne y sangre. El cristianismo ha adoptado todo lo que es bello, todo lo que es verdadero de las religiones naturales, y como un espejo cóncavo ha reunido los resquicios de verdad dispersos y con frecuencia no distorsionados en su foco común, para reflejarlos de nuevo ya resplandecientes en un rayos de luz perfecta.
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= Cautela con las analogías =
  
Sólo la Iglesia, pilar y fundamento de la verdad, penetrada y dirigida por el Espíritu santo, garantiza a sus hijos a través de su magisterio infalible la divina revelación plena e inalterada. En consecuencia, la primera obligación de los católicos es afirmar lo que la Iglesia propone como la "norma próxima de fe" (regula fidei proxima), que, en referencia a la Eucaristía, se trató de manera particularmente clara y detallada en las sesiones XIII, XXI y XXII del Concilio de Trento. La quintaesencia de estas decisiones doctrinales reside en que en la Eucaristía el cuerpo y la sangre del Dios hecho hombre están verdadera, real y sustancialmente presentes para alimento de nuestras almas, en virtud de la transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y en este cambio de sustancias también se contiente el Sacrificio incruento de la Nueva Alianza. Estas tres verdades principales - Sacrificio, Sacramento y Presencia real - se explican con más detalle en los artículos siguientes:
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La ciencia moderna de las religiones comparadas se esfuerza, dondequiera que puede, en descubrir en las religiones paganas “paralelismos histórico-religiosos” que se correspondan con elementos teóricos y prácticos del Cristianismo, y en dar así una explicación de este último por medio de las primeras. Incluso donde hay una analogía discernible entre el banquete eucarístico y la ambrosía y el néctar de los antiguos dioses griegos, o el haoma de los iranios, o el soma de los antiguos hindúes, debemos sin embargo ser muy cautos para no extender una mera analogía hasta un paralelismo propiamente dicho, puesto que la Eucaristía cristiana no tiene nada en absoluto en común con estos alimentos paganos, cuyo origen se encuentra en el más grosero culto de los ídolos y la naturaleza. Lo que nos hace descubrir en particular es una nueva prueba del carácter razonable de la religión católica, por la circunstancia de que Jesucristo de una manera maravillosamente condescendiente responde al ansia natural del corazón humano de un alimento que le sustente para la inmortalidad, un deseo expresado en muchas religiones paganas, dispensando a la humanidad su propia carne y sangre. Todo lo que es hermoso, todo lo que es verdadero en las religiones naturales, se lo ha apropiado el Cristianismo, y como un espejo cóncavo ha reunido los dispersos y a menudo distorsionados rayos de verdad en su foco común y los envía de nuevo refulgentes en perfectos haces de luz.
  
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= Lo dispuesto por Trento =
  
El sacrificio de la Misa
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Es sola la [[Iglesia]], “columna y fundamento de la [[verdad]]”, imbuida y dirigida por el [[Espíritu Santo]], la que garantiza a sus hijos a través de su [[infalible]] enseñanza la plena y no adulterada [[revelación de Dios]]. Por consiguiente, es la primera [[obligación]] de los [[católicos]] adherirse a lo que la [[Iglesia]] propone como la “norma inmediata de [[fe]]” (regula fidei proxima), que, en lo relativo a la Eucaristía, se expone de una manera particularmente clara y detallada en las Sesiones XIII, XXI y XXII del [[Concilio de Trento]]. La quintaesencia de estas decisiones doctrinales consiste en esto, que en la Eucaristía el Cuerpo y la Sangre del [[Dios-hombre]] están verdadera, [[real]] y sustancialmente presentes para el[[ alimento de nuestras almas]], por razón de la [[transubstanciación]] del [[pan]] y el [[vino]] en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y que en este cambio de [[sustancias]] se contiene también el incruento [[Sacrificio del Nuevo Testamento]].
La Eucaristía como Sacramento
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Estas tres [[verdades]] principales- [[Sacrificio]], [[Sacramento]] y [[Presencia Real]]- se consideran con más detalle en los siguientes artículos:
La presencia real de Jesucristo en la Eucaristía  
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[[ El Sacrificio de la Misa]]
 +
[[La Eucaristía como Sacramento]]
 +
[[La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía]]
 +
JOSEPH POHLE
 +
Transcrito por Charles Sweeney, S.J.
 +
Traducido por Francisco Vázquez
  
  
J. POHLE
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Transcrito por Charles Sweeney, SJ
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Traducido por Javier Olabe
 
  
'''Enlaces relacionados con Eucaristía'''
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= Enlaces relacionados con Eucaristía =
  
 
[http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?posicion=3&path=11000382&presentacion=pagina] Pompa festiva en la solemne translacion del santissimo...
 
[http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?posicion=3&path=11000382&presentacion=pagina] Pompa festiva en la solemne translacion del santissimo...

Revisión de 22:34 1 feb 2010

Nomenclatura

(Del griego eucharistia, acción de gracias)

Nombre que se da al Santísimo Sacramento del Altar en su doble aspecto de Sacramento y Sacrificio de la Misa, y en el que Jesucristo está verdaderamente presente (Ver Presencia Real bajo las especies del pan y del vino. Se usan otras denominaciones, tales como “Cena del Señor (Coena Domini), “Mesa del Señor” (Mensa Domini), el “Cuerpo del Señor” (Corpus Domini), y el “Santo de los Santos” (Sanctissimum), a las que se pueden añadir las siguientes expresiones, en cierto modo alterada su primitiva significación:”Agape” (Fiesta del Amor), “Eulogia” (Bendición), “Partición del Pan”, “Synaxis”(Asamblea), etc..; pero el antiguo nombre “Eucharistia” que aparece en escritores tan antiguos como Ignacio de Antioquía, (Ver Exégesis: San Ignacio de Antioquía, San Justino ( Ver Exégesis: San Justino)e San Ireneo, (Ver: Exégesis: San Ireneo ha adquirido precedencia en la terminología técnica de la Iglesia y de sus teólogos. La expresión “Santísimo Sacramento del Altar”, introducida por Agustín, está en la actualidad casi enteramente restringido a los tratados populares y catequéticos.

La nomenclatura describe el misterio

Esta extensa nomenclatura, que describe el gran misterio desde puntos de vista tan diferentes, es en sí misma prueba suficiente de la posición central que la Eucaristía ha ocupado desde las épocas más primitivas, tanto en el culto divino y servicios de la Iglesia como en la vida de fe y devoción que anima a sus miembros. La Iglesia honra a la Eucaristía como a uno de sus misterios más altos, puesto que por su carácter sublime y su incomprensibilidad no desmerece en nada de los conexos misterios de la Trinidad y la Encarnación. Estos tres misterios constituyen una tríada maravillosa, que muestra la característica esencial del Cristianismo, como una religión de misterios que trascienden en mucho a las capacidades de la razón, para resplandecer con todo su brillo y esplendor, y eleva al Catolicismo, el más fiel guardián y conservador de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las religiones paganas y no cristianas. La conexión orgánica de esta misteriosa tríada se discierne claramente si consideramos la gracia divina bajo el aspecto de una comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la Santísima Trinidad, Dios Padre, por virtud de la generación eterna, comunica su naturaleza divina a Dios Hijo, “el Hijo único que está en el seno del Padre” (Juan, 1,18), mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la naturaleza divina recibida de su padre a su naturaleza humana formada en el seno de la Virgen María (Juan, 1, 14), para que así, como Dios-hombre, oculto bajo las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, que, como una tierna madre, cuida y alimenta místicamente en su propio seno a este su máximo tesoro, y diariamente lo pone ante sus hijos como alimento espiritual de sus almas. Así la Trinidad, la Encarnación y la Eucaristía están efectivamente soldadas como una preciosa cadena, que de manera maravillosa liga al cielo con la tierra, a Dios con el hombre, uniéndoles más íntimamente y manteniéndoles así unidos. Por lo mismo que el misterio de la Eucaristía trasciende a la razón, no puede intentarse por un teólogo católico ninguna explicación racionalista de ella, basada en una hipótesis meramente natural ni buscar comprender una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de procesos lógicos.

Cautela con las analogías

La ciencia moderna de las religiones comparadas se esfuerza, dondequiera que puede, en descubrir en las religiones paganas “paralelismos histórico-religiosos” que se correspondan con elementos teóricos y prácticos del Cristianismo, y en dar así una explicación de este último por medio de las primeras. Incluso donde hay una analogía discernible entre el banquete eucarístico y la ambrosía y el néctar de los antiguos dioses griegos, o el haoma de los iranios, o el soma de los antiguos hindúes, debemos sin embargo ser muy cautos para no extender una mera analogía hasta un paralelismo propiamente dicho, puesto que la Eucaristía cristiana no tiene nada en absoluto en común con estos alimentos paganos, cuyo origen se encuentra en el más grosero culto de los ídolos y la naturaleza. Lo que nos hace descubrir en particular es una nueva prueba del carácter razonable de la religión católica, por la circunstancia de que Jesucristo de una manera maravillosamente condescendiente responde al ansia natural del corazón humano de un alimento que le sustente para la inmortalidad, un deseo expresado en muchas religiones paganas, dispensando a la humanidad su propia carne y sangre. Todo lo que es hermoso, todo lo que es verdadero en las religiones naturales, se lo ha apropiado el Cristianismo, y como un espejo cóncavo ha reunido los dispersos y a menudo distorsionados rayos de verdad en su foco común y los envía de nuevo refulgentes en perfectos haces de luz.

Lo dispuesto por Trento

Es sola la Iglesia, “columna y fundamento de la verdad”, imbuida y dirigida por el Espíritu Santo, la que garantiza a sus hijos a través de su infalible enseñanza la plena y no adulterada revelación de Dios. Por consiguiente, es la primera obligación de los católicos adherirse a lo que la Iglesia propone como la “norma inmediata de fe” (regula fidei proxima), que, en lo relativo a la Eucaristía, se expone de una manera particularmente clara y detallada en las Sesiones XIII, XXI y XXII del Concilio de Trento. La quintaesencia de estas decisiones doctrinales consiste en esto, que en la Eucaristía el Cuerpo y la Sangre del Dios-hombre están verdadera, real y sustancialmente presentes para el alimento de nuestras almas, por razón de la transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y que en este cambio de sustancias se contiene también el incruento Sacrificio del Nuevo Testamento. Estas tres verdades principales- Sacrificio, Sacramento y Presencia Real- se consideran con más detalle en los siguientes artículos: El Sacrificio de la Misa La Eucaristía como Sacramento La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía JOSEPH POHLE Transcrito por Charles Sweeney, S.J. Traducido por Francisco Vázquez



Enlaces relacionados con Eucaristía

[1] Pompa festiva en la solemne translacion del santissimo...

[2] Devocionario Eucarístico

Santísimo Sacramento