Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Preciosa Sangre»

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar
Línea 1: Línea 1:
<span style="color:#000066"> 
+
Vea también el artículo [[Fiesta de la Preciosísima Sangre]].
  
+
[[Jesucristo | Jesús]], en la [[Última Cena]], le atribuye a su preciosa Sangre el mismo poder dador de vida que corresponde a su Carne (ver [[Eucaristía]]). [[los Apóstoles | Los Apóstoles]], [[San Pedro]] (1 [[Epístolas de San Pedro | Ped.]] 1,2.19), [[San Juan el Evangelista | San Juan]] (1 [[Epístolas de San Juan | Jn.]] 1.7; [[Apocalipsis | Ap.]] 1,5 etc.), y sobre todo [[San Pablo]] ([[Epístolas a los Romanos | Rom.]] 3,25; [[Epístola a los Efesios | Ef.]] 1,7; [[Epístola a los Hebreos | Heb.]] 9,10) la consideran como sinónimo con Pasión y Muerte de Jesús, la fuente de [[redención]]. La Preciosa Sangre es por tanto una parte de la sagrada humanidad y está [[unión hipostática | hipostáticamente unida]] a la Segunda Persona de la [[Santísima Trinidad]].
La sangre de nuestro Divino Salvador. Jesús, en la Ultima Cena, le atribuye el mismo poder dador de vida que corresponde a Su carne (ver EUCARISTIA). Los apóstoles, San Pedro (I Pedro, i, 2, 19), San Juan (I Juan, i, 7; Ap. i, 5 etc.), y sobre todo San Pablo (Rom., iii, 25; Ef. i, 7; Hebr., ix, x) la consideran como sinónimo con Pasión y Muerte de Jesús, la fuente de redención. La Preciosa Sangre es por tanto una parte de la Sacra Humanidad e hipostáticamente unida a la Segunda Persona de la Santa Trinidad. En el siglo quince algunos teólogos, con un propósito de determinar si la sangre derramada por el Salvador durante Su Pasión permaneció unida a la Palabra o no, llegaron al punto de si la Preciosa Sangre es una parte esencial o solamente es acompañante de la Sacra Humanidad. Si parte esencial, arguyen ellos, nunca podría ser separada de la Palabra; si solo acompañante, podría serlo. Los Dominicos sostenían la primera opinión, y los Franciscanos la segunda. Pio II, en cuya presencia tuvo lugar la discusión, no ejecutó ninguna decisión doctrinal sobre el punto en disputa. Sin embargo, principalmente desde el Concilio de Trento (Sess. XIII, c. 3) llamó al cuerpo y la sangre de Jesús “partes del Señor Jesucristo”; la tendencia del pensamiento teológico ha estado en favor de la doctrina Dominicana. Suárez y de Lugo no aprueban la opinión de los Franciscanos, y Faber escribe: “No es meramente un acompañante de la carne, un accidente inseparable del cuerpo. La sangre misma, como sangre, fue asumida por la Segunda Persona de la Santa Trinidad” (Precious Blood, i). La sangre derramada durante el triduo de la Pasión, por consiguiente volvió a unirse al cuerpo de Cristo en la Resurrección, con la posible excepción de unas pocas partículas que inmediatamente perdieron su unión con la Palabra y se convirtieron en reliquias santas para ser veneradas pero no adoradas. Algunas de tales partículas pueden haberse adherido y aún se adhieren a los instrumentos de la Pasión, v.g. clavos, columna del azotamiento, la Escala Santa. Varios lugares como Saintes, Bruges, Mantua, etc. exigen, con fundamento en antiguas tradiciones, poseer reliquias de la Preciosa Sangre, pero es a menudo difícil decir si las tradiciones son correctas. Vista como una parte de la Sacra Humanidad hipostáticamente unida a la Palabra, la Preciosa Sangre merece culto de latría o adoración. Puede también, como el Corazón o las Llagas de las cuales fluyó, ser singularizada para honra especial, hasta cierto punto como se le rindió honra especial desde el comienzo por San Pablo y los Padres que tan elocuentemente alabaron su virtud redentora y apoyaron en ella el espíritu Cristiano de autosacrificio. Como anota Faber, las vidas de los santos están repletas con la devoción a la Preciosa Sangre. En el debido transcurso del tiempo la Iglesia dio forma y autorización a la devoción, aprobando sociedades como los Misioneros de la Preciosa Sangre; enriqueciendo confraternidades como aquella de San Nicolás in Carcere, en Roma, y aquella del Oratorio de Londres; atribuyendo indulgencias a las oraciones y escapularios en honor de la Preciosa Sangre; y estableciendo fiestas conmemorativas de la Preciosa Sangre, el Jueves siguiente al cuarto Domingo de Cuaresma y, desde Pio IX, el primer Domingo de Julio.
+
  
BENEDICT XIV, De servorum Dei Beatificatione, II, 30; IV, ii, 10, de Festis, I, 8 (Rome, 1747); FABER, The Precious Blood (Baltimore, s.d.); HUNTER, Outlines of Dogm. Theol. (New York, 1896); IOX, Die Reliquien des Kostb. Blutes (Luxemburg, 1880); BERINGER, Die Ablässe (12th ed., Paderborn, 1900).  
+
En el siglo XV algunos [[teología dogmática | teólogos]], a fines de determinar si la Sangre derramada por el Salvador durante su [[la Pasión de Cristo en los cuatro Evangelios | Pasión]] permanecía unida al Verbo o no, suscitaron el punto de si la Preciosa Sangre es una parte esencial o solamente un concomitante de la sagrada humanidad. Si es una parte esencial, argumentaban, nunca podría ser separada del Verbo; si es un concomitante sólo, podría serlo. Los [[Orden de Predicadores | dominicos]] sostenían la primera opinión, y los [[Orden Franciscana | franciscanos]] la segunda. [[Papa Pío II | Pío II]], en cuya presencia se realizó el debate, no tomó ninguna decisión [[doctrina cristiana | doctrinal]] sobre el punto en disputa. Sin embargo, principalmente desde que el [[Concilio de Trento]] (Ses. XIII, c. 3) llamó al Cuerpo y la Sangre de Jesús “partes Christi Domini” la tendencia del pensamiento teológico ha estado en favor de la enseñanza de los dominicos.
  
Escrito por J.F. SOLLIER
+
[[Francisco Suárez | Suárez]] y de [[Francisco de Lugo | de Lugo]] ven con recelo la opinión de los franciscanos, y el padre Faber escribe:  “No es meramente un concomitante de la Carne, un [[accidente]] inseparable del cuerpo. La Sangre misma, como Sangre, fue asumida directamente por la Segunda Persona de la Santa Trinidad” (Precious Blood, I). La Sangre derramada durante el triduo de la Pasión, por consiguiente, volvió a unirse al cuerpo de Cristo en la [[Resurrección de Jesucristo | Resurrección]], con la posible excepción de unas pocas partículas que inmediatamente perdieron su unión con el Verbo y se convirtieron en santas [[reliquias]] santas para ser [[dulía | veneradas]] pero no [[adoración | adoradas]]. Algunas de tales partículas pueden haberse adherido y se adhirieron a los instrumentos de la Pasión, es decir, [[santos clavos | clavos]], columna del azotamiento, la ''Scala Santa''. Varios lugares como Saintes, [[Brujas]], Mantua, etc. reclaman, basándose en antiguas tradiciones, que poseen reliquias de la Preciosa Sangre, pero a veces es difícil decir si las tradiciones son correctas. 
+
Transcrito por W. Stuart French, Jr.  
+
  
Dedicado a Theresa Gloria Roberts French
+
Vista como una parte de la Sacra Humanidad hipostáticamente unida al Verbo, la Preciosa Sangre merece culto de [[latría]] o adoración. Puede también, como el [[Devoción al Sagrado Corazón de Jesús | Corazón]] o las [[Las Cinco Llagas Sagradas | Llagas]] de las cuales fluyó, ser singularizada para [[honor]] especial, del modo que se lo rindieron desde el principio [[San Pablo]] y los [[Padres de la Iglesia | Padres]], quienes alabaron tan elocuentemente su virtud redentora y apoyaron en ella el [[espíritu]] [[cristianismo | cristiano]] de auto sacrificio.  Como señala Faber, las vidas de los [[Comunión de los Santos |santos]] están repletas con la [[devoción]] a la Preciosa Sangre. En el debido transcurso del tiempo [[la Iglesia]] dio forma y [[sanción]] a la devoción, mediante la aprobación de [[sociedad]]es como los Misioneros de la Preciosa Sangre; enriqueciendo confraternidades como la de [[San Nicolás]] in Carcere, en [[Roma]], y la del Oratorio de [[Londres]]; atribuyendo [[indulgencias]] a  [[oración | oraciones]] y [[escapulario]]s en honor de la Preciosa Sangre; y estableciendo [[fiestas eclesiásticas | fiestas]] conmemorativas de la Preciosa Sangre, el viernes siguiente al cuarto [[domingo]] de [[Cuaresma]] y, desde [[Papa Pío IX | Pio IX]], el primer domingo de julio.
  
Traducido del Inglés por Daniel Reyes V.
+
 
 +
'''Bibliografía''':  BENEDICT XIV, De servorum Dei Beatificatione, II, 30; IV, II, 10, de Festis, I, 8 (Roma, 1747); FABER, The Precious Blood (Baltimore, s.d.); HUNTER, Outlines of Dogm. Theol. (Nueva York, 1896); IOX, Die Reliquien des Kostb. Blutes (Luxemburgo, 1880); BERINGER, Die Ablässe (12da. ed., Paderborn, 1900).
 +
 
 +
'''Fuente''': Sollier, Joseph. "Precious Blood." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12372c.htm>.
 +
 
 +
Traducido del inglés por Daniel Reyes V. lhm

Revisión de 23:57 26 jul 2010

Vea también el artículo Fiesta de la Preciosísima Sangre.

Jesús, en la Última Cena, le atribuye a su preciosa Sangre el mismo poder dador de vida que corresponde a su Carne (ver Eucaristía). Los Apóstoles, San Pedro (1 Ped. 1,2.19), San Juan (1 Jn. 1.7; Ap. 1,5 etc.), y sobre todo San Pablo ( Rom. 3,25; Ef. 1,7; Heb. 9,10) la consideran como sinónimo con Pasión y Muerte de Jesús, la fuente de redención. La Preciosa Sangre es por tanto una parte de la sagrada humanidad y está hipostáticamente unida a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

En el siglo XV algunos teólogos, a fines de determinar si la Sangre derramada por el Salvador durante su Pasión permanecía unida al Verbo o no, suscitaron el punto de si la Preciosa Sangre es una parte esencial o solamente un concomitante de la sagrada humanidad. Si es una parte esencial, argumentaban, nunca podría ser separada del Verbo; si es un concomitante sólo, podría serlo. Los dominicos sostenían la primera opinión, y los franciscanos la segunda. Pío II, en cuya presencia se realizó el debate, no tomó ninguna decisión doctrinal sobre el punto en disputa. Sin embargo, principalmente desde que el Concilio de Trento (Ses. XIII, c. 3) llamó al Cuerpo y la Sangre de Jesús “partes Christi Domini” la tendencia del pensamiento teológico ha estado en favor de la enseñanza de los dominicos.

Suárez y de de Lugo ven con recelo la opinión de los franciscanos, y el padre Faber escribe: “No es meramente un concomitante de la Carne, un accidente inseparable del cuerpo. La Sangre misma, como Sangre, fue asumida directamente por la Segunda Persona de la Santa Trinidad” (Precious Blood, I). La Sangre derramada durante el triduo de la Pasión, por consiguiente, volvió a unirse al cuerpo de Cristo en la Resurrección, con la posible excepción de unas pocas partículas que inmediatamente perdieron su unión con el Verbo y se convirtieron en santas reliquias santas para ser veneradas pero no adoradas. Algunas de tales partículas pueden haberse adherido y se adhirieron a los instrumentos de la Pasión, es decir, clavos, columna del azotamiento, la Scala Santa. Varios lugares como Saintes, Brujas, Mantua, etc. reclaman, basándose en antiguas tradiciones, que poseen reliquias de la Preciosa Sangre, pero a veces es difícil decir si las tradiciones son correctas.

Vista como una parte de la Sacra Humanidad hipostáticamente unida al Verbo, la Preciosa Sangre merece culto de latría o adoración. Puede también, como el Corazón o las Llagas de las cuales fluyó, ser singularizada para honor especial, del modo que se lo rindieron desde el principio San Pablo y los Padres, quienes alabaron tan elocuentemente su virtud redentora y apoyaron en ella el espíritu cristiano de auto sacrificio. Como señala Faber, las vidas de los santos están repletas con la devoción a la Preciosa Sangre. En el debido transcurso del tiempo la Iglesia dio forma y sanción a la devoción, mediante la aprobación de sociedades como los Misioneros de la Preciosa Sangre; enriqueciendo confraternidades como la de San Nicolás in Carcere, en Roma, y la del Oratorio de Londres; atribuyendo indulgencias a oraciones y escapularios en honor de la Preciosa Sangre; y estableciendo fiestas conmemorativas de la Preciosa Sangre, el viernes siguiente al cuarto domingo de Cuaresma y, desde Pio IX, el primer domingo de julio.


Bibliografía: BENEDICT XIV, De servorum Dei Beatificatione, II, 30; IV, II, 10, de Festis, I, 8 (Roma, 1747); FABER, The Precious Blood (Baltimore, s.d.); HUNTER, Outlines of Dogm. Theol. (Nueva York, 1896); IOX, Die Reliquien des Kostb. Blutes (Luxemburgo, 1880); BERINGER, Die Ablässe (12da. ed., Paderborn, 1900).

Fuente: Sollier, Joseph. "Precious Blood." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12372c.htm>.

Traducido del inglés por Daniel Reyes V. lhm