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Domingo, 22 de diciembre de 2024

El empleo de los cielorrasos en la arquitectura virreinal limeña

De Enciclopedia Católica

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Sacristía de la Iglesia de San Pedro
Covento de la Buena Muerte
Sala de Audiencia del Tribunal de Cuentas
Quinta de Presa

Una de las varias técnicas empleadas en la construcción de techos en la arquitectura virreinal limeña, aunque no muy conocida, fue la elaboración de cielorrasos de diversos materiales como acabado interior de una cobertura, por lo general hecha de madera.

La palabra cielorraso hace referencia, según el Diccionario de la Real Academia Española, a “un techo de superficie plana y lisa” ubicado al interior de un edificio (1); también encontramos los americanismos “tumbado” y “tumbadillo” como sinónimos de este vocablo en el contexto de la época virreinal (2). Ya el arquitecto Emilio Harth Terré había advertido su uso en la época virreinal, aunque en el contexto de la arquitectura doméstica del siglo XVIII (3). Sin embargo, como veremos, se emplearon en varios contextos desde mediados del siglo XVII.

Uno de los ejemplos más tempranos de la construcción de cielorrasos en Lima está documentado por el padre Antonio San Cristóbal, quien publicó el texto del concierto notarial suscrito en 1662 entre el padre Francisco Lupercio de Zurbano, rector del Colegio Máximo de San Pablo de la Compañía de Jesús, y el alarife Domingo Alonso para la construcción del edificio de los estudios de Gramática de dicho Colegio (4). Entre las cláusulas del concierto se mencionan los “cielos rasos de yesería de las aulas y patio a manera de tumbado de carrizos sobre una cornisilla de madera” con sus “medias cañas en los movimientos” De acuerdo con este texto, la cobertura propiamente dicha de estos ambientes consistía en vigas de madera debajo de las cuales se clavaban los carrizos, que luego se revocaban con yeso. El encuentro del cielorraso con los muros no era en ángulo recto, sino que se generaba un perfil curvo en forma de mediacaña (5) con una cornisa de madera que recorría todo el perímetro del ambiente.

Otro ejemplo, algo más esclarecedor del sistema constructivo de este tipo de techumbre, es el que describe el concierto para la reconstrucción de la capilla de la cárcel en 1692. El edificio del Cabildo de Lima quedó seriamente dañado por el terremoto de 1687, y una de las dependencias que quedó arruinada fue la capilla que servía a la cárcel de la ciudad. Para su reconstrucción el alarife de la ciudad Fray Diego Maroto preparó una memoria con las especificaciones técnicas que debía tener la obra, entre las cuales se describe el cielorraso que se colocó debajo de la cubierta (6). Ésta estaba conformada por 24 vigas de roble que asentaban sobre los muros de adobe de la capilla; debajo de cada viga, según el concierto “se an de poner dos tornapuntas en cada una de a ochava de grueso y quarta de ancho y bara y media de largo para clavar en ellas un pedaço de zercha por cada lado para que de la forma de una escorsia o media caña”. Una tornapunta es una pieza de madera colocada en posición inclinada con el fin de sostener un elemento horizontal; en este caso, debajo de cada viga se colocaba una tornapunta en cada uno de sus extremos, apoyada sobre la pared. En cada tornapunta iba clavada una cercha –una pieza curva de madera- con el fin de generar el borde curvo o mediacaña en el perímetro del techo. Bajo las vigas y las cerchas se clavaron cañas “hendida por el medio clavadas con clavos cabriales para que haga un resalto con el cielo raso que se a de hazer por el resto del techo”; este resalto era una pequeña moldura que encuadraba la parte plana del cielo raso y formaba la transición con la mediacaña de los bordes. La memoria especifica que todo el cielorraso debía quedar revocado con yeso, de tal manera que “por devajo de dichas cañas dos dedos gruesos el yesso y enlucido a plana y clavado como tanvien las medias cañas que juegan todo en redondo de dicho techo”. Finalmente, en los muros, debajo de la media caña, se debía colocar una moldura de madera a manera de cornisa, compuesta por un bocelón y un filete, también revocada con yeso. Similares características tenía el techo que labró el carpintero Miguel Rodríguez en la capilla de Loreto del Monasterio de Santa Catalina, conformado por vigas o madres de madera “con sus tornapuntas por la parte de dentro (...) y debajo de dichas madres sus cerchoncillos para formar la obra al lado de las tornapuntas como está en dicho modelo y planta“(7) El concierto no menciona el revestimiento de cañas o tela, probablemente porque su ejecución no correspondía a la obra de carpintería que se estaba contratando.

Por lo menos desde el siglo XVIII está documentada la utilización de algunos tipos de tela como material para la fabricación de cielorrasos. En el libro de cuentas de la remodelación de las habitaciones del Real Palacio que se llevó a cabo en 1776 consta la utilización de cotense y bramante en la fabricación de los cielorrasos de las habitaciones del Virrey y la Virreina (8). El cotense es, según el Diccionario de Americanismos, una “tela de pita, yute o cáñamo de tejido burdo” (9), mientras que el bramante o brabante era un nombre genérico para los paños o lienzos que se fabricaban en la provincia homónima de los actuales Países Bajos (10). Los lienzos de tela eran cosidos y clavados a las vigas de madera que conformaban la estructura, y sobre ellos se pintaban diversos motivos. Harth Terré menciona las “mujeres desnudas envueltas en livianos velos”, pintadas por Julián Jayo (1776) en los cielorrasos de las habitaciones del Virrey (11), y en el expediente de la refacción llevada a cabo en los ambientes que ocupaba la Secretaría de Cámara en el Real Palacio (1790) constan los pagos hechos al mismo pintor por la pintura de “columnas, arquitrabes, basamentos, pirámides, coronaciones y su cielo raso a flores” en jaspe bruñido –es decir, imitación de mármol- en dos camarines o dormitorios y al pintor José Zapata “por el aparejo y pintura a flores del cielo raso de la piesa grande” (12). También consta por documentos que la Quinta de Presa (c. 1780-90), residencia campestre de los Carrillo de Albornoz, contaba con cielorrasos pintados en varios de sus ambientes (13); en una fotografía de 1868 se puede apreciar la decoración de uno de esos cielorrasos, el cual cubría la galería exterior del segundo piso de la casa y se encontraba pintado con motivos ajedrezados (14). La quinta aún conserva cielorrasos en sus ambientes principales, aunque sin la decoración pintada que mencionan los documentos; estos cielorrasos no cuentan con las mediacañas que se describieron anteriormente, y solo una pequeña moldura de madera recorre el perímetro de los mismos en su encuentro con los muros. Cielorrasos similares existieron en la Quinta del Rincón del Prado, de acuerdo con fotografías antiguas y con algunos restos de molduras que aún subsisten, y aún se pueden apreciar algunos de pequeñas dimensiones en la casa Torre Tagle, cubriendo la escalera principal y el oratorio.

Un buen ejemplo del uso de cielorrasos lo encontramos en el conjunto conventual de los padres camilos de la Buena Muerte, edificado en el siglo XVIII. La única nave de su iglesia, así como la sacristía anexa, están cubiertas con un cielorraso plano con los bordes en forma de mediacaña y los resaltos y cornisas perimetrales, de manera similar al descrito en el concierto de la capilla de la cárcel. Se desconoce si estos cielorrasos alguna vez estuvieron adornados con pinturas, pero al interior del convento se conserva un magnífico cielorraso pintado, el cual cubre la sala capitular.

En este cielorraso las mediacañas de los bordes del techo están perforadas con ventanas ovales adornadas con veneras pintadas, y la superficie plana del techo está decorada profusamente con pinturas de cartuchos (15) y follajes barrocos, con el escudo de la orden de los camilos en el centro de la composición.

Finalmente, cabe mencionar los cielorrasos construidos con tablas de madera que se conservan en la sacristía de la iglesia del antiguo Colegio Máximo de San Pablo (hoy San Pedro) y en la anexa Capilla de la Virgen de la O, los cuales proceden de la segunda mitad del siglo XVIII (16). En ambos casos sobre las tablas se han formado recuadros utilizando delgadas molduras de madera, en los cuales se han pintado escenas religiosas: pasajes de la vida de San Ignacio de Loyola en la sacristía, e imágenes de las Letanías Lauretanas en la capilla. Luego de la Independencia, continuaron fabricándose cielorrasos con relativa frecuencia en los edificios republicanos de Lima; aunque queda fuera del ámbito del presente artículo, cabe mencionar a manera de epílogo el hermoso cielorraso de madera de la Sala de Audiencias de la Casa del Tribunal Mayor de Cuentas, labrado a fines del siglo XIX.

Arquitecto Juan Pablo El Sous Zavala

Lima Triumphante



1 Ver la voz CIELORRASO, en la edición online del Diccionario de la Lengua Española.

2Ambas voces, TUMBADO y TUMBADILLO, tienen la siguiente acepción: “En el interior de los edificios, techo de superficie plana y lisa que sirve generalmente para reducir la altura de una habitación u ocultar instalaciones” (Edición online del Diccionario de Americanismos).

3 HARTH TERRÉ, Emilio – MÁRQUEZ ABANTO, Alberto: “Historia de la Casa Urbana Virreinal en Lima”. Suplemento de la Revista del Archivo Nacional del Perú, Tomo XXVI, 1962. p. 91.

4 Concierto de obra entre el alarife Domingo Alonso y el Padre Francisco de Zurbano, de la Compañía de Jesús, para la construcción de los estudios de Gramática del Colegio Máximo de San Pablo de Lima (1662). AGN, escribano Marcelo Antonio de Figueroa, protocolo 641, folio 1284. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura Virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo 4.” Lima: INIFAUA – UNI, 2008.

5 Una media caña es una “especie de moldura cóncava, cuyo perfil es por lo común un semi-círculo o algo menos” (MATALLANA, Mariano: “Vocabulario de Arquitectura Civil”. Madrid: Imprenta de Francisco Rodríguez, 1848, p. 185).

6 Concierto para la reconstrucción de la capilla de la cárcel de la ciudad (1692). AGN. Protocolo 496 Diego Fernández Montano 1692. Folio 1004 v. Transcripción del autor.

7 Concierto de obra entre Miguel Rodríguez y Nicolás de Villavicencio para la capilla de Nuestra Señora de Loreto (1695). AGN, escribano Juan Beltrán, protocolo 211, folio 241. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura Virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo 3.” Lima: INIFAUA – UNI, 2007.

8 En la “Relación que ha tenido la habilitación de la precisa vivienda por los Srs. Virrey y Virreyna y su familia cuyas obras, de orden del Exmo. Sr. D. Manuel Guirior... del 29 de julio de 1776 al 15 de noviembre de 1777” (AGN – Superior Gobierno, legajos 8 y 11) se lee que se compraron “1838 varas de cotense para los cielos rasos y cubrir las paredes a 2 y ¾ reales por vara” (folio 29 – 26 a 31 de agosto de 1776) y se hicieron pagos a un tal Antonio Mendoza “por coser el cotense o bramante crudo para los cielos rasos de sala gavinete y cuarto de vestir del señor Virrey y colgar sus paredes – 12 + 0”(folio 52, 23 a 28 de septiembre de 1776).

9 Ver las voces COTENSE y COTENCIO en la edición online del Diccionario de americanismos.

10 Ver la voz BRABANTE, en la edición online del Diccionario de la Lengua Española.

11 HARTH TERRÉ, Emilio: Op. Cit. p. 91.

12 “Expediente que contiene la refacción de las obras de la reparación que se efectuó en las piezas del Palacio, donde funcionaba la Secretaría de Cámara del Virreynato, reparación que fuera practicada por Don Martón Gómez, Maestro Mayor de Obras”. AGN, Superior Gobierno, Legajo 21, Cuaderno 584 (1790).

13 HARTH TERRÉ, Emilio: Op. Cit. p. 91.

14 La fotografía se titula: “Lima. Interior of the Presa Garden” y forma parte del álbum “Recuerdos del Perú. Vol. 2” de los Hnos. Courret. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, LOT 4831, vol. 2, no. 23 [P&P] http://www.loc.gov/pictures/item/2006679727

15 Un cartucho es un “adorno de escultura en figura de un cartón arrollado en sus extremos y que formando una superficie cóncava-convexa sirve para poner en él un escudo de armas, una cifra, inscripción, etc.” (MATALLANA, Mariano: “Vocabulario de Arquitectura Civil”. Madrid: Imprenta de Francisco Rodríguez, 1848, p. 84). La fotografía que acompaña este artículo muestra un detalle de este cielorraso (Autor: Juan Manuel Parra).

16 Las pinturas de la sacristía se pueden datar entre 1746, fecha en que colapsó la bóveda original del ambiente, y 1767, año de la expulsión de los jesuitas.

Fuente [1]