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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Las Iglesias de los monasterios femeninos de Lima de principios del siglo XVII

De Enciclopedia Católica

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Presentación

Desde época muy temprana se establecieron en la Ciudad de los Reyes establecimientos monásticos destinados a la vida en clausura de mujeres dedicadas a la oración y la contemplación. Seis monasterios femeninos fueron fundados en el espacio de tiempo comprendido entre las décadas de 1560 y 1640. Éstos son los de la Encarnación (1558) de monjas agustinas [1]; la Limpia Concepción (1573) [2]; la Santísima Trinidad (1584) bajo la orden del Císter [3]; San Joseph (1602) de Concepcionistas Descalzas [4]; N. S. de la Peña de Francia –mejor conocido como Santa Clara- (1604) de monjas clarisas [5]; la Virginidad de Nuestra Señora – también llamado de Santa Catalina – (1624) de monjas dominicas[6] y Nuestra Señora del Prado (1640) de monjas descalzas de la orden de San Agustín [7].

Características propias

Las iglesias de los primeros monasterios femeninos de Lima tuvieron características propias, que las diferenciaban de otros tipos de arquitectura religiosa. Su construcción inicial era renovada paulatinamente con los años, a través de mejoras en sus diversos componentes o con la edificación de un templo completamente nuevo. Este fue el caso del monasterio de Santa Clara, cuya iglesia “capaz y bien adornada cubierta de madera”[8] fue reemplazada por otra nueva construida desde cimientos entre 1644 y 1646 [9], o el del monasterio del Prado, que remodeló una antigua ermita preexistente añadiéndole el coro y reparando la cubierta. Se trataba en general de templos de medianas dimensiones, compuestos de tres partes: la capilla mayor, la nave de los fieles y el doble coro.

La capilla mayor era el espacio más importante del templo, y se trataba, en la mayoría de los casos, de un ambiente de forma cuadrangular separado de la nave de los fieles por un gran arco toral alzado sobre pilares de ladrillo. Este espacio estaba generalmente cubierto con una gran bóveda, ya sea de crucería como en Santa Catalina (1622)[10] o vaída lisa como en el Prado (1657)[11], sustentada sobre gruesos estribos que recibían el peso de la estructura de ladrillo. Excepcionalmente la capilla mayor de la iglesia de las Descalzas (c. 1606?) tenía una armadura de madera en forma de cúpula “de rica y curiosa lacería”, según Cobo [12]. En las iglesias de mayor tamaño, las de la Encarnación (1594) y la Concepción (1590?), la capilla mayor contaba con un “crucero” conformado por un par de capillas ubicadas a los lados de la capilla mayor, también abovedadas. En el caso de la Encarnación, estos espacios estaban cubiertos con bóvedas de crucería “con sus repisas claves cruceros terceletes rampantes y combadillos”, aunque asentadas sobre un “entablamento donde se mueven los ensartamentos y repisas de las capillas” con “su cornisa y arquitrabe dórico con sus metopas y triglifos” [13]. La iglesia de la Concepción también contaba con bóvedas de crucería con sus “terceletes y rampantes y pendentería”[14], asentadas sobre una cornisa que circundaba el espacio, con la particularidad que en las esquinas de las capillas había medias columnas de fuste estriado que soportaban el arranque de las nervaduras de las bóvedas, las cuales subsistieron, a pesar de las múltiples modificaciones de la iglesia, hasta el siglo XX. En ambos casos es patente la coexistencia, en ésta época, de formas constructivas propias del último gótico español con elementos de composición clasicistas. Un cambio muy importante en el desarrollo de la arquitectura de las iglesias de los monasterios femeninos se plasmó en la nueva iglesia de Santa Clara (1646). Aquí, al espacio de la capilla mayor –cubierto por una gran cúpula de ladrillo sobre pechinas- se le añadió un segundo espacio denominado en los documentos como “presbiterio”, donde se encontraba el muro testero y el retablo mayor de la iglesia. Esta disposición en forma de falso crucero sería la regla en prácticamente todas las iglesias de monasterios femeninos construidas o remodeladas en el siglo XVIII. Finalmente, un caso muy particular lo constituyó la iglesia de la Santísima Trinidad (1612), en donde la capilla mayor no estaba separada de la nave de los fieles por un arco toral, sino integrada con ésta formando un solo espacio.

Sobre el muro testero –que era, por lo general, plano y no ochavado- se colocaba el retablo mayor de la iglesia. Éste era el mueble litúrgico más importante de la iglesia y por lo general se encargaba su ejecución a los más destacados ensambladores de la ciudad. Uno de ellos, Martín Alonso de Mesa, tuvo a su cargo la ensambladura de, por lo menos, tres de estos retablos: el de la Encarnación (1612), el de la Santísima Trinidad (1615) y el de la Concepción (1618 – 1629, culminado por Juan García Salguero)[15]. Interesante es el caso de la iglesia de la Concepción, cuya capilla mayor y crucero estaban adornados suntuosamente con pinturas que recubrían completamente sus muros y pilares, ejecutados por el pintor Juan Bautista Planeta en 162716.

La nave de los fieles estaba conformada por dos muros paralelos, generalmente de adobe o ladrillo, que delimitaban un espacio alargado. Sobre estos muros asentaba la cubierta, que en la mayoría de los casos estaba constituida por una armadura de madera de cinco paños [17], la cual variaba en sus características dependiendo de los recursos económicos del monasterio. Es así que algunas de estas coberturas eran muy lujosas, como las de la Concepción (1602) [18] y la Encarnación (1642) [19]; la primera de ellas tenía “artesones con entrecalles de lazo de ocho con un testero ochavado encima del coro”, distribuidos a razón de tres artesones –parcialmente dorados- por cada uno de los cinco paños de la armadura. La armadura, que cubría no solo la nave sino también el coro, contaba “con dos pechinas de nueve y doce por los rincones de los ochavos” en las esquinas del coro y remataba con perfil de mojinete en el arco toral de la capilla mayor. Un complejo arrocabe [20] construido según la más depurada técnica mudéjar servía de base a la armadura. La armadura de cinco paños de la Encarnación, por su parte, era "de cinco paños de lazo, el almicate cuajado de lazos y las casetas de alfardas y zancos también de lazos" como correspondía en las coberturas de lacería mudéjares - un tanto anacrónicas en el siglo XVII - aunque el arrocabe tenía "una cornisa en él con su friso y arquitrabe" como un entablamento clásico. La mayor y más lujosa de las coberturas en este tipo de iglesias fue la que construyó el carpintero Diego de Medina en la iglesia de Santa Clara en 1648, constituida por una gran armadura de madera a siete paños que abarcaba la nave y el coro alto [21]. Cada uno de los siete paños tenía tres filas de artesones con pinjantes dorados en las cruces entre ellos, tal vez de manera similar a los de la armadura que aún cubre la antesacristía de San Agustín, obra del mismo autor. Todo el lujo antes descrito contrastaba con la humildad de la armadura llana de cinco paños que labró Alonso Velásquez para la iglesia de las Descalzas de San Joseph (1606) -la cual no llevaba lazos ni artesones- y aún más con la armadura que reutilizaron las monjas del Prado al habilitar la ermita preexistente como iglesia de su monasterio. Nuevamente la iglesia de la Santísima Trinidad constituye una anomalía, ya que es la única que tenía la nave cubierta con bóvedas de crucería.

Puertas de acceso

Debido a sus características particulares, las puertas de acceso de estas iglesias abrían en los muros de la nave, generalmente una puerta hacia la calle y otra frontera hacia el interior del monasterio. Excepcionalmente, algunas iglesias contaban con dos puertas de ingreso desde la calle, una al costado de la otra. Sobre los muros de la nave se encontraban los retablos, cuyo número variaba según la extensión de la nave, y, en ocasiones, los confesionarios. El lujo de los retablos en algunas iglesias debió ser impresionante, como en la iglesia de la Concepción que tenía “curiosos altares y retablos magníficos, uno de ellos traído entero de España, con todas sus figuras de talla, de muy perfecta mano, y un bulto de Crucifijo de mucha devoción, que costó dos mil pesos” [22], descripción que corresponde al magnífico retablo de San Juan Bautista, ejecutado por Juan Martínez Montañés entre 1607 y 1622.

Al otro extremo de la iglesia se encontraba el doble coro formando un solo volumen con la nave de los fieles; esta particular disposición era exclusiva de las iglesias de los monasterios femeninos y determinaba, entre otras cosas, que las únicas puertas de acceso al templo se abrieran en los muros laterales de la nave, como ya habíamos señalado. El espacio del coro se dividía en dos niveles: el coro bajo y el coro alto, separados por una plataforma de madera conformada por madres y cuartones y sostenida en ocasiones sobre pies derechos también de madera que constituía la cobertura del coro bajo y el piso del alto. Una excepción notable la constituye el coro bajo de la iglesia de Santa Catalina (1639), cubierto con una gran bóveda de cañón rebajada con lunetos [23]. Por lo general la armadura de madera de la nave se prolongaba para cubrir también el coro alto conformando una sola cobertura desde el arco toral hasta el muro de pies, siendo la excepción la iglesia de la Santísima Trinidad, cuyo coro alto estaba cubierto con un alfarje de madera. En el coro bajo se ubicaba la sillería tallada de madera, por lo general complementada con un pequeño retablo, y el facistol donde se colocaban los libros corales.

La peculiar distribución de estos templos generó al exterior un volumen muy alargado, como resultado de la gran longitud de nave y coro. La posición de los coros alto y bajo imposibilitó la formación de una fachada en el muro de pies de la iglesia, forzando la ubicación de los accesos en los muros laterales de la nave. Esto provocó que el volumen de la iglesia esté dispuesto de forma paralela a la calle – con un pequeño atrio como espacio de transición-, de manera que la o las puertas de la iglesia fueran accesibles desde el exterior. Como resultado, estas iglesias ostentaban fachadas muy largas conformadas por los muros laterales de la iglesia, en los cuales solo destacaban como elementos decorativos las portadas, que en ocasiones – como en la Encarnación y las Descalzas- podían ser dos, una al costado de la otra. Prácticamente ninguna de las portadas de esta época se conserva excepto, tal vez, la que adorna la fachada de la iglesia de la Santísima Trinidad, que por su estilo parece contemporánea de la fábrica inicial. Las portadas con que contarían estos templos al ser edificados fueron modernizadas a lo largo del siglo XVII, como aconteció con las de las Descalzas (1630), la Concepción (1649), el Prado (1657), Santa Catalina (1671) y las dos portadas de la Encarnación. Frecuentemente complementaban la fachada pequeños campanarios – generalmente de espadaña- los cuales también serían sujetos a modernizaciones. Es el caso de Santa Catalina (1639) - la única que aún subsiste aunque muy modificada-, la Concepción (1653), la Encarnación (1661) y la Santísima Trinidad (1683).

En 1643 se fundó el sétimo monasterio de la ciudad de Lima, el de Carmelitas Descalzas conocido como el Carmen Alto. La configuración de su iglesia fue determinante en la evolución de la arquitectura religiosa de los templos monacales, al reubicar al coro bajo al costado del presbiterio permitiendo la apertura de una puerta en el muro de los pies. Con ello el tipo de iglesia que hemos discutido en este artículo dejó de utilizarse en lo sucesivo. Arquitecto" Juan Pablo El Sous Zavala

Lima Triumphante

Notas

[1] El más antiguo de los monasterios limeños fue el de la Encarnación de monjas agustinas, fundado en 1561 por Doña Leonor Portocarrero y Doña Mencia de Sosa sobre la base de un recogimiento de beatas que, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Remedios, habían establecido en 1558 en sus casas de morada del barrio de San Sebastián1. En 1562 se trasladaron al solar en el que permanecerían por casi 400 años, ubicado al sur de la ciudad; allí construyeron su iglesia, que se ubicaba en la esquina de las calles Cueva (actual cuadra 1 del Jr. Apurímac) y Encarnación (actual cuadra 8 del Jr. Carabaya).

Arq. Juan Pablo El Sous Zavala

Lima Triumphante

[2] El segundo monasterio en crearse fue el de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, fundado en 1573 por Doña Inés Muñoz de Rivera y Doña María de Chávez. Ocuparon un terreno de gran extensión en los alrededores de la Plazuela de la Inquisición, con la iglesia ubicada en la esquina de las calles Concepción (cuadra 5 del Jirón Huallaga) y Compás de la Concepción (cuadra 3 de la avenida Abancay).

[3] El monasterio de monjas cistercienses de la Santísima Trinidad fue fundado en 1584 por Doña Lucrecia Sansoles y su hija Doña María de Rivas, en los terrenos que hoy ocupa la iglesia parroquial de San Marcelo, al sur de la ciudad. En 1605 se trasladó el monasterio a su nueva ubicación en la calle llamada Pileta de la Trinidad (actual cuadra 3 del jirón Cusco), en donde edificaron "una muy fuerte y suntuosa iglesia, toda de bóveda, la cual se dedicó la octava de la Natividad de Nuestra Señora del año de mil seiscientos catorce”.

[4] El monasterio de San Joseph de monjas descalzas de la orden concepcionista fue fundado gracias a la generosidad de Doña Inés de Sosa y Doña Ana de Paz, quienes proporcionaron el caudal para la construcción del monasterio. El 19 de marzo de 1602 salieron las monjas fundadoras del monasterio de la Concepción encabezadas por la que sería la abadesa de la nueva fundación, Doña Inés de Rivera. El monasterio está ubicado en la Plazuela de Santa Ana, con la iglesia ubicada en la esquina de las calles Descalzas (cuadra 8 del Jirón Junín) y Cruces (cuadra 6 del Jirón Huanta).

[5] El monasterio de Nuestra Señora de la Peña de Francia se pobló en 1604 con monjas provenientes del monasterio de la Encarnación, quienes entraron a la nueva clausura bajo la regla de la orden de Santa Clara. Su fundación fue posible gracias a los esfuerzos y caudal de Francisco de Saldaña y al patronazgo del Arzobispo de Lima Santo Toribio de Mogrovejo. El monasterio ocupa un extenso terreno en los alrededores de la plazuela de Santa Ana, con la iglesia ubicada en la esquina de las calles de Santa Clara (cuadra 10 del Jirón Ancash) y Pejerrey (cuadra 3 del Jirón Jauja).

[6] El monasterio de la Virginidad de Nuestra Señora fue fundado por Doña Lucía y Doña Clara de la Daga, gracias a la munificencia del licenciado Juan de Robles, quien costeó la obra del monasterio y la iglesia. Éste está ubicado al sur de la ciudad, frente a la plazuela de Santa Catalina, ubicada en la cuadra 11 del jirón Andahuaylas.

[7] El monasterio de monjas descalzas de la regla de San Agustín fue fundado en 1640 en la antigua ermita de Nuestra Señora del Prado, ubicada en el camino al Cercado, la cual fue remodelada como iglesia monacal.

[8] COBO, Bernabé: “Historia de la fundación de Lima”. Lima: Imprenta Liberal, 1882, p. 287

[9] Ver concierto de obra de Miguel Rodríguez con el monasterio de Santa Clara (1644) y de Domingo Alonso con el mismo monasterio (1646). Ambos se encuentran publicados en SAN CRISTÓBAL, Antonio: "Arquitectura en Lima Virreinal en la primera mitad del siglo XVII. Tomo II". Lima: INIFAUA – UNI, 2005.

[10] La capilla mayor de la iglesia de Santa Catalina fue construida por el arquitecto Juan Martínez de Arrona en 1622. Cf. concierto de obra entre Juan Martínez de Arrona y Juan de Robles: AGN, escribano Bartolomé de Toro, protocolo 1866, folio 612. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo I”. Lima: INIFAUA – UNI, 2003.

[11] La bóveda vaída lisa de la capilla mayor de la iglesia del Prado fue construida en 1657 por el alarife Domingo de Aguilar de acuerdo con las especificaciones del alarife dominico Fray Diego Maroto, en reemplazo de una bóveda anterior arruinada. Cf. concierto de obra entre Domingo de Aguilar y Domingo Alonso y el Monasterio del Prado. AGN: escribano Marcelo Antonio de Figueroa, protocolo 624, folio

1122. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo III”. Lima: INIFAUA – UNI, 2005.

[12] COBO, Bernabé. Op. cit. p. 285

[13] Concierto de obra entre el monasterio de la Encarnación y los alarifes Alonso de Arenas y Andrés de Espinoza (1594): AGN, escribano Sebastián Núñez de la Vega, protocolo 120, folio 453 vta. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo I”. Lima: INIFAUA – UNI, 2003.

[14] Concierto de obra entre Luis Fernández Lozano y el monasterio de la Limpia Concepción para reparar las bóvedas de la capilla mayor de la iglesia. AGN: escribano Diego Sánchez Vadillo, protocolo 1784, folio 2242. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo I”. Lima: INIFAUA – UNI, 2003.

15 RAMOS SOSA, Rafael: “Martín Alonso de Mesa, escultor y ensamblador (Sevilla c. 1573 – Lima 1626)”. En Anales del Museo de América 8: pp. 45-63, Madrid.

[16] Concierto de Juan Bautista Planeta con la abadesa y las monjas de la Concepción: AGN, escribano Bartolomé de Cívico, 1627, protocolo 320, folio 460 vta. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: "Arquitectura en Lima Virreinal en la primera mitad del siglo XVII. Tomo II". Lima: INIFAUA – UNI, 2005.

[17] Una armadura de cinco paños es un tipo de cobertura de madera que consta interiormente de un paño horizontal, denominado almizate, y dos paños adicionales a cada lado, denominados faldones.

[18] Concierto de obra entre Alonso Velásquez y el Monasterio de la Limpia Concepción (1602). AGN, escribano Pedro González Contreras, protocolo 786, folio 4705. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo I”. Lima: INIFAUA – UNI, 2003.

[19] Concierto de obra entre Diego de Medina y el Monasterio de la Encarnación (1644). AGN: escribano Cristóbal de Aguilar Mendieta, protocolo 68, folio 139 vta. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo I”. Lima: INIFAUA – UNI, 2003.

[20] Se denomina arrocabe al conjunto de piezas que sirve de acabado al encuentro entre la estructura de madera y los muros de soporte. Ver la página web ALBANECAR: http://www.albanecar.es/diccionario/#Jabalc%C3%B3n .

[21] Concierto de obra entre Diego de Medina y el Monasterio de Santa Clara (1648). AGN, escribano Martín de Ochandiano, protocolo 1285, folio 74. Publicado en SAN CRISTÓBAL, Antonio: “Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Tomo I”. Lima: INIFAUA – UNI, 2003.

[22] COBO, Bernabé: Op. cit. p. 283.

[23] El coro bajo de la iglesia de Santa Catalina fue construido por alarife Juan Rodríguez Montañés según diseño del alarife mercedario Fray Pedro Galiano en 1639.

==Fuente== "La Abeja"== [1]