Beneficio
De Enciclopedia Católica
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Definición
(Latín, Beneficium, un beneficio)
Popularmente a menudo se entiende que el término beneficio denota ya sea cierta propiedad destinada al sostenimiento de los ministros de la religión, o un oficio o función espiritual, tal como el cuidado de las almas; pero en el sentido estricto significa un derecho, es decir, el derecho dado permanentemente por la Iglesia a un clérigo para recibir ingresos eclesiásticos debido al desempeño de algún servicio espiritual. Cuatro características son esenciales para todo beneficio.
- el derecho a ingresos provenientes de la propiedad eclesiástica, siendo el clérigo beneficiado el usufructuario y no el propietario de la fuente de su sustento;
- una perpetuidad doble, objetiva y subjetiva, puesto que la fuente del ingreso debe ser establecida permanentemente y al mismo tiempo el nombramiento al beneficio debe ser de por vida, y no sujeto a revocación, excepto por las causas y en los casos especificados por la ley;
- un decreto formal de la autoridad eclesiástica que dé a ciertos fondos o propiedad el carácter o título de beneficio;
- un oficio anexo o función espiritual de alguna clase, tal como la cura de almas, el ejercicio de jurisdicción, la celebración de Misas o la recitación del Oficio Divino.
Este último elemento mencionado es fundamental, puesto que un beneficio existe en aras de asegurar el desempeño de los deberes relacionados con el culto a Dios, y está basado en la enseñanza bíblica de que los que sirven al altar vivan del altar (1 Cor. 9,13). De hecho, según declara Inocencio III, el único propósito de la fundación de beneficios era capacitar a la Iglesia para tener bajo su mandato clérigos que pudiesen dedicarse libremente a las obras de la religión.
Historia
Las necesidades que los beneficios están destinados a satisfacer, en los primeros siglos de la vida de la Iglesia eran satisfechas de otros modos. Desde el principio, el clero era sustentado por la generosidad de los fieles, pero originalmente todas las ofrendas eran transferidas al obispo, quien se hacía cargo de su administración y distribución. Usualmente la totalidad de los donativos era dividida en cuatro partes, de las cuales una iba para el sostenimiento del obispo, otra para el sustento del clero, una tercera para la reparación y construcción de iglesias, y la cuarta para el auxilio de los necesitados y afligidos. Bajo este sistema incluso aquellos clérigos que ministraban en parroquias rurales estaban obligados a enviar al obispo las ofrendas recibidas en sus iglesias, para engrosar el fondo común y para ser sometidas a la regla de distribución ordinaria. La inconveniencia de seguir este método, especialmente porque a menudo las ofrendas eran en especie, aumentó con el crecimiento de la Iglesia, particularmente con la multiplicación de parroquias rurales. Además, la Iglesia llegó a poseer considerable propiedad inmueble. Por lo tanto, temprano en el siglo VI encontramos en algunos lugares la práctica de permitirles a algunos clérigos retener para sí mismos y para sus iglesias los regalos que hubiesen recibido o incluso el ingreso devengado de las propiedades adquiridas por la Iglesia. Esta última forma de concesión en relación con la tierra o dotaciones permanentes era conocida como precaria, nombre que indica su tenencia inestable; a la muerte del poseedor la fuente de sus ingresos revertía al fondo común de propiedad eclesiástica, y no podía servir para el apoyo de un clérigo a menos que fuese dedicada de nuevo para este propósito por un acto formal de la autoridad eclesiástica. Aunque al principio estas precariæ eran contrarias a los cánones, las circunstancias justificaron su uso creciente, y pavimentaron el camino para el reconocimiento del moderno beneficio.
Todo lo que se necesitaba para transformar la precariæ en beneficios era eliminar la necesidad de un nuevo decreto episcopal que asignaba los ingresos de ciertas tierras u otra propiedad para el sustento de un sacerdote al producirse la vacante, y reconocer en la fuente de ingreso una fundación perpetua para este propósito específico. Cuando esto se hizo y al titular se le dio la permanencia en el cargo, el beneficio moderno entró en vigor. Fue de crecimiento gradual, y sus comienzos datan del siglo VI y su adopción universal fue retrasada hasta el siglo XI. Dado que el usufructo permitido a los clérigos se parecía a las concesiones de tierra que los soberanos estaban acostumbrados a hacer a los súbditos que se habían distinguido por el servicio militar o político, y que la Iglesia se veía a veces obligada a conceder a poderosos señores laicos con el fin de garantizar la protección necesaria para tiempos difíciles, era natural que el término beneficio, que se había aplicado a estas concesiones, se debía utilizar para denotar la práctica similar en lo que respecta a los eclesiásticos. Dondequiera que el derecho común de la Iglesia tiene el dominio, el establecimiento de beneficios es la regla.
En más de un país un sistema desarrollado por siglos de piedad ha caído ante decretos de secularización, pero si el gobierno usurpador hace una pretensión de compensación por estipendios al clero, tales estipendios son considerados por la Iglesia como ingreso beneficiario, y los que los reciben retienen el estatus de clérigos beneficiados. En Estados Unidos los beneficios son casi desconocidos. Un ejemplo solitario en Nueva Orleans figuró como una notable excepción en el decreto del Segundo Concilio Plenario. Unos cuantos beneficios parroquiales se hallan en la provincia de San Francisco, y hay buena base para la opinión que ve en las rectorías permanentes todos los requisitos de un beneficio; pero estos casos, con los episcopados, están en marcado contraste con la organización general de la Iglesia en los Estados Unidos. En Inglaterra, también, los beneficios son la excepción, pero en Canadá son más comunes (Gignac, Compend. Jur. Eccl., Quebec, 1906). El sistema beneficiario juega un papel importante en la disciplina de las Iglesias evangélicas en el continente de Europa, y en la Iglesia Establecida de Inglaterra. En 1900, de los 22,800 cléricos activos en la Iglesia Anglicana, 13872 eran beneficiados. (Para beneficios o “sustentos” en la Iglesia Anglicana vea Phillimore, "Ecclesiastical Law"; Idem, "Book of Church Law", Londres, 1899, 227; ibid. el Acta de Beneficios de 1898. Para las iglesias evangélicas vea Hinschius, "Kirchenrecht", Berlín, 1869 sq.; Friedberg, "Lehrbuch des Kirchenrechts", 4ta ed., 1895; Real Encyk. f. Prot. Theol. und Kirche, 3d ed., 1897, II, 596.).
División
Creación
Modificación
Colación
Condiciones para la Colación
Obligaciones
Vacante
Ingresos
Bibliografía: DUARENE, De Sacris Ministeriis et Beneficiis (París, 1564); REBUFFI, Praxis Beneficiorum (Lyon, 1580); GARZIAS, De Beneficiis (Colonia, 1614); CORRADUS, De Praxi Beneficiariâ (Nápoles, 1656); LOTTERIUS, De Re Beneficiariâ (Lyon, 1659); LEURENIUS, Forum Beneficiale (Colonia, 1674); GOHARD, Traité des Bénéfices (París, 1765); SGUANIN, Tractatus Beneficiarius (Roma, 1751); THOMASSINUS, Vetus et Nova Discipline circa Ecclesiæ Beneficia et Beneficiarios (Venecia, 1766), the classic historical work on Benefices; GAGLIARDI, Tractatus de Beneficiis (Nápoles, 1842); ZITELLI, Apparatus Juris Eccl. (Roma, 1907); GROSS, Das Recht an der Pfründe (Graz, 1887); GALANTE, Il Beneficio Ecclesiastico (Milan, 1895); VERING, Lehrbuch des kath. prot. und oriental. Kirchenrechts, etc. (3d ed., Friburgo, 1893), 452 sqq.; ROTH, Geschichte des Beneficialwesens (Erlangen, 1850); STUTZ, Geschichte des Beneficialwesens bis Alexander III (Berlín, 1895); TAUNTON, The Law of the Church (Londres, 1906).
Fuente: Creagh, John. "Benefice." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2, pp. 473-476. New York: Robert Appleton Company, 1907. 9 Jun. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/02473c.htm>.
Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina