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Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Teatro: Teatro universitario y de colegio

De Enciclopedia Católica

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Desde su aparición, las Universidades celebraron representaciones dramáticas con la finalidad de entretener a los estudiantes y como ejercicio literario para alumnos y profesores. Las comedias elegíacas latinas de los siglos XI y XII y los poemas dialogados tipo Debate proceden sin duda de ambientes escolares, ámbito en el que debieron de representarse también las comedias romanas de Plauto y Terencio que conservamos en numerosos códices medievales. Con los inicios del Renacimiento italiano se reaviva el interés por el teatro grecolatino y se realizan montajes y adaptaciones de obras clásicas en las aulas universitarias de toda Europa. Así surgieron paralelamente el teatro humanístico y el teatro de colegio, artificiosos y académicos, primero en latín y luego utilizando las lenguas vernáculas, generalmente como elemento caracterizador de la procedencia social o geográfica de los personajes.

La Península no fue una excepción y en el siglo XVI hay pruebas de la existencia de representaciones en la Universidad de Salamanca, estrechamente relacionada con la compostelana, y en Sevilla, Valladolid, Alcalá, Gandía o Palencia. En Galicia, de creer a Neira de Mosquera (1850), hubo teatro de colegio desde los primeros años del Estudio Viejo en el que con motivo de las fiestas del Apóstol de 1508 se habría representado una Loa a Santiago en la que intervenía Galicia como una figura alegórica con una estrella en la frente y una custodia en la mano que se presentaba ante la Reina Lupa aconsejándole ayudar a los discípulos del Apóstol.

La obra, en castellano con preludios en latín y griego, habría sido compuesta, según Neira, por el catedrático Pedro de Vitoria y los maestros y bachilleres Bernardino de Acebedo y Diego de Santo Domingo, representando un grupo de estudiantes. En 1882, Bernardo Barreiro le reprochó agriamente a Neira su falta de rigor ya que en el Libro de Consistorios de 1502-14 del que afirma tomar sus datos nada se dice de la representación teatral en cuestión. Este hecho, unido a la falta de credibilidad de Neira de Mosquera como historiador, por su tendencia a mezclar datos de fechas distintas y añadir buenas dosis de imaginación, obliga a poner en cuarentena la existencia de esta pieza que, sin embargo, no es imposible que realmente hubiera existido.

En primer lugar, tanto la denominación de Loa, como la alegoría de Galicia cuadran bien con el contexto de teatro humanístico y escolar. En segundo término, la presencia de la reina Lupa está documentada, como más adelante veremos, en piezas de teatro jacobeo del siglo XVI. Por último, el relato de Neira tiene, por debajo del tono novelesco, datos muy precisos (lugar de representación, lengua empleada, autores...) que parecen demasiada invención, incluso para un fabulista como Neira que además en este caso afirma expresamente ser históricos todos los nombres y circunstancias del relato y dice tomarlos del Libro de Consistorios de 1502-147, lo que en efecto hace en numerosos aspectos aunque mezclando datos de distintos años. Cierto que el Libro de Consistorios (desde 1996 en el Archivo Histórico Universitario) nada dice de la representación teatral de 1508. Sin embargo, al manuscrito actual del Libro le faltan numerosos folios, perdidos antes de la actual encuadernación y numeración que hizo el archivero Pérez Costanti en 1897, de modo que no es imposible que los datos existieran y que el propio Neira, o alguien entre 1850 y 1882, arrancase las páginas. Por otra parte, la existencia histórica de Pedro de Vitoria está demostrada y su presencia en Santiago documentada desde finales de 1506 cuando fue nombrado por Diego de Muros Catedrático del Estudio.

Consolidados ya los estudios universitarios en Compostela, tenemos noticias fidedignas desde 1566 (Constituciones) y en años posteriores (1567, 1572, 1573...) están documentados pagos por los gastos que ocasionaban las representaciones. No se conocen títulos de las obras pero sí los nombres de algunos autores (Maestro Banegas, Maestro Martínez...), al principio profesores de la Universidad como el Maestro Rivera, catedrático de mayores al que se le encargó en 1574 la composición de una obra para representar en las fiestas de Pascua, obra que debió de ser en latín (así se especifica en 1580) hasta que en 1594 se acordó que el maestro de menores hiciese “la comedia en romance con algunos preludios en latín”.

La representación de estas comedias de Pascua era una obligación establecida en la Constitución nº 43 de la Universidad Compostelana: “aya representación, a la tarde de un par de Comedias o Tragedias y se publiquen y den los premios a los estudiantes que uvieren hecho mejores exercicios en Letras”. Aunque al parecer se proyectó la construcción de un recinto específico para las representaciones teatrales, éste no llegó a construirse y las funciones tenían lugar en el patio del Colegio de Fonseca en el que se levantaba un estrado y consta que en 1597 se colocó un “cielo de lienzo de Anjeo” para protegerse de la lluvia. Los autores eran los profesores del Colegio, las piezas bilingües en latín y romance –¿gallego o castellano?– y los actores los propios estudiantes a los que no debía de gustar demasiado el asunto ya que hay noticias de que se negaban a hacer los papeles en la obra lo que provocó no pocos conflictos hasta que finalmente se decidió recurrir a profesionales.

En 1591 hay una primera negativa de los estudiantes a representar y se les amenaza con el suspenso o la expulsión. A partir de 1614 el Colegio, deseoso sin duda de evitar problemas, empezó a contratar compañías profesionales y en 1618 firmó un contrato con Pedro de Callenueva, para que hiciese la comedia con su compañía ayudando los estudiantes si fuera necesario. Al año siguiente parece que esta compañía, una de las de primera fila en la época, no se encontraba en Compostela ya que hubo que recurrir de nuevo a los estudiantes y se le encarga la comedia al bachiller Juan López y al gramático irlandés Patricio Synnot. Éstos se excusan alegando falta de tiempo pero el Claustro les apercibe que la negativa les costaría la pérdida de seis meses de haberes y a los estudiantes un suspenso.

En las Constituciones se estipula la obligación de variar los temas de las comedias para que no se repitiesen todos los años y, en lo referente a los premios literarios, se prescribe la cuantía de los mismos, que no podría exceder de veinte ducados en total, y la publicación anticipada de un “Cartel de Temas y Materias sovre las cuales se hagan prosas y versos en latín y en romance, en diversos géneros…”.

La mención de nuevo del romance, obliga a preguntarse si se trata de gallego o castellano, o de ambos. Sabemos que en los estatutos de las Universidades españolas de la época se imponía a los estudiantes el uso del latín como lengua no sólo académica sino también coloquial, aunque en la práctica se permitía el uso del castellano que se prefería a otras lenguas vernáculas en los lugares donde éstas existían. Así sucedió en las Universidades portuguesas durante la época de la unificación de los reinos con Felipe II y puede suponerse que lo mismo debió de ocurrir en Compostela. Esta circunstancia, unida a numerosos datos sociolingüísticos que apuntan a la desaparición del gallego escrito hacia 1530 tanto en la documentación notarial como en los textos sinodales, estatutos gremiales y documentación de cabildos catedralicios, invita a pensar que el romance empleado en los certámenes literarios estudiantiles, y en el teatro, debió de ser exclusivamente el castellano.

En la misma dirección apunta el uso sistemático del castellano en la documentación de la Universidad Compostelana o el hecho de que en varias ocasiones se le encargue la comedia de Pascua a compañías de fuera de Galicia o a profesores de origen extranjero. Sin embargo, no puede descartarse completamente el uso ocasional del gallego en algunas piezas ya que tenemos pruebas de que este idioma fue utilizado en ciertas actividades de la Universidad Compostelana.

Como hemos visto, las Constituciones de la Universidad establecían la convocatoria de un certamen literario anual para los estudiantes que pronto se vio complementado con otro abierto al profesorado y a participantes ajenos a la Universidad. No es seguro que éste se celebrase todos los años y sólo tenemos evidencias de uno en 1622 del que conservamos el Cartel de temas y materias, de otro en 1677 cuyo Cartel sabemos que fue impreso pero no se conserva, y de otro más en 1697, del cual se conocen todos los textos ya que fueron llevados a la imprenta ese mismo año con el título de Fiestas Minervales y aclamación perpetua de las Musas a la inmortal memoria del Ilustrísimo y Excelentísimo Señor D. Alonso de Fonseca el Grande.

Las bases del certamen de 1697 estipulan en el Assumpto segundo el empleo de “veinte coplas de romanze Gallego”, presentándose nueve composiciones en este apartado, todas romances octosilábicos en los que se juntan giros y expresiones populares con formas cultas de clara raigambre humanística. En varios de ellos alienta además el fervor por la tierra y la conciencia del menoscabo de la lengua gallega como sucede en la composición del profesor compostelano Ioan del Río y Otero, ganador de la “Medalla de oro con la efigie del Santo Apóstol” que el Cartel concedía como primer premio:

Ja que nos puxo o certamen A porfia, ou o probrema Da nosa lingua esquecida Nomais, que por ser galega. Ledo agora hasta nomais Porque lle cupese a ela. No Ceu daquel gran Escudo Tansiquer o ter Estrela...

Aunque es cierto que las bases del certamen solo permitían el empleo del gallego bajo la forma del popular romance, y no en estrofas más cultas como las silvas, los sonetos o las estancias, para las que se prescribe el uso del castellano, estas piezas testimonian la existencia de una poesía académica en gallego y de cierta conciencia lingüística entre las élites cultivadas en la Galicia del siglo XVII lo que puede parecer extraño en una institución como la Universidad compostelana que tradicionalmente ha sido considerada como un “foco de ideoloxización castelanizante”, pero que no resulta del todo incomprensible si tenemos en cuenta que los Colegios Universitarios compostelanos, especialmente los de Santiago Alfeo o de Fonseca y el de San Jerónimo, eran de las pocas instituciones gallegas en las que el acceso se reservaba para los naturales del país, por lo que se convirtieron en baluarte de la nobleza culta de Galicia.

En el mismo año de 1697 en el que se imprimieron las Fiestas Minervales, se representaron de nuevo en la Universidad compostelana las comedias de Pascua que ya hacía ocho años que habían dejado de hacerse y que desde ahora sólo se celebrarán esporádicamente hasta 1778, año en que se prohibieron definitivamente, lo mismo que el resto de las representaciones teatrales durante el curso, para “evitar distraer los estudios de los escolares”. Los Libros de Claustros de 1697 nos informan de que, recordando lo dispuesto en las Constituciones, se “determinó que se hiciese dicho Certamen y comedias, con tal que no fuesen de farsa”, y se conserva una cuenta detallada de los gastos que ocasionaron los festejos que proporciona datos sobre los actores y la escenografía, pero nada dicen de la lengua empleada.


[1] © Julio I. González Montañés 2002-2009.


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