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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Pedro Calderón de la Barca

De Enciclopedia Católica

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Pedro Calderón de la Barca nació en 1600; murió en 1681; dramaturgo español cuya actividad marca la segunda mitad de la época dorada de la literatura española. Su época fue una de decadencia social y política bajo el gobierno de Felipe III y Felipe IV, cuando todas las cosas indicaban la irrecuperable pérdida del poderoso imperio extranjero que España había adquirido durante los reinados previos; sin embargo, incluso en este período melancólico, en la persona de Calderón España produjo un poeta de importancia nacional duradera. Indudablemente el valor de Calderón ha sido sobreestimado, en la medida en que el mundo moderno le ha permitido eclipsar a Lope de Vega, pues se debe recordar que Calderón heredó las tradiciones escénicas del siglo XVI, a las que Lope había dado un magnífico desarrollo. No obstante, debe acreditarse a Calderón el haberle dado a estas tradiciones una interpretación que claramente cautivó a sus contemporáneos, como lo hizo la carrera de los románticos en Alemania en el siglo XIX. Al dar plena expresión en su teatro a las cualidades puramente nacionales, se hizo amar por su propia gente de una manera que siempre salvaguardará su reputación dondequiera que se hable español y se reverencie la pasada gloria de España.

Al igual que Lope de Vega, procedía de un linaje norteño (asturiano), aunque nació en Madrid. Luego de una educación preliminar en la capital, vino a la Universidad de Salamanca en momentos en que esa institución estaba en la cúspide de su gloria, y allí pasó seis años. Los pocos hechos comprobables de los años siguientes a su residencia en Salamanca lo muestran en las campañas españolas en Italia y los Países Bajos, y luego en su retorno a Madrid para emprender la administración del teatro del Buen Retiro. El monarca reinante, Felipe IV, estaba muy apegado a él y le mostraba su favor en varias formas, como concederle una pensión, animarlo a una constante composición dramática y proveerle fondos para los gastos que conllevaban las espléndidas y costosas representaciones de sus dramas. En 1637 fue nombrado miembro de la Orden de Santiago y tres años después sirvió con esa orden en la campaña contra los rebeldes catalanes.

Como Lope, recurrió a las órdenes sagradas cuando hubo pasado la flor de su vida, pues en 1651 fue ordenado sacerdote; pero, a diferencia de Lope, fue un ministro ejemplar en su sacerdocio. Le llegaron honores en su nueva vocación; así, en 1663 fue nombrado capellán honorario del soberano, y en 1666 fue hecho superior de la congregación de San Pedro. Después de su ordenación continuó sin cesar en sus labores dramáticas, las que realizó hasta el año de su muerte.

De genio menos variado genio que su predecesor, Lope de Vega, Calderón se expresó solo en sus dramas; pues sus obras en prosa no dramática son de menor valor – —un tratado sobre pintura es quizás el más notable— y sus líricas, aunque muchas, deben buscarse en sus dramas y no en colecciones separadas considerables. Sin embargo, hay que observar que él fue un gran poeta lírico, y que su lirismo saturó sus composiciones dramáticas de principio a fin. Calderón no se preocupó por las ediciones recopiladas de sus dramas publicadas durante su vida, excepto que supervisó la preparación de la edición de sus autos (dramas alegóricos sagrados), que aparecieron en 1676. Basado en una lista de sus piezas que Calderón preparó en 1681, su biógrafo, Vera Tasis, publicó después de su muerte una edición de nueve volúmenes de ellas. Esto fue hecho un tanto ad libitum, como señaló el crítico Menéndez y Pelayo; sin embargo, en ausencia de una mejor edición, aún permanece autoritativa, a pesar del hecho de que fue publicada por uno de los más culteranos discípulos del poeta (N. del T.: culteranismo: estilo literario del Barroco español caracterizado por la abundancia de cultismos y neologismos, así como por un lenguaje metafórico y una sintaxis compleja). Igual que algunos eruditos, debemos estar contentos de creer que el gongorismo ofensivo de muchos pasajes en las mejores piezas de Calderón, su oscuridad y extravagante ampulosidad, deben ser adjudicados a un editor y recopilador oficioso, es decir, Vera Tasis, y no a Calderón.

Las obras existentes de Calderón abarcan unas 120 comedias, incluyendo obras individuales y aquellas escritas en colaboración con otros, y, además, algunos 70 u 80 autos sacramentales (dramas alegóricos sacros sobre la Eucaristía). En cuanto a las comedias, las ediciones modernas reproducen el texto de Vera Tasis; el no imprimió los autos en su colección. La edición moderna (a 1908) más completa de todos los dramas de Calderón es la de J.G. Keil (4 vols., Leipzig, 1827-30); la más accesible es, hasta 1908, la de la “Biblioteca de Autores Españoles”, vols. VII, IX, XII y XIV, las cuales además tienen algunos de los autos en el volumen LVIII. La mejor edición de los autos continúa siendo la de J. Fernández de Apontes (1759 - 60). Vera Tasis estableció en su “Fama Póstuma de Calderón” que el poeta había escrito un gran número de entremeses y sainetes (interludios y farsas cortas); de hecho, ahora solo se puede encontrar no más que cierto número de las piezas más breves, interludios y similares.

Si contrastásemos a Shakespeare con Lope de Vega, se podrá descubrir que, mientras Shakespeare pertenece a todos los hombres y todos los tiempos, Lope tiene la particular propiedad de España, y esta circunscrito a limitaciones nacionales. El carácter de Calderón es aún más limitado todavía: él no es solo español antes que universal, pero, como español, tipifica el sentimiento y los ideales estrechamente restringidos de un periodo, del siglo XVII. Se puede sumar que en su teatro y en su vida diaria fue modelo de verdadero cristiano y caballeroso poeta de su periodo. Las ideas más distintivas de su edad, las cuales han sido reflejadas en los trabajos dramáticos de Calderón son:

Intensa devoción a la Fe Católica. Absoluta e incuestionable lealtad al soberano español; y Un alto desarrollo, aun exagerado, sentimiento de honor (pundonoroso). Su fervor religioso esta ejemplificado en sus comedias devotas (dramas sacros no alegóricas) como, por instancia, en su “Príncipe constante” y en su “Purgatorio de San Patricio”, el ultimo ha sido uno de los más famosos en el tratamiento literario de la leyenda del Purgatorio de San Patricio y especialmente en sus autos sacramentales.

Estas piezas menores (vea AUTOS SACRAMENTALES) tratan solo con el Misterio Eucarístico, el cual sale adelante a través de medios de carácter alegórico. En la producción de ellos Calderón nunca ha sido sobrepasado. Hasta que “este grupo de piezas”, en la opinión de Fitzmaurice - Kelly, quien es un juez competente, “son desfigurados por deseo de humor y sobre refinamiento”, esta faltas “se transforman en virtudes en los autos, donde las abstracciones son casadas a la noble poesía, donde el más allá es traído a la tierra, y donde la sutileza doctrinal está embellecida. “Típicos autos son “Los encantos de la culpa”, los cuales D.F. Mac Carthy traslada con destreza bajo el título de “ El encantamiento del pecado”, “ La Viña del Señor”, “La Siembra del Señor” y “ La semilla y la cizaña”.

En sus piezas estrictamente seculares Calderón ha tenido éxito más bien por virtud de su lirismo, el cual es indudablemente de trascendente calidad, antes que de cualquier considerable ingenuidad dramática propia. De hecho, la fertilidad de concepción como trae entre manos y el incidente fue sorprendentemente perdido en el, y no fue al menos reacio a tomar prestado ideas de sus predecesores y contemporáneos, y algunas veces el ha ido tan lejos como para apropiarse de secciones totales de sus dramas. En la creación y desarrollo del carácter alcanza un alto grado de éxito solo ocasionalmente. Esto es, en total, una falta de variedad acerca de sus personajes y sus conductas para justificar el cargo de monótono existente contra él. Al principio nacional de ceguera y falta de lealtad irracional al monarca el da la expresión en un numero de sus más leídas obras de teatro, entre las cuales están “El Príncipe constante”, “La banda y la flor”, y “Guárdate de agua mansa”. El punto de honor, frecuentemente llevado a extremos mórbidos, provee el motivo de estas características piezas como “El Alcalde de Zalamea”, el “Pintor de su deshonra”, el “Medico de su honra”, y “A secreto agravio, secreta venganza”. El principio actuante en estas obras puede apelar fuertemente a nosotros; podemos sentir poca simpatía con un personaje quien metódicamente y con sangre fría, quita la vida de aquel por quien su honor ha sido agraviado. Para nosotros esta acción es una perversión del ideal de caballerosidad. Lo que Calderón pudo, cuando eligió ejercer por si mismo, atenido a algún grado de pensamiento filosófico es provisto por “La vida es sueño”, en el cual este es abundancia de lujo que encantan, aun sin importar la ocasional grandilocuencia y oscuridad del estilo. Una pieza notoria por su relación a las cuestión filosófica agitada por Goethe y Marlowe en el “Mágico Prodigioso”, en donde tenemos un tratamiento español de la leyenda del Fausto. En conclusión, puede ser extraído el juicio final sobre Calderón por Fitzmaurice - Nelly, un crítico no del todo favorable y aun dispuesta a hacer justicia de su sujeto. Él dice que “Calderón toma rango entre los más grandes autores del teatro español en el que él es el gran poeta español quien ha dado sus recursos en la forma dramática. Su carrera, su fe, su temperamento, su especial medio ambiente lo previenen de transformarse en un poeta universal; su grandeza, su devoto lirismo, su decorativa elegancia alcanzan para ponerlo en el primer rango de poetas nacionales.


Bibliografía: FITZMAURICE-KELLY, History of Spanish Literature (Londres y Nueva York, 1907); TRENCH, Calderón (Londres, 1880), todavía útil aunque un poco anticuada; MACCOLL, Selected Plays of Calderon (Londres, 1888); MACCARTHY, Love the Greatest Enchantment, etc. (Londres, 1861); KRENKEL, Klassische Bühnendichtungen der Spanier (edición anotada de tres dramas principales, Leipzig, 1881-87); MENÉNDEZ Y PELAYO, ed., Teatro selecto de Calderón (4 vols., Madrid, 1881); ROUANET, Drames religieux de Calderon (París, 1888); Poesías inéditas de Calderón (Madrid, 1881); MOREL-FATIO, Calderon in Revue critique des travaux d'érudition (París, 1881); GöNTHER, Calderon und seine Werke (2 vols., Freiburg im Br., 1888).

Fuente: Ford, Jeremiah. "Pedro Calderón de la Barca." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3, págs. 156-157. New York: Robert Appleton Company, 1908. 1 julio 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/03156a.htm>.

Traducido por Juan Ramón Cifre.