Diferencia entre revisiones de «Cirios»
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La palabra cirio (candela, de candeo, arder) (o candelabro, vela; n.d.t.) fue introducida en la lengua Inglesa como término eclesiástico , probablemente tan atrás como en el siglo octavo. Fue conocida en tiempos clásicos y denotaba alguna clase de candelabro en el que una mecha, no inusualmente hecha de una tira de papiro, era recubierta de cera o grasa animal. No necesitamos rehuir el admitir que los cirios, como el incienso y el agua lustral, se usaban comúnmente en cultos paganos y en los ritos debidos a los difuntos. Pero la Iglesia los tomó a su servicio desde un período muy pronto, al igual que adoptó otras muchas cosas indiferentes en sí mismas, y que parecían apropiadas para engrandecer el esplendor del ceremonial religioso. No debemos olvidar que la mayoría de estos accesorios del culto, como música, luces, perfumes, abluciones, decoración floral, baldaquinos, abanicos, cortinas, campanas, vestiduras, etc., no se identificaban con ningún culto idolátrico en particular; eran comunes a casi todos los cultos. En efecto, son parte del lenguaje natural de expresión mística, y tales cosas pertenecen tanto a ceremonias laicas como a la religión. La salva de un cierto número de cañonazos, un homenaje que da un buque de guerra a la bandera de un poder extranjero, es exactamente tan más o menos válido para ser descrito como supersticioso como la disposición de un cierto número de cirios en el altar en las Misas especiales. El llevar velas figura entre las señales de respeto a mostrar a los más altos dignatarios del Imperio Romano en la “Notitia Dignitatum Imperii”. Es altamente probable que los cirios que eran llevados, desde un período muy temprano, delante del papa o del obispo cuando iban en procesión al santuario, o los que acompañaban el transporte del libro de los Evangelios al ambón o púlpito desde el que el diácono lee, eran nada más que una adaptación de esta práctica laica.
El uso de multitud de cirios y lámparas era indudablemente un rasgo relevante de la celebración de la vigilia Pascual fechado, como podemos creer, casi en los tiempos Apostólicos. Eusebio (Vita Constant., IV, xxii) habla de las “columnas de cera” con las que Constantino transformó la noche en día, y Prudencio y otros autores han dejado elocuentes descripciones del brillo de las iglesias. Tampoco fue limitado el uso de cirios en las basílicas a aquellas horas en las que resultaba necesaria la luz artificial. Por no hablar del decreto del concilio Español de Elvira (300), que parece condenar como abuso algunos encendidos supersticiosos de cirios durante el día en los cementerios, conocemos que el hereje Vigilantius, hacia el fin del mismo siglo reprochó a los ortodoxos que mientras el sol brillaba todavía ellos encendían una gran cantidad de cirios (moles cereorum accendi faciunt), y San Jerónimo , en respuesta, declaró que los cirios se encendían, no precisamente para poner la oscuridad en fuga, sino como un signo de alegría ( Migne , P.L., XXIII, 345.). Esta indicación y la cerrada asociación de los cirios encendidos con la ceremonia bautismal , que tenía lugar en la Vigilia Pascual lo que sin duda originó la calificación de aquel sacramento como photismos (iluminación), muestra que el simbolismo Cristiano de los cirios bendecidos se estaba haciendo sentir en aquella temprana fecha . Esta conclusión está además confirmada por el lenguaje del Exultet , todavía hoy en uso el Sábado Santo para la bendición del cirio pascual . Es altamente probable que San Jerónimo mismo compusiera tal praeconium paschale (pregón pascual; n.d.t.) (ver Morin en Revista Benedictina, Enero 1891), y aquí se reitera la idea de la supuesta virginidad de las abejas, y por consiguiente se considera que la cera tipifica de la manera más apropiada la carne de Jesús Cristo nacido de una madre virgen. De aquí ha surgido la noción posterior de que el pábilo simboliza más particularmente el alma de Jesús Cristo y la llama la Divinidad que absorbe y domina a ambas. Por ello el gran cirio pascual representa a Cristo, “la luz verdadera”, y las velas, más pequeñas, son típicas de cada Cristiano individual que se esfuerza por reproducir a Cristo en su vida. Este simbolismo, podemos decir, está ampliamente aceptado en la Iglesia .
Junto al uso en bautismos y funerales (San Cipriano fue enterrado praelucientibus cereis), conocemos por el así llamado Cuarto Concilio de Cartago , en realidad un sínodo celebrado en el Sur de Gaul (514), que al instituir la orden menor de acólito el candidato recibía “un candelabro con un cirio”. Esta costumbre puede observarse hasta el día presente.
Tales cirios como estos llevados por acólitos , como vemos en el Sacramentario Gregoriano y las “Ordines Romani”, se usaban constantemente en el Ceremonial Romano desde el siglo séptimo y probablemente aún antes. Estos cirios se colocaban sobre el pavimento del santuario y hasta mucho más tarde no se colocaron sobre los altares. Aún la costumbre de poner cirios sobre la superficie del altar parece ser un tanto más antigua del siglo doce. Como el Romano pontífice , según las “Ordines”, era precedido por siete acólitos portando cirios, y como estos cirios, en un período posterior, eran colocados sobre el altar y ya no sobre el pavimento, es una tentadora hipótesis identificar los seis candelabros de altar de una ordinaria Misa especial (son siete cuando pontifica el obispo de la diócesis ) con los candelabros de los acólitos de las “Ordines” Romanas. En esto, ver Obispo Edmundo en la “Downside Review”, 1906. Encender seis cirios sobre el altar se recomienda ahora para la Misa especial, cuatro para la Missa cantata, o para la Misa privada, en fiestas, de un Obispo y dos para todas las otras Misas. Todavía se permite una cierta libertad para encender más cirios en ocasiones solemnes.
Seis cirios se deberían encender en Vísperas y Laudes cuando el Oficio es cantado en las grandes fiestas, y en ocasiones menos solemnes serían suficientes dos o cuatro. Las rúbricas prescriben también que dos acólitos con cirios deberían ir a la cabeza de la procesión al santuario, y estos dos cirios se llevan también para honrar la salmodia del Evangelio en la Misa especial, así como para el canto de la lectura breve y las colectas en Vísperas , etc.
De forma similar, cuando el obispo hace su entrada en una iglesia es recibido y escoltado por los acólitos con sus cirios. Asimismo un obispo cuando toma parte en algún acto eclesiástico en el santuario tiene un candelabro suyo, conocido como bujía, el cual es sostenido cerca de él por un capellán o clérigo. También se usan cirios en las excomuniones , en la reconciliación de los penitentes y otros actos excepcionales. Juegan un papel sobresaliente en el rito de la dedicación de una iglesia y en la bendición de cementerios, y se hace también una ofrenda de cirios en el ofertorio de una misa de ordenación por aquellos que acaban de ser ordenados .
En el acto de conferir todos los sacramentos, excepto el de la penitencia, se encarece que deberían encenderse los cirios. En el bautismo se pone un cirio encendido en la mano del catecúmeno o del padrino como representante del menor. No es legítimo decir Misa sin cirios encendidos, y si los cirios corren el riesgo de apagarse por el viento deben protegerse con pantallas. Las rúbricas del Misal Romano ordenan que en el Sanctus, incluso en la Misa privada, debe encenderse un cirio adicional y mantenerlo encendido hasta después de la Comunión del presbítero . Esta rúbrica está prácticamente en desuso incluso en la misma Roma .
En cuando a la materia, los cirios que se usen con fines litúrgicos deben ser de cera de abejas. Esto se considera así a cuento probablemente de su relación simbólica a la carne de Cristo , como ya se explicó. En cuanto al cirio pascual y los dos cirios de obligación en la Misa, un reciente decreto de la Congregación de Ritos (14 de Diciembre de 1904) ha decidido que tienen que ser de cera de abejas en máxima parte, lo que han interpretado los comentadores que significa no menos del setenta y cinco por ciento. Para otros fines los cirios colocados sobre el altar, por ejemplo en las Bendiciones, deben ser de cera, “en gran parte”. De tales cirios un mínimo de doce está prescrito para cualquier exposición pública del Sagrado Sacramento , aunque seis serán suficientes en una iglesia pobre o en una exposición privada.
Como norma el color de los cirios debe ser blanco, aunque se permiten cirios dorados o pintados bajo ciertas restricciones. En las Misas de difuntos, sin embargo, y en la Semana Santa se usa cera amarilla o no blanqueada. También es lo adecuado que los cirios con fines litúrgicos deberían ser bendecidos , pero esto no está prescrito como obligación . Una cuidada bendición de cirios está provista para la fiesta de la Purificación el 2 de febrero, conocida por otra parte como Día de las Candelarias, seguida de la distribución de cirios y una procesión. En tiempos anteriores esta función era llevada a cabo por el soberano pontífice dondequiera estuviese residiendo; y algunos de estos cirios bendecidos eran distribuidos a voleo entre la gente y otros eran enviados como regalo a personas de notoriedad. Una menos cuidada bendición de cirios para ocasiones ordinarias se da en el Misal así como en el Ritual.
Se encendían cirios, y se encienden, comúnmente para arder ante las reliquias (o capillas, o ermitas; n.d.t.) hacia las que los fieles quieren mostrar especial devoción. El cirio, quemando su vida, ante una imagen es, sin duda percibido de alguna manera poco definida como símbolo de oración y sacrificio. Una curiosa práctica medieval era ofrecer, a alguna reliquia favorable un cirio o un número de cirios de medida igual a la altura de las personas para las cuales se pedía algún favor. Esto se llamaba “midiendo a” tal o tal santo. La costumbre puede perseguirse hacia atrás hasta los tiempos de San Radegundo (+ 587) y posteriormente hasta la Edad Media. Era especialmente común en Inglaterra y el Norte de Francia en los siglos doce y trece. Para conocer otros usos de los cirios, por ejemplo, en el oficio de Tinieblas, en las manos de un moribundo, en la Primera Comunión, etc., el lector deberá dirigirse a los respectivos artículos. (Ver ALTAR, subtítulo Cirios de Altar.)
Fuentes
BAUMER, en el Kirchenlexikon, s.v. Kerze, Vol. VII, 395-402; ver también MUHLBAUER, Geschichte und Bedeutung de Wachalichter bei den kirchlichen Funktionen (Ausburgo, 1874), una monografía muy satisfactoria; THALHOFER, Liturgik (Friburgo, 1893), I, 666-82; MARTÍN AND CAHIER, Melanges d’Arqueologie (París, 1853), III, 1-51; Bishop, de seis cirios en el Altar en la Downside Review, Julio, 1906, 188-203. Para decisiones recientes ver, S.L.T., el Mobiliario del Altar en La Revista Eclesiástica (Julio, 1904), 60-64; VAN DE STAPPEN, Sacra Liturgia (Mechlin, 1902), III, 74-85; Callationes Bruguenses (Brujas, 1905), X, 398-400; Ephemerides Liturgicae, XV, 379-88.
Acerca de esta página
APA citas. Thurston, H. (1908). Cirios. En la Enciclopedia Católica. Nueva York: Rober Appleton Company. http://www.newadvent.org/cathen/03246a.htm
MLA citas. Vol. III, Igual a APA.
Transcripción. Este artículo fue transcrito para New Advent por Dorothy Moloney. Dedicado a la memora de su padre, Robert Michael Moloney (5/2/1925-9/20/1996)
Aprobación eclesiástica. Nihil obstat. 1 de Noviembre de 1908. Remy Lafort, S.T.D., Censor. Imprimatur +John Cardinal Farley, Arzobispo de Nueva York.
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Traducido por Andrés Peral Martín, 2010.