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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Saúl»

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(observación: cuando aquí se dice I de Reyes, en la Biblia que consulté era I de Samuel)
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Hebreo para postulatus, probablemente en referencia a la petición mencionada en 1 [[Samuel]] 8,5.
  
Hebreo por postulado, probablemente en referencia a la petición mencionada en I Reyes, viii, 5. Primer rey de Israel, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín (ix, 1,2). Evitando discusiones críticas de formas paralelas, aunque divergentes de fuentes sobre I de Reyes, es suficiente aquí decir que la narrativa de la vida en los tiempos de Saúl se construye sobre dos relatos tradicionales, cada uno de los cuales tiene su particular punto de vista. Es sobresale especialmente respecto a los relatos divergentes en relación con circunstancias de la elección de Saúl y su caída del favor divino.  
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Primer rey de [[Israel]], hijo de Quis, de la tribu de [[Benjamín]] (9,1.2). Evitando discusiones críticas de las fuentes paralelas, aunque a menudo divergentes, subyacentes en el primer Libro de Samuel, es suficiente aquí decir que la narrativa de la vida y tiempos de Saúl se construye sobre dos relatos tradicionales, cada uno de los cuales tiene su particular punto de vista. Esto aparece especialmente en los relatos divergentes en relación con las circunstancias de la elección de Saúl y su caída del favor divino.   El [[profeta]] [[Samuel]], quien es considerado el último de los grandes [[Jueces]] de [[Israel]], se estaba haciendo viejo y la administración de los asuntos cívicos y religiosos se había confiado a sus hijos. Ellos fueron infieles a su confianza y la gente se mostró insatisfecha, por lo cual le solicitaron a Samuel que seleccionara a un rey que los gobernara, como las otras naciones. Samuel se resintió de esta petición, y aunque el Señor afirmó que era una ofensa contra Él, un rechazo virtual al régimen teocrático, sin embargo instruyó al profeta a acceder a las demandas del pueblo.  Samuel les informó acerca del disgusto de Dios y predijo los males retributivos que vendrían sobre ellos a través de las exigencias de los futuros reyes (1 Sam. 8). 
  
El profeta Samuel de quien se dice fue el último de los grandes jueces de Israel, se estaba haciendo viejo y la administración de los asuntos cívicos y religiosos se había confiado a sus hijos. Ellos manifestaron ser infieles a su confianza y la gente, mostrando desconfianza solicitaron a Samuel que seleccionara a un rey a fin de que gobernara sobre ellos. Samuel se resintió de esta petición señalando que era una ofensa incluso contra Dios, un rechazo al régimen teocrático. Sin embargo instruyó al profeta a acceder a las demandas del pueblo.  
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La selección de un nuevo gobernante es determinada por un incidente proverbial. Saúl, buscando las asnas perdidas de su padre, le consultó a Samuel el “vidente” con la esperanza de obtener información acerca de su paradero.  El profeta le garantizó que las mismas estaban seguras, y al cabo de un rato, le reveló a Saúl su misión respecto al pueblo escogido y le ungió rey.  Inmediatamente el corazón de Saúl cambió y para sorpresa de muchos, profetizó en medio de otros profetas (1 Sam. 10,10).  Un mes después de esos eventos, el recién escogido rey, quien se había abstenido de afirmar sus prerrogativas reales, justificó su elección derrotando a los [[amonitas]] y liberó a Yabés de Galaad. Más tarde se enfrentó en [[guerra]] a los [[filisteos]] y estando en apuros, se atrevió a ofrecer el [[holocausto]] debido a la inexplicable tardanza de Samuel en llegar a la escena. El profeta le reprochó esta usurpación de la función [[Sacerdote|sacerdotal]] y desde ya le anunció el final de su reinado (1 Sam. 13).  
  
Samuel les informó acerca del disgusto de Dios y predijo que ocurrirían males que vendrían a ellos por medio de futuros reyes exigentes (I Reyes, viii). La selección de un nuevo gobernante es determinada por un incidente proverbial. Saúl en relación con los activos perdidos de su padre, le consultó a Samuel con la esperanza de obtener información acerca del lugar donde se encontraban. El profeta le garantizó que los mismos estaban seguros, y al cabo de un rato, le reveló a Saúl su misión respecto al pueblo escogido y le ungió rey.  
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Algo que ilustra el carácter compuesto de esta narrativa es el hecho de que en el capítulo 15 se indica un motivo diferente para su rechazo, es decir, su fracaso en realizar cabalmente la orden del Señor en cuanto a destruir totalmente la tribu de [[Amalec]].  Consecuentemente con la desaprobación de [[Dios]], se le ordena a Samuel que unja a [[David]] para ser rey “según el corazón de Dios”, y aunque David era sólo un muchacho pastor, es llevado a la casa de Saúl.  En 1 Samuel 18 - 27 se narran los muchos incidentes gráficos ocurridos a raíz de los celos de Saúl y de la [[persecución]] a David. Según esta narrativa, al enfrentar una nueva invasión de los filisteos, Saúl, al estar abandonado por [[Yahveh]] y buscando guía sobrehumana, recurrió a una [[Brujería|nigromante]] a Endor.  Por su mediación fue evocado el [[espíritu]] de Samuel, que mientras tanto había pasado a su merecido.  El profeta fallecido le reprochó su infidelidad y le vaticinó su destino inminente a manos de los filisteos (1 Sam. 28).  El cumplimiento de esta terrible predicción constituye el capítulo final del Primer Libro de Samuel. Saúl y sus fuerzas son avasallados por los filisteos, el valiente [[Jonatán]] y sus hermanos mueren en la batalla.  El rey, temiendo caer en manos de incircuncisos, le suplica a su escudero que le quite la vida. El escudero se niega,  pues teme poner sus manos sobre el ungido del Señor, y Saúl, desesperado. se quita la vida cayendo sobre su propia espada. Fue decapitado por los victoriosos filisteos y su cabeza enviada como trofeo a varios pueblos del país, mientras que su cuerpo y los de sus hijos colgados en los muros de Bet San. Pero los habitantes de Yabes de Galaad oyendo esas cosas, llegaron de noche y removieron los cuerpos. Los llevaron a su propia ciudad donde los quemaron y enterraron las cenizas en los bosques cercanos (1 Sam. 31).  Se menciona a Ajinoam como la esposa de Saúl (1 Sam. 14,50). Tres de sus hijos murieron con él (1 Sam. 31,2) y otro, Isbaal, quién intentaba continuar la dinastía de su padre, fue asesinado por dos capitanes de su propio ejército (2 Sam. 4,6).  Esto removió el último obstáculo para la accesión del rey [[David]] al trono.  
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El corazón de Saúl cambió y para sorpresa de muchos, profetizó en medio de otros profetas (I Reyes, x, 10). Un mes después de esos eventos, el recién escogido rey, quien se había abstenido de sus prerrogativas reales, justificó su elección derrotando a los amonitas y entregando a Jabes Galaad. Más tarde se enfrentó en guerra a los filisteos y ofreció holocausto debido a la inexplicable situación de que Samuel llegara tarde a la escena. Se le reprochó esta usurpación de la función sacerdotal por parte del profeta y se anuncia el fin de su reino (I Reyes, xiii).
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'''Bibliografía''':  SCHULTZ, Diss. Saul regimen antecedentia exhibens (Strasburg, 1674).  
  
Algo que ilustra el carácter de esta narrativa es el hecho de que se indica un motivo diferente para su rechazo en los capítulos xv, su falla en llevar a cabo completamente la orden del Señor en cuanto a destruir la tribu de Amalec. Consecuentemente con la caída a favor de Dios, se le ordena a Samuel que unja a David para ser rey “siguiendo el corazón de Dios”, aún cuando David era sólo un muchacho pastor, es llevado a la casa de Saúl.
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'''Fuente''':  Driscoll, James F. "Saul." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912.  <http://www.newadvent.org/cathen/13486d.htm>.
  
En I de Reyes, xviii-xxvii, se narran muchos de los incidentes gráficos ocurridos a raíz de los celos de Saúl y de la persecución sobre David. Según esta narrativa, al enfrentar una nueva invasión de los filisteos, Saúl, buscando guía sobrehumana, fue a ver a una adivinadora a Endor. Se hizo un llamado invocando al espíritu de Samuel. El profeta fallecido le reprochó su infidelidad y le vaticinó su destino a manos de los filisteos (I de Reyes, xxviii).
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Traducido por Giovanni E. Reyes.  L H M
 
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El cumplimiento de esta predicción constituye el capítulo final del Primer Libro de Reyes. Saúl y sus fuerzas son avasallados por los filisteos, el valiente Jonathan y sus hermanos mueren en la batalla. El rey temiendo que iba a caer en manos de incircuncisos, le suplica a su escudero que le quite la vida. El escudero teniendo temor rehusa cumplir ese pedido y Saúl, desesperado se quita la vida cayendo sobre su propia espada. Fue decapitado por los victoriosos filisteos y su cabeza enviada como trofeo a varios pueblos del país, mientras que su cuerpo y el de sus hijos fueron sepultados en Betsan. Pero los habitantes de Jabes Galaad oyendo esas cosas, llegaron de noche y removieron los cuerpos. Los llevaron a su propia ciudad donde los quemaron y las cenizas las esparcieron en los bosques vecinos (I Reyes, xxxi).
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Se señala que Ahinoam fue la esposa de Saúl (I Reyes, xiv, 50). Tres de sus hijos mueren con él (I Reyes, xxxi, 2) y otro más, Isboseth, quién tomó la tarea de continuar con la dinastía de su padre, fue asesinado por dos capitanes de su propio ejército (II Reyes, v, 6). Con esto ya no se tuvo obstáculos para el ascenso del Rey David.
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SCHULTZ, Diss. Saul regimen antecedentia exhibens (Strasburg, 1674).
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JAMES F. DRISCOLL
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Transcripción de John Fobian
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Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes
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En memoria de Evelyn Gimler Fobian
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Revisión de 23:18 20 ene 2009

Hebreo para postulatus, probablemente en referencia a la petición mencionada en 1 Samuel 8,5.

Primer rey de Israel, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín (9,1.2). Evitando discusiones críticas de las fuentes paralelas, aunque a menudo divergentes, subyacentes en el primer Libro de Samuel, es suficiente aquí decir que la narrativa de la vida y tiempos de Saúl se construye sobre dos relatos tradicionales, cada uno de los cuales tiene su particular punto de vista. Esto aparece especialmente en los relatos divergentes en relación con las circunstancias de la elección de Saúl y su caída del favor divino. El profeta Samuel, quien es considerado el último de los grandes Jueces de Israel, se estaba haciendo viejo y la administración de los asuntos cívicos y religiosos se había confiado a sus hijos. Ellos fueron infieles a su confianza y la gente se mostró insatisfecha, por lo cual le solicitaron a Samuel que seleccionara a un rey que los gobernara, como las otras naciones. Samuel se resintió de esta petición, y aunque el Señor afirmó que era una ofensa contra Él, un rechazo virtual al régimen teocrático, sin embargo instruyó al profeta a acceder a las demandas del pueblo. Samuel les informó acerca del disgusto de Dios y predijo los males retributivos que vendrían sobre ellos a través de las exigencias de los futuros reyes (1 Sam. 8).

La selección de un nuevo gobernante es determinada por un incidente proverbial. Saúl, buscando las asnas perdidas de su padre, le consultó a Samuel el “vidente” con la esperanza de obtener información acerca de su paradero. El profeta le garantizó que las mismas estaban seguras, y al cabo de un rato, le reveló a Saúl su misión respecto al pueblo escogido y le ungió rey. Inmediatamente el corazón de Saúl cambió y para sorpresa de muchos, profetizó en medio de otros profetas (1 Sam. 10,10). Un mes después de esos eventos, el recién escogido rey, quien se había abstenido de afirmar sus prerrogativas reales, justificó su elección derrotando a los amonitas y liberó a Yabés de Galaad. Más tarde se enfrentó en guerra a los filisteos y estando en apuros, se atrevió a ofrecer el holocausto debido a la inexplicable tardanza de Samuel en llegar a la escena. El profeta le reprochó esta usurpación de la función sacerdotal y desde ya le anunció el final de su reinado (1 Sam. 13).

Algo que ilustra el carácter compuesto de esta narrativa es el hecho de que en el capítulo 15 se indica un motivo diferente para su rechazo, es decir, su fracaso en realizar cabalmente la orden del Señor en cuanto a destruir totalmente la tribu de Amalec. Consecuentemente con la desaprobación de Dios, se le ordena a Samuel que unja a David para ser rey “según el corazón de Dios”, y aunque David era sólo un muchacho pastor, es llevado a la casa de Saúl. En 1 Samuel 18 - 27 se narran los muchos incidentes gráficos ocurridos a raíz de los celos de Saúl y de la persecución a David. Según esta narrativa, al enfrentar una nueva invasión de los filisteos, Saúl, al estar abandonado por Yahveh y buscando guía sobrehumana, recurrió a una nigromante a Endor. Por su mediación fue evocado el espíritu de Samuel, que mientras tanto había pasado a su merecido. El profeta fallecido le reprochó su infidelidad y le vaticinó su destino inminente a manos de los filisteos (1 Sam. 28). El cumplimiento de esta terrible predicción constituye el capítulo final del Primer Libro de Samuel. Saúl y sus fuerzas son avasallados por los filisteos, el valiente Jonatán y sus hermanos mueren en la batalla. El rey, temiendo caer en manos de incircuncisos, le suplica a su escudero que le quite la vida. El escudero se niega, pues teme poner sus manos sobre el ungido del Señor, y Saúl, desesperado. se quita la vida cayendo sobre su propia espada. Fue decapitado por los victoriosos filisteos y su cabeza enviada como trofeo a varios pueblos del país, mientras que su cuerpo y los de sus hijos colgados en los muros de Bet San. Pero los habitantes de Yabes de Galaad oyendo esas cosas, llegaron de noche y removieron los cuerpos. Los llevaron a su propia ciudad donde los quemaron y enterraron las cenizas en los bosques cercanos (1 Sam. 31). Se menciona a Ajinoam como la esposa de Saúl (1 Sam. 14,50). Tres de sus hijos murieron con él (1 Sam. 31,2) y otro, Isbaal, quién intentaba continuar la dinastía de su padre, fue asesinado por dos capitanes de su propio ejército (2 Sam. 4,6). Esto removió el último obstáculo para la accesión del rey David al trono.


Bibliografía: SCHULTZ, Diss. Saul regimen antecedentia exhibens (Strasburg, 1674).

Fuente: Driscoll, James F. "Saul." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13486d.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. L H M