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Viernes, 3 de mayo de 2024

Papa Adrián (Adriano) I

De Enciclopedia Católica

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Fue Papa desde aproximadamente el 1 de febrero de 772 hasta el 25 de diciembre de 795; la fecha (v. fechas y fechado) de nacimiento es incierta; murió el 25 de diciembre de 795. Su pontificado de veintitrés años, diez meses y veinticuatro días no fue inigualado en duración por ningún sucesor de San Pedro hasta mil años después, cuando Pío VI, depuesto (v. deposición) y prisionero por las mismas fuerzas francas que habían entronizado (v. entronización) al primer Papa-Rey, sobrepasa a Adrián en su pontificado por seis meses más. En un período critico en la historia del papado, Adrián poseía todas las cualidades esenciales en el fundador de una nueva dinastía. Él era romano de noble ascendencia y de talla majestuosa. Por una vida de singular piedad (v. virtud de la religión), por logros considerados extraordinarios en esa era de hierro, y por servicios valiosos realizados durante el pontificado de Pablo I y Esteban III, él se había ganado de tal modo la estima de sus rebeldes compatriotas, que el poderoso chambelán, Paul Afiarta, quien representaba en Roma los intereses de Desiderio, el rey Lombardo, fue impotente para resistir la voz unánime del clero y de la gente que exigían para Adrián la silla papal. La nueva política temporal del pontífice era, desde el principio, claramente definida y tenazmente apoyada; el punto principal era una firme resistencia a la agresión de Lombardo. Él libero de la prisión o llamó del exilio a numerosas víctimas de la violencia del chambelán; y, al descubrir que Afiarta había causado (v. causa) que Sergio, un oficial mayor de la corte papal, fuera asesinado en prisión, ordenó su arresto en Rimini, justo cuando Afiarta regresaba de una embajada a Desiderio con la expresa intención de llevar al Papa a la corte de Lombardo, "aunque fuera encadenado". El tiempo parecía propicio para someter a toda Italia al gobierno de Lombardo; y con antagonistas menos capaces que Adrián y Carlos (el cual sería famoso posteriormente como Carlomagno), lo más probable es que la ambición de Desiderio hubiese sido satisfecha. Parecía haber poca probabilidad de la intervención de los francos. Los lombardos ocuparon el paso de los Alpes, y Carlos estaba enfrascado en las dificultades de la guerra sajona; además, la presencia en Pavía de Gerberga y sus dos hijos, la viuda y huérfanos de Carloman, cuyos territorios, después de la muerte de su hermano, Carlos había anexado, parecía ofrecer una excelente oportunidad de atizar la discordia entre los francos, si sólo se pudiera persuadir, o coaccionar, al Papa para ungir a los hijos como herederos al trono de su padre. En vez de acceder, Adrián optó valientemente por la resistencia. Reforzó las fortificaciones de Roma, llamó en ayuda de la milicia a los habitantes de los territorios adyacentes, y, a la vez que avanzaban las huestes de Lombardo, arrasando y saqueando, convocó a Carlos a apresurarse a defender sus intereses comunes. Un oportuno tiempo de calma en la guerra sajona dejó al gran comandante libre para actuar. Incapaz de traer al engañoso Lombardo a los términos de una propuesta pacifica, escaló los Alpes en el otoño de 773, se apoderó de Verona, donde Gerberga y sus hijos habían buscado refugio, y sitió a Desiderio en su capital. En la próxima primavera, dejando que su ejército prosiguiera el sitio de Pavía, se dirigió con un fuerte destacamento a Roma, con el propósito de celebrar el festival de Pascua en la tumba de los Apóstoles. Llegó el Sábado Santo, fue recibido por Adrián y los romanos con suma solemnidad. Los próximos tres días fueron dedicados a ritos religiosos; el siguiente miércoles a asuntos del Estado. El resultado permanente de su trascendental reunión fue la famosa "Donación de Carlomagno", por once siglos la carta magna del poder temporal de los Papas. La minuciosa e imparcial investigación de Duchense sobre su autenticidad (v. auténtico) en su edición de Liber Pontificalis (I, ccxxxv-ccxliii) parecería haber disipado cualquier duda razonable. Dos meses después Pavía cayó en manos de Carlos; el reinado de los lombardos fue extinguido y el Papado fue por siempre liberado de sus persistentes y hereditarios (v. herencia) enemigos. Nominalmente, Adrián era ahora monarca de más de dos terceras partes de la Península Italiana; pero su dominio era más que nominal. Sobre una gran porción del distrito mencionado en la Donación, el derecho papal podía caducar. Para ganar y recuperar el restante, Carlos tuvo que hacer repetidas expediciones a través de los Alpes. Muy bien podemos dudar si el gran Rey de los Francos habría padecido las dificultades del Papa como para interferir en sus más inmediatas preocupaciones, si no hubiera sido por su extrema veneración personal hacia Adrián, a quien en vida y muerte nunca cesó en proclamar su padre y mejor amigo. No fue en poco grado debido a la vigilancia, actividad y sagacidad política de Adrián que el poder temporal del Papado no permaneciera como una ficción de la imaginación. Sus méritos son igualmente grandes respecto a los asuntos más espirituales de la Iglesia. En cooperación con la emperatriz ortodoxa (v. ortodoxia) Irene, trabajó para reparar los daños causados por las tormentas iconoclastas (v. iconoclasia). En el año 787 él presidio, a través de sus legados, el Séptimo Concilio General, realizado en Nicaea, en el cual la doctrina cristiana referente al uso y veneración de imágenes fue definitivamente expuesta. La importancia de la oposición temporal a los decretos del Concilio por todo Occidente, causado por una traducción defectuosa, agravada por motivos políticos, ha sido grandemente exagerada en tiempos actuales. La controversia produjo una fuerte refutación del libro llamado Libri Carolini del Papa Adrián y no ocasionó merma en la amistad entre él y Carlos. El se opuso muy vigorosamente, por sínodos y escritos, a la naciente herejía del adopcionismo, uno de los pocos errores cristológicos (v. Cristología) originados por Occidente. El Liber Pontificalis exagera en sus méritos en el embellecimiento de la ciudad de Roma, en el cual se dice que gastó sumas fabulosas. Su muerte fue lamentada universalmente y fue enterrado (v. entierro cristiano) en la Basílica de San Pedro. Su epitafio, atribuido a su amigo de toda la vida, Carlomagno, todavía existe. Raramente el sacerdocio y el imperio han trabajado juntos tan armoniosamente, y con tantos resultados beneficiosos para la Iglesia y la humanidad (v. hombre), como fue durante el tiempo de estos dos grandes gobernantes. La fuente principal de nuestra información sobre Adrián está en la Vida en el Liber Pontificalis (q.v.), y en sus cartas a Carlomagno, conservadas por este último en su Codex Carolinus. Las apreciaciones sobre el carácter y los trabajos de Adriano por los historiadores modernos difieren de las opiniones variadas de los escritores respecto a la soberanía temporal de los Papas, de los cuales Adriano I debe ser considerado el fundador real. Fuente: Liber Pontificalis (ed. DUCHESNE), I, 486-523, and praef. CCXXXIV sq.; ID., Les premiers ternps de l'état pontifical (Paris, 1898); JAFF , Regesta RR. PP. (2d ed.), I, 289-306, Il. 701; ID., Bibl. Rer. Germanic. (Codicis Carol. Epistolae), IV, 13-306; CENNI, Monum. dominat. pontif. (1761), II, 289-316, also in P.L. XCVIII; MANN, The Lives of the Popes in the Early Middle Ages (London, 1902), I, II, 395-496; HEFELE, History of the Councils (tr.), III, passim; NIEHUES, Gesch. d. Verh ltnisses zwischen dem Kaiserthum u. Papsthum im Mittelalter (Munster, 1877), I, 517-546; GOSSELIN, Power of the Pope in the Middle Ages (Baltimore, 1853), I, 230 sq.; SCHN RER, Entstehung des Kirchenstaates (Cologne, 1894). For a bibliography of Adrian I see CHEVALIER, Bio-Bibliogr. (2d ed., Paris, 1905), 55, 56. JAMES F. LOUGHLIN Traducido por: Lourdes P. Gómez. Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina.