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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Papa Pelagio I

De Enciclopedia Católica

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Papa Pelagio I: Se desconoce la fecha de su nacimiento; murió el 3 de marzo de 561; era un romano de familia noble; su padre, Juan, parece haber sido vicario de una de las dos ”diócesis” o distritos civiles en los que en ese entonces estaba dividida Italia. Nos encontramos con él primero en Constantinopla, en compañía de Agapito I, quien, justo antes de su muerte en esa ciudad, nombró a Pelagio apocrisiario o nuncio de la Iglesia Romana (536). Cuando, a través de las intrigas de la emperatriz Teodora, siempre planeando el avance de la herejía monofisita, Silverio, el sucesor de Agapito en la Sede de Roma, hubo sido depuesto y desterrado de Italia por el general griego Belisario, el emperador Justiniano emitió órdenes estrictas de que Silverio debía ser llamado a Roma, y decretó que, si se probaba su inocencia, debía ser reinstalado. Si hemos de creer en Liberato, un historiador opuesto al Quinto Concilio General, y por lo tanto a los Papas Vigilio y Pelagio, la emperatriz convenció a este último para que viajara apresuradamente para prevenir, si posible, el regreso de Silverio a Italia. Sin embargo, Pelagio fracasó en esta misión. Sin embargo, la emperatriz cumplió su deseo, que resultó en la muerte de Silverio y la accesión de Vigilio, de quien esperaba hacer una herramienta. Mientras tanto, Pelagio adquirió una gran influencia con Justiniano. Eligió al ortodoxo Pablo para la sede de Alejandría (540), y dos años después (542) tuvo que deponerlo y elegir un sucesor.

Al año siguiente, tras haber provocado la condena de Orígenes, regresó a Roma. Después que Justiniano publicó (aproximadamente 544) su decreto sobre los "Tres Capítulos" (es decir, breves declaraciones de anatema sobre Teodoro de Mopsuestia y sus escritos, sobre Teodoreto de Ciro y sus escritos, contra San Cirilo de Alejandría y el Concilio de Éfeso, y sobre la carta escrita por Ibas de Edesa a Maris, obispo de Hardaschir en Persia), encontramos a Pelagio escribiendo a Fernando para su opinión sobre el decreto, y cuando Vigilio viajó a Constantinopla (noviembre de 545) en obediencia a las órdenes del emperador, él permaneció como su representante en Roma. Los tiempos eran difíciles, pues Totila, rey de los godos, había comenzado a sitiar la ciudad. El diácono repartió su fortuna privada para beneficio del pueblo afectado por la hambruna, y trató de persuadir al rey godo de que concediese una tregua. Aunque fracasó, luego indujo a Totila a que perdonara la vida de las personas cuando se convirtió en amo de Roma en diciembre de 546. Ese príncipe concibió tan gran admiración por el diácono romano que lo envió a Constantinopla para concertar la paz con Justiniano, pero el emperador lo envió de regreso para decirle que su general Belisario estaba al mando en Italia y que decidiría todas las cuestiones de paz o guerra.

Una vez más, el enérgico diácono regresó a Constantinopla, esta vez para apoyar a Vigilio, a quien el emperador estaba tratando vergonzosamente, con el fin de obligarlo a hacer su voluntad en el asunto de los Tres Capítulos. Alentado por Pelagio, Vigilio comenzó a ofrecer una tenaz resistencia a Justiniano (551) y emitió su primera “Constitutum” (mayo de 553). Pero en junio, luego de finalizado el Segundo Concilio de Constantinopla, que había condenado los Tres Capítulos, y después que Pelagio y otros seguidores del Papa habían sido arrojados a la prisión, el infortunado Vigilio cedió, y en su segundo “Constitutum” (febrero de 554) confirmó los decretos del concilio. Pelagio no se sometió de inmediato, pero escribió en contra de los oponentes de los Tres Capítulos y culpó al servilismo de su superior. Sin embargo, finalmente se unió al lado del Papa, ya sea porque vio que la oposición a él estaba poniendo en peligro la unidad de la Iglesia, o porque, como decían sus adversarios, deseaba recuperar el favor de Justiniano, y con ello suceder a Vigilio como Papa. Es cierto que recuperó el favor del emperador, poco antes de abandonar Constantinopla con el Papa, a principios de 555. Vigilio murió en Siracusa durante su viaje de regreso (7 de junio de 555), pero no fue hasta el año siguiente que Pelagio fue elegido y consagrado como su sucesor (16 de abril de 556).

Tuvo gran dificultad en conseguir obispos que lo [[consagración |consagrasen, pues tenía mucha oposición debido a su cambio de bando respecto a la condenación de los Tres Capítulos. Algunos de sus enemigos incluso lo acusaron de ser responsable de la muerte de su predecesor. Con el fin de disminuir los malos sentimientos contra él, fue con el "patricio", Narses, a San Pedro y, sosteniendo los Evangelios y “la Cruz de Cristo" sobre su cabeza, solemnemente afirmó que no había causado ningún daño a Vigilio. Luego, indirectamente para afirmar la pureza de su conducta con referencia a su accesión al papado, procedió a denunciar la simonía. Sus principales objetivos durante los cinco años de su pontificado fueron vencer la oposición, ahora no tanto hacia sí mismo, sino en cualquier caso al Quinto Concilio General, en Occidente; y para reparar el daño material a la propiedad de la Iglesia en Italia, causado por las campañas entre los griegos y los godos. Los romanos pronto se convencieron de nuevo de su valía personal cuando le vieron usar su riqueza para beneficio del pueblo, de la misma generosa manera que lo había hecho cuando el bloqueo por Totila los había reducido al último extremo; como, por ejemplo, cuando lo vieron reparando y amueblando las iglesias, y reorganizando para beneficio de los pobres las posesiones e ingresos de la Iglesia que habían caído en gran confusión debido a las guerras godas y las largas ausencias de Roma de los Papas.

Pero Pelagio no tuvo tanto éxito en extinguir en Italia el cisma que la condena de los Tres Capítulos había provocado en Occidente, como lo fue en ganar la confianza de los romanos. La vacilación de Vigilio y su sumisión a la voluntad de Justiniano, la persecución a la que había estado expuesto, y la adhesión final del propio Pelagio al decreto de su predecesor que confirmaba el Concilio de Constantinopla, amargaron las mentes de muchos de los occidentales contra el Oriente. Estaban demasiado enojados con la conducta del emperador como para darse cuenta de que tanto con Vigilio como con Pelagio, toda la cuestión era más de política y conveniencia que de religión. Pelagio hizo todo lo que estaba en su poder para convencer a los obispos del norte de Italia, donde el cisma había tomado el control más profundo, que él aceptó los primeros cuatro concilios generales tan sin reservas como lo hicieron ellos, y que los decretos del reciente Concilio de Constantinopla no estaban de ningún modo en verdadera oposición a los de Calcedonia. Les señaló claramente que las diferencias entre los dos concilios eran solo superficiales, y no reales, y que incluso si no era aconsejable, dadas las circunstancias, condenar los escritos de Teodoreto, Teodoro e Ibas, aun así, como eran heréticos de facto, no podría haber ningún daño en declararlos oficialmente como tales. Pero los sentimientos de muchos se habían despertado tanto que era imposible lograr que escucharan a la razón. El Papa se impacientó, especialmente cuando Paulino, obispo de Aquileia, en un sínodo renunció a la comunión con Roma y excomulgó al gran general Narses, la esperanza de Italia. En varias cartas exhortó al "patricio" a usar su poder militar para reprimir el cisma y apoderarse de Paulino. Narses, sin embargo, probablemente debido a las dificultades políticas con las que estaba acosado, no se movió, y no fue sino hasta el siglo VII que se curó finalmente el cisma causado en Italia por la condena de los Tres Capítulos.

Sin embargo, en el asunto del Concilio de Constantinopla, Pelagio tuvo más éxito en la Galia que en Italia. En respuesta a una solicitud del rey franco Childeberto, le envió una profesión de fe, en la que proclamó su acuerdo completo con las doctrinas de León I, y confió en que ninguna falsedad sobre sí mismo podría causar un cisma en la Galia. Además, en respuesta a una solicitud del mismo rey, y de Sapaudo, obispo de Arles, le otorgó a este último el palio y lo convirtió en su vicario sobre todas las iglesias de la Galia, ya que sus predecesores tenían la costumbre de honrar de ese modo a la sede de Arles. Por estos medios evitó que surgiera cualquier cisma en la Galia.

Haciendo uso de la "Pragmática Sanción", que Justiniano emitió en agosto de 554, para regular los asuntos de Italia, sumida en un desesperado desorden por la guerra gótica, Pelagio pudo remediar muchos de los males dicha guerra que había causado. Fragmentos de varias de sus cartas, que fueron reveladas recientemente por E. Bishop, nos dan una percepción clara de su extraordinaria actividad en esta dirección. Lo revelan organizando tribunales eclesiásticos, suprimiendo abusos entre los clérigos, a los que los desórdenes de los tiempos habían dado lugar, colocando los patrimonios de la Iglesia en una nueva posición y, mientras tanto, recolectando dinero y ropa para los pobres de la Galia y de "islas y países distantes". Antes de su muerte ya habían comenzado a dar fruto sus regulaciones para la administración de los bienes inmuebles eclesiásticos, y leemos de los ingresos que comenzaban a llevarle desde varios lugares. Este “Padre de los Pobres y de su País” fue enterrado frente a la sacristía en San Pedro el día después de su muerte.


Bibliografía: Liber Pontificalis, ed. DUCHESNE, I (París, 1886), Vit. Vigilii et Pelagii; LIBERATO, Breviarium, c. XXII etc. en P.L., LXVIII; VICTOR TUNNENSIS, Chronicon, ibid.; PROCOPIO, De bello Gothico, ed. DINDORF (Bonn, 1833); o en latín, MURATORI, Rerum Italicarum Scriptores, I, pt. I; FACUNDO, De defens. trium capit. en P.L., LXVII; las cartas de PELAGIO en P.L., LXIX; Mon. Germ. Hist.: Epistolæ, III (Berlín, 1892); JAFFÉ, Regesta, I (2da ed., Leipzig, 1888). Obras modernas: especialmente DIEHL, Justinien (París, 1901), 340 etc.; GRISAR, Hist. de Rome et des Papes (París, 1906), I, pt. II, passim; HODGKIN, Italy and her Invaders, IV, V (Londres, 1895f). Una descripción del descubrimiento de E. BISHOP se encuentra en MANN, Lives of the Popes in the early Middle Ages, III, 233.

Fuente: Mann, Horace. "Pope Pelagius I." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11, págs. 602-603. New York: Robert Appleton Company, 1911. 24 dic. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/11602a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina