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Viernes, 19 de abril de 2024

Voluntario

De Enciclopedia Católica

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Voluntario, intencionado, que procede de la voluntad. Es requisito que la cosa sea un efecto de la voluntad consecuente sobre el conocimiento real, ya sea formal o virtual, en el agente racional. No es lo mismo que libre; pues un acto libre supone la autodeterminación procedente de un agente capaz, en ese momento, de determinarse o no a su elección. Sin embargo, como cada acto voluntario específico en esta vida también es libre (excepto esos raros impulsos de voluntad, cuando el hombre es arrastrado a una acción repentina sin tiempo para percibir en la no acción el elemento del buen requisito para la determinación de no actuar) el moralista comúnmente utiliza indistintamente los términos voluntario y libre. Una cosa puede ser voluntaria en sí misma, como cuando en su propio concepto cae bajo la determinación eficaz del agente, o voluntaria en otra cosa, como en su causa. La causa voluntaria requiere conocimiento previo del efecto, al menos virtual, a saber, bajo un concepto general de efectos a seguir; y producción de ello en virtud de la eficacia de la voluntad ejercida en la voluntad de su causa.

Para la verificación de este último requisito, el moralista distingue dos clases de efectos que comúnmente resultan de la misma causa, aquellos a producirse cuya causa está destinada por su naturaleza, y aquellos a los que no está destinada. De los primeros, la causa es única y adecuada, el efecto es natural y primario. La voluntad humana no puede, sin autocontradicción, crear una causa sin querer eficazmente este efecto natural también. En el caso de la otra clase de efectos, la causa colocada por la voluntad no es la causa única y adecuada, sino que el efecto resulta de la eficiencia coincidente de otras causas, ya sean contingentes, como sobre el ejercicio de otros libres albedríos o sobre la coincidencia accidental de causas necesarias más allá del conocimiento y control del agente, o si es necesariamente el resultado de la eficiencia coincidente de causas naturales listas para actuar cuando se da la ocasión. Un efecto de esta clase no se produce por la eficiencia de la voluntad al colocar la causa que ocasiona. El mayor resultado de la eficiencia de la voluntad, cuando coloca una causa y quiere su efecto natural, es hacer posible esa clase secundaria de efectos. A veces, el agente está tan obligado a prevenir la existencia de un efecto secundario que está obligado a no hacerlo posible, y por lo tanto está obligado a retener la causa que lo ocasiona. En caso de fracasar en este deber, su falta se especifica por el carácter del efecto a evitar, y entonces se dice que este efecto está moralmente involucrado en su acto voluntario, mientras que en un análisis estricto la voluntad solo causó su posibilidad.

La ignorancia vencible como razón de un efecto no le quita su voluntariedad, ya que la ignorancia es voluntaria y su efecto es inmediato y natural. Sin embargo, la ignorancia invencible elimina su efecto del dominio de lo voluntario, en sí mismo porque se desconoce, en su causa, pues la ignorancia es involuntaria. La pasión que persigue su objeto sensible, cuando es inducida voluntariamente, no priva a su acto de voluntariedad, ya que la pasión es la causa natural y es voluntaria. La pasión que surge espontáneamente no significa normalmente la pérdida de la voluntariedad, ya que en el curso ordinario le deja al hombre tanto el conocimiento necesario como el poder de autodeterminación, como sabemos por experiencia. En el caso extraordinario de tal exceso de pasión que paraliza el uso de la razón, obviamente el acto no puede ser voluntario. Incluso el miedo y las pasiones afines que alejan a un hombre de un daño sensible no destruyen la simple voluntariedad de su acto, ya que esto (excepto de nuevo el exceso que detiene la facultad de razonamiento) procede con tal conocimiento y autodeterminación eficaz consecuente sobre ello como cumplimiento de los requisitos para la acción voluntaria. Por supuesto, comúnmente seguirá habiendo una reticencia ineficaz de la voluntad a tal acción. La fuerza física solo puede obligar al acto externo: nuestra experiencia muestra que el acto interno de la voluntad sigue siendo nuestro.


Fuente: Macksey, Charles. "Voluntary." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15, p. 506. New York: Robert Appleton Company, 1912. 2 Sept. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/15506a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina