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Jueves, 18 de abril de 2024

Becerro de oro

De Enciclopedia Católica

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Objeto de culto entre los hebreos, cuya mención ocurre principalmente en Éxodo 32, donde se narra la historia del becerro fundido de Aarón, y en 1 Rey. 12 (cf. Crón. 11), en relación con la política de Jeroboam después del cisma de las diez tribus. Varias razones hacen probable que la interpretación “becerro” no se deba tomar en su sentido estricto, pues el término hebreo tiene un significado más amplio, y es probable que en el presente caso se trate de un buey joven casi llegando a su madurez. .

Dejando a un lado toda la discusión crítica sobre las fuentes contenidas en Éxodo 32, los principales rasgos de la presente narración son los siguientes: Al impacientarse por la larga estadía de Moisés en el monte, el pueblo le pidió a Aarón que les hiciera un dios o dioses que fueran delante de ellos. Él cede a su pedido, y haciendo uso de los pendientes de oro de las mujeres y los niños, hizo un molde e hizo un “becerro fundido” o toro. Poco después de su hechura regresó Moisés, y movido por la ira y la indignación, destruyó el ídolo, lo redujo a polvo, lo esparció en el agua y se lo dio a beber a los israelitas.

Después del cisma de las diez tribus, Jeroboam, temiendo que las peregrinaciones regulares de la gente del reino del norte a Jerusalén pusieran en peligro su alianza política con él, recurrió al expediente natural de proveerles con un sustituto para el santuario del Templo (1 Ry. 12); y fijó dos becerros dorados, uno en Betel y otro en Dan. No hay información sobre su construcción, pero es probable que fuesen de figuras de tamaño normal construidas al modo del mencionado arriba. También parece probable que estuviesen hechos como símbolos de Yahveh pues considerado así, serían más efectivos en atraer a los israelitas piadosos que estaban acostumbrados a ir a Jerusalén.

Muchos escritores han aceptado la opinión de Filo Judeo y los primeros Padres que consideraban el culto a los becerros dorados como tomado de Egipto, y a favor de esta opinión está el hecho de que tanto Aarón como Jeroboam vivieron en Egipto poco antes de construir sus respectivos ídolos; esta opinión, sin embargo, tiene sus dificultades, entre las cuales está la improbabilidad de que una deidad egipcia fuera puesta como un dios “que sacó a Israel de la tierra de Egipto”. De ahí que algunos eruditos se inclinan a buscar el origen del culto hebreo al toro en las condiciones y alrededores de los israelitas como pueblo agrícola, para quienes el toro era naturalmente un símbolo apropiado de fuerza y energía vital.


Fuente: Driscoll, James F. "Golden Calf." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/06628b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.