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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Evangeliario

De Enciclopedia Católica

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Introducción

Libros litúrgicos que contienen aquellas partes de los Evangelios que se leen durante la Misa o en oficios públicos de la Iglesia. El nombre no es anterior al siglo XVII. Los griegos llamaron a esas colecciones Euaggelion, "Evangelio", o eklogadion tou euaggeliou, "Selecciones de los Evangelios".

Colección de lecturas de los Hechos de los Apóstoles y de las [[Epístola||s conocidas como Apostolos, "Apóstol", o praxapostolos. En las iglesias del rito latino, las lecturas del Antiguo Testamento, las epístolas del Nuevo Testamento y partes de los Evangelios se agrupan normalmente en el mismo libro bajo el nombre Comes, Liber comitis, Liber comicus (de comes, compañero), o Lectionarium. Raramente se encuentran evangeliarios separados en latín. Las tablas indicadoras de los pasajes que se ha de leer, así como los domingos y días de fiesta en los que se han de leer, son llamadas por los griegos "Evangelistarium", un nombre que se da a veces a los evangeliarios mismos; también se les llama "Sinaxarion", y los latinos los conocen como "Capitulare". Aunque la palabra evangeliario es de origen reciente, ha sido adoptada universalmente. La palabra leccionario se emplea, sin embargo, para denotar o la colección de pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, incluyendo los Evangelios, o sólo estos pasajes sin los correspondientes Evangelios

Origen y uso de los Evangeliarios

Siguiendo la costumbre de la Sinagoga, en las asambleas cristianas primitivas se leían las Escrituras del Antiguo Testamento. A medida que se iba decidiendo sobre el Canon del Nuevo Testamento, se incluían en estas lecturas ciertos extractos de él. San Justino nos dice que en su tiempo, cuando los cristianos se reunían, leían las Memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas (Primera Apología, 67). Tertuliano, San Cipriano de Cartago y otros escritores atestiguan la misma costumbre; y en Occidente, el orden de lector existía ya desde el siglo III. Por falta de testimonios precisos no sabemos como se decidían los pasajes particulares. Muy probablemente los obispos que presidían los elegían en la misma asamblea; y es obvio que cuando ocurrían ciertas fiestas se leería la Escritura que se refería a ellas. Naturalmente, poco a poco resultaría de este método una lista más o menos definida. San Juan Crisóstomo, en una homilía predicada en Antioqua exhortaba a sus oyentes a leer de antemano los pasajes de la Escritura que se leerían y comentarían en el oficio del día (Homilía de Lázaro, III, c. I). De igual manera otras iglesias formarían tablas de lecturas. Se acostumbraba a anotar en el margen del texto manuscrito el domingo o festivo en el que se leería ese pasaje concreto y al final del manuscrito, se añadiría la lista de tales pasajes, el Synaxarion o Capitulare.

Fue fácil la transición de este proceso a la creación de los evangeliarios, o colecciones de tales pasajes. Gregorio opina que se poseen fragmentos de los evangeliarios en griego que datan de los siglos IV, V y VI y que hay muchos del siglo IX en adelante (según él, suman 1072). De igual manera, encontramos leccionarios en las Iglesias latinas ya desde el siglo V. El “Comes” de la Iglesia Romana es de fecha anterior a San Gregorio I (Magno) (P.L., XXX, 487-532). Desde el siglo X en adelante se hallan las lecciones de los Evangelios, junto con las epístolas y oraciones, unidas en un nuevo libro litúrgico, llamado el Misal.

Evangeliarios y el texto del Nuevo Testamento

Los evangeliarios tienen poca importancia para la crítica del texto del Evangelio. En el tiempo cuando los pasajes del Evangelio se comenzaron a reunir en forma de libro para uso en las reuniones litúrgicas, las varias familias del texto evangélico y sus traducciones ya existían; y esos evangeliarios reproducían el texto particular que prefería la iglesia que lo compilaba. Incluso han ejercido una desafortunada influencia en los manuscritos más recientes de los Evangelios; ciertas añadiduras de carácter litúrgico (por ejemplo in illo tempore; dixit Dominus) que se ponían al principio o final de la lectura se han colado en el texto mismo. Pero en el texto oficial de la Vulgata y en ediciones actuales del texto griego, debido a los trabajos de Tischendorf, Westcot y Hort, estos glosarios litúrgicos son muy raros. Vemos un ejemplo en el texto de la Vulgata de Lc. 7,31 (ait autem Dominus).

Los Evangeliarios y la liturgia

El estudio de los evangeliarios es interesante especialmente desde el punto de vista litúrgico. El método general de los evangeliarios griegos es uniforme. La primera parte contiene los Evangelios de los domingos comenzando en Pascua; la segunda parte contiene los Evangelios de las fiestas de los santos comenzando el 1 de septiembre. En las Iglesias de Occidente, la distribución de las perícopas evangélicas era más divergente debido a los varios ritos. Además el ceremonial seguido en la lectura del Evangelio presenta muchas diferencias entre iglesias, lo que sería demasiado largo para tratar aquí.

Ornamentación de los Evangeliarios

Desde el principio los libros usados en la liturgia, y sobre todo los manuscritos de los Evangelios, fueron muy venerados, por lo que frecuentemente el texto y la cubierta eran ricamente ornamentados. Desde el punto de vista artístico la distinción entre los evangeliarios estrictamente hablando y los manuscritos del Evangelio, es de poca importancia y en general, no se tiene en cuenta. Consiste únicamente en el hecho de que la iluminación de los evangeliarios, en general, se da como regla en los pasajes seleccionados para las grandes fiestas del año. El libro de juramentación de la coronación de los reyes anglosajones, que recibió el rey Athelstan al parecer de su cuñado Otón I, y que a su vez regaló a la catedral de Canterbury, está ilustrado con figuras de los evangelistas copiadas libremente del Evangeliario de Carlomagno que se conserva en Viena. Sabemos que había evangelios en rollos por verlos en las miniaturas, especialmente como emblemas de los evangelistas, hasta bien entrada la Edad Media. El rollo del Libro de Josué (siglo IX, en la Biblioteca Vaticana) es un ejemplo de lo que eran los evangeliarios en este formato con miniaturas. La forma de rollo permaneció mucho más tiempo para los manuscritos litúrgicos de Milán y el sur de Italia. Los evangeliarios costosos son notables sobre todo por su clara y cuidadosa escritura. Han ayudado a perpetuar y propagar ciertos estilos de caligrafía.

La uncial griega se usa en muchos manuscritos de los siglos IX y X; y la uncial latina también se emplea, especialmente en Galia, hasta bien entrado el medievo para obras litúrgicas y del evangelio. El copiar los Evangelios influyó mucho en los escritos de los escribanos irlandeses y anglosajones y resultó en la propagación de estos caracteres por todo el continente y el desarrollo de la minúscula carolina y la semi-uncial de la escuela de Tours. Los copistas de los Evangelios utilizaron otras ayudas para embellecer su escritura, como por ejemplo los pergaminos púrpura, de oro o plata líquidos y varias tintas de color. Es muy importante el papel de los evangeliarios en la historia de la pintura miniada hasta los siglos XII y XIII. Es digno de especial mención las miniaturas insertadas en los cánones de Eusebio, o tablas de concordancias de los Evangelios. La letra inicial pintada difiería según las diferentes escuelas de escritura; los escribanos irlandeses usaban nudos y lazos artísticos, los escritores merovingios y lombardos preferían formas de animales, especialmente peces especiales.

Con frecuencia se encuentran escenas iluminadas, de interés para los especialistas en iconografía, en estas copias de los textos evangélicos. Con frecuencia es la figura del evangelista la que aparece al frente de su evangelio; el donante, o más bien un esbozo que muestra la donación del libro, se halla con frecuencia en miniaturas desde los días de Carlomagno hasta el final de la Edad Media. El príncipe aparece recibiendo de manos del abad el evangeliario que usará siempre que asista a los sagrados oficios en la iglesia de la abadía (ver la pintura de Carlos el Calvo en la Biblia Vivien de la Biblioteca Nacional, París). Pero en los siglos X y XI el príncipe aparece ofreciendo el precioso manuscrito a Cristo o al santo patrón de la iglesia o abadía (ver el Evangeliario de Bamberg mostrando al emperador Enrique II ofreciendo el libro a Cristo).

Entre los evangeliarios más famosos se pueden mencionar los siguientes: La parte de un evangeliario de Sínope (siglo VI: en la Biblioteca Nacionale, París); el evangeliario de Rossano ( hacia el 600) en unciales griegas; los códices sirios de Rábulas (586, en Florencia) y Etschmiadzin (miniaturas del siglo VI); el evangeliario de Gregorio I (en Cambridge) en unciales latinas; el Libro de Kells (siglos VII al IX, en Dublín); el Libro de Lindisfarne (siglo VIII en el Museo Británico de Londres) de hechura irlandesa; el evangeliario irlandés-continental de San Gal (hacia el 800); el evangeliario carolingio de Godescalc (hacia el 782, en la Biblioteca Nacional, París); el códice Ada (siglo IX, en Tréveris); el evangeliario de Echternach (siglo X, en Gotha) y el de la abadesa Uta (hacia 1200, en Munich). Los evangeliarios valiosos se atesoraban cuidadosamente y cuando se usaban en los oficios se colocaban sobre un lienzo o sobre un cojín. La hoja de atrás de la encuadernación solía dejarse en blanco, pero la cubierta delantera era enriquecida con toda la habilidad del orfebre. Una de las encuadernaciones más antiguas o cubiertas que poseemos es la ofrecida por la reina Teodelinda (600) a la catedral de Monza.

A veces se insertaban en estas encuadernaciones placas de marfil que parecían dípticos. Los más antiguos son de origen oriental o italiano y muestran figuras aisladas de Cristo o de la Virgen María], etc. Algunas de ellas, que se hallan en los países a lo largo de los países del Rin o del Mosela y al norte de Francia (siglos X y XI) muestran escenas de la Crucifixión


Bibliografía: BAUDOT, Les Evangéliaires (Paris, 1908), pp. 38-44 y 58-69, sobre los libros litúrgicos latinos que contienen pasajes de los evangelios que se leían en los oficios; sobre la distribución de perícopas en oriente, cf. pp. 30-32; en Roma, pp. 44-50 ad 69-94; en el Rito Ambrosiano. 94-101; GREGORY, Textkritik des Evangeliaria; vol. II, pp. 521-23, sobre los evangeliarios siríacos; CASPARI en Realencyklopädie für protestantische Theologie, s.v. Perikopen; RANKE, Das kirchliche Perikopénsystem; SCHU, Die biblische Lesungen der kath. Kirche in dem Officium und der messe de tempore (Trier, 1861); MANGENOT en VIG., Dict. de la Bible, s.v. Lectionnaires; DUCHESNE, Les origines du culte Chrétien (Paris, 1908); Dict. Christ. Ant., s.v. Lectionary; LECLERCQ en CABROL, Dict. d'archéologie chrétienne, s. vv. Alexandrie, Antioche; CABROL, ibid., s.v. Aquilée.

Véanse libros generales de paleografía, arqueología y artes menores y monografías sobre los evangeliarios, especialmente BEISSEL, Geschichte der Evangelienbücher im ersten Hälfte des Mittelalters (Freiburg im Br. 1906.) Coppieters, Honoré & Maere, René.

Fuente: Coppieters, Honoré, and René Maere. "Evangeliaria." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05640b.htm>.

Traducido por Pedro Royo. L H M