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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Escandinavos

De Enciclopedia Católica

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Se les llama vikingos a los escandinavos que en los siglos IX y X asolaron las costas de Europa occidental y sus islas, y luego se convirtieron de saqueadores a colonos. Este artículo se limitará a la historia de su éxodo.

Tácito se refiere a los “suiones” (Germ., XLIV, XLV) que vivían más allá del Báltico tan ricos en armas y barcos como en hombres. Pero, salvo la ocasional arribada de una flotilla vikinga en el Meuse a principios del siglo VI, no se oye nada más de los escandinavos hasta finales del siglo VIII, cuando los precursores del éxodo aparecieron como saqueadores en las costas inglesas y escocesas. A grandes rasgos, las divisiones políticas de Escandinavia eran muy similares a las de hoy día, excepto que los suecos se hallaban confinados a un territorio más estrecho. Los fineses ocupaban la zona septentrional de la Suecia actual, y los daneses la extremidad meridional y las orillas orientales del Cattegat, mientras que los noruegos se alineaban a lo largo de la costa de Skagerrak, cercenando el dominio de los suecos desde el mar de Occidente. Los habitantes de estos reinos mostraban cierta afinidad general con los pueblos teutónicos, con quienes les unían raza e idioma.

En su condición social y religiosa no eran diferentes a los anglos y sajones del siglo VI. Aunque no podemos explicar satisfactoriamente el éxodo, podemos decir que se debió en general al incremento de población, al colapso del antiguo sistema tribal y a los esfuerzos de los reyes, especialmente Haroldo el Rubio, por consolidar su poder, y finalmente al amor por a la aventura y al descubrimiento de que las tierras y ciudades de la cristiandad occidental estaban a su merced.

Los vikingos invadieron a Occidente en tres corrientes principales:

  • la más meridional comenzó desde el sur de Noruega y Dinamarca, y pasando a lo largo de la costa alemana, visitó ambos lados del Canal, rodeó el promontorio bretón y alcanzó los estuarios del Loira y del Garona. Hizo un ramal hacia el oeste de Inglaterra e Irlanda, y en algunos casos se prolongó hasta las costas de España y Portugal (donde los hombres del norte entraron en contacto con los sarracenos), e incluso al Mediterráneo e Italia.
  • La oleada central atravesó la misma región directamente hacia el este y norte de Inglaterra, mientras que
  • La oleada del norte fluyó desde Noruega en dirección oeste hacia las Orcadas y otras islas, y allí se dividió y se dirigió hacia Islandia o hacia el sur, a Irlanda y el mar de Irlanda.

La labor devastadora que la primera oleada de normandos produjo en el continente es narrada en palabras desgarradoras en lo que queda de las Crónicas de los Francos, pues los codiciosos invasores paganos parecen haber escogido a los monasterios como blanco de sus embates, y debieron destruir la mayor parte de los registros de su propia devastación. Una flota danesa apareció frente a Frisia en 810; y diez años después, otra alcanzó la desembocadura del Loira; pero el asalto sistemático y persistente no comenzó hasta alrededor de 835. Desde esta fecha hasta los primeros años del siglo siguiente, las naves vikingas frecuentaban casi anualmente las costas y valles fluviales de Alemania y la Galia. Alrededor del 850, comenzaron a establecer baluartes en las islas cercanas a las desembocaduras de los ríos, donde podían invernar y almacenar sus botines, y como refugio para las raras ocasiones en que los reyes francos o ingleses lograban contener sus agresiones. Algunos fueron Walcheren en la desembocadura del Escalda; Sheppey, en la del Támesis; Oissel, en el bajo Sena y Noirmoutier, cerca del Loira. Durante más de setenta años, la Galia pareció sucumbir a merced de los daneses. Sus saqueos se extendieron tierra adentro desde costas y valles fluviales, y llegaron a internarse hasta Auvernia. Hubo poca resistencia ya fuese de rey o conde. Roberto el Fuerte logró, de hecho, defender París y sentó los cimientos de la posterior Casa de Capeto, pero fue asesinado en 866. Por fin, el triunfo de los daneses cerró este período de destrucción; los arrasadores se convirtieron en colonos; y, en 911, Carlos el Simple, al cederle Normandía a Rollo, pudo establecer una barrera contra invasiones posteriores.

Entretanto, Inglaterra había sido atacada no sólo desde el Canal y por el suroeste, sino también por naves vikingas que cruzaban el mar del Norte. Durante un tiempo, los daneses habían sido aún más exitosos que en la Galia, pues los distritos del norte y del este cayeron en sus manos y la suerte de Wessex parecía haber sido decidida por una sucesión de victorias danesas en 871. Sin embargo, Alfredo logró prevalecer, el país fue dividido entre los daneses y sajones occidentales, y por un tiempo se detuvieron las incursiones subsiguientes mediante la formación de una flota y la derrota de Hastings en 893.

Los vikingos llegaron a Irlanda, también, desde dos direcciones: del sur y del norte. Fue uno de los primeros países occidentales en sufrir, pues a comienzos del siglo IX era el más débil. Los vikingos arribaron allí incluso antes del año 800, y sus barcos visitaban la costa oeste tan temprano como 807. No obstante, fueron derrotados cerca de Killarney en 812, y la total furia del ataque no recayó sobre el país hasta el 820. Veinte años después parece que había tres “reinos” escandinavos en Irlanda: Dublín, Waterford y Limerick, con un rey supremo, pero los irlandeses obtuvieron una serie de victorias, mientras estallaba la guerra entre los daneses que venían por el Canal y los noruegos que afluían del norte. Las guerras danesas continuaron durante el siguiente siglo y medio. Ningún bando cobraba ventaja significativa y sufrieron tanto la faz del país como el carácter nacional. Por fin, durante el Viernes Santo de 1014, Brian Boru infligió a los daneses una gran derrota en Clontarf, en las costas de la bahía de Dublín. A partir de ahí, dejaron de ser una fuerza agresiva en Irlanda, aunque mantuvieron su posición en varios pueblos costeros.

Durante los primeros ataques a Irlanda, las islas de Escocia, en especial las Orcadas, se habían convertido en centro permanente del poder escandinavo y el hogar de aquellos que habían sido expatriados por Haroldo el Rubio. Incluso regresaron para ayudar a los enemigos del rey, a tal punto que alrededor de 855 Haroldo culminó sus victorias sobre Noruega mediante la conquista de las Orcadas. Como resultado, los espíritus independientes de entre los vikingos avanzaron hacia las Islas Feroe e Islandia, que ya habían sido exploradas, para establecer allí uno de los más notables asentamientos de la civilización escandinava. Unos cien años más tarde, los islandeses habrían de fundar una colonia en la franja costera que se extiende entre los glaciares y el mar, a la cual llamaron Groenlandia (“Tierra Verde”, N. del T.) para atraer a los colonos. Poco después, se produjo el asentamiento temporal en Vinlandia (“Tierra de Vides”, N. del T.), sobre continente norteamericano.

Pero las proas de los barcos vikingos no siempre giraban hacia el oeste. También siguieron la costa noruega pasando el Cabo Norte, y establecieron relaciones comerciales con “Biarmalandia”, en las costas del mar Blanco. El Báltico, no obstante, proporcionaba una ruta más fácil hacia oriente y en los siglos IX y X era un lago sueco. A mediados del siglo IX, un medio mítico Rurico reinaba sobre un reino escandinavo o “varego” en Novgorod; y, en 880, uno de sus sucesores, Oleg, trasladó su capital a Kiev y reinó desde el Báltico hasta el mar Negro. En 907, infligió a la misma Constantinopla la humillación que había caído sobre tantas ciudades de Occidente, y Bizancio (“Micklegarth”) tuvo que pagar el impuesto llamado Danegeld al soberano escandinavo que comandaba un ejército ruso. Hasta se dice que las naves “varegas” transitaban a lo largo del Volga y a través de las remotas aguas del Caspio. Sin embargo, existe en la empresa noruega una segunda etapa tan notable como la primera, aunque por diferentes razones. Las conquistas normandas de Italia meridional, de Inglaterra y en parte de las Cruzadas, en las cuales los normandos jugaron un papel tan destacado, demuestran lo que podía hacer la asombrosa vitalidad de los Hombres del Norte tras haber adoptado el cristianismo y la civilización franca de manos de los pueblos a quienes habían saqueado.

Es imposible explicar toda la irresistible actividad de los Hombres del Norte. Constituye un misterio de lo que podría llamarse “personalidad racial”. Sus tropas raramente eran numerosas; sus pequeños y abiertos barcos, adecuados para las aguas seguras de sus propias costas, pero de lo más incompatibles con la navegación oceánica y carecían de mando unificado en su lugar de origen. Su éxito se debió a la indómita fortaleza de cada unidad, a una tradición de disciplina que hacía a sus compactos “ejércitos” superiores en cualidades y actividades de combate a las heterogéneas y defectuosamente organizadas fuerzas con que los reyes francos e ingleses solían combatirles. Se dice que a menudo ganaron batallas con una retirada fingida, maniobra peligrosa si no se dispone de tropas bien disciplinadas. Tuvieron el indiscutible dominio del mar aasta que Alfredo reunió una flota para proteger sus costas. Fueron afortunados a la hora de su ataque. Sus ataques serios no comenzaron hasta que el imperio de Carlomagno se hubo debilitado desde dentro, y el principio teutónico de división entre herederos estaba superando al principio de unidad romano.

Al comienzo del período de la reconstrucción, el espíritu de disciplina que había proporcionado el éxito militar a los Hombres del Norte, les convirtió en una de las grandes fuerzas organizadoras de la baja Edad Media. Por doquier, estos “romanos de la Edad Media” se muestran como organizadores. Tomaron la variopinta materia que se les brindó en la Galia, Inglaterra, Rusia o la Italia meridional, y le imbuyeron vida y actividad. Pero las razas que asimilan no se mantienen; y, para el final del siglo XII, los Hombres del Norte habían concluido su obra en Europa, y habían sido absorbidos por la población que habían conquistado y gobernado.


Bibliografía: No hay una historia completa de los vikingos y su obra en Europa. Se puede consultar con provecho a Keary, Vikings in Western Christendom; se encontrará mucho en las historias de los países que atacaron, especialmente en Palgrave, Inglaterra y Normandía, I, cf. HELMOLT, World´s History, VI (Londres, 1907). La literatura saga es toda de fecha posterior y arroja poca luz confiable sobre este período temprano de la historia escandinava: cf. Vigfusson, Prolegomena to the Sturlunga Saga (Oxford, 1879).

Fuente: Urquhart, Francis. "Northmen (Vikings)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11, pp 115-117. New York: Robert Appleton Company, 1911. 8 agosto 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/11115b.htm>.

Traducido por José Benito Freijanes Martínez. lmhm