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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Interés

De Enciclopedia Católica

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El estado mental llamado interés (Latín interest; francés intérêt; alemán interesse) ha recibido mucha atención en la literatura psicológica reciente. Esto se debe en gran medida al filósofo alemán Herbart. La importante posición que ha ganado para él en la teoría de la educación lo hace merecedor de algún tratamiento en la Enciclopedia Católica. Los psicólogos han disputado en cuanto al significado exacto asignado al término y a la naturaleza precisa del estado mental.

Psicología del Interés

El interés ha sido definido de diversas maneras como una especie de conciencia que acompaña y estimula la atención, un sentimiento placentero o doloroso que dirige la atención ---el aspecto placentero o doloroso de un proceso de atención--- y como idéntico a la atención misma. Por lo tanto, se puede decir “atiendo a lo que me interesa”; y, además, que estar interesado y atender son idénticos. El término interés ha sido usado también para indicar una disposición mental permanente. Así puedo tener un interés en ciertos temas, aunque no son un objeto de mi atención actual. Como quiera que se defina interés, y si se puede describir como una causa de la atención, un aspecto de la atención, o como idéntico a la atención, su significado especial radica en su íntima conexión con la actividad mental de atención.

La atención se puede definir como la energía cognitiva o intelectual dirigida hacia cualquier objeto. Es esencialmente selectiva, concentra la conciencia en parte del campo de visión mental, mientras ignora otras partes. La atención también es de carácter intencional. Enfoca nuestra mirada mental con el fin de obtener una visión más clara y distinta. Resulta en una impresión más profunda y más duradera, y por lo tanto juega un papel vital tanto en cada acto cognitivo como en el crecimiento del conocimiento como un todo. La escuela Asociacionista Inglesa de psicología y la mayoría de los empiristas, al tratar sobre la génesis del conocimiento, parece miras a la intensidad o frecuencia del estímulo como el factor más influyente en el proceso de la cognición. Como cuestión de hecho, lo que la mente toma depende casi enteramente de esta acción selectiva de la atención.

De la totalidad de la masa de impresiones, que entran en cualquier momento a través de los diversos canales de los sentidos, es sólo aquellos a los que se dirige la atención los que se elevan al nivel de la vida intelectual, o toman posesión real de la mente; el interés determinará cuáles son éstos. Estamos interesados en lo que está relacionado con nuestra experiencia pasada, especialmente en lo que es parcialmente nuevo, aunque parcialmente familiar. Las sensaciones placenteras y las dolorosas son excitantes originales de la atención; hay otras experiencias también ---tal vez neutrales en sí mismas, pero asociados con estas últimos--- que generan miedo o esperanza, y así se vuelven interesantes. Aunque nuestra atención puede ser atraída temporalmente por cualquier choque repentino o impresión inesperada de una intensidad inusual, no hablamos de esto como interesante, y nuestra atención pronto se desvanece. Experiencias aisladas, excepto en la medida en que pueden estimular el intelecto para tratar de correlacionarlas con algunos conocimientos previos, no ocupan fácilmente la mente.

Se requieren esfuerzos repetidos para mantener nuestra atención fija en una rama desconocida de estudio (como por ejemplo un nuevo idioma o la ciencia). Pero en la proporción en que cada acto sucesivo de observación o de comprensión deja un depósito en forma de una idea en la memoria, lista para ser despertada por experiencias parcialmente similares en el futuro, se construye gradualmente en la mente un grupo o sistema de ideas que constituye nuestro conocimiento permanente del tema. Tales series de experiencias, con el grupo de ideas así depositadas en la memoria, convierten a los actos similares de cognición fáciles y agradables en el futuro. De hecho, desarrollan una especie de apetito por experiencias futuras relacionadas, las cuales son asimilables a partir de ahí, o, en lenguaje herbartiano, apercibidas con facilidad y satisfacción. El grupo de las ideas relacionadas a cualquier tema constituyen un interés en el sentido de una disposición permanente de la mente, mientras que la sensación del proceso de la percepción, o asimilación, es el interés visto como una forma de conciencia real. Pero un acontecimiento de carácter extraño o novedoso, que podemos encontrar difícil de comprender o asimilar con la experiencia pasada, también puede fascinar a nuestra mente. Lo extraño, lo horrible, puede despertar así, al menos temporalmente un agudo, si mórbido, interés. Aun así, en la medida en que tales experiencias pueden excitar el miedo o la ansiedad, vienen bajo el principio general de que el interés se asocia con el placer o el dolor personal.

En términos generales, entonces, todas esas cosas que despiertan o mantienen la atención no voluntaria o espontánea son interesantes, mientras que los fenómenos a los que podemos atender solamente con el esfuerzo voluntario son poco interesantes. El niño está interesado en su comida y su juego, también en las operaciones asociadas con el placer o el dolor en el pasado. El niño está interesado en sus juegos, en aquellos ejercicios que ha llegado a relacionar con su propio bienestar, y en ramas de estudio que ya han efectuado tal alojamiento en la mente que las nuevas ideas y elementos de información se asimilan y asocian fácilmente a lo que ha pasado antes. Los seres humanos están interesados en esos temas que se han vuelto entretejidos y conectados con las principales ocupaciones de sus vidas.

Pedagogía

Al ser así entendida la psicología del interés, se vuelve obvia su importancia capital en la obra de la educación. Es en su insistencia en el valor de esta fuerza mental y moral, y en su tratamiento sistemático de la misma en la aplicación a la actividad de enseñanza que reside la mayor importancia de Herbart como un pedagogo. A medida que el maestro puede despertar y mantener el interés del alumno, tanto mayor será la facilidad, la rapidez y la tenacidad de la adquisición mental de este último. Hay que reconocer que, en el inicio de la mayoría de las ramas del conocimiento, una serie de datos "secos", que poseen poco interés en sí mismos para el niño, por lo general han de ser aprendidos por puro esfuerzo. La atención espontánea del alumno no se va a adherir con satisfacción a las ideas presentadas en las primeras páginas de un libro de texto. Aquí el maestro se ve obligado a exigir el esfuerzo de la atención voluntaria, aunque no sea agradable por parte del alumno. Aun así, él hará sabiamente todo lo posible para hacer inteligible al estudiante un poco de la futura utilidad del esfuerzo inmediato, y de esta manera unir interés mediato a lo que es aburrido y poco atractivo en sí mismo. Además, como el esfuerzo de atención prolongado a lo que es poco interesante en sí mismo es fatigoso, al principio hará cortas las lecciones de estos temas, y variará la monotonía mediante pedazos de información animada y útil, ilustraciones, comentarios, y similares, los cuales brindarán alivio y descanso entre los ataques a la substancia de la lección. En esta etapa el maestro tiene como objetivo ser un profesor interesante; hasta el momento no puede hacer su tema interesante, que, sin embargo, deberá ser su objetivo final.

Pero, a medida que avanza el estudiante, se está formando en su mente un grupo creciente de conocimientos, una masa creciente de ideas acerca de esta rama de estudio, lo que hace más fácil y agradable la entrada de cada nueva idea que se relacione con ella. Hay una sensación de satisfacción cada vez que un elemento nuevo se ajusta al anterior, y es asimilado o "apercibido" por este último. El alumno comienza a sentir que las ideas que ya posee le dan un cierto poder de entender y manipular el objeto de su estudio. Se ha vuelto consciente de una extensión de este poder con cada ampliación de su conocimiento, y comienza a manifestarse el deseo de un mayor conocimiento. Aquí tenemos la atención perceptiva o interés inmediato.

Al ser un objetivo principal del maestro el despertar este interés inmediato en el tema, este propósito debe determinar su exposición del tema en su conjunto, y también guiarlo en el trato con el alumno de día a día. Su exposición debe ser ordenada, procediendo lógicamente con divisiones adecuadas: los principios o ideas más importantes deben fijarse firmemente por la repetición, las subdivisiones deben ser ubicadas en sus lugares apropiados, y se debe hacer clara su relación con los encabezados bajo los que caen. Por este medio, las ideas sobre el tema introducidas en la mente del alumno se construyen en un sistema racional u organizado. Esto asegura un mayor dominio de lo ya conocido, así como una mayor facilidad en la recepción de los nuevos conocimientos, y por lo tanto acelera el crecimiento del interés.

Pero además de este orden de la exposición en el tratamiento de la materia, la que podría ser formal y sin vida, el maestro debe estar continuamente adaptando su instrucción a la condición actual de la mente del alumno. Debe mantener constantemente a la vista cuáles son las ideas que el alumno ya ha adquirido. Tiene que agitar el conjunto relacionado de ideas mediante preguntas juiciosas o repeticiones, y excitar el apetito de curiosidad, cuando a punto de comunicar más información; él tiene que mostrar la relación y unir el nuevo artículo con el conocimiento previo por comparación, ilustración y explicación. Por último, ha de estar activo para todas las oportunidades de generalizar, y para mostrar cómo la nueva información se puede aplicar mediante el establecimiento de ejercicios o problemas adecuados para ser resueltos por el propio alumno. Así conduce al alumno a darse cuenta de su aumento de poder, que es uno de los medios más eficaces para fomentar el interés activo tanto en el tema mismo como en la relación de sus diversas partes con el todo.

Vea también el artículo Herbart y Herbartismo.

Fuente: Maher, Michael. "Psychology of Interest." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8, pp. 75-77. New York: Robert Appleton Company, 1910. 8 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/08075a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina