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Martes, 7 de mayo de 2024

Diferencia entre revisiones de «Enrique II»

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Rey alemán y emperador del Sacro imperio romano. Hijo del duque Enrique II (el Batallador) y de la princesa Gisela de Borgoña; nacido en 972; muerto en su palacio de Grona, en Gottingen, el 13 de julio de 1024.  
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'''Enrique II ''':  rey de [[Inglaterra]], nació en 1133; murió el 6 de julio de 1189.  En su vida temprana fue conocido comúnmente como “Henry Fitz-Empress” por el hecho de que su madre Matilda, hija de Enrique I, estuvo primero casada con el emperador [[Enrique V]].  Sin embargo, Enrique era hijo de su segundo esposo, Geoffrey Plantagent, y heredó de él los tres importantes feudos de Anjou, Touraine y Maine.   Poco después de su nacimiento, los miembros del consejo del rey fueron obligados a jurar lealtad al príncipe infante como heredero al trono de [[Inglaterra]], pero cuando Enrique I murió, en 1135, tanto los barones [[Normandía |normandos]] como los ingleses, a quienes tanto disgustaba Geoffrey Plantagenet, prestaron su apoyo al reclamante rival, Stephen de Blois. A pesar de la confusión y la [[guerra]] civil que marcaron los años siguientes, el joven Enrique parece haber sido bien [[educación |educado]], en parte en Inglaterra, en parte  en el extranjero.
Tuvo la gran suerte de pertenecer a una familia sumamente religiosa. Su hermano Bruno fue obispo. Su hermana Brígida fue monja. La otra hermana, Gisela, fue la esposa de un santo, San Esteban, rey de Hungría. Y la madre de Enrique lo confió desde muy jovencito bajo la dirección de otro fervoroso personaje, San Wolfgan, obispo de Ratisbona, el cual lo educó de la mejor manera que le fue posible.
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Como su predecesor, Otto III, tuvo la educación literaria de su tiempo. En su juventud había sido destinado para el sacerdocio. Por consiguiente conoció los asuntos eclesiásticos a una edad temprana.  
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Cuando tenía dieciséis años fue nombrado [[caballería |caballero]] en [[Carlisle]] por el rey David de [[Escocia]]; a los dieciocho [[legados |heredó]] a [[Normandía]] y Anjou; a los diecinueve años se casó con Eleanor de Aquitania, la esposa [[divorcio |divorciada]] de Luis VII de [[Francia]], y obtuvo su herencia; y a sus veinte años, regresó a Inglaterra y obligó al rey Esteban a someterse a términos.  Es evidente que cuando, un año más tarde, después de la muerte de Stephen, le sucedió a la Corona inglesa, los [[hombre]]s sintieron que no tenían que tratar con un novato ni en la diplomacia ni en la [[guerra]].   Ya sea por el accidente de la herencia o por una imitación [[Estado Consciente |consciente]], Enrique II enseguida emprendió con notable éxito el trabajo de reforma constitucional y legal que marcó la administración de su abuelo, Enrique I. El Enrique angevino no era un héroe o un patriota como nosotros entendemos los términos hoy día, sino que fue, como dijo Stubbs, "un rey precavido que reconoció que el bienestar de la nación era la base más segura de su propio poder".
  
Al poco tiempo de haberse muerto su gran maestro, San Wolfgan, vio Enrique que se le aparecía en sueños y escribía en una pared esta frase: "Después de seis". Se imaginó que le avisaban que dentro de seis días iba a morir y se dedicó con todo su fervor a prepararse para bien morir. Pero pasaron lo seis día y no se murió. Entonces creyó que eran seis meses los que le faltaban de vida, y dedicó ese tiempo a lecturas espirituales, oraciones, limosnas a los pobres, obras buenas a favor de los más necesitados y cumplimiento exacto de su deber de cada día. Pero a los seis meses tampoco se murió. Se imaginó que el plazo que le habían anunciado eran seis años, y durante ese tiempo se dedicó con mayor fervor a sus prácticas de piedad, a obras de caridad y a instruirse ejercer lo mejor posible sus oficios, y a los seis años... lo que le llegó no fue la muerte sino el nombramiento de Emperador. Y este aviso le sirvió muchísimo para prepararse sumamente bien para ejercer tan alto cargo.
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En su país, entonces, se puso a trabajar desde el principio para enfrentar una serie de problemas que nunca se habían resuelto, la cuestión de [[Escocia]], la cuestión de [[Gales]], los [[fraude]]s de los funcionarios fiscales, los defectos de la [[justicia]] real y las intromisiones de las cortes [[feudalismo |feudales]]. En todas estas empresas fue apoyado lealmente por su nuevo canciller, uno que le había sido cordialmente recomendado por el [[arzobispo]] [[Teobaldo]] y uno que estaba lo suficientemente cerca de su edad para compartir su vigor y entusiasmo. Hay una sola voz entre los contemporáneos para rendir homenaje al gobierno fuerte y beneficioso llevado a cabo por Enrique y su canciller [[Santo Tomás Becket |Thomas Becket]] durante siete u ocho años. Se aplastó toda resistencia peligrosa, los innumerables castillos feudales se sometieron y los barones turbulentos estuvieron dispuestos a aceptar la seguridad y el orden impartidos por la reorganizada maquinaria del tesoro y por un sistema más completo de administración judicial; aquí no se pueden dar los detalles.   Las reformas se incorporaron en gran parte en las "sesiones" (“assizes”) emitidas más tarde en el reino, pero en la mayoría de los casos, el trabajo de reorganización se puso en marcha desde el principio.
  
Empezó siendo simplemente gobernante de Baviera. Y allí ejerció su autoridad con agrado de todos, llegando a ser enormemente estimado por su pueblo. Pero de pronto murió el Emperador Otón III, su primo, sin dejar herederos, y entonces los príncipes electores juzgaron que ningún otro estaba mejor preparado para gobernar Alemania y a las naciones vecinas que el buen Enrique, tan apreciado por sus súbditos. Y llegó así a aquel altísimo cargo.  
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En lo que respecta a la política exterior, Enrique se encontró con dominios como ningún rey [[Inglaterra |inglés]] había conocido antes.  [[Normandía]], Maine, Anjou y Aquitania se unieron a la corona inglesa en 1154, y antes de veinte años [[Nantes]], Quercy, Bretaña y [[Toulouse]] habían prácticamente caído bajo la soberanía inglesa. Recientemente se ha sostenido (por Hardegan, "Imperialpolitik Heinrichs II", 1905) que Enrique adoptó deliberadamente una política de competencia con el emperador y que él mismo hizo el imperio, como parece afirmar [[Giraldo Cambrense]] (Opera, VIII, 157), objeto de su [[ambición]], al ser invitado a ello tanto por toda [[Italia]] como por la ciudad de [[Roma]]. Si se trata de una visión exagerada, no obstante, es cierto que Enrique ocupó una posición destacada en [[Europa]] y que [[Inglaterra]], por primera vez, ejerció una influencia que se sintió en todo el continente.
  
De buena gana realizaba prácticas pías, gustosamente también fortaleció la Iglesia en Alemania, sin dejar de considerar las instituciones eclesiásticas como los principales puntales de su poder, de acuerdo con la visión de Otto el Grande. Con toda su sabiduría y piedad, Enrique era un hombre sumamente sobrio, dotado de sensatez y de un sentido común práctico. Tenía un proceder circunspecto, intentaba hacer lo que era posible y, donde era factible, aplicando los métodos de la amabilidad y un razonable buen sentido. Esta prudencia, sin embargo, estaba combinada con la energía y la escrupulosidad. Enfermo y sufriendo por la fiebre, cruzó el imperio para mantener paz. En todo momento usó su poder para arreglar los problemas. Especialmente deseó ayudar al pueblo.
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La prosperidad que se mostró favorable en los primeros años de Enrique parece de una manera extraña haber sido destruida por su disputa con su ex favorito y canciller.  Aquel a quien ahora [[honor |honramos]] como [[Santo Tomás Becket]] fue elevado al [[arzobispo |arzobispado]] por deseos de su amo real en 1162. Es probable que Enrique fuese influenciado en su elección de un [[primado]] por la anticipación de conflictos con [[la Iglesia]].   Sin [[duda]], ya estaba planeando su ataque a la [[Jurisdicción Eclesiástica |jurisdicción]] de los Tribunales [[cristianismo |Cristianos]], y también es bastante probable que el mismo Tomás lo hubiese adivinado. Esto, de ser [[verdad |cierto]], explicaría los presentimientos claramente expresados que el futuro [[arzobispo]] pronunció al enterarse de su [[nominación]].  
La Iglesia, como Iglesia constitucional de Alemania, y por consiguiente como garante de la unidad alemana y de las demandas de sucesión, elevó a Enrique al trono. El nuevo rey inmediatamente asumió la política de Otón I tanto en los asuntos internos como externos.  
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Esta política apareció primero en su tratamiento de las Marcas Orientales. Las invasiones del duque Boleslaw, que había fundado un gran reino, lo impelió intervenir. Pero su éxito no fue notable.  
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La historia de las famosas Constituciones de Clarendon ya se ha dado con algunos pequeños detalles en el artículo [[Inglaterra]] (Vol. V, p. 436).  En su ataque a la [[Jurisdicción Eclesiástica |jurisdicción]] de los tribunales espirituales, Enrique podría haber deseado sinceramente remediar un abuso, pero la magnitud de ese abuso ha sido muy exagerada por las simpatías anti papales de los historiadores [[anglicanismo |anglicanos]], más especialmente de un escritor tan influyente como el [[obispo]] Stubbs.  Sin duda, la [[naturaleza]] magistral y apasionada de Enrique se vio indudablemente amargada por lo que él consideraba la ingratitud de su ex favorito —incluso la renuncia a la cancillería de [[Santo Tomás Becket |Santo Tomás]], al ser nombrado [[arzobispo]], lo había mortificado profundamente— pero cuando, como clímax de seis años de [[persecución]] que siguieron al rechazo del [[Comunión de los Santos |santo]] a las Constituciones de Clarendon, el arzobispo fue brutalmente [[homicidio |asesinado]] el 29 de diciembre de 1170, no hay razón para [[duda]]r que el remordimiento de Enrique fue sincero.  Su sumisión a la humillante [[penitencia]], que realizó descalzo en el [[santuario]] del [[mártir]] en 1174, fue un ejemplo para toda [[Europa]].
  
En Italia la oposición local y nacional al universalismo del rey alemán había encontrado un defensor en Arduino de Ivrea. Este último asumió la corona Lombarda en 1002. En 1004, Enrique cruzó los Alpes. Arduino se rindió a su superior poder. Entonces, el arzobispo de Milán lo coronó rey de Italia. Este rápido éxito fue principalmente debido al hecho de que una gran parte del episcopado italiano sostenía la idea de un imperio romano y de la unidad de Iglesia y Estado.  
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Cuando llegó la noticia de que, ese mismo día, el rey [[Escocia |escocés]], que estaba apoyando una insurrección peligrosa en el norte, había sido hecho [[prisión |prisionero]] en Alnwick, los [[hombre]]s lo consideraron naturalmente como una señal del favor divino. Es posible, y ha sido sugerido recientemente por L. Delisle, que la restauración del título [[Dei Gratia; Dei et Apostolicæ Sedis Gratia |”Dei Gratia]] Rex Anglorum” (por la [[gracia]] de [[Dios]] rey de [[Inglaterra]]) que se observa en las cartas reales después de 1172, pueden deberse a la intensificación del sentimiento [[religión |religioso]].   En cualquier caso, no hay razón suficiente para decir, con Stubbs, que [[Santo Tomás Becket |Santo Tomás]] fue responsable de un cambio doloroso en el [[carácter]] de Enrique hacia el final de su vida. La mala conducta y la rebelión de sus hijos, probablemente a instancias de su reina, Leonor de Aquitania, son ampliamente suficientes para explicar alguna medida de amargura y venganza. Por otra parte, después de que Enrique, por su penitencia, se hubo confesado vencido por la cuestión de los Tribunales de [[la Iglesia]], sus reformas legales y constitucionales (como las que desarrollaron los gérmenes del juicio por jurado, los circuitos de los jueces ambulantes, etc.) fueron empujadas más activamente que nunca.  Este hecho constituye un fuerte argumento a favor de la opinión de que Santo Tomás no se resistía a nada que fuera esencial para el bienestar del reino.
  
Su segunda expedición a Roma fue motivada por la disputa entre los condados de Tuscany y los Crescentians sobre la nominación al trono papal, derrotó a los enemigos del Pontífice y le restituyó su alto cargo. El Papa Benedicto VIII lo coronó solemnemente, el 14 de febrero de 1014, en Roma como Emperador de Alemania, Italia y Polonia.
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Además, es en estos últimos años de la vida de Enrique que encontramos la presentación más atractiva de su carácter en sus relaciones con el [[Orden de la Cartuja |cartujo]], [[San Hugo de Lincoln]], un [[Comunión de los Santos |santo]] que el propio rey había promovido a su [[obispo |obispado]]. Evidentemente San Hugo tenía un tierno sentimiento hacia Enrique, y él no era un [[hombre]] que tolerase la [[mal]]dad.  Una vez más, la lista de los fundamentos [[religión |religiosos]] de Enrique es considerable, incluso aparte de las tres casas establecidas en la conmutación de su [[votos |voto]]. Además, al final de su vida parece haber sido sincero en su [[interés]] por la [[las Cruzadas |Cruzada]], mientras que su organización del "Diezmo de Saladino", como la del "''scutagium''" al comienzo del reinado, marcaron una época en la historia de la tributación inglesa.
Pero no fue hasta más tarde, en su tercera expedición a Roma, cuando pudo restaurar completamente el prestigio del imperio.  
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Sin embargo, antes de que esto ocurriera, le obligaron a intervenir en occidente. Los disturbios eran especialmente frecuentes a lo largo de todo el noroeste. Lorraine causó grandes problemas. Los conde de Lutzelburg (Luxemburgo), cuñados del rey, eran el corazón y alma del descontento en ese país. De ellos, Adalbero se había nombrado obispo de Tréveris por métodos no canónicos (1003); pero no fue reconocido más que por su hermano Teodorico que se había nombrado obispo de Metz.  
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La conquista de [[Irlanda]] que Enrique había proyectado en 1156 y para la cual obtuvo una [[Bulas y Breves |bula]] del [[Papa Adriano IV]] fue realizada más tarde con la completa [[sanción]] del [[Papa Alejandro III]], conservada para nosotros en cartas de [[auténtico |autenticidad]] incuestionable que conceden en sustancia todo lo que se otorgó mediante la disputada bula de Adriano. La muerte de Enrique fue triste y trágica, amargado por la rebelión de sus hijos [[Ricardo I |Ricardo]] y Juan, pero recibió los últimos [[sacramentos]] antes de que llegase su fin.  “Pienso”, dice [[William de Newburgh]], “que [[Dios]] deseó castigarlo severamente en esta vida para mostrarle misericordia en la próxima.
  
De acuerdo con su deber, el rey no podía ser inducido a incitar cualquier política familiar egoísta a expensas del imperio. Aunque Enrique, en general, fue capaz de mantener su mantenerse por sí mismo contra estos condes de Luxemburgo, la autoridad real sufrió una gran pérdida de prestigio en el noroeste. Borgoña proporcionó una compensación a ello. El señor de ese país era Rodolfo que, para protegerse contra sus vasallos, se alió con Enrique II, el hijo de su hermana, Gisela, y el duque sin hijos legó su ducado a Enrique, a pesar de la oposición de los nobles (1006). Enrique tuvo que emprender varias campañas antes de que él pudiera dar fuerza a sus demandas. No logró ningún resultado tangible, y dejó las reclamaciones teóricas sobre Borgoña a sus sucesores.
 
  
Mejor suerte esperó al rey en las partes centrales y orientales del imperio. Es verdad que tuvo un enfrentamiento con los Conradinianos sobre Carintia y Suabia: pero Enrique salió victorioso porque su reino descansaba en la sólida fundación de una íntima alianza con la Iglesia.  
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'''Bibliografía''':  Todas las historias de Inglaterra y notablemente la de LINGARD contienen un relato detallado del importante reinado de Enrique, pero el estimado de su carácter que hace Lingard parece innecesariamente severo.  Los prefacios a las ediciones de STUBBS de varias crónicas en las Series de Rollos son importantes y han sido impresas juntas en un volumen separado.  Entre las obras más recientes DAVIS, England under the Normans and Angevins (Londres, 1905), y ADAMS, History of England from 1066 to 1216 (Londres, 1905) se pueden recomendar especialmente.  Vea también DELISLE, artículos sobre los Estatutos de Enrique en la Bibliothéque de l'Ecole des Chartes, 1906, 1907, y 1909, y ROUND en el Archaeological Journal, 1908; EYTON, Itinerary of Henry II (Londres, 1878); NORGATE, England under the Angevin Kings (Londres, 1887); THURSTON, Life of St. Hugh of Lincoln (Londres, 1898); HARDEGEN, Imperialpolitik König Heinrichs II. von England (Heidelberg, 1905).  Bibliografías más completes se dan en GROSS, Sources of Eng. Hist., y por NORGATE en Dict. Nat. Biog., s.v.
  
Que su actitud hacia la Iglesia fue dictada en parte por razones prácticas, en principio promovió las instituciones de la Iglesia principalmente para hacer de ellas apoyos más útiles su poder real, se muestra claramente por su política. El modo en que audazmente Enrique se alzó como gobernante real de la Iglesia se ve particularmente en el establecimiento de la Sede de Bamberg, que siguió completamente su propio esquema.  
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'''Fuente''':  Thurston, Herbert. "Henry II." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, pp. 220-222. New York: Robert Appleton Company, 1910. 28 Jul. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/07220b.htm>.
  
Llevó a cabo esta medida, en 1007, a pesar de la oposición enérgica contra este cambio en la organización de la Iglesia del obispo de Wurzburg. El primer propósito del nuevo obispado era la germanización de las regiones del Alto Main y de Regnitz dónde los wends (n.d.t. "sorabos" un pueblo eslavo) se habían establecido. Como una parte grande del contorno de Bamberg pertenecía al rey, éste pudo dotar con riqueza las fundaciones del nuevo obispado. La importancia de la situación de Bamberg, principalmente en el campo de cultura que promovió principalmente por sus prósperas escuelas. Por tanto, Enrique confió en la ayuda de la Iglesia contra el poder laico que había llegado a ser considerable. Pero no hizo ninguna concesión a la Iglesia.
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Traducido por Luz María Hernández Medina
 
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Aunque naturalmente pío y buen conocedor de la cultura eclesiástica, era en el fondo un extraño a su espíritu. Dispuso autocráticamente de los obispados. Bajo su regla, los obispos, de quienes exigió una total obediencia, parecían ser oficiales del imperio. Exigió la misma obediencia de los abades. Sin embargo, esta dependencia política no dañó la vida interior de la Iglesia alemana bajo Enrique. Por medio de sus recursos económicos y educativos la Iglesia tuvo una beneficiosa influencia en esta época.
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Pero precisamente fue este poder civilizador de la Iglesia alemana el que despertó las sospechas de los reformistas. Esto fue importante porque Enrique vencía cada vez más sobre las ideas de este grupo. En un sínodo en Goslar confirmó decretos que tendieron a realizar las demandas hechas por los partidarios de la reforma. Finalmente estas tendencias no pudieron subvertir el sistema otoniano, es más no pudieron crear una oposición a la Iglesia en Alemania tal y como estaba constituida.
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Esta hostilidad de parte de la Iglesia alemana encontró una cabeza en la disputa del emperador contra el arzobispo Aribo de Maguncia. Aribo era contrario a la reforma de los monjes de Cluny. El embrollo político del matrimonio de Hammerstein le dio la oportunidad que deseaba de ofrecer un frente contra Roma. Otto von Hammerstein había sido excomulgado por Aribo a causa de su matrimonio con Irmengard, y éste último había apelado a Roma con éxito. Esto obtuvo la oposición del Sínodo de Seligenstadt, en 1023, que prohibió la apelación a Roma sin el consentimiento del obispo. Este paso significó la rebelión abierta contra la idea de la unidad de la iglesia y su último resultado habría sido el nacimiento de una Iglesia nacional alemana. En esta disputa el emperador estaba completamente en el lado de los reformistas. Incluso quiso incoar procedimientos internacionales contra el arzobispo desobediente por medio de tratados con el rey francés; pero su muerte lo impidió.
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Antes de que este Enrique hubiera hecho su tercer viaje Roma en 1021, acudió a la demanda de los obispos italianos fieles, que le habían advertido en Estrasburgo del aspecto peligroso de la situación italiana, también el papa que lo insinuó en Bamberg en 1020. Así el poder imperial, que ya había empezado a retirarse de Italia, fue convocado de nuevo allá. En este tiempo el objetivo fue acabar con la supremacía de los griegos en Italia. Su éxito no fue completo; tuvo éxito, sin embargo, al restaurar el prestigio del imperio en el norte y centro de Italia.
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Enrique era un hombre demasiado razonable como para pensar en serio en adoptar de nuevo los planes imperialistas de sus predecesores. Quedó satisfecho por haber asegurado la posición dominante del imperio en Italia dentro de los límites razonables. El poder de Enrique estaba asegurado y se debió a su principal compromiso de fundamentar su autoridad nacional.
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Las leyendas eclesiásticas más tarde han atribuido rasgos ascéticos a este gobernante algunas de los cuales ciertamente no puede resistir la crítica seria. Por ejemplo, el tema muy tratado de su matrimonio virginal con Cunegunda no tiene ciertamente de hecho ninguna base.
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Llamado "el piadoso". Pocos gobernantes hay que hayan gozado de una manera tan extraordinaria de cariño de su pueblo, como San Enrique. Un día, a un empleado que le aconsejaba tratar con crueldad a los revoltosos, le respondió: "Dios no me dio autoridad para hacer sufrir a la gente, sino para tratar de hacer el mayor bien posible."
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Fue un verdadero padre para sus súbditos. La fama de su bondad corrió pronto por toda Alemania e Italia, ganándose la simpatía general. En sus labores caritativas le ayudaba su virtuosa esposa, Santa Cunegunda.
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Murió el 13 de julio del año 1024, la Iglesia canonizó a este emperador en 1146, y a su esposa Cunegunda en 1200.
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FRANZ KAMPERS
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Transcrito por HCC
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Traducido por Quique Sancho
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Última revisión de 20:48 29 jul 2019

Enrique II : rey de Inglaterra, nació en 1133; murió el 6 de julio de 1189. En su vida temprana fue conocido comúnmente como “Henry Fitz-Empress” por el hecho de que su madre Matilda, hija de Enrique I, estuvo primero casada con el emperador Enrique V. Sin embargo, Enrique era hijo de su segundo esposo, Geoffrey Plantagent, y heredó de él los tres importantes feudos de Anjou, Touraine y Maine. Poco después de su nacimiento, los miembros del consejo del rey fueron obligados a jurar lealtad al príncipe infante como heredero al trono de Inglaterra, pero cuando Enrique I murió, en 1135, tanto los barones normandos como los ingleses, a quienes tanto disgustaba Geoffrey Plantagenet, prestaron su apoyo al reclamante rival, Stephen de Blois. A pesar de la confusión y la guerra civil que marcaron los años siguientes, el joven Enrique parece haber sido bien educado, en parte en Inglaterra, en parte en el extranjero.

Cuando tenía dieciséis años fue nombrado caballero en Carlisle por el rey David de Escocia; a los dieciocho heredó a Normandía y Anjou; a los diecinueve años se casó con Eleanor de Aquitania, la esposa divorciada de Luis VII de Francia, y obtuvo su herencia; y a sus veinte años, regresó a Inglaterra y obligó al rey Esteban a someterse a términos. Es evidente que cuando, un año más tarde, después de la muerte de Stephen, le sucedió a la Corona inglesa, los hombres sintieron que no tenían que tratar con un novato ni en la diplomacia ni en la guerra. Ya sea por el accidente de la herencia o por una imitación consciente, Enrique II enseguida emprendió con notable éxito el trabajo de reforma constitucional y legal que marcó la administración de su abuelo, Enrique I. El Enrique angevino no era un héroe o un patriota como nosotros entendemos los términos hoy día, sino que fue, como dijo Stubbs, "un rey precavido que reconoció que el bienestar de la nación era la base más segura de su propio poder".

En su país, entonces, se puso a trabajar desde el principio para enfrentar una serie de problemas que nunca se habían resuelto, la cuestión de Escocia, la cuestión de Gales, los fraudes de los funcionarios fiscales, los defectos de la justicia real y las intromisiones de las cortes feudales. En todas estas empresas fue apoyado lealmente por su nuevo canciller, uno que le había sido cordialmente recomendado por el arzobispo Teobaldo y uno que estaba lo suficientemente cerca de su edad para compartir su vigor y entusiasmo. Hay una sola voz entre los contemporáneos para rendir homenaje al gobierno fuerte y beneficioso llevado a cabo por Enrique y su canciller Thomas Becket durante siete u ocho años. Se aplastó toda resistencia peligrosa, los innumerables castillos feudales se sometieron y los barones turbulentos estuvieron dispuestos a aceptar la seguridad y el orden impartidos por la reorganizada maquinaria del tesoro y por un sistema más completo de administración judicial; aquí no se pueden dar los detalles. Las reformas se incorporaron en gran parte en las "sesiones" (“assizes”) emitidas más tarde en el reino, pero en la mayoría de los casos, el trabajo de reorganización se puso en marcha desde el principio.

En lo que respecta a la política exterior, Enrique se encontró con dominios como ningún rey inglés había conocido antes. Normandía, Maine, Anjou y Aquitania se unieron a la corona inglesa en 1154, y antes de veinte años Nantes, Quercy, Bretaña y Toulouse habían prácticamente caído bajo la soberanía inglesa. Recientemente se ha sostenido (por Hardegan, "Imperialpolitik Heinrichs II", 1905) que Enrique adoptó deliberadamente una política de competencia con el emperador y que él mismo hizo el imperio, como parece afirmar Giraldo Cambrense (Opera, VIII, 157), objeto de su ambición, al ser invitado a ello tanto por toda Italia como por la ciudad de Roma. Si se trata de una visión exagerada, no obstante, es cierto que Enrique ocupó una posición destacada en Europa y que Inglaterra, por primera vez, ejerció una influencia que se sintió en todo el continente.

La prosperidad que se mostró favorable en los primeros años de Enrique parece de una manera extraña haber sido destruida por su disputa con su ex favorito y canciller. Aquel a quien ahora honramos como Santo Tomás Becket fue elevado al arzobispado por deseos de su amo real en 1162. Es probable que Enrique fuese influenciado en su elección de un primado por la anticipación de conflictos con la Iglesia. Sin duda, ya estaba planeando su ataque a la jurisdicción de los Tribunales Cristianos, y también es bastante probable que el mismo Tomás lo hubiese adivinado. Esto, de ser cierto, explicaría los presentimientos claramente expresados que el futuro arzobispo pronunció al enterarse de su nominación.

La historia de las famosas Constituciones de Clarendon ya se ha dado con algunos pequeños detalles en el artículo Inglaterra (Vol. V, p. 436). En su ataque a la jurisdicción de los tribunales espirituales, Enrique podría haber deseado sinceramente remediar un abuso, pero la magnitud de ese abuso ha sido muy exagerada por las simpatías anti papales de los historiadores anglicanos, más especialmente de un escritor tan influyente como el obispo Stubbs. Sin duda, la naturaleza magistral y apasionada de Enrique se vio indudablemente amargada por lo que él consideraba la ingratitud de su ex favorito —incluso la renuncia a la cancillería de Santo Tomás, al ser nombrado arzobispo, lo había mortificado profundamente— pero cuando, como clímax de seis años de persecución que siguieron al rechazo del santo a las Constituciones de Clarendon, el arzobispo fue brutalmente asesinado el 29 de diciembre de 1170, no hay razón para dudar que el remordimiento de Enrique fue sincero. Su sumisión a la humillante penitencia, que realizó descalzo en el santuario del mártir en 1174, fue un ejemplo para toda Europa.

Cuando llegó la noticia de que, ese mismo día, el rey escocés, que estaba apoyando una insurrección peligrosa en el norte, había sido hecho prisionero en Alnwick, los hombres lo consideraron naturalmente como una señal del favor divino. Es posible, y ha sido sugerido recientemente por L. Delisle, que la restauración del título ”Dei Gratia Rex Anglorum” (por la gracia de Dios rey de Inglaterra) que se observa en las cartas reales después de 1172, pueden deberse a la intensificación del sentimiento religioso. En cualquier caso, no hay razón suficiente para decir, con Stubbs, que Santo Tomás fue responsable de un cambio doloroso en el carácter de Enrique hacia el final de su vida. La mala conducta y la rebelión de sus hijos, probablemente a instancias de su reina, Leonor de Aquitania, son ampliamente suficientes para explicar alguna medida de amargura y venganza. Por otra parte, después de que Enrique, por su penitencia, se hubo confesado vencido por la cuestión de los Tribunales de la Iglesia, sus reformas legales y constitucionales (como las que desarrollaron los gérmenes del juicio por jurado, los circuitos de los jueces ambulantes, etc.) fueron empujadas más activamente que nunca. Este hecho constituye un fuerte argumento a favor de la opinión de que Santo Tomás no se resistía a nada que fuera esencial para el bienestar del reino.

Además, es en estos últimos años de la vida de Enrique que encontramos la presentación más atractiva de su carácter en sus relaciones con el cartujo, San Hugo de Lincoln, un santo que el propio rey había promovido a su obispado. Evidentemente San Hugo tenía un tierno sentimiento hacia Enrique, y él no era un hombre que tolerase la maldad. Una vez más, la lista de los fundamentos religiosos de Enrique es considerable, incluso aparte de las tres casas establecidas en la conmutación de su voto. Además, al final de su vida parece haber sido sincero en su interés por la Cruzada, mientras que su organización del "Diezmo de Saladino", como la del "scutagium" al comienzo del reinado, marcaron una época en la historia de la tributación inglesa.

La conquista de Irlanda que Enrique había proyectado en 1156 y para la cual obtuvo una bula del Papa Adriano IV fue realizada más tarde con la completa sanción del Papa Alejandro III, conservada para nosotros en cartas de autenticidad incuestionable que conceden en sustancia todo lo que se otorgó mediante la disputada bula de Adriano. La muerte de Enrique fue triste y trágica, amargado por la rebelión de sus hijos Ricardo y Juan, pero recibió los últimos sacramentos antes de que llegase su fin. “Pienso”, dice William de Newburgh, “que Dios deseó castigarlo severamente en esta vida para mostrarle misericordia en la próxima.”


Bibliografía: Todas las historias de Inglaterra y notablemente la de LINGARD contienen un relato detallado del importante reinado de Enrique, pero el estimado de su carácter que hace Lingard parece innecesariamente severo. Los prefacios a las ediciones de STUBBS de varias crónicas en las Series de Rollos son importantes y han sido impresas juntas en un volumen separado. Entre las obras más recientes DAVIS, England under the Normans and Angevins (Londres, 1905), y ADAMS, History of England from 1066 to 1216 (Londres, 1905) se pueden recomendar especialmente. Vea también DELISLE, artículos sobre los Estatutos de Enrique en la Bibliothéque de l'Ecole des Chartes, 1906, 1907, y 1909, y ROUND en el Archaeological Journal, 1908; EYTON, Itinerary of Henry II (Londres, 1878); NORGATE, England under the Angevin Kings (Londres, 1887); THURSTON, Life of St. Hugh of Lincoln (Londres, 1898); HARDEGEN, Imperialpolitik König Heinrichs II. von England (Heidelberg, 1905). Bibliografías más completes se dan en GROSS, Sources of Eng. Hist., y por NORGATE en Dict. Nat. Biog., s.v.

Fuente: Thurston, Herbert. "Henry II." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, pp. 220-222. New York: Robert Appleton Company, 1910. 28 Jul. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/07220b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina