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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Archidiácono

De Enciclopedia Católica

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Archidiácono o arcediano (Latín archidiaconos; griego ἀρχιδιάκονος) es el titular de un oficio eclesiástico que se remonta a la antigüedad y hasta el siglo XV de gran importancia en la administración diocesana, particularmente en Occidente. El término no aparece antes del siglo IV, y entonces se encuentra por primera vez en la historia del cisma donatista, escrita hacia 370 por Optatu, de Milevi (I, XVI, ed. Corp. Script. Eccl. Lat., XXVI, 18). Sin embargo, dado que aquí otorga el título a Ceciliano, un diácono de Cartago a principios del siglo IV, parecería que desde ese período hubo un uso ocasional del nombre. Hacia fines del siglo IV y principios del V el término comienza a aparecer con mayor frecuencia tanto entre los autores latinos como entre los griegos. Ocasionalmente también encontramos otros nombres utilizados para indicar el cargo, por ejemplo, ho tou chorou diakonon hegoumenos (Teodoreto, Hist. Eccl. I, 26 en P.G. LXXXII, 981). El término pronto adquirió fijeza, tanto más rápidamente a medida que el oficio del archidiácono se hacía más prominente y sus deberes se definían más claramente.

Los comienzos del arcedianato se hallan en los primeros tres siglos de la era cristiana. El predecesor inmediato del archidiácono es el diaconus episcopi de los tiempos cristianos primitivos, el diácono que el obispo seleccionaba del colegio diaconal (vea DIÁCONO) para su servicio personal. Se le nombraba ayudante en el trabajo de la administración eclesiástica, estaba a cargo del cuidado de los pobres y supervisaba a los otros diáconos en la administración de la propiedad de la iglesia. De este modo se convertía en el procurador especial u œconomus de la comunidad cristiana, y también se le confiaba la vigilancia del clero subordinado.

En este primer período, los deberes del diaconus episcopi no estaban definidos jurídicamente, sino que se realizaban bajo la dirección del obispo y durante el tiempo que él especificaba. A partir del siglo IV esta actividad especializada del diaconus episcopi adquiere gradualmente el carácter de oficio jurídico-eclesiástico. En el ámbito de la administración eclesiástica aparecen determinados deberes adscritos por la ley al oficio del archidiácono. Así, en el período comprendido entre los siglos IV y VIII, el archidiácono es el supervisor oficial del clero subordinado, tiene autoridad disciplinaria sobre ellos en todos los casos de malas acciones y ejerce cierta vigilancia sobre el desempeño de los deberes asignados a ellos.

También estaba dentro de la incumbencia del archidiácono examinar a los candidatos al sacerdocio; también tenía el derecho de hacer visitas entre el clero rural. Incluso era su deber, en casos excepcionales de negligencia episcopal, salvaguardar los intereses de la Iglesia; a sus manos se confiaba la preservación de la fe en su pureza primitiva, la custodia de la disciplina eclesiástica y la prevención de daños a la propiedad de la Iglesia. El archidiácono era, además, el principal confidente del obispo, su ayudante y, cuando era necesario, su representante en el ejercicio de los múltiples deberes del oficio episcopal. Este fue especialmente el caso de la administración de la propiedad eclesiástica, el cuidado de los enfermos, las visitas a los prisioneros y la formación del clero.

En Oriente no hubo mayor desarrollo del arcedianato, pero en Occidente se inauguró una nueva etapa con el siglo VIII. En virtud de su cargo, el archidiácono se convirtió, junto al obispo, en el órgano regular de supervisión y disciplina de la diócesis. A este respecto, se le asignó una jurisdicción propia e independiente (jurisdictio propria) e incluso en el siglo XII se hizo un esfuerzo constante por aumentar el alcance de esta autoridad. En las diócesis grandes, la gran cantidad de asuntos que atender requirió el nombramiento de varios archidiáconos. El primer obispo en introducir esta innovación fue Heddo, de Estrasburgo, quien en 774 dividió su diócesis en siete arcedianatos (archidiaconatus rurales). Su ejemplo fue seguido rápidamente en toda la cristiandad occidental, excepto en Italia, donde la mayoría de las diócesis eran tan pequeñas que no necesitaban tal división de autoridad. En adelante, el archidiaconus magnus de la catedral (generalmente el preboste o præpositus del capítulo), cuyos deberes se referían principalmente al clero de la ciudad, se contrapesaba con los archidiaconi rurales colocados sobre los deanes (archipresbyteri rurales). Estos archidiáconos eran generalmente sacerdotes, canónigos de la catedral o prebostes de las iglesias principales (colegiadas) de los pueblos pequeños.

La autoridad de los archidiáconos culminó en los siglos XI y XII. En ese momento ejercían dentro de la incumbencia de sus arcedianatos una jurisdicción cuasi episcopal. Hacían visitas, durante las cuales estaban autorizados a imponer ciertas contribuciones al clero; dirigían tribunales de primera instancia y tenían derecho a castigar a los clérigos culpables de faltas; también podían celebrar tribunales sinodales. Pero el archidiácono no era solo juez; también se destacaba en la administración eclesiástica. Velaba por que los arciprestes realizasen sus deberes, otorgaba la investidura canónica a los poseedores de prebendas y autorizaba la incorporación de la misma; supervisaba la administración de los ingresos de la iglesia y mantenía en buen estado los lugares de culto. También podía redactar los documentos legales requeridos en el ejercicio de los deberes de su cargo y la realización de los actos jurídicos que ello conllevaba.

Sucedía a menudo que los archidiáconos no eran nombrados por el obispo, sino que eran elegidos por el capítulo catedralicio; a veces recibieron su cargo del rey. Después del siglo XII, debido a la gran extensión de sus deberes, eran ayudados por varios funcionarios y vicarios nombrados por ellos mismos. Esta gran autoridad resultó con el tiempo muy gravosa para el clero y trajo consigo una limitación demasiado grande de la autoridad episcopal. En el siglo XIII, numerosos sínodos comenzaron a restringir la jurisdicción de los archidiáconos. Se les prohibió emplear sus propios officiales especiales y se les prohibió ejercer su autoridad cuando el obispo estaba presente en su territorio. También se les privó del derecho a visitar libremente las parroquias de su arcedianato, a decidir puntos importantes de las causas matrimoniales y a dictar sentencia sobre los clérigos culpables de delitos graves.

Además, con la creación del oficio diocesano de vicario general, se abrió un tribunal de mayor recurso que el del archidiácono, y a él se revirtió la mayor parte de los asuntos una vez tramitados en el tribunal del archidiácono. Cuando finalmente el Concilio de Trento (1553) dispuso que en adelante todas las causas matrimoniales y criminales debían ser llevadas ante el obispo (Ses. XIV, XX, De reform.); que el archidiácono ya no debería tener el poder de excomulgar (Ses. XXV, III, De ref.); que los procedimientos contra los eclesiásticos infieles a sus votos de celibato ya no se llevarían a cabo ante el archidiácono (Sess. XXV, XIV, De ref.) y que los archidiáconos debían hacer solo visitas autorizadas por el obispo, y luego rendirle cuentas de ellas (Ses. XXIV, III, De ref.), el arcedianato quedó completamente desprovisto de su carácter independiente.

Desde ese momento los archidiaconatus rurales desaparecieron gradualmente de los lugares donde existían todavía. El arcedianato de la catedral, donde aún se conservaba el cargo, pronto se volvió prácticamente un título vacío; los principales deberes del titular eran ayudar al obispo en sus deberes pontificios y por la dignidad moral de los candidatos a la ordenación. Entre los protestantes, los anglicanos conservaron, junto con la organización eclesiástica primitiva, el cargo de archidiácono con su propia jurisdicción especial. En las parroquias protestantes alemanas, con menos congruencia, el título de archidiácono se confería al primer Unterpfarrer o pastor auxiliar.


Bibliografía: Kress, Erlaueterung des Archidiaconatwesens (Helmstaedt, 1725); Neller, De Archidiaconis (Trier, 1771); Pertch, Von der Ursprung der Archidiakonen, Officiale und Vikare (Hildesheim, 1743); Spitz, De archidiaconatibus in Germania ac ecclesia Coloniensi (Bonne, 1749); Kranold, Das apostolische Alter der Archidiakonalwuerde (Wittenburg 1768); Grea, Essai historique sur les archidiacres in Biblioth. de l'Ecole des chartres (1851), III, 39 sqq., 215 sqq.; Thomassinus, Vetus et nova eccles. disciplina (London, 1706) I, 174 sqq.; Schroeder, Die Entwickelung des Archidiakonats bis zum 11, Jahrh. (Munich, 1890); Glasschroeder, Das Archidiakonat in der Diozese Speyer, in Archivalische Zeitshrift, N.F., X, 114 sqq.; Leder, Die Diakonen der Bischoefe und Presbyter, in Stutz, Kirchenrechtl. Abhandlungen (Stuttgart, 1905), nos. 23, 24.

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Archdeacon." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1, págs. 693-694. New York: Robert Appleton Company, 1907. 6 oct. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/01693a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina