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Martes, 19 de marzo de 2024

San José: Errores que se cometen al pintarlo

De Enciclopedia Católica

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Colaboración Moisés Delgadillo Campos

Si fuese mi ánimo tratar con extensión todo lo que se ofrecería decir acerca de las Imágenes, y Pinturas del Santísimo Patriarca San José, que en realidad son muy frecuentes, y obvias, se me presentaba un campo muy dilatado, y espacioso para notar, y advertir muchas cosas: pero mi intento es advertir solamente las mas notables, omitiendo a propósito las demás, o ya por no ser de mi asunto, o ya porque algunas de ellas solo parecen propias de los que tratan sobre materias de Crítica.

Aspecto de San José

En primer lugar débese tener presente, por ser la basa de cuanto vamos á decir, que resplandeciendo el santísimo Patriarca con tantos brillos de santidad, y dignidad, que no pueden fácilmente concebirse, y mucho menos explicarse; todo lo cual, bien que enfáticamente, pero con la mayor sublimidad, describió la Sagrada Escritura en estas dos palabras: José, como fuese justo; han obrado necia, y más que absurdamente algunos, que pintaron á este Varón santísimo, é ilustre por la excelsa dignidad que ejerció, como si fuera un hombrecillo rudo, y casi de ninguna estimación, y que (como suelen decir) no sabía aún cual era su mano derecha. Confieso gustoso, que debe pintársele en traje común, y mas acomodado al estilo de la gente vulgar, que al de los magnates; pues que siendo esta la voluntad de Dios, no pasó los límites de una fortuna vulgar: pero no por esto se puede aprobar, el que le pinten disforme, con semblante feo, y la cabellera tan poco cuidada, que tira casi al desaliño: particularmente por ser la modestia, que se ocupa en cuidar, y moderar el aseo en el cuerpo, y en el vestido, una virtud, y no la postrera entre ellas. Pero, como sea verdad, que In vitium ducit culpæ fuga, si caret arte, tampoco puedo aprobar la imprudencia de otros, que por el contrario pintan al santísimo Patriarca, y castísimo Esposo de la Virgen María, más hermoso, y aseado de lo justo, los cuales le representan con un semblante muy risueño, compuesta la barba, tendido su pelo medio rizado por sus hombros, y finalmente adornado de modo que mas parece que el vestido le sirve de adorno, que para cubrirse. Todo hombre sensato debe estar muy lejos de semejantes niñerías, y pintar al purísimo Esposo de la Virgen, no al modo de un mozo muy bien peinado, y amante de afeites, sino á la manera de un varón grave sin ninguna afectación, y como á hombre recomendable á todas luces por su modestia, y gravedad.

Edad de San José

Dije a propósito, como á varón, y no como á mozo, ni tampoco (lo que hicieron algunos, y sobre que hemos tocado algo arriba, tratando de las pinturas del Nacimiento de Cristo) como á viejo lleno de años, y decrépito. Este ha sido el principal escollo en que han tropezado, no solo los pintores, sí también hombres doctísimos; pensando, que cuando S. José se desposó con la Santísima Virgen, no solamente era hombre ya de alguna edad, sino que era viejo. Así sintieron muchos de los antiguos, y lo que es más de extrañar, algunos de los modernos, entre los cuales, por la elegancia de sus versos, es muy digno de ser contado Jacobo Sannazaro, el cual en su insigne obrilla de Partu Virginis, llama siempre viejo á S. Joseph; así dice en un lugar: Pectoris inataesum Virgo mihi pudorem/Pectoris intoesum Virgo mihi casta pudorem/Servat adhuc, nullos non servatura per annos: /mirus amor) seniumque sui venerata mariti/Exiguis degit thalamis & paupere tecto, y en otro

Nec minus & casta senior cum Virgine custos/ Ibat, ut in patriam nomen de more, genusque/Ederet, & jussum non segnis penderte aurum

Por eso, precedió á todos, así modernos, como antiguos S. Epifanio, varón de mucho nombre, el cual lo afirma expresamente, y aun da la razón por que San José se desposó con la Virgen cuando ya estaba enteramente viejo: a saber, porque primero estuvo casado con otra, de quien tuvo hijos, é hijas, siendo una de ellas María Cleofé, que se llama en el Evangelio hermana de la Virgen Madre. Pero esta opinión es un error, a pesar de lo cual, se adhirieron no pocos de los Padres antiguos, y de los mas principales; no la admiten comúnmente los doctos, por contener en sí una cosa muy disonante á la dispensación divina, que se observó en el Misterio de la Encarnación. Porque quiso el Señor ser concebido, no solamente de una Virgen, sino de una Virgen, que estuviese deposada: Primeramente (son palabras del Doctor Máximo S. Jerónimo) para que por la genealogía de José, se demostrase el origen de María. En segundo lugar, para que no la apedreasen los Judíos como á adúltera. Lo tercero, para que huyendo á Egipto, tuviese consuelo. El Mártir S. Ignacio añade otra cuarta razón porque Cristo fue concebido de una, que estaba desposada: diciendo, que esto fue para que su parto estuviese escondido al demonio, pensando que el Señor no había nacido de doncella, sino de una mujer casada. Hasta aquí S. Jerónimo. Es así (para observar algún tanto la forma silogística) que ninguna de dichas razones, á excepción de la primera, era conveniente para que el castísimo Esposo se desposara con la Virgen siendo ya viejo, y mucho menos de edad decrépita, como lo conocerá cualquiera, por poco que se pare en examinarlo: luego es error, y absurdo el decirlo; y hacen muy mal en pintar viejo a San José Esposo de María. Y para que todo lo dicho se fije más en la mente de todo hombre sensato, suplico que haga conmigo las reflexiones siguientes: ¿Quién creerá fácilmente que habiéndose desposado una jovencita con un viejo decrépito estuviese en cinta, y hubiese ya parido, sin haber concebido con menoscabo de su pudor? En ambas cosas la Inmaculada Virgen hubiera carecido de culpa entre los más cuerdos, y prudentes; pero ciertamente no hubiera carecido de alguna calumnia, ó de sospecha de ella, la que sin embargo había determinado Dios apartar en gran manera de su Santísima Madre. Además: ¿qué consuelo, pregunto, podía tener la tierna Virgen habiendo de hacer un largo viaje, si se hubiera desposado con un hombre muy viejo, y casi decrépito; particularmente teniendo después que volver de allí, esto es, de Egipto, á su propio lugar? Porque, en cuanto á que por este desposorio, no se encubriría bien, ni oportunamente al demonio el nacimiento de Cristo de una Virgen (que es la cuarta razón, que da S. Ignacio, y refiere S. Jerónimo) pasólo en silencio: Así por no querer examinar con sobrada sutileza esta razón, de cuya firmeza, y solidez, dudan algo hombres por otra parte doctísimos; como también, porque de cualquier modo que haya sucedido, convence lo mismo la segunda razón.

José en la plenitud de la vida

A esto se agrega, lo que ya han observado hombres sabios, á saber, que S. José fue dado á la Virgen, y al Santísimo, y Divino Niño, no solamente para que cuidara de entrambos; sino también para que les alimentara con su trabajo: por cuyo motivo fue conveniente, que fuera carpintero de profesión, como veremos luego; cosa que no podía esperarse de un viejo ya sin fuerzas, el cual no solo no pudiese mantener de algún modo la familia, que se le había encomendado, sino que absolutamente hubiese menester para subsistir, el socorro, y limosnas de los demás. Por estas, y otras razones, que omito a propósito, han de evitar los pintores el pintar, en adelante, viejo al Santo Patriarca, como suelen hacerlo, cuando le representan, ó abrazando al Niño Jesús, ó llevándole de la mano. Mas, si alguno por curiosidad me obligara a responder, ¿de que edad se le debe pintar?, Nada cierto podría responderle, ni producirle á este fin testimonios inconcusos. Sin embargo, cuanto puede indagarse por razones, y conjeturas fundadas, pienso que se debe pintar á dicho varón santísimo de edad perfecta, y varonil, esto es, según me parece, de edad de cerca de cuarenta años, ó que los haya ya cumplido; —por ser esta la edad en que regularmente llegan á la mayor perfección, no solo las fuerzas del cuerpo, sino también, lo que es mas, las virtudes del alma. Lo que ciertamente por todos lados era muy conforme al empleo para que la Divina Providencia destinaba á este hombre esclarecido.

Sentado ya ser error, como bastantemente hemos hecho ver, el pintar a San José enteramente viejo, y muy avanzado en edad: el pintarle, y representarle totalmente mozo, lleva no sé qué sobrescrito de menos majestad, y gravedad, cuando se pretende significar la excelente dignidad de tan grande desposorio. No que por esto quiera yo autorizar de algún modo los necios pensamientos, ó por decirlo así, liviandades de los Pintores, y de algunos otros, que piensan acaso, que por esta razón no debe pintarse joven el Santísimo Patriarca, sino antes viejo, y anciano; por pensar ellos seriamente, ó á lo menos sospecharlo, que no de otro modo podía suceder, que el Esposo castísimo San José se abstuviera de la hermosísima Virgen, en quien la singular modestia del alma hacía sobresalir la misma hermosura de su cuerpo, á no ser ya viejo San José, y de una edad muy avanzada. Pensamiento verdaderamente ridículo, é indecoroso, y que deroga mucho, no solo á la santidad del mismo S. José, sí también á la Gracia de Dios, á su favor, y á su virtud. Como si un joven virgen, y temeroso de Dios, no se contuviera con mas presteza, y facilidad, que un viejo desenfrenado, y lascivo. Y así, no es este el motivo por el cual advierto, que el castísimo Esposo de la Virgen, debe pintarse de edad robusta, y varonil, sino porque (como insinuamos antes) la edad más robusta, y perfecta, parece mucho mas apta, y conforme para representar la excelsa dignidad de San José, que aquí queremos significar: Cuando al contrario, representarle de edad juvenil, parece una cosa menos grave, y en la que, á primera vista, pueden tropezar los ojos de los más flacos. Dije ser ésta la edad en que parece se debe pintar al Santo Patriarca, o ya cuando lleva en sus brazos al Niño Jesús, ó bien cuando le lleva de la mano, mostrando su derecho, y amor paternal: por el contrario, en representarle después viejo, no solo no hay en eso inconveniente alguno, sino que parece enteramente conforme a razón, y muy consiguiente á lo acontecido. Esto deberá observarse con más cuidado, cuando se pinta a S. José a punto de morir, rodeado de Jesucristo, y de su Madre, Purísima Esposa del mismo Santo: lo que yo he visto observado muy bien repetidas veces en la Pintura de un excelente Artífice. Pues, que José Esposo de María, murió antes de la Predicación, y Bautismo del Señor, es sentencia bastantemente aprobada, por el cálculo que sacan los Santos Padres, e Intérpretes, la que puede confirmarse en gran manera, por cuanto parece haber muerto con efecto S. José antes de aquellas bodas de Caná de Galilea, que se celebraron á los principios de la Predicación de Cristo, según se infiere con bastante claridad del Evangelio: pues á dichas bodas fue convidada María Madre de Jesús, cuando ya, según parece, había muerto su Esposo; porque si no, pedían la razón, y la urbanidad, el que tanbien hubiese sido llamado á ellas San José. Lo cierto es, que el Santo había ya muerto en el tiempo de la Pasión de Cristo: pues el mismo Señor no recomendó su dulcísima Madre a S. José, o a su marido, sino á San Juan. Y que este Varón Santísimo (lo que no ha sucedido á ninguno de los mortales) muriese estando á su cabecera Jesús, y María, no solamente es el parecer de hombres píos, y Católicos, sino que es sentencia, que la misma Iglesia parece aprobarla expresamente cuando de este esclarecido Patriarca, pía, y elegantemente canta:

O nimis felix, nimis o beatus/cujus extreman vigiles ad horam/Christus & Virgo simul astiterunt/ore sereno

Por lo que, teniendo entonces S. Joseph, conforme á lo que probablemente hemos establecido, unos setenta años, ó algo mas, es muy puesto en razón, que en esta ocasión se le pinte viejo, pues además de la edad, tenia quebrantadas las fuerzas por los muchos trabajos, que había padecido. Pero volvamos otra vez á lo de antes.

San José y el Ángel

Nadie ignora, lo que refiere el Evangelio de haberse aparecido en sueños un Ángel del Señor á San José, quitándole el ansia, en que estaba el Santísimo Patriarca, por ver abultado el vientre virginal de María; el ansia, digo, que S. Juan Crisóstomo, autor no ligero, ni de fe sospechosa, llamó grandísima perturbación, cuando djxo: Viendo San José en cinta á la Virgen, se perturbó en gran manera. Quitóle, pues, el Ángel aquella ansia, y solicitud, diciéndole: No temas José hijo de David, tomar á María por tu Esposa: porque lo que en ella se ha engendrado, es obra del Espíritu Santo. Ésta es también una de las cosas que suelen representarse, la que he visto yo bastante bien pintada algunas veces; y Francisco Pacheco, Autor á quien he citado mucho en esta obra, la pintó también elegantemente, como refiere él mismo, y está dicha Pintura en Sevilla en el Colegio de S. Hermenegildo, de la cual haciendo él la descripción, concluye así: Lo restante del lienzo es un País, y un alegre Cielo: dando á entender, que esta visión, y revelación la tuvo San Joseph, no de noche, sino de día. Pero esto, por no ser muy conforme á la narración del Evangelio, lo reprende con su acostumbrada modestia, un Pintor del Rey, y amigo mío D. Antonio Palomino y Velasco, á quien he citado también repetidas veces: lo que me ha parecido advertir aquí brevemente en honor de este Pintor erudito. Acaso debían notarse ahora otras muchas cosas acerca de las Imágenes de este ilustre Patriarca, las que omito gustoso por haberlas notado en gran parte en lo que llevo dicho arriba. Porque el pintarle teniendo en sus manos una vara llena de flores, es cosa que suelen, y pueden hacerla muy bien, por denotarse con esto, no solo la purísima continencia de este varón santísimo; sino también su perpetua virginidad, la que sin ninguna duda atribuyó al castísimo Esposo de María, el insigne defensor de esta virtud San Jerónimo. Aunque, si esto se refiere á aquello de que hicieron mención algunos historiadores, que comúnmente se tienen por bastante plausibles, de los cuales tocamos algo arriba; no porfiaré sobre esto, ni procuraré arrastrarlos, como dicen, por los cabellos, á mi opinión.

José, carpitero de oficio

Mas, el que le pinten en una oficina de carpintero ejerciendo este oficio, es tan conforme a razón, como lo que mas. Porque, si bien no han faltado quienes pensaron, que San José fue herrero; pero esto es poco probable, por no decir que es claramente falso, y contrario al mismo Evangelio, donde el mismo S. José es llamado en Griego “tektón”: lo que cómoda, y propiamente no suele decirse, sino de aquel Artífice, cuyo oficio es pulir, acepillar, y juntar las maderas, cual es el de los Carpinteros. Se le ve también representado con mucha frecuencia el Niño Jesús ayudando á S. Joseph en dicho oficio: lo cual, aunque no es del gusto de algunos, por pensar que el Santísimo Varón, que sabía muy bien cuan grande, y divina era la dignidad del que vulgarmente era tenido por hijo suyo, de ningún modo permitiría, que el Hijo de Dios, aunque hecho hombre, se ocupara en ministerios tan viles, y mecánicos; sin embargo es cosa de suyo muy verosímil, y según á mí me parece, fuera de toda duda, y enteramente cierta, el que Jesús no solo algunas, sino repetidas veces, y no solamente cuando muchacho, sí también cuando mozo mas grande, ayudó en el oficio de carpintero á su Padre putativo, y que aun en cierta manera le sirvió muchas veces: á saber, aquel mismo que aunque era fuente de toda santidad, y redentor del pecado, no solo permitió después, sino que quiso, y ordenó, que su primo S. Juan le bautizara, y sumergiera en las aguas del Jordán. Pues notando tan señaladamente el Evangelio, que después de haber encontrado sus Padres á Cristo en el Templo, bajó el Señor á la Ciudad de Nazaret, y aun (lo que parece mas expresivo) que vivía allí sometido á su autoridad; diciéndonos el Evangelio: Bajó (Jesús) con ellos, y vino á Nazaret, y estaba sujeto á ellos: de ninguna manera se ha de pensar, que esta sumisión, y subordinación á sus Padres, consistió meramente en honrarlos de algún modo, sino que el mismo Señor, y Maestro de las virtudes, obedeció sus mandatos, y preceptos: aunque también es innegable, que el Santísimo José (por no decir aquí nada de la Virgen Santísima) templaría siempre, y ejercería con humilde moderación, y conocimiento de sí mismo, aquella autoridad, y por explicarme así, patria potestad, que el mismo Dios había querido, que ejerciera él sobre sí mismo. Baste esto por lo que mira á las pinturas, é Imágenes del Santísimo Patriarca San José, y por lo perteneciente a las demás que se incluyen en todo este primer trimestre del año. Pues, si restase algo que decir, cualquiera por mediana atención que ponga, lo encontrará suficientemente advertido en lo que hemos notado antes.


Recomendamos la audición de comentario radial “Punto de Vista”, “La verdad sobre San José”, del Director de Aci Prensa Alejandro Bermúdez .

[1] La verdad sobre San José. Comentario radial de Alejandro Bermúdez.


Transcrito y adaptado por José Gálvez Krüger para la Enciclopedia Católica

Tomado de :"El Pintor Cristiano y Erudito ó Tratado de los Errores que suelen cometerse frecuentemente en pintar y esculpir las imágenes sagradas", de José de Interián Ayala.