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Domingo, 22 de diciembre de 2024

La Terapéutica espiritual en la Iglesia ortodoxa

De Enciclopedia Católica

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La salud, sea espiritual, psíquica o corporal, se recupera al seguir nuestro Arquetipo, más bien, uniéndonos con Él, es nuestra única terapia sanadora.

Voces relevantes

Adán. Alma. Antropología. Arquetipo. Ascesis. Caída. Carne. Catarsis. Creatura. Cristo. Cuerpo. Deificación. Deseo. Dios. División (bipartita – tripartita). Dogma. Doxa. Dualismo. Emoción. Enfermedad (espiritual, psíquica, corporal). Espíritu (Santo, espíritu del hombre). Espiritual. Glorificación. Hesiquia. Hombre. Humanidad. Imagen. Increado. Instrumento. Jaris. Libertad (del hombre). Logos. Loyismí. Luz. Nus. Ortodoxia. Padres (de la Iglesia, espirituales). Patrología. Pecado (ancestral). Physis. Pneuma. Psiqué. Semejanza. Sensación. Soma. Teo-antropología. Teosis. Terapia. Terapéutica. Terapeuta. Tradición. Trinidad. Visión. Visita (del Espíritu- Santo). Voluntad.

Sinopsis

Hablar de terapéutica espiritual en la Ortodoxia, es tocar forzosamente la cuestión de una Teo-antropología cristiana. Dicha Teo-antropología se entiende exclusivamente en el conocimiento del hombre y su comunión con Dios.

Dado al estudio profundo que hemos hecho, en cuanto a la tradición ortodoxa, hemos optado por analizar tres rasgos característicos del ser humano: el espiritual, el psíquico y el somático, en referencia a la Teo-antropología tríptica del hombre - espíritu, alma y cuerpo.

Antes del pecado, Adán (el hombre) creado por Dios era normal ya que vivía a través de la tríada: espíritu, alma y cuerpo. Su espíritu de hombre que llamamos νοῦς - nus se abría hacia el Espíritu Santo, y el alma se sometía al nus y el cuerpo se acogía al alma, y no al contrario.

Después de la Caída surgió el desorden entre dichas zonas (νοῦς - nus, ψυχή - alma y soma- cuerpo) engendrando varias enfermedades espirituales, psíquicas y corporales.

La salud, sea espiritual, psíquica o corporal, se recupera al seguir nuestro Arquetipo, más bien, uniéndonos con Él, es nuestra única terapia sanadora.

La terapia consistiría entonces en el acercamiento a Dios, ése fue el propósito de la Encarnación del Verbo, Cristo - médico: rescatar la imagen iluminante del hombre antes de Su Caída: Solo la unión con Dios-Amor (ἀγάπη - agapi) sana al hombre en toda su entidad: Espíritu, alma y cuerpo.


INTRODUCCIÓN

Hablar de terapéutica espiritual en la Ortodoxia, es tocar forzosamente la cuestión de una Teo-antropología cristiana. Dicha Teo-antropología se entiende exclusivamente en el conocimiento del hombre y su comunión con Dios.

Esta realidad se puso de relieve por lo que han transmitido y enseñado los Padres de la Iglesia. Seguir sus preceptos, no sólo nos permite abordar mejor al hombre moderno, para develar la concepción cristiana de la humanidad, sino también, para rastrear los orígenes de los diversos movimientos antropológicos del mundo.

En la ortodoxia, el pensamiento teológico tiene sus raíces en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, que son los titulares de la sabiduría apostólica. Cada uno de ellos ha presentado, a su manera, la concepción cristiana del hombre. Por lo tanto, podemos decir que no existe una percepción fija, una definición definitiva de una Teo-antropología y, mucho menos, una enseñanza dogmática.

Por lo tanto, vemos las diferencias conceptuales además de lo que constituye un ser humano. Mientras que para algunos, el hombre está compuesto de cuerpo y alma, para otros , se compone de un cuerpo, un alma y un espíritu; sin embargo, hay consenso sobre el carácter indivisible del hombre.

Dado al estudio profundo que hemos hecho, en cuanto a la tradición ortodoxa, hemos optado por analizar tres rasgos característicos del ser humano: el espiritual, el psíquico y el somático, en referencia a la Teo-antropología tríptica del hombre - espíritu, alma y cuerpo.

A guisa de preliminar, es importante señalar que la afirmación de una constitución doble o triple del hombre, o sea, la coexistencia de dos o tres campos de actividad, y su distinción, no refleja, en sí, un dualismo o trialismo del hombre. “El hombre es uno en su composición” , dice San Gregorio de Nisa. “El alma no es el hombre”, escribe San Justino, pero “es el alma del hombre; el cuerpo no es el hombre, pero es el cuerpo del hombre” .

Esto significa que, según nuestra opinión ortodoxa personal, nos basaremos en una visión tripartita Teo-antropológica que contempla en la unidad del hombre: el espíritu, el alma y el cuerpo.

¿Qué hemos querido expresar con esto? Tan sólo nuestro deseo de aclarar que es la antropología en sí, la que es tripartita y no el hombre: de lo cual surge un matiz importante. De hecho, es desde las observaciones que hacen estas divisiones, que la antropología se entiende como herramienta de comprensión y análisis.

En realidad, el hombre en sí, es una unidad completa indivisible en partes separadas. Sin embargo, para hacer más inteligible el tema, se puede hablar de aspectos diferentes de la actividad humana, a saber: espíritu, alma y cuerpo.

Es decir, esta división tripartita por causa de los tres campos de actividad del hombre no debe obviamente ser entendida como la participación de tres sustancias distintas en el hombre: sino más bien, se discierne como una zona de triple actividad, desde la periferia hacia el centro o, para usar una palabra tradicional e insustituible, hacia el “corazón” .

Con el fin de entender bien dicha zona de triple actividad, trataremos en el presente la Teo-antropología tripartita del compuesto humano. La razón fundamental es la naturaleza trinitaria de lo creado y lo increado. Dios único e increado es trino: Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo, Trinidad consustancial e indivisible.

Siendo trino, Dios creó un mundo esencialmente trinitario. En cuanto al hombre, lo creó a su imagen y semejanza, sopló en su nariz el “Neshamá”, el “aliento de vida” “نسمة حياة”. En otras palabras, Él lo creó trial: espíritu, cuerpo y alma, según Su modelo, ya que es a la vez Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En este sentido, el texto básico al respecto es el del Apóstol Pablo, fundador de nuestro trono antioqueno, que nos muestra claramente que el hombre, siendo uno, tiene tres áreas de actividades: espiritual, psíquica y corporal que coinciden respectivamente con su espíritu, alma y cuerpo; y los tres deben mantenerse “sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo” .

Citando con orden estas tres zonas de actividades, el Apóstol Pablo fue muy conciso en su enseñanza. Quiso aclarar que se trata de pasar de la imagen a la semejanza , del hombre carnal al hombre spiritual, del primer Adán al segundo Adán, recuperando así el orden natural entre estas triples zonas de actividades del hombre antes de su caída, antes de su comisión del pecado ancestral.

Antes de la caída, el espíritu del hombre que llamamos nus (νοῦς en griego) se abría hacia el Espíritu Santo, y el alma se sometía al nus y el cuerpo se acogía al alma, y no al contrario.

Después de la caída surgió el desorden entre dichas zonas (nus, alma y cuerpo) engendrando, como veremos, en la primera sección (Sección primera), varias enfermedades espirituales.

En otros términos, la causa de dichas enfermedades que padece el ser humano, se encuentra en su alejamiento de Dios y de sus mandatos, tanto en lo que mira a nuestras relaciones con Él; como respecto a las relaciones con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con los demás seres naturales.

La terapia consistiría entonces en el acercamiento a Dios, ése fue el propósito de la Encarnación del Verbo, Cristo - médico: rescatar la imagen iluminante del hombre antes de Su Caída. “Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios” .

La salud, sea espiritual, psíquica o corporal, se recupera al seguir nuestro Arquetipo, más bien, uniéndonos con Él, es nuestra única terapia sanadora. (Sección dos)

Sección una: La Teo-antropología tríptica del hombre - espíritu, alma y cuerpo - en sus interrelaciones

Los ortodoxos ven el nus, o sea, el espíritu como un espejo que refleja la imagen del Creador. El apóstol Pablo menciona específicamente el espejo cuando dice: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara” .

El nus es considerado un instrumento de visión; por lo tanto, la expresión que se adjunta a la misma es el “ojo del corazón” .

Suele decirse que, en su primera acepción, el nus parece el instrumento que nos permite percibir nuestro estado de ánimo y le pone nombre: la emoción, el sentimiento, la ira, la pasión... También nos permite contemplar los misterios divinos y disfrutar de la visión de Dios : “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” .

Por otra parte, el nus se refiere a la división tripartita del hombre que mencionábamos al principio, es decir, espíritu, alma y cuerpo. Por lo tanto, el término nus que se utiliza quiere decir el espíritu del hombre y no el Pneuma que significa el Espíritu de Dios, o sea, el Espíritu Santo.

El nus en este sentido será la manifestación de una profunda reflexión con un triple significado:

1. La virtud del silencio (o hesiquia), que se forja en la oración y la meditación evoca la calma y el autocontrol.

2. La virtud de la conciencia y de la palabra, que permite al hombre percibir su actividad interna, sus estados de ánimo, y denominarlos.

3. La virtud de la perseverancia, que permite al hombre descubrir y desarrollar su propia dinámica interna mediante la superación de los deseos mundanos y los malos pensamientos.

Gracias a este camino espiritual, el hombre puede recuperar sus facultades originales con un uso mejor. Sin embargo, para lograrlo, dos condiciones se necesitan: en primer lugar, que el hombre dedique su vida a la oración para convertirse en una oración. En segundo lugar, que purifique su intelecto a través de la ascesis, la cual tiene como objetivo restablecer el nus original y, por lo tanto, su supremacía sobre el alma y la carne, con el fin de volver al orden primero entre las tres zonas de actividades del hombre.

Y en consecuencia, el hombre debe dejar a su propia conciencia guiar su actividad natural, y abandonar sus deseos personales, a favor del cumplimiento de la voluntad de Dios, en su vida cotidiana. Debe ser liberado de la servidumbre, interpretado por el éxodo de los hebreos de Egipto, para que pueda llegar a la Tierra Prometida, la Nueva Jerusalén , la Jerusalén Celestial.

Otra identificación ortodoxa del nus, es mencionar que está vinculado a la imagen de Dios. El nus promueve la consideración de la personalidad: alma y cuerpo. Representa el corazón de lo consciente y lo inconsciente. Es el instrumento del sentido íntimo, el germen de todo, el lugar donde Dios y el hombre se encuentran y al cual, el apóstol Pablo, se refiere en estos términos: “el hombre interior” .

El espíritu del hombre, llamado nus, es distinto del alma: son dos conceptos completamente diferentes. La psicosomática se escribe en la realidad de este mundo. El problema consiste entonces en no aceptar el límite entre el mundo psíquico y el mundo espiritual.

El cuerpo, siguiendo el ritmo natural que Dios le puso, es mejor “portador” del pensamiento divino que el alma; mientras que ésta libera sentimientos, ideas, una dinámica de acción. Se caracteriza principalmente por la transformación, la inestabilidad, ya que está en constante cambio, lo cual la distingue del espíritu, o sea, del nus.

El alma, lazo psíquico, es un puente entre el espíritu y el cuerpo. Su misión es relacionar lo espiritual con lo corporal. Su dependencia del nus hará inclinar la balanza hacia arriba (nus-espíritu) o hacia abajo (soma-cuerpo), dando estabilidad o inestabilidad. Tampoco espíritu y alma se mezclan, la palabra de Dios como una espada afilada, se hunde en la articulación del alma y del espíritu .

Para designar el espíritu, San Ireneo de Lyon utiliza indiscriminadamente los tres términos, Nus, Logos, Pneuma, estos dos últimos a menudo sustituyen al primero. Sin embargo, él propone una nueva idea. Según él, el espíritu no tiene forma, pero es capaz de salvar, estructurar, organizar el mundo; por el contrario, el cuerpo tiene forma, ya que encaja en el mundo de la materia.

En el siglo III, varios Padres de la Iglesia han puesto de manifiesto tres tipos de reacciones en los seres humanos: el cuerpo que es sensación, emoción; el alma, que es el deseo; y el espíritu que es el nus.

Una de las características del alma es, entonces, el deseo. En el mundo del ser humano, el cuerpo no desea, sino siente. El alma, sí desea y siempre va a desear - con o sin ansiedad. La esencia del deseo la empuja hacia el cuerpo, pero en algún momento, ella tendrá que alcanzar el espíritu, para evitar la frustración.

Todo esto para decir que el hombre no debe negar el mundo psíquico que le modela. Jesucristo mismo, en su vida sobre la tierra, tenía este equilibrio entre espíritu, alma y cuerpo. Se lamenta de Jerusalén, como de la muerte de su amigo Lázaro , a pesar de que ya sabía que le iba a levantar de la muerte. También dijo: “Mi alma está triste hasta el punto de morir” . Remarquemos que Jesucristo usa la expresión “mi alma”, ya que su espíritu de hombre no es un actor sino espectador, lo cual no significa que sea indiferente. Jesús está consciente de que es su alma que anda sufriendo, y que no pudo superar la tristeza que es parte de los sentimientos del alma, en el nombre del espíritu.

Dídimo el Ciego , por su parte, ve en el hombre tres componentes separados: Physis, Psique, y Nus . San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa también coinciden en distinguir entre el cuerpo, el alma y el nus. Para ellos, el nus ocupa una posición intermedia entre Dios y el hombre. Además, un concepto importante es que la naturaleza del nus humano es tal, que le permite conocer a Dios, a diferencia del cuerpo y del alma que no tienen esa facultad, puesto que el nus se asemeja a Dios , es el enlace entre Dios y el mundo , nos permite comunicarnos con Dios.

Toda la Creación habla de Dios, sin embargo, es Dios quien habla con el hombre por el nus. Éste se alimenta del Dios silencioso. Puesto que todo lo que se exterioriza hace ruido para el encuentro con el divino, por tanto, debemos privilegiar la interioridad para encontrar a Dios en el nus.

El alma del hombre puede ser alegre o triste, porque su ámbito se mueve siempre en el plan psicofísico. Mientras que el nus permanece por sí, ya que se enraíza en lo divino. Sin embargo, puede ser reprimido o debilitado por el hombre carnal.

El nus humano es capaz de superarse: Es una característica que tiene el hombre y que explica el hecho de ser perpetuamente insatisfecho. El hombre es una criatura que siempre quiere más. Por desgracia, en el mundo psico-físico, esa voluntad es ilusoria, puesto que el cuerpo está sujeto a las leyes de la naturaleza y no tiene ninguna dimensión espiritual. Es ciertamente posible conciliar entre la vida corporal y la vida psíquica, con el fin de superarse. De hecho esa voluntad pertenece al nus, en el sentido del nus-logos, porque el propósito de dicho nus es ir al encuentro de Dios.

El nus también puede empujar al cuerpo para hacer cosas increíbles (ponerse en levitación, caminar sobre el agua) o dar al alma mucha fuerza. Sin embargo, la naturaleza, al igual que la tecnología (por ejemplo, la industria aeroespacial), no puede ser superada, pero sí combinada. Ganamos en cuanto a la superación material pero no en cuanto a la superación espiritual.

Como principio, el nus se enriquece con la conciencia divina. Sin embargo, si el hombre existiera sólo para el mundo psíquico, estaría ausente para el mundo espiritual, y el intelecto no podría aprovechar el conocimiento divino. Y el hombre sólo podría experimentar los movimientos del alma, como la devoción, el fervor, la emoción, etc.

El alma puede y debe creer; ella se enriquece con la oración; pero la fragilidad de las emociones puede precipitar su caída. El alma puede ser noble, creativa, pero su carácter fluctuante le impide que se supere. Por lo tanto, los falsos místicos son siempre volubles, ya que son inestables.

Esta inestabilidad puede ser superada , pero a costa de una lucha que va a durar toda la vida. Un proverbio del Monte Athos dice: “Si lloras, si te ríes, es el pequeño diablo que baila delante de ti.” El diablo aquí es la naturaleza inestable del alma.

La única condición para que el alma pueda superarse y alcanzar el conocimiento, es dejarse guiar por el nus, porque él se alimenta de la inteligencia divina. Entonces, la racionalidad, la lógica, la razón y el sentimiento se someten. La gracia de Dios penetra en el alma y en el cuerpo a través del nus que recibe a la Luz increada que los purifica. El nus no es la luz divina, sino su receptáculo. Es su unión con ella que lo transformará en luz divina. Ella se apodera de él, y esa unión es tan fuerte que ni siquiera se siente la diferencia entre Dios mismo y el nus.

Esta unión de purificación parece mucho más fuerte que la alianza del metal y el fuego, cuando el metal está dentro del fuego, purifica al hombre que va deificándose.

El nus naturalmente va hacia Dios, se abre a Dios y Él lo impregna con su presencia, de tal manera que, a pesar de su naturaleza diferente, puede gozar de ese momento de silencio absoluto en donde se manifiesta lo que no puede ser expresado: Dios.

Entonces, comienza la santificación del alma y del cuerpo. El hombre se encuentra ante Dios: dos amores que se conocen y se comunican. Por lo tanto, el nus recibe la gracia y la energía divina antes de que la reciban el alma y el cuerpo y el nus se las transmita. Si el nus no está bien despierto, la gracia divina no le puede alcanzar o iluminar. En otras palabras, la gracia se difunde en el alma y el cuerpo humano, de acuerdo con el grado de despierto del nus.

Es importante que el hombre descubra el nus en él y lo distinga del alma y también del cuerpo. Por el desconocimiento de esta tríada vino el desequilibrio y nació el pecado.

Antes del pecado, Adán (el hombre) creado por Dios era normal ya que vivía a través de la tríada: espíritu, alma y cuerpo. Entonces, por qué, hoy en día, se pregunta: ¿Dónde está el nus? Porque la humanidad, después de la Caída, sufrió un desequilibrio, como resultado del pecado ancestral. Dicho pecado hizo del hombre una criatura desequilibrada.

Si el pecado no existiera, nadie preguntaría ¿Dónde está el nus? Sin embargo, el pecado existe con su consecuente desequilibrio. Entonces, frente a este problema ¿Cómo debe el hombre reaccionar y actuar? La solución la encontraremos al penetrar y distinguir ese espíritu, alma , cuerpo a los que nos hemos referido.

En un hombre normal, fuera del pecado, el espíritu se nutre de Dios, por Dios y en Dios. Porque el hombre es “el templo del Espíritu Santo ”. El nus vive de Dios, y su fuerza le viene del alimentarse de Él. Así, en un hombre normal, el nus iluminado por Dios, puede fortalecer al alma, y el alma al cuerpo.

En otros términos, la salud espiritual del hombre es su capacidad de amar a Dios y al prójimo. Porque mientras más amemos a Dios y al prójimo, gozaremos más de buena salud espiritual.

El pecado se manifiesta cuando el nus (o sea, el espíritu del hombre) rechaza a Dios, se aleja de Él. En eso radica la definición del pecado ancestral: es una ruptura del amor entre el hombre y Dios. Como tal, el pecado ha hecho de la naturaleza humana, una naturaleza enferma, corruptible y mortal. Por lo tanto, es el estado de pecado, y no la falta personal de Adán, el culpable de la transmisión de esa ruptura con Dios a toda la raza humana; es decir la corrupción y la mortalidad del ser humano.

Los Padres orientales se distinguen claramente del Bienaventurado Agustín, como de la traducción latina de la Biblia, donde el texto de la Epístola a los Romanos (5:18) da la impresión de que todos han pecado en Adán y por lo tanto su culpabilidad se ha transmitido al género humano. Por el contrario, para los Padres orientales, no es la culpa de Adán propiamente, sino la corrupción, la naturaleza pecadora la que se ha transmitido como consecuencia de su pecado.

Desde el momento en que el hombre se separa de Dios se produce una ruptura entre el Espíritu de Dios y el espíritu del hombre, y éste pierde su fuente de vida, su propósito, su visión. Razón por la cual; se ve obligado el espíritu a recurrir al alma, y en lugar de consolidarla, alimentarla, enriquecerla, purificarla, la explota robando su energía.

Cuando surge el desorden entre las tres zonas de actividades del hombre, entonces, el espíritu se nutre del alma y no de Dios , pues cortó el lazo con la gracia divina; su mirada es atraída hacia los niveles inferiores, y sin Dios se debilita; y el querer inyectarle fuerza al alma es tan sólo una ilusión.

En resumen, cuando el espíritu se aparta de Dios, se dirige hacia el alma, la vampiriza y él mismo se debilita. El alma infectada por el espíritu, va consiguiendo su propia alimentación del cuerpo. Esta es la definición del hombre carnal: cuya alma es nutrida de los elementos carnales, corporales; en este caso, el alma se vuelve efectivamente carnal y trata de tomar del cuerpo algo que éste no le puede dar.

Sin embargo, la alimentación material y el placer carnal, en sí, no tienen nada de malo . Más aún, bien conducidos, son una ayuda efectiva para elevarnos hacia Dios. Ahora bien, el cuerpo, si está afectado y se ha abusado de él, será llevado a la enfermedad y hasta la muerte.

San Pablo y las Escrituras hablan de esta muerte, esta destrucción , este sufrimiento del cuerpo que ya no es alimentado por el alma nutrida por el nus “Si vivís según la carne, moriréis” .

Al contrario si se unen con Dios recuperaran la salud espiritual, psíquica y corporal. (Sección segunda).

Sección segunda: La recuperación de la salud a través del rescate de la Teo-antropología tríptica original del hombre

Las Sagradas Escrituras, las obras de los Padres de la Iglesia y los textos litúrgicos de la misma, nos atestiguan que la Iglesia primitiva no enseñó que la Encarnación de Cristo estaba destinada a ser una satisfacción de la justicia divina, es decir, para apaciguarla; sino más bien, que Cristo vino a ser un “Logos Médico” , con la intención de curar a la humanidad caída. La Encarnación de Cristo llevó toda la naturaleza humana hacia su propia naturaleza divina , con el fin de curarla, de salvarla. Su medicina espiritual genera salud, elimina la mancha del pecado que introdujo la muerte en el cosmos, y devuelve todo más allá de su plenitud.

Es decir que, originalmente el pecado no es algo natural al hombre, no es propio de su naturaleza , como tampoco la muerte; aunque después de la Caída, se han vuelto como nuestra “segunda naturaleza”, a la que estamos ya acostumbrados. Por lo tanto, liberarse del pecado es volver a la santidad , a la verdadera naturaleza, aquella creada a la imagen y semejanza de Dios santo.

El pecado no afecta únicamente la salud del nus, sino también la del alma y la del cuerpo, ya que el hombre, aunque tenga tres zonas de actividades, como lo hemos aclarado al inicio, es una entidad indivisible. Esta representación médica del pecado emana de la perspectiva medicinal de la salvación. Etimológicamente hablando, la palabra griega “σωτήρ” (“Salvador” - “Sóter”) significa “el que cura”. La palabra latina “Salvator”, expresa “él que salva, libera y da salud”.

Es decir que la salud, o sea, la salvación en Cristo es, antes que nada, curación del pecado y de la muerte, igual que la realización de la deificación de la naturaleza humana por la gracia increada. Cristo, el nuevo Adán, es mucho más que la simple restauración del viejo Adán. La obra salvífica de Cristo, no sólo es la reconciliación por medio de la cruz, que es primordial; sino también la curación de la Muerte por la Resurrección, ambas inseparables. Entonces, es por el descenso del Espíritu Santo, el día de Pentecostés, que la vida de Cristo crucificado y resucitado es comunicada a la Iglesia, en la cual se ha cumplido el plan de salvación. La Ortodoxia nunca separa la cruz de la resurrección, porque la resurrección emana de la cruz, y el poder de ésta radica en aquélla; y la resurrección en sí, revela la gloria de la cruz. Por lo tanto, la salvación en Cristo implica también dar salud al hombre, deificarlo y glorificarlo por su comunión con Él.

Ahora sí, entendemos el porqué Jesucristo cuando perdonaba el pecado , curaba al espíritu y al alma del enfermo, le daba salud, y liberaba de lo que no era propio de la naturaleza humana.

Jesucristo, desde su paso por la tierra, siempre ha sido y será el único y perfecto Medico: Como siquiatra restablece a enfermos mentales , como neurocirujano cura a epilépticos , como dermatólogo, limpia la lepra, como oftalmólogo devuelve la vista a los ciegos , como ginecólogo especialista en esterilidad alivia la metrorragia, (como a la mujer con flujo de sangre ), como ortopedista sana cojos, encorvados, paralíticos , como pediatra atiende a los niños cariñosamente , como otorrinolaringólogo restituye la voz a los mudos y el oído a los sordos , como cardiólogo normaliza funciones sin CPR, como médico general cura todo tipo de enfermedad etc…

Entonces, el único médico capaz de curar al hombre en su triple zona de actividad: espíritu, alma y cuerpo, es Jesucristo, Hijo de Dios Encarnado, Verdadero Dios – Verdadero Hombre , quien se revistió de nuestra naturaleza para sanar perfectamente al hombre; Él “vino a este mundo” para curar al hombre enfermo que lo acepte y sea fiel a su Palabra y obra .

En otros términos: los remedios al mal que aflige a la humanidad herida por el pecado ancestral, figuran en la enseñanza de Jesucristo, la cuál es una prueba personal de su amor sanador e incondicional al hombre.

Algunos creen que Dios ama solamente a sus predilectos, escogidos o preferidos: no es cierto. Dios no ama sólo a los Santos, sino a todos los hombres sin excepción alguna; a todos los pecadores, a todos los posesos o endemoniados, ama a todas sus creaturas, hasta al mismo diablo. Él no nos ama por nuestros méritos o cualidades. Su propósito es salvar, curar a todos los hombres. Pero entre el querer y el poder hay una diferencia: Él sí quiere sanar a todos, pero esto no quiere decir que puede, ya que algunos hombres no lo desean. No nos olvidemos que la salvación, o sea, la sanación es una decisión humana de querer salvarse ; es una sinergia entre la gracia divina que ofrece y la voluntad humana que acepta.

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza , es decir, le creó libre . Por respeto a la libertad del hombre y por no violar su voluntad, Dios no le puede sanar si él no quiere. La sanación no se realiza a la fuerza. Normalmente una persona enferma psíquicamente o físicamente va por su voluntad propia con el médico para curarse; pero nunca por obligación, mientras mantenga su cordura.

Ahora bien, hablando de terapéutica ortodoxa, el fiel que desea curarse por propia decisión, firme y responsable, sin presión ni coacción, debe presentarse libremente en la Iglesia, con las personas dedicadas, iluminadas, experimentadas, que posean el método curativo “psicoterapéutico” de la Tradición, y debe obedecerlos para lograr la salud.

Los remedios que estos terapeutas ortodoxos proporcionan son inicio del camino espiritual; pues a lo corporal se añade lo espiritual que no puede prescindir de los misterios , ya que son medicina curativa para el espíritu, el alma y el cuerpo.

De hecho, todos los misterios se refieren principalmente a los tres siguientes estados espirituales:

a) La sanación (κάθαρσις - catarsis) del alma (ψυχή - psiqué) y del cuerpo (soma), b) La iluminación del νοῦς - nus (espíritu) del hombre por la gracia (χάρης- jaris), la energía increada del Espíritu Santo y c) La glorificación (o θέωσης - teosis) del hombre: espíritu, alma y cuerpo.

Ciertamente se habla más de sanación (catarsis) y de iluminación (del nus), porque los servicios litúrgicos de la Iglesia son expresiones de la experiencia espiritual.

El Bautismo, por ejemplo, se identifica con la sanación (catarsis). Expliquemos el cómo y el porqué: En el servicio, empieza el celebrante con los exorcismos para liberar al que va a ser bautizado de la influencia de las malas pasiones y de los espíritus malignos, que están en él. Durante el Bautizo, se da la absolución de los pecados. En la triple inmersión y emersión en el agua, se entierra al antiguo Adán y el recién bautizado se reviste de Cristo , el nuevo Adán. Se sepulta la Muerte y surge luminosa la Resurrección . Es decir, el recién bautizado recupera (in potencia) el orden entre las tres zonas de actividades del hombre, antes de su Caída. Por lo tanto, se cura (in potencia) a causa del restablecimiento del orden original. Después del Bautizo sigue la Crismación, la cual es un estado de iluminación del recién bautizado por la Gracia (Jaris) increada, es decir, por la energía increada del Espíritu Santo. Posteriormente a la iluminación parcial recibida por la Crismación, el nuevo iluminado avanza en su vida espiritual hacia su Pentecostés, para completar su inicial iluminación. Esta enseñanza tiene su raíz en las costumbres de los primeros tiempos, cuando los cristianos después de haber sido bautizados el Sábado Santo y haber recibido la Gracia (Jaris) increada del Bautismo, seguida por la santa Crismación, completaban la iluminación inicial, la que se esperaba recibir durante el día del Pentecostés, es decir, cincuenta días después de su Bautismo. Ahora bien, ¿Cómo se logra intensificar esa iluminación? En la aceptación del Espíritu Santo cuando visita al nus. Es decir, tal y como en el día de Pentecostés, con la visita del Espíritu Santo, se hizo la completa iluminación de los Apóstoles, la Iglesia quiere que suceda lo mismo, en algún momento del camino espiritual de cada uno de sus miembros creyentes. Así, como todo el proceso de la catequesis de los neo iluminados en la Iglesia primitiva terminaba con el Pentecostés personal, es decir, con la visita del Espíritu Santo, el cual viene y habita dentro del corazón del hombre y con él ora. Naturalmente, la intensidad de tal iluminación no se alcanza en igual tiempo y modo en todos los hombres porque no todos tienen la misma aceptación de Dios. Por supuesto que, durante el día de Pentecostés, los Apóstoles no adquirieron sólo una completa iluminación, sino que llegaron a la glorificación (teosis). Por lo tanto, si Pentecostés es el prototipo de perfección espiritual del hombre, entonces el destino y finalidad de cada cristiano es la glorificación (teosis) que es ver a Dios, al Creador, a Cristo en su gloria (doxa), como todos los Santos de la Iglesia. Por eso, después de la fiesta de Pentecostés, el domingo siguiente festejamos la memoria de los ya deificados, que son “Todos los Santos” de la Iglesia, los cuales son el ejemplo a seguir. Y ellos llegaron a Santos por seguir los consejos de sus Maestros en la fe ortodoxa y en la experiencia espiritual. Estos Maestros son los padres espirituales en nuestra Iglesia, a quienes hay que escuchar para lograr nuestra propia santidad. Y como el Espíritu Santo está siempre con nosotros, nunca nos faltarán padres espirituales, de ahí que, en la ortodoxia, la época de los Padres de la Iglesia no ha terminado. Como la sanación (catarsis) y la iluminación son estados concretos de la terapia humana, dichos padres por sus conocimientos y experiencia nos pueden guiar espiritualmente. Basándonos sobre la Teo-antropología tríptica humana, de algunos de ellos, y conscientes de la unión entre las tres zonas de actividades del hombre, nos permitimos distinguir entre tres tipos de enfermedades, obviamente interrelacionadas: las enfermedades espirituales, como las pasiones, necesitan de un padre espiritual; las enfermedades psíquicas, necesitan de un psicólogo; y las enfermedades corporales, necesitan de un médico. Hablando de enfermedades espirituales, mencionamos la vanagloria, ceguera ocasionada por la falsa visión de los bienes materiales y superiores; y al orgullo, idea exagerada de uno mismo en relación con los semejantes y con Dios. La Terapia tanto de la vanagloria como del orgullo es la humildad. De las enfermedades psíquicas, citamos los estados de ánimo cambiantes, tal la tristeza, la acedia, crisis de los cuarenta, el temor, la ira, etc. Las terapias respectivas son: Para la tristeza, la compunción y el don de las lágrimas; para la acedia, la perseverancia; para el temor, la plena confianza en Dios y la entrega completa a Él; para la ira, la dulzura y la paciencia. En cuanto a las enfermedades corporales, se mencionan la gula, la lujuria (sexualidad obsesiva o anti-natural – patológica), el amor al dinero y el deseo de tener más. La terapia para la gula es la templanza; la castidad para la lujuria; la terapia del amor al dinero es el amor a Dios; la terapia del tener más es el compartir. La terapia esencial sanadora de estos tres tipos de enfermedades es el amor (ἀγάπη - agapi), sustancia de la dimensión universal de la Iglesia. Por lo tanto, el criterio de un terapeuta espiritual, es la intensidad del amor (ἀγάπη - agapi) hacia Dios, el prójimo, y el cosmos . La actitud del terapeuta ortodoxo no es distinta a la de la Iglesia y viceversa, ya que ésta se define como “comunidad de creyentes”. Suele decirse que el amor (ἀγάπη - agapi) hacia los enemigos, criterio del terapeuta espiritual, es el mismo que el de la infalible verdad y universalidad de la Iglesia . Según san Siluán , los hombres no se distinguen entre amigos y enemigos o entre buenos y malos, sino entre conocedores y no conocedores de Dios. Los que distinguen a enemigos son aquellos que han desechado parte de la humanidad y han falsificado la universalidad. Por el contrario, el amor (ἀγάπη - agapi) hacia los enemigos significa que el hombre que los ama abarca y abraza todos los hombres, o sea, a la humanidad, y, por lo tanto, se vuelve, como la Iglesia a la cual pertenece, universal. No olvidemos que la Verdadera Iglesia es aquella que, siguiendo el ejemplo de su Divino Maestro de amar a sus enemigos, da testimonio de Amor sanador. Testimonio según el cual, Dios, que es ἀγάπη - agapi y quiere curar a todos los hombres, no es un cuento, sino una realidad que se comprobó y se comprueba por la experiencia de los creyentes que ya consiguieron o que conseguirán la glorificación (la teosis). La glorificación es la visión de la luz increada, mediante la gracia (Jaris) y que esta contemplación se realiza por el Espíritu Santo, y no por el hombre. Al hombre que quiere ser sano, debe aceptar a Dios en su vida abriendo su nus hacia Él. El nus humano no tiene religión, ya que es el órgano fisiológico del hombre creado a la imagen de Dios. Por lo tanto, cualquier hombre tiene necesidad de sanación (catarsis) e iluminación. Es lo que confirman los Padres de la Iglesia, quienes consideran que toda persona es psicópata. No es necesario que uno sea esquizofrénico para que sea psicópata. En la óptica patrística, el término “ψυχοπάθεια – psicopatía” se refiere a aquella “enfermedad que está en el hombre en cuyo interior no funciona correctamente la energía de su nus”. Es decir, de aquel hombre lleno de ilusiones (loyismí) , tanto buenas como malas. Este tal es psicópata dado que no ha pasado por la catarsis (sanación) de la ψυχή (psiqué, alma) y ni ha llegado al estado de la iluminación por la Jaris (energía increada) del Espíritu Santo. Solo la unión con Dios-Amor (ἀγάπη - agapi) sana al hombre en toda su entidad: Espíritu, alma y cuerpo. Ésta es, en otros términos, la verdadera terapéutica espiritual ortodoxa.

Archimandrita Rv. Dr. Fadi Rabbat

Santa Iglesia ortodoxa de Antioquía

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