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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Eutanasia y distanasia

De Enciclopedia Católica

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A veces nos es posible quitar la obscuridad del fondo de las cosas; pero al menos hay que intentar la claridad de los conceptos y del lenguaje. Es una grave confusión calificar, sin más de “eutanasia” ciertos casos que son de “distanasia”.

La vida en cualquier hipótesis, es decir para el creyente o el no creyente es mucho más que un fenómeno natural. Toca de lleno lo misterioso y sagrado: “El hombre y la mujer en calidad de procreadores, - escribe Gabriel Marcel – se limitan a cumplir las condiciones bajo las cuales viene al mundo un ser humano…” El germen transpone un pasado literalmente ilimitado y con ello va mucho más allá de los límites de la conciencia que la persona procreadora puede temer… Por medio de los padres se realiza un proceso que a ellos no les es posible explicar . La verdad es, pues, aun antes que la Religión la considere tal, un “don”, no un “producto” que pueda ser apagado como una luz.

Precisando Conceptos

En prime lugar el de “muerte”. Puede hablarse de muerte “verdadera” y de muerte “clínica”. La primera la determinan la Religión y la Filosofía como separación del espíritu y cuerpo; pero no pueden decir cuándo ocurre. Esto, que es la muerte “clínica”, pertenece establecerlo a la medicina. Curiosamente, todavía, pese a los adelantos, no posee un criterio preciso para determinar el instante en que debe declararse “muerta” a una persona. No lo son el electrocardiograma, ni el electroencefalograma “plano”, es decir nulo, puesto que no hay unanimidad acerca del momento en que este resultado es irreversible.

De manera que todavía ahora, como antes, nos damos cuenta que una persona está muerta, sin poder precisar el instante exacto. Esto es importante porque permite hablar de una “muerte cerebral”, es decir, del cese de las funciones psíquicas superiores (intelectuales y de conciencia) y de las relaciones (de sensibilidad), sin que desaparezcan las funciones de la vida vegetativa (respiración, circulación, nutrición). Ahora bien, el asombroso adelanto de la medicina puede prolongar por mucho tiempo este estado; lo cual justamente originó el moderno replanteamiento del problema de la eutanasia y dio lugar a la confusión que tratamos.

Supuesto que “Eutanasia” de “eu”, bueno y “thanatos”, muerte) es, como usualmente se traduce, “dar muerte por compasión”; y “Distanasia” (de “dis”, difícil, “thanatos”), neologismo que significa “dificultar la muerte”, el problema lo podemos concretar así: El no usar esos medios técnicamente sofisticados (o cualesquiera otros “extraordinarios”) para mantener ese estado de muerte de las facultades superiores y conservación de las vegetativas, o el interrumpirlos una vez iniciados ¿Consistirá un caso de “Eutanasia” o de “Distanasia”? El juicio moral será diferente a todas luces.

La Eutanasia es moralmente ilícita

Lo es porque consiste en poner una acción directamente occisita. Ésta en cualquier supuesto, es injustificable porque el derecho a la vida es primordial e inherente a la persona. La vida humana tiene un valor absoluto y no cede a nada (Que uno culpablemente puede tener ese derecho, es otro asunto, del cual aquí no tratamos. Dicho valor absoluto es un dato del conocimiento natural y un mandamiento taxativo de Dios: “No Matarás” (Ex 20, 13) que explica más adelante: “No quitéis la vida al inocente” (Ex 23 7) porque la vida es dada por el Creador (Gn 2, 7) y Él tomará cuentas al que mate (Gen 4, 10; 9, 6-6). Claro que las razones en el caso de la eutanasia quieren ser humanitarias; pero por duro que suene, esto no cambia el hecho de “matar”. Nada extraño entonces que la Iglesia extienda el mandamiento de Dios a la eutanasia y que el Vaticano II lo recalque explícitamente (GS 27, 3). La Iglesia conoce y siente toda la vastedad del dolor humano y exhorta a combatirlo; pero no con cualquier medio, ni se ilusiona con que desaparecerá.


Al dolor inevitable le reconoce un sentido, el de ser una de las experiencias más personalizantes; sufriendo el hombre sabe que no es un trozo de mundo; Y le añade el sentido supremo; después de la muerte de Cristo, el padecimiento tiene valor salvífico y redentor. No es el mal supremo, y por tanto, que no admite que se pueda invocar a favor de la eutanasia el principio de que vale más morir que vivir enfermo. Además de de que, en concreto ¿Quién fijaría la cantidad o calidad del sufrir en comparación del cual sea mejor morir?

Es terrible y heroico para la familia el cuidado de un enfermo grave y prolongado; y sin embargo, ¿qué hay más purificador y que más consolide y santifique los lazos familiares? Quizá todos conocemos casos de deformaciones congénitas, cegueras, etc., en que los médicos han terminado su misión ¡y los padres no! No cabe medir el engrandecimiento que supone y produce la entrega a su cuidado movido no por la esperanza del remedio sino por lo que supera toda la esperanza; ¡el amor al hijo o al familiar! El cimiento de la sociedad de esta herencia invisible. Piénsese lo quesería una sociedad donde se hiciera práctica ordinaria la eutanasia. Los cuidados se volverían insoportables. El enfermo se consideraría indeseado o egoísta si no libera de sí mismo a sus familiares. En lugar de apoyarse en el afecto de sus parientes, tendría que sospechar de ellos. Y en el médico, su naturaol aliado, debería recelar un posible verdugo.

Pero la “distanasia” es moralmente lícita

Pablo VI decía: el médico no está obligado a utilizar todas las técnicas que le brinda la ciencia incansablemente creadora. No alargar a cualquier costo y con cualquier medio una vida que ya no es plenamente humana y que se encamina naturalmente a su conclusión… y al encuentro con el Creador”

Debe quedar claramente entendido que esto de ninguna manera es “eutanasia”, ni positiva (matar) ni negativa (dejar morir). Es luchar contra la muerte hasta los límites de lo razonable.

Hay un límite humano y cristiano más allá del cual ya no hay por qué oponerse a los agentes de la muerte. Los médicos y familiares deben prestarlos cuidados ordinarios; pero no están obligados a acudir a los extraordinarios. Claro que no es fácil precisar la frontera ; y ésta es relativa a la época y a las personas. Lo que se puede decir en general que son “extraordinarios” los altamente especializados que prolongan una vida puramente vegetativa y, en cuantos se puede saber, sin esperanza. En tal caso no cabe razonablemente alargar la vida; es simplemente, como dice P. Marcozzi “alargar la muerte”. En esos casos el médico ni mata ni deja morir; sólo deja de usar todos los medios posibles para detener un mal que inevitablemente lleva a la muerte.

La razón espiritual y humana es que el hombre tiene derecho a morir con dignidad cuando ya es irracional e inútil detener la muerte. El valor supremo para el hombre, y más para el cristiano, no es prolongar la vida por cualquier medio, sino para aceptar toda su historia y dar lugar a la libertad que va al encuentro con Dios

Francisco Interdonato S.J.

Fuente: Teología y derecho, Materiales de enseñanza de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú

Transcrito por José Gálvez Krüger

Enlaces relacionados

http://www.aciprensa.com/eutanasia/

http://www.aciprensa.com/eutanasia/100-preguntas.htm