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Jueves, 28 de marzo de 2024

Difuntos: relectura antropológica de la fiesta mexicana, a la luz de la Patrística y Teología ortodoxa

De Enciclopedia Católica

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Reflexión oriental sobre el “Día de los Files Difuntos”


“En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Juan 5:24).


Festejar el Día de Muertos con altares, pintar calaveras, vestir esqueletos y otras cosillas más, me parecía una tontería, una locura, una chifladura; pues para mi, era un absurdo creer que las almas de los seres queridos que nos han dejado ya, regresen de ultratumba el Día de Muertos, el orden de su visita: primero los muertitos (los niños) y, al día siguiente, los muertos (los grandes); y, más aún, el que vengan a comer.

¿Cómo es posible que los difuntos regresen? ¿Por qué las almas de los niños nos visitan el primero de noviembre y las de los demás, el día dos? ¿Acaso los espíritus comen y beben? ¿Qué les pasa a los mexicanos? ¿Cómo se les han ocurrido tales ideas?

Perdón por pensar así. Les pido que me disculpen y, también, les doy gracias porque mi entendimiento se alebrestó y me arrastró a la reflexión; Entonces, desperté de mi ignorancia y penetré en el porqué de tales ideas y acciones. Se abrió mi apetito cultural, y ahora soy un apasionado de la cultura y costumbres de estas tierras.

He comprendido la profundidad que encierra esta fiesta del Día de Muertos, de lo que sale a relucir es la creencia en el más allá; que se mantiene la relación entre vivos y difuntos, la cual manifiesta su cariño con los altares, los adornos y las ofrendas de las cosas que agradaban a los idos seres queridos. Que la muerte no causa temor, se le ve como algo natural, se familiariza con ella dedicándole un día de fiesta y, aclaro: No a la muerte en sí, sino a los difuntos queridos.

Algunas de esas ideas pueden chocar con la enseñanza de la Biblia, tal la idea de los muertos que vienen a comer, ya que los muertos son “como ángeles” (Mateo 22:30), me ha enseñado a través del ojo de la fe, cómo ser amigo de la muerte, cómo ver en los cementerios no una tumba negra, sino un sepulcro iluminado por la Resurrección de Cristo.

Sí, por ser amigo de la muerte, entendí lo que enseña mi Iglesia al respecto: Que hay dos tipos de muerte, la somática y la espiritual, y que ésta es la verdadera muerte.

La muerte espiritual es el alejamiento del hombre de Dios, Fuente de vida; mientras que la muerte somática, corporal o física, es el alejamiento de la psiqué del cuerpo.

En la Ortodoxia enseñamos que primero fue la muerte espiritual de Adán y después la somática o corporal. Dios creó al hombre cuyo alejamiento voluntario de la Trinidad consubstancial e indivisible es su muerte espiritual; sin embargo ¿Quién creó a la muerte corporal?

Los Santos Padres enseñan que no es Dios la causa del mal. Él no ha creado la muerte. No ha creado al hombre mortal, pero el pecado que cometió, es decir, con su libre alejamiento de Dios, introdujo la muerte, como su consecuencia en nuestra vida.

Dios permitió la muerte por filantropía y amor, para que no permaneciera el mal como inmortal. ¡Imaginaos una sociedad llena de hombres asesinos, ladrones, violadores, etc.; si estos fueran inmortales, no habría mayor desgracia para la humanidad.

Pero, Dios, después de la caída de Adán, no quiso que el género humano permaneciera en la consecuencia de su pecado ancestral y, entonces, mandó a su Hijo unigénito, Verdadero Dios - Verdadero Hombre exento de pecado, se encarnó, fue crucificado, resucitó al tercer día y subió a los cielos.

Se sometió a la Ley para condenar el pecado en su propia carne; con el fin de que los que han muerto en Adán, se vivifiquen en el Nuevo Adán, el mismo Cristo.

Con nuestra conexión con Cristo, recuperamos la imagen del hombre antes de su Caída, vivimos la inmortalidad, porque ésta no es la vida de la psiqué después de la muerte, sino la superación de la muerte desde ahora.

La Iglesia está para ayudar a los hombres a superar la muerte, enemigo que no se vence sin la unión con Dios, más específicamente, con Cristo.

Por la fe, tenemos la certeza de que con la Resurrección de los cuerpos se abolirá la muerte somática. Ésta es una doctrina ignorada o rechazada por la filosofía. La resurrección de los muertos que enseña el Logos de Dios es una piedra de escándalo para la razón humana.

En nuestra Tradición, la vida humana se relaciona estrechamente con la muerte y, ésta, con la Resurrección. La vida no es ajena a la muerte. El recuerdo y la presencia de la muerte hacen la vida más humana. La sociedad que no se olvida de sus muertos se hace más humana.

Creer en las palabras de la Palabra, nos sosiega y tranquiliza. El miedo a la muerte es algo muy común, porque se tiene miedo a lo desconocido; sin embargo, tal temor no es cristiano ya que el Señor nos abre los ojos y nos alienta con sus palabras: “En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Juan 5:24).

Pensemos siempre que el día más feliz y hermoso de nuestra vida es el día de nuestra muerte, más bien el día de nuestro descanso en paz, cuando pasamos de la muerte a la vida, alcanzando nuestra meta: Contemplar Dios cara a cara.

¡Feliz Día de Muertos! ¡Cristo ha resucitado!

Dr. Fadi Rabbat, Archimandrita.