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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Adán

De Enciclopedia Católica

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El primer hombre y el padre de la raza humana.

Etimología y Uso de la Palabra

Hay divergencia de opinión entre los expertos semíticos cuando intentan explicar el significado de la palabra hebrea adam (que con toda probabilidad se usó originalmente como nombre común y no como nombre propio), y ninguna teoría parece satisfactoria hasta ahora. La causa de esta inseguridad en el tema se debe a que la raíz de la palabra adam, con significado de "hombre" o "humanidad", no es común en todas las lenguas semíticas, aunque por supuesto el nombre es adoptado por ellos en las traducciones del Antiguo Testamento. Como un término autóctono con el significado anterior, sólo se da en la lengua fenicia y en la sabea, y probablemente también en la asiria. En Génesis 2,7 el nombre parece estar relacionado con la palabra ha-adamah ("la tierra"), en cuyo caso el valor del término estaría en que representa al hombre (ratione materiæ) como nacido de la tierra, similar al latín, donde la palabra homo se supone que es pariente de humus. Es un hecho generalmente reconocido que las etimologías propuestas para las narraciones del Libro de Génesis son a menudo divergentes y no siempre correctas filológicamente, y aunque la teoría (fundada en Gn. 2,7) que relaciona adam con adamah ha sido defendida por algunos eruditos, al presente está generalmente abandonada.

Otros explican el término con el sentido de "estar rojo", un sentido cuya raíz incide en varios pasajes del Antiguo Testamento (por ejemplo, Gn. 25,30), como también en arábigo y en etíope. En esta hipótesis el nombre parece haber sido aplicado originalmente a una raza roja o rubicunda característica. En este sentido Gesenio (Thesaurus, s.v., p. 25) comenta que en los monumentos antiguos de Egipto las figuras humanas que representan a los egipcios constantemente están pintadas de rojo, mientras que las que representan otras razas lo están de negros o de algún otro color. Algo análogo a esta explicación se revela en la expresión asiria çalmât, qaqqadi, es decir, "cabezas negras" que se usa a menudo para denominar a los hombres en general. (Cf. Delitsch, Assyr. Handwörterbuch, Leipzig, 1896, pág., 25.) Algunos escritores combinan esta explicación con la precedente, y asignan a la palabra adam el doble significado de "tierra roja", y añaden así a la noción del origen material del hombre una connotación del color de la tierra de la que fue formado. Una tercera teoría, que parece ser la prevaleciente hoy día, (cf. Pinches, El Antiguo Testamento a la Luz de los Archivos Históricos y de las Leyendas de Asiria y Babilonia, 1903, pp. 78, 793), explica la raíz adam con el significado de "hacer", "producir", conectándola con el adamu asirio, cuyo significado probable es "edificar", "construir", de ahí que adam podría significar "hombre" ya sea en el sentido pasivo, como hecho, producido, creado, o en el sentido activo, como el que produce.

En el Antiguo Testamento la palabra se usa como nombre común y propio, en la primera acepción tiene significados diferentes. Así en Gn. 2,5, se emplea para señalar a un ser humano, hombre o mujer; raramente, como en Gn 2,22, significa hombre como contrario a mujer y, por último, a veces aparece señalando a la humanidad en su conjunto, como en Gn 1,26. El uso del término, tanto como nombre común o como nombre propio, es común a ambas fuentes llamadas en los círculos críticos como P y J. Así en el primer relato de la creación (P) la palabra se utiliza en referencia a la creación de la humanidad en ambos sexos, pero en Gn 5,14, el cual pertenece a la misma fuente, se utiliza como nombre propio. Del mismo modo el segundo relato de la creación (J) habla de "el hombre" (ha-adam), pero después (Gn 4,25) el mismo documento emplea la palabra como nombre propio sin el artículo.

Adán en el Antiguo Testamento

Toda la información del Antiguo Testamento acerca de Adán y del comienzo de la especie humana esta contenida en los primeros capítulos del Génesis. Hasta qué punto estos capítulos deben ser considerados estrictamente histórico es tema de fuerte debate, que no está dentro del alcance del presente artículo. Sin embargo llama la atención, el hecho de que la historia de la Creación se cuenta dos veces, en el primer capítulo y en el segundo, y a pesar de que hay un acuerdo sustancial entre los dos relatos, no obstante hay, una divergencia considerable en el escenario de la narración y en los detalles. Es habitual que los escritores renuentes, a reconocer la presencia de fuentes o documentos independientes en el Pentateuco, expliquen el hecho de esta doble narrativa diciendo que el escritor, que ha diferenciado las sucesivas fases de la Creación en el primer capítulo, en el segundo vuelva al mismo tema para agregar algunos detalles, especialmente extensos, respecto al origen de hombre. Sin embargo, muy pocos especialistas hoy en día, incluso católicos, están satisfechos con esta explicación, y entre los críticos de cualquier escuela existe la opinión muy fuerte de reconocer el hecho de estar en presencia de un fenómeno bastante común en los relatos históricos Orientales, la combinación o yuxtaposición de dos o más documentos independientes unidos más estrechamente por el escritor de la historia que entre los semitas es esencialmente un recopilador. (Ver Guidi, L'historiographie chez les Sémites en la Revista Bíblica de, octubre, 1906.) Las razones en las que se basa este punto de vista, así como los argumentos contrarios, puede encontrarse en la obra del Dr. Gigot Introducción Especial de al Estudio del Antiguo Testamento, Pt. I. Baste mencionar que una repetición similar de los principales sucesos narrados es claramente visible a lo largo de todas las partes históricas del Pentateuco, e incluso en los libros más tardíos, como Samuel y Reyes, y que la consecuencia dibujada por este fenómeno esta confirmada no sólo por los diferentes estilos y punto de vista característicos de las narrativas dobles, sino también por las divergencias y antinomias que por lo general exhiben. Sea lo que sea, es pertinente al propósito del presente artículo examinar los rasgos principales de la doble narrativa de la Creación con referencia especial al origen de hombre.

En el primer relato (Gn 1; 2, 4a) Elohim se presenta creando diferentes clases de seres en días sucesivos. Así el reino vegetal se crea el tercer día, y, coloca al sol y luna en el firmamento el cuarto, crea Dios el quinto día los seres vivientes del agua y las aves del cielo que recibe una bendición especial, la orden de crecer y multiplicarse. El sexto día Elohim crea, primero, todas las criaturas vivas y bestias de la tierra; y después, con las palabras del texto sagrado:

Y dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra: y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues Dios al ser humano a imagen suya: a imagen de Dios le creó: macho y hembra los creó. Entonces sigue la bendición junto con la orden de aumentar y llenar la tierra, y finalmente se les asigna el reino vegetal por comida. Considerada aislada, esta narrativa de la Creación hace dudar de sí la palabra Adán, "hombre", aquí empleada es entendida por el escritor para designar al individuo o a la especie. Habría algunas indicaciones favorables a la última, p. e. en el contexto, de las creaciones anteriormente escuchadas estas se refieren sin duda a la creación de números inmensos de individuos que pertenecen a las diversas especies, y no a la creación de un individuo o de una pareja. Para el hombre, más adelante, se podría llegar a la misma conclusión de la expresión, "macho y hembra los creó". Sin embargo, en otro pasaje (Gn 5, 15), qué pertenece a la misma fuente del primer relato -donde se repite y es en parte complementada la información de la narrativa anterior - se atreve a dar su interpretación. Este pasaje contiene la referencia básica del documento así mismo llamado sacerdotal de Adán, en él leemos que Dios

Los creó varón y hembra. . . y los llamó "Hombre", en el día de su creación. Y el escritor continúa:

Tenía Adán ciento treinta años, cuando engendró a un hijo a su semejanza, según su imagen, a quien puso por nombre Set. Fueron los días de Adán, después de engendrar a Set, ochocientos años y engendró hijos e hijas. El total de los días de la vida de Adán fue de novecientos treinta años, y murió. Aquí evidentemente el Adán o hombre del relato de la Creación se identifican con un individuo particular, y por consiguiente las formas plurales que podrían hacer dudar en otras partes se entenderían con referencia a la primera pareja de seres humanos.

En Gn 2, 4b-25 nos encontramos con lo que al parecer es un nuevo e independiente relato de la Creación, no una ampliación simple de la narrativa ya dada. Sin que parezca presuponer algo previamente relatado De hecho el escritor se remonta al tiempo en que todavía no había ni lluvia, ni planta ni bestia del campo; y, mientras la tierra aún era un erial sin vida, el hombre es formado del polvo por Yahveh que le hace vivir soplando en los orificios de su nariz el aliento de vida. Para conocer si estos textos deben ser interpretados, literalmente o en modo figurado, y si la creación del primer hombre fue directa o indirecta, ver GÉNESIS, CREACIÓN, HOMBRE. Aquí la creación del hombre, en lugar de ocupar el último lugar, ocupa la primera posición en orden ascendente, esta puesta antes de la creación de las plantas y animales, y éstos se relatan como que han sido creados a continuación para satisfacer las necesidades del hombre. Al hombre no se le encomienda dominar la tierra entera, como en el primer relato, pero se le encarga cuidar del Jardín del Edén con permiso para comer su fruta, salvo del árbol del conocimiento del bien y del mal, y la creación de la mujer es narrada como una idea posterior de Yahveh, para ayuda del hombre, al reconocer la incapacidad del hombre de encontrar compañía adecuada en la creación original. En el relato anterior, después de cada paso " Vio Dios que era bueno", pero aquí Yahveh ve, como así era, que no es bueno para el hombre estar solo, y procede arreglar la deficiencia formando a la mujer Eva de la costilla del hombre mientras duerme profundamente. Según la misma narrativa, viven en una inocencia de niño hasta que Eva es tentada por la serpiente, y los dos comen la fruta prohibida. Entonces se dan cuenta de su pecado, provocan el disgusto de Yahveh, y para que no puedan comer del árbol de vida y así volverse inmortales, son arrojados del jardín del Edén. De aquí en adelante su herencia es el dolor y la fatiga, y el hombre es condenado a la tarea penosa de ganar su sustento de una tierra que por su culpa ha sido hecha estéril. El mismo documento nos da algunos detalles relativos a nuestros primeros padres después de la Caída: el nacimiento de Caín y de Abel el fratricida, y el nacimiento de Set. La otra versión que parece no conocer a Caín o Abel menciona Set como si fuera el primer hijo (Gn. 5, 3), y agrega que durante los ochocientos años que siguen al nacimiento de Set, Adán engendró hijos e hijas.

A pesar de las diferencias y las notables discrepancias de las dos versiones del origen de la humanidad, los relatos están de acuerdo en lo sustancial, y la opinión de la mayoría de expertos se concilian y se explican fácilmente si son consideradas como representantes de dos variantes de las tradiciones hebreas - tradiciones que incluyen los mismos hechos históricos centrales de forma diferente, junto con una presentación más o menos simbólica de ciertas verdades morales y religiosas. Así en ambos relatos el hombre es claramente predilecto, y dependiente de Dios el Creador; todavía entra en contacto directo con Él a través de la acción que le crea, excluyendo de ella a cualquier otro ser intermediario o semidioses tal y como se encuentra en otras mitologías. Este hombre, más que todas las demás criaturas, comparte la perfección que Dios se pone de manifiesto en el primer relato, donde es creado a imagen de Dios y se corresponde en el otro relato porque el hombre es quien recibe la vida del soplo de Yahveh. Por otro lado, el hombre tiene algo en común con los animales, esta implícito por su creación en el mismo día, y en además por el esfuerzo ineficaz, de encontrar un compañero apropiado entre ellos. Él es el dueño y la corona de la creación, como se relata claramente en la primera versión, donde la creación de hombre es la cima de los trabajos de Dios, y donde su supremacía se declara explícitamente, y que con la misma claridad esta implícito en la segunda narración. Aunque su importancia esta destacada porque la creación del hombre es puesta antes de la de los animales y plantas, la creación posterior de animales y plantas estaría simplemente para su utilidad y provecho. La mujer aparece como secundaria y subordinada al hombre, aunque idéntica a él en naturaleza, y la creación de una sola mujer para un solo hombre implica la doctrina de la monogamia. Además, el hombre es creado inocente y bueno; el pecado vino a él de fuera, y fue seguido de un severo castigo que no sólo afecta a la pareja culpable, sino a sus descendientes y también a otros seres. (Cf. Bennett en Hastings, Dic. de la Biblia, s.v.) Por consiguiente, las dos narraciones son prácticamente una con respecto a su propósito didáctico e ilustrativo, y es indudable que esta característica la debemos considerar de principal importancia. Es muy necesario remarcar de paso la altura de las verdades doctrinales y éticas de la narración bíblica que está muy por encima de las extravagantes historias de Creación narradas entre los pueblos paganos de la antigüedad, aunque algunos, particularmente el babilonio, tienen un parecido más o menos llamativo en la forma. A la luz de su excelencia doctrinal y moral, el problema del carácter histórico estricto de la narrativa, tanto en lo relativo a la estructura y sus detalles, se vuelve menos importante, sobre todo cuando nosotros recordamos que en historia como lo entienden otros expertos bíblicos, así como expertos en escritos semíticos, la presentación y orden de los hechos, de modo habitual, -incluso su principal papel- se hace subordinándolos a las exigencias de la preocupación didáctica.

Con relación a las fuentes extra bíblicas que arrojan luz a la narrativa del Antiguo Testamento, es bien sabido que el relato hebreo de la Creación encuentra un paralelo en la tradición babilónica como lo revelan las escrituras cuneiformes. Está más allá del alcance del artículo presente discutir las relaciones de dependencia histórica admitidas que puedan existir entre las dos cosmogonías. Baste decir que en la "Creación Épica", con respecto al origen de hombre, el fragmento que se supone lo debiera contener no se ha encontrado. Sin embargo hay buenas razones de eruditos independientes para asumir que originalmente perteneció a la tradición incluida en el poema, y que debió ocupar el último lugar, después del relato de la creación de las plantas y los animales, como en el primer capítulo de Génesis. Entre las razones para esta hipótesis están:

Las advertencias divinas se dirigen a los hombres después de su creación, hacia el final del poema; El relato de Berosus que menciona la creación de hombre por uno de los dioses que mezcló con arcilla la sangre que fluyó de la cabeza cortada de Tiamat; Un relato traducido por Pinches, no semítico (o presemítico), de un texto bilingüe, en el que se dice que Marduk ha hecho la humanidad, con la cooperación de la diosa Aruru. (Cf. Enciclopedia Bíblica, art. "Creación", también Davis, Génesis y Tradición Semítica, pp. 36-47.) En cuanto a la creación de Eva, nada paralelo se ha descubierto hasta ahora entre los archivos fragmentarios de la historia de creación babilónica. El relato, como aparece en el Génesis, no debe ser tomado literalmente como descriptivo de un hecho histórico de acuerdo con la opinión de Origen, de Cajetan, y tambien es defendida ahora por expertos como Hoberg (Die Genesis, Freiburg, 1899, pág., 36) y von Hummelauer (Comm. in Genesim, pp. 149 ss.). Éstos y otros escritores ven en esta narrativa el relato de una visión simbólica del futuro, análoga al sueño de Abraham (Gn 15, 12), y al de San Pedro en Joppe (Hch 10, 10 ss.). (Ver Gigot, Introducción Especial al Estudio del Antiguo Testamento, pt. I, pág., 165, ss.)

Más adelante, en los libros del Antiguo Testamentos son muy pocas las referencias a Adán como individuo, y no agregan nada a la información contenida en el Génesis. Así su nombre, sin comentarios, aparece en la cabeza de las genealogías del libro I de las Crónicas; se menciona igualmente en Tobías 7, 8; Oseas 6, 7; etc., La palabra hebrea Adán aparece en otros pasajes, pero en el sentido de hombre o humanidad. La mención de Adán en Zacarias 13, 5, según la versión de Douay y la Vulgata, se debe a un error de traducción del original.

Adán en el Nuevo Testamento

Las referencias a Adán en el Nuevo del Testamento como un personaje histórico sólo ocurren en un pasaje. En el tercer capítulo del Evangelio de Lucas la genealogía del Salvador se remonta a "Adán que era por Dios". Esta prolongación del linaje terrenal de Jesús más allá de Abraham define el enfoque del Evangelio de San Mateo y se debe sin duda a un espíritu más universalista y a la predilección característica de nuestro tercer evangelista que escribe para la instrucción de los catecúmenos gentiles de la Cristiandad y no tanto desde el punto de vista de la profecía y la esperanza judía. Otra mención del padre histórico de la especie se encuentra en la Epístola de Judas (versículo 14), donde se hace una cita del Libro apócrifo de Henoc, el patriarca antediluviano, donde se cita, "Henoc, el séptimo después de Adán". Pero las referencias más importantes de Adán se encuentran en las Epístolas de San Pablo. Así en 1 Tm 2, 11-14, el Apóstol, después de establecer ciertas reglas prácticas referentes a la conducta de las mujeres, particularmente relativas al adorno, e inculcando el deber de subordinación al otro sexo, hace descansar la fuerza de sus argumentos más en los mode de pensar del momento que en su valor intrínseco como lo valoraría hoy la mentalidad moderna. Dice:

Porque Adán fue formado primero y Eva en segundo lugar. Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que seducida, incurrió en la transgresión. Una línea similar de argumento se sigue en 1 Cr 11, 8-9. Más importante es la doctrina teológica formulada por San Pablo en la Epístola a los Romanos, 5, 12-20, y en 1 Cr 15, 22-45. En el último pasaje Jesucristo es llamado por analogía y contrasta el nuevo y "último Adán." Esto debe ser entendido en el sentido que como el Adán original era la cabeza de toda la humanidad, el padre de todos según la carne, también Jesucristo es constituido principio y cabeza de la familia espiritual para el elegido, y potencialmente de toda la humanidad, ya que todos están invitados a compartir su salvación. Así el primer Adán es imagen del segundo, pero mientras el anterior transmite a su descendencia un legado de muerte, el último, al contrario, se vuelve el principio vivificante de la restauración. Cristo es el "último Adán" "Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres, por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12); ningún otro jefe o padre de la especie deben ser esperados. El primero y el segundo Adán ocupan la posición de cabeza con respecto a la humanidad, pero considerando que por la desobediencia del primero quedó viciada, el y toda la estirpe, dejando a su posteridad una herencia de muerte, pecado, y miseria, el otro a través de su obediencia gana para todos aquéllos que se hacen discípulos suyos una nueva vida de santidad y el premio eterno. Puede decirse que el contraste así formulado expresa el principio fundamental de la religión cristiana y encierra el núcleo de la propia doctrina de la economía de salvación. Es principalmente en éstos y otros pasajes de similar importancia (p.e. Mt 18, 11) donde se basa la doctrina fundamental, nuestros primeros padres fueron creados por el Creador en un estado original de inocencia, la restauración de ésta era el objeto de la Encarnación. Apenas es necesario decir que el hecho de esta restauración no se deduce claramente del relato aislado del Antiguo Testamento.

Adán en la Tradición Judía y Cristiana

Es un hecho muy conocido que a las demasiado escuetas narraciones bíblicas se han agregado detalles, en parte por un deseo de satisfacer la curiosidad piadosa, y en parte por enfatizar la enseñanza ética, lo añadidos posteriores judíos, en los primeros tiempos del cristianismo y de la tradición mahometana recogen una cosecha exuberante de erudición legendaria alrededor de los nombres de todos los personajes importantes del Antiguo Testamento. Era por consiguiente natural que la historia de Adán y Eva debiera recibir una atención especial y en consecuencia desarrollarse con este proceso de embellecimiento. Estos añadidos algunos de ellos extravagantes y pueriles son principalmente imaginarios, y en el mejor caso se basan en una interpretación novelada de algún pequeño detalle de la narrativa sagrada. Es innecesario decir que estos relatos no incluyen información histórica real, y su utilidad principal es aportar un ejemplo de la creencia popular piadosa de entonces así como añadir algo de valor a las citadas tradiciones judías cuando se invocan como argumento en un análisis crítico. Hay muchas leyendas rabínicas que hablan de nuestros primeros padres en el Talmud, y muchas están recogidas en el Libro apócrifo de Adán, hoy perdido, pero de la que algunos extractos han llegado a nosotros en otras obras de carácter similar (ver el HOMBRE). La más importante de estas leyendas que no esta dentro del alcance del artículo presente, puede encontrarse en la Enciclopedia judía, I, art. "Adán", y en lo relativo a leyendas cristianas, en Smith y Wace, el Diccionario de Biografía Cristiana.


Bibliografía: PALIS en VIG., Dicc. de la Biblia, s.v.; BENNETT y ADENEY en HAST., Dicc. de la Biblia, s.v. Para las referencias del Nuevo Testamento, vea comentarios; para el Antiguo Testamento, GIGOT, Introducción Especial al Estudio del Antiguo Testamento, I, IV; VON HUMMELAUER, Comentarios sobre el Génesis.

Fuente: Driscoll, James F. "Adam." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01129a.htm>.

Traducido por Félix Carbo Alonso. L H M