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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Interés

De Enciclopedia Católica

Revisión de 02:51 9 sep 2016 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Psicología del Interés)

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El estado mental llamado interés (Latín interest; francés intérêt; alemán interesse) ha recibido mucha atención en la literatura psicológica reciente. Esto se debe en gran medida al filósofo alemán Herbart. La importante posición que ha ganado para él en la teoría de la educación lo hace merecedor de algún tratamiento en la Enciclopedia Católica. Los psicólogos han disputado en cuanto al significado exacto asignado al término y a la naturaleza precisa del estado mental.

Psicología del Interés

El interés ha sido definido de diversas maneras como una especie de conciencia que acompaña y estimula la atención, un sentimiento placentero o doloroso que dirige la atención ---el aspecto placentero o doloroso de un proceso de atención--- y como idéntico a la atención misma. Por lo tanto, se puede decir “atiendo a lo que me interesa”; y, además, que estar interesado y atender son idénticos. El término interés ha sido usado también para indicar una disposición mental permanente. Así puedo tener un interés en ciertos temas, aunque no son un objeto de mi atención actual. Como quiera que se defina interés, y si se puede describir como una causa de la atención, un aspecto de la atención, o como idéntico a la atención, su significado especial radica en su íntima conexión con la actividad mental de atención.

La atención se puede definir como la energía cognitiva o intelectual dirigida hacia cualquier objeto. Es esencialmente selectiva, concentra la conciencia en parte del campo de visión mental, mientras ignora otras partes. La atención también es de carácter intencional. Enfoca nuestra mirada mental con el fin de obtener una visión más clara y distinta. Resulta en una impresión más profunda y más duradera, y por lo tanto juega un papel vital tanto en cada acto cognitivo como en el crecimiento del conocimiento como un todo. La escuela Asociacionista Inglesa de psicología y la mayoría de los empiristas, al tratar sobre la génesis del conocimiento, parece miras a la intensidad o frecuencia del estímulo como el factor más influyente en el proceso de la cognición. Como cuestión de hecho, lo que la mente toma depende casi enteramente de esta acción selectiva de la atención.

De la totalidad de la masa de impresiones, que entran en cualquier momento a través de los diversos canales de los sentidos, es sólo aquellos a los que se dirige la atención los que se elevan al nivel de la vida intelectual, o toman posesión real de la mente; el interés determinará cuáles son éstos. Estamos interesados en lo que está relacionado con nuestra experiencia pasada, especialmente en lo que es parcialmente nuevo, aunque parcialmente familiar. Las sensaciones placenteras y las dolorosas son excitantes originales de la atención; hay otras experiencias también ---tal vez neutrales en sí mismas, pero asociados con estas últimos--- que generan miedo o esperanza, y así se vuelven interesantes. Aunque nuestra atención puede ser atraída temporalmente por cualquier choque repentino o impresión inesperada de una intensidad inusual, no hablamos de esto como interesante, y nuestra atención pronto se desvanece. Experiencias aisladas, excepto en la medida en que pueden estimular el intelecto para tratar de correlacionarlas con algunos conocimientos previos, no ocupan fácilmente la mente.

Se requieren esfuerzos repetidos para mantener nuestra atención fija en una rama desconocida de estudio (como por ejemplo un nuevo idioma o la ciencia). Pero en la proporción en que cada acto sucesivo de observación o de comprensión deja un depósito en forma de una idea en la memoria, lista para ser despertada por experiencias parcialmente similares en el futuro, se construye gradualmente en la mente un grupo o sistema de ideas que constituye nuestro conocimiento permanente del tema. Tales series de experiencias, con el grupo de ideas así depositadas en la memoria, convierten a los actos similares de cognición fáciles y agradables en el futuro. De hecho, desarrollan una especie de apetito por experiencias futuras relacionadas, las cuales son asimilables a partir de ahí, o, en lenguaje herbartiano, apercibidas con facilidad y satisfacción. El grupo de las ideas relacionadas a cualquier tema constituyen un interés en el sentido de una disposición permanente de la mente, mientras que la sensación del proceso de la percepción, o asimilación, es el interés visto como una forma de conciencia real. Pero un acontecimiento de carácter extraño o novedoso, que podemos encontrar difícil de comprender o asimilar con la experiencia pasada, también puede fascinar a nuestra mente. Lo extraño, lo horrible, puede despertar así, al menos temporalmente un agudo, si mórbido, interés. Aun así, en la medida en que tales experiencias pueden excitar el miedo o la ansiedad, vienen bajo el principio general de que el interés se asocia con el placer o el dolor personal.

En términos generales, entonces, todas esas cosas que despiertan o mantienen la atención no voluntaria o espontánea son interesantes, mientras que los fenómenos a los que podemos atender solamente con el esfuerzo voluntario son poco interesantes. El niño está interesado en su comida y su juego, también en las operaciones asociadas con el placer o el dolor en el pasado. El niño está interesado en sus juegos, en aquellos ejercicios que ha llegado a relacionar con su propio bienestar, y en ramas de estudio que ya han efectuado tal alojamiento en la mente que las nuevas ideas y elementos de información se asimilan y asocian fácilmente a lo que ha pasado antes. Los seres humanos están interesados en esos temas que se han vuelto entretejidos y conectados con las principales ocupaciones de sus vidas.

Pedagogía

Fuente: Maher, Michael. "Psychology of Interest." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8, pp. 75-77. New York: Robert Appleton Company, 1910. 8 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/08075a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina