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Martes, 19 de marzo de 2024

Sócrates

De Enciclopedia Católica

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Historiador de la Iglesia primitiva, nació en Constantinopla hacia finales del siglo IV. No se sabe nada sobre su familia ni su juventud, excepto unos pocos detalles encontrados en sus propias obras. Él mismo nos dice (Historia de la Iglesia V.24) que estudió con los gramáticos Heladio y Amonio, y del título de scolasticus que se le ha dado se desprende que perteneció a la profesión legal. Pasó la mayor parte de su vida en Constantinopla, por cuya razón, según admite, los asuntos de dicha ciudad ocupan tan gran parte de sus obras. Se cree que visitó otros países de Oriente por la manera en que habla de otras ciudades y por sus referencias como testigo de eventos que ocurrieron fuera de Constantinopla. A pesar de su condición de laico estaba excelentemente cualificado para relatar la historia de los asuntos eclesiásticos. El amor a la historia, especialmente la historia de su propio tiempo, y una cálida admiración por Eusebio de Cesarea le impulsaron a emprender la tarea en la cual fue apoyado por un tal Teodoro, a quien dedica su obra. Su propósito era continuar el trabajo de Eusebio hasta su propio tiempo; pero para poder enriquecer su narrativa y suplementar y revisar algunas declaraciones de Eusebio, comenzó en el año 306, cuando Constantino comenzó a ser emperador. Su obra termina con el décimo séptimo consulado de Teodosio el Joven, 439. La división de su historia en siete libros se basó en la sucesión imperial en el Imperio Oriental. El primer libro abarca los eventos durante el reinado de Constantino (306-37); el segundo los del reinado de Constancio (337-60); el tercero incluye los reinados de Julián el Apóstata y Joviano (360-4); el cuarto trata sobre el reinado de Valente (364-78); el quinto con el de Teodosio el Grande (379-95); el sexto con el de Arcadio (393-408); el séptimo con los primeros treinta y un años del reinado de Teodosio el Joven (408-39).

El carácter general de la obra de Sócrates puede ser juzgado desde su actitud sobre asuntos doctrinales. Viviendo en una época de amargas polémicas, él trato de evitar animosidades y los odios engendrados por diferencias teológicas. Estaba en completo acuerdo con la facción católica que se oponía a los arrianos, eunomianos, macedonios y otros herejes. Sin embargo, el tono moderado que usaba al hablar de los novacianos, y las referencias favorables que hizo de ellos, ha llevado a algunos autores a la creencia de que él pertenecía a dicha secta, pero es generalmente admitido que las expresiones que usaba se basaban en su deseo de imparcialidad y su deseo de dar incluso a sus enemigos el crédito por cualquier bien que pudiera hallar en ellos. Su actitud hacia la Iglesia era una de constante respeto y sumisión. Él honraba a los clérigos debido a su vocación sagrado, y abrigaba la más profunda veneración por los monjes y el espíritu monástico. Sin embargo, su ardiente abogacía y defensa del cristianismo no le impidió usar los escritos de autores paganos, ni de instar a los cristianos a estudiarlos. Aunque tituló su obra Ekklesiastike historia, Sócrates no se circunscribió sólo a relatar eventos en la historia eclesiástica. Le prestó atención a la historia militar de su época, porque consideraba necesario narrar esos hechos, pero principalmente “para que las mentes de los lectores no se saciaran con la repetición de las contenciosas disputas de los obispos, y sus insidiosas intenciones mutuas, pero muy especialmente para que se hiciera aparente que cada vez que se perturbaban los asuntos del Estado, como por alguna simpatía vital, los de la Iglesia se perturbaban también” (Introd. a Libro V). Aunque así reconocía la íntima relación entre los asuntos civiles y eclesiásticos, Sócrates no tenía una teoría definida sobre la Iglesia y el Estado.

Sócrates tenía una idea restringida sobre el alcance y la función de la historia. En su mente, la tarea de un historiador consistía en registrar los problemas de la humanidad, porque hasta tanto la paz continuara, aquellos que desearan escribir historias no encontrarían material para su propósito (VII, XLVIII). Como un ejemplo de composición histórica la obra de Sócrates está en una categoría muy elevada. La simplicidad de estilo que cultivó, que fue reprochada por Focio, iba completamente al paso de su método y espíritu. Ni el más pequeño de sus méritos fue la diligencia que exhibió en la recolección de su evidencia. Tenía un instinto verdaderamente científico para fuentes primarias, y el número de autores a los que se acercó prueba el alcance de su lectura y la cabalidad de sus investigaciones. Además de usar las obras de hombres tales como San Atanasio, Evagrio del Ponto, Paladio, Nestorio, él extrajo libremente de documentos públicos y oficiales, actas conciliares, cartas encíclicas, etc. Como podía esperarse al escribir sobre eventos tan cercanos a su propio tiempo, él tenía que depender frecuentemente de los informes de testigos, pero incluso entonces él usaba su evidencia con prudencia y precaución.

Sin embargo, a pesar de su industria e imparcialidad, su obra no carece de serios defectos. Aunque se limitó tanto a asuntos de la Iglesia Oriental, él es culpable de muchas omisiones serias respecto a otras partes de la cristiandad. Así, cuando habla de la Iglesia en Oriente, a menudo comete errores y omisiones. Por ejemplo, en su historia no menciona a San Agustín. En cuanto a asuntos de cronología también falla frecuentemente, pero no es un pecador persistente a este respecto. La objeción que más a menudo se hace de Sócrates como historiador es que él fue muy crédulo y estaba listo a prestar oídos a historias de milagros y portentos. Sin embargo, esta es una falla de la época y no del hombre y era compartida por autores paganos tanto como cristianos. Sin embargo, su característica más notable es el esfuerzo obvio para ser completamente imparcial, hasta donde la imparcialidad fuera consistente con la convicción. Él mantenía las escalas equitativamente, y aun cuando él difería ampliamente de los hombres en materia de doctrina, él no permitía que su disensión encontrara expresión en denuncias o abuso. Su “Historia de la Iglesia” fue publicada por Stephen (París, 1544) y por Valesio (París, 1668, reimpresa en Oxford por Parker, 1844, y en P.G., LXVII). Una buena traducción se halla en los Padres Post-Nicenos, II (Nueva York, 1890), con una excelente memoria sobre Sócrates por Zenos.


Bibliografía: STÄUDLIN, Geschichte und Literatur der Kirchengeschichte (Hanover, 1827); GEPPERT, Die Quellen des Kirchenhistorikers Socrates Scholasticus (Leipzig, 1898); MILLIGAN in Dict. Christ. Biog., s.v. Socrates (2).

Fuente: Healy, Patrick. "Socrates." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 13 Dec. 2008 <http://www.newadvent.org/cathen/14118b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.