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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Memoria

De Enciclopedia Católica

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Memoria (Latín memoria) es la capacidad de la mente de almacenar procesos conscientes y reproducirlos luego con algún grado de fidelidad. Estrictamente hablando, sin embargo, un proceso consciente de reavivamiento no es recordado, a menos que sea, al mismo tiempo, reconocido como algo que ocurrió antes. La memoria, por lo tanto, implica un proceso de reconocimiento. A la reproducción voluntaria de los procesos mentales con frecuencia se le llama evocación, a la involuntaria, recuerdo.

Divisiones de la Memoria

Santo Tomás distingue dos clases de memoria, la sensorial y la intelectual. Sin embargo, excluye de la primera la función de simplemente almacenar la imagen mental; esto se lo asigna a la imaginación. La memoria sensorial se reserva aquello que no puede ser recibido por los sentidos especiales y sin embargo es individual, y por lo tanto no pertenece a la memoria intelectual, que no tiene conocimiento de nada excepto lo universal. Por ejemplo, la utilidad de un objeto y su entorno en el tiempo pasado; por la utilidad de un objeto no debe entenderse cualquier concepto abstracto de su propósito, sino la experiencia sensorial que todos los animales adquieren de que ciertas cosas son beneficiosos o perjudiciales. Santo Tomás localiza la memoria sensorial en el organismo corporal (1, LXXVIII, a. 4). La memoria intelectual recibe y almacena lo abstracto y universal. Su asiento es el intelecto pasivo, una división, o tal vez sólo un aspecto de la facultad de entender. El complemento del intelecto pasivo es el intellectus agens, que se concibe como trabajando activamente en los datos de los sentidos, abstrayendo de ellos lo universal (especies intelligibilis) que contienen e imprimiéndolo en el intelecto pasivo. Santo Tomás sostiene que debe haber una memoria intelectual, porque aquello sobre lo que se actúa debe conservar el efecto del agente tanto más perfectamente en proporción a su propia estabilidad. Dado que las impresiones de los sentidos dejan rastros duraderos en el cuerpo que está sujeto a la descomposición, --- a fortiori, lo universal debe, de alguna manera, ser almacenado en el intelecto pasivo, que es una facultad espiritual permanente como el alma misma (I, P., LXXIX, una, 6-7).

Este argumento asume que ellos son procesos cognitivos específicamente diferentes a los de la sensación, una doctrina que ha recibido escaso reconocimiento en la psicología moderna hasta hace poco. La suposición tácita o expresa de muchos psicólogos experimentales ha sido todo lo contrario, a saber, que todos nuestros procesos cognitivos son sensaciones o complejos sensoriales. Recientemente, sin embargo, se ha hecho el intento de demostrar experimentalmente la existencia del pensamiento abstracto, totalmente distinta de las imágenes mentales (phantasmas). Junto con este reconocimiento de una diferencia entre la sensación y el pensamiento, la psicología está comenzando a enfatizar la distinción entre la memoria sensorial y la intelectual.

Durante mucho tiempo los psicólogos han dividido la memoria sensorial en varios “tipos”, entre los principales están el auditivo, visual y motor. Cualquier persona puede recordar a veces por imágenes visuales, auditivas o de otro tipo; pero el carácter predominante de su imaginería determina su tipo de memoria. Hasta cierto punto el tipo depende del adiestramiento; pero hay evidencia que muestra que es en parte determinada por condiciones anatómicas o fisiológicas del cerebro. Esto, sin embargo, no excluye la modificación de imágenes por cualquier ejercicio de memoria en las que funcionan; pues el tipo es bastante elástico (Watt, "Experimentelle Beiträge zu einer Theorie des Denkens" in "Archiv für die Ges. Psychol.", 1905, IV, 367-8).

Además de la memoria sensorial e intelectual, a veces se menciona una tercera división: la memoria afectiva. Meumann (Vorlesungen zur Einfurhung in die experimentelle Pädagogik, I, 174) la reconoce como una forma distinta, porque en niños de menos de trece años, está poco desarrollada; mientras que otras formas de memoria están ya muy avanzadas. El punto de vista de Meumann se basa en los experimentos de Netschajeff y Lobsien. Ribot, quien fue el primero en hacer un estudio especial de la memoria afectiva, afirmó que a los tipos visual, auditiva y motora, debemos añadir otro, el cual está igual de bien definido, es decir, el tipo afectivo ("Affective La Psychologie des sentiments, 166). Titchener ("Affective Memory" en "Philos. Review", IV, 1895) objetó la teoría del tipo de la memoria afectiva, basado en que los afectos, a diferencia de las imágenes mentales se recuerdan en compañía de los procesos mentales relativos a la ideación. No son procesos mentales independientes sino dependientes, y sólo pueden ser atendidos o evocados en compañía de los procesos mentales relativos a la ideación, de los cuales no son más que las cualidades o tonos. Al presente falta prueba concluyente para decidir si los sentimientos son procesos dependientes o independientes. Pero la solución de este problema no es necesaria para el reconocimiento de una memoria afectiva de algún tipo. La expresión "memoria afectiva" se justifica porque los procesos afectivos son distintos de los sensoriales e intelectuales.

El Desarrollo de la Memoria

El crecimiento de la memoria desde la infancia hasta la madurez depende del desarrollo de muchas facultades mentales, es por lo tanto un asunto muy complejo. Es un crecimiento de muchas memorias, en lugar de una sola facultad. Para los fines de experimentación, se han distinguido las siguientes formas de memoria: (1) la memoria para sensaciones especiales, (2) para impresiones de espacio y tiempo, (3) para las cosas y acontecimientos del mundo exterior, (4) para los números y conceptos abstractos, (5) para los estados emocionales de la mente. Cada uno muestra un período de crecimiento rápido, seguido por un punto muerto o incluso un retraso. Los años decimocuarto y decimoquinto de la infancia son especialmente desfavorables para el desarrollo de todos los tipos de memoria. El orden en el que estas formas de memoria experimentan su período de rápido desarrollo, es, para los niños: (1) los objetos externos, (2) palabras de contenido visual, (3) palabras de contenido auditivo, (4) tonos, (5) toque y sensaciones de movimiento, (6) números y las ideas abstractas, (7) emociones (cf. Meumann, Vorlesungen zur Einfahrung in die experimentelle Pädagogik", I, 178).

No es cierto que la memoria de los niños sea mejor que la de los adultos. A excepción de un retraso en la edad de catorce y quince años, la memoria crece continuamente, llegando a un máximo de veinte a veinticinco años. Después de eso, para aquellos en actividades de aprendizaje disminuye muy lentamente, hasta aproximadamente los cincuenta años, cuando comienza a caer más rápidamente. Ebbinghaus, que hizo pruebas continuas de su poder de retención, pudo decir a la edad de cincuenta y dos años que durante veinte años su memoria se mantuvo casi constante. Por analogía con la ley de ejercicio biológica general, Merman concluye que la memoria falla más lentamente cuanto más frecuentemente se utiliza.

Método de Memorizar

El estudio experimental de la memoria no ha sido estéril en resultados de valor práctico. Ahora es posible dar sugerencias para el trabajo práctico de memorización que se basan en datos muy definidos. Estas sugerencias se refieren principalmente a la parte mecánica de la memoria. La experiencia práctica nos dice que si queremos memorizar cualquier clase de narrativa conectada nos ayuda enormemente si analizamos primero su secuencia lógica de pensamiento. Los sistemas de memoria para traducir fechas en palabras y memorizar las palabras que puedan ser reconvertidas a las fechas, son tan engorrosos que su valor es dudoso. Los resultados del trabajo experimental nos ayudan principalmente en el trabajo grande y penoso de la memorización ---justo donde es probable que falle la conjetura sobre el mejor método. En el aprendizaje de un poema de memoria, el método usual sería leer las primeras líneas varias veces, después leer desde el principio unas pocas líneas más y así, poco a poco, depositar todo en la memoria. Otro método sería leerlo cada vez de principio a fin hasta memorizarlo perfectamente. Aunque hay un prejuicio a favor del primer método, es el que consume la mayor cantidad de tiempo.

Varias piezas de trabajo experimental han demostrado que la memorización mediante la lectura de principio a fin es el método más rápido y más permanente. La razón hay que buscarla en la mecánica de la asociación, por la cual una parte de la pieza memorizada se une a la otra. Cuando se memoriza una serie de palabras, se puede demostrar que una palabra no se asocia simplemente con la que la precede y con la que la sigue, sino también con cada palabra de la serie. En consecuencia el método “total” evita el trabajo de conectas las secciones separadas del método parcial, hace más segura la unión entre las divisiones y le da a todas las partes cierta igualdad de valor por el cual el todo se une mejor (Steffens, "Experimentelle Beiträge, etc.", Ch. III).

Por supuesto, uno a veces combinará los dos métodos. Cuando ciertas partes de una pieza presentan dificultades especiales, estas partes serán impresas más profundamente mediante unas pocas lecturas especiales. También se ha encontrado que, al memorizar, es mejor leer en voz un poco alta que completamente para uno mismo. Al memorizar una poesía, debe leerse con la oscilación rítmica de la métrica. En cuanto a la velocidad de lectura, se ha encontrado que si uno quiere aprender una pieza para poder repetirla, tan pronto como la haya memorizado, ahorrará tiempo mediante la lectura rápida. Pero la olvidará más rápidamente que si la lee pausadamente. Ya que generalmente uno quiere recordar al menos por algunas horas lo que ha aprendido, es mejor leer todo el material a una velocidad pausada. Meumann recomienda que en la primera parte de la memorización uno debe leer rápidamente y más despacio luego, según el material se vuelva más familiar.

Teoría de la Memoria

Como proceso psicológico la memoria incluye tres elementos: (1) retención, (2) reproducción, (3) reconocimiento. El proceso de reconocimiento se trata usualmente más o menos como un problema separado, de modo que la discusión de la teoría de memoria se ha centrado alrededor de la pregunta de cómo es posible que las ideas se retengan y reproduzcan. ¿Qué sucede con la idea después que sale del estado de conciencia actual? ¿Sigue existiendo, conservando su propio ser peculiar, en algún lugar de las profundidades de la mente y reaparece cuando la ocasión es propicia? Esa era la opinión del filósofo y pedagogo alemán Herbart (1776-1841). Esto sólo sería posible si la idea fuese un ser sustancial que surge desde el fondo de la conciencia cada vez que la mente se da cuenta de ella, y desaparece cuando es olvidada --una teoría más pintoresca que cierta. Si la idea no es una entidad sustancial, debe ser una especie de accidente ---un algo transitorio que sigue existiendo sólo en las huellas que deja al pasar. Esta es la teoría común de la memoria, que adopta muchas formas, según la “huella” se localice y se explique.

Descartes localizó el rastro principalmente en el organismo corporal. Al recordar, el alma tiene que conducir los "espíritus animales" de aquí para allá en el cerebro, hasta que encuentren el rastro de la idea que desea recordar. Pero, según Descartes, además de las huellas cerebrales, también hay vestigios dejados en el pensamiento mismo. Leibniz localizó el rastro en la mónada del alma y la concibió como sumamente pequeña, pero nunca igual a cero. Para otros además, el rastro es completamente material. Algunos incluso van tan lejos como para localizar cada imagen en una célula ganglionar especial de la corteza. Debido a su carácter definitivo y a lo pintoresca, esta teoría ha encontrado muchas exposiciones populares, pero hay hechos que parecen hacerla insostenible. Por ejemplo, trastornos de la visión causados por una lesión unilateral en un área visual de la corteza de un perro desaparecen después de unas seis semanas. Esto se explicó mediante la suposición de que nuevas imágenes de memoria se depositan en las áreas circundantes. Pero Loeb demostró que cuando los perros se mantienen en completa oscuridad después de la operación (de modo que la adquisición de nuevas imágenes visuales sea imposible) al ser liberados después de un período de seis semanas, ellos están, sin embargo, completamente normales (Loeb, op. cit. Infra, XVII).

Más recientemente se ha afirmado (Robertson, "Sur la dynamique du Système nerveux etc.", 438) que el rastro es una condición química dejada en el cerebro por la impresión original en su actividad de pasar. Esta afirmación no es pura especulación, sino que se basa en experimentos que tienen por objeto demostrar que los procesos sensoriales están conectados con la liberación de ácidos en los tejidos cerebrales. Esto lleva a la presunción de que “el alcance del rastro de memoria es proporcional a la cantidad de material transformado en una reacción química auto-catalizada, que el número de sílabas memorizadas debe estar relacionado con el número de repeticiones (o tiempo de aprendizaje) según la siguiente función: Log. n=Kr + b; donde n es el número de sílabas memorizadas, r es el número de repeticiones y k y b son constantes (es decir, no varían cuando n y r varían)” ("Monist", 1909, XIX, 383). La cantidad n también corresponde a la cantidad de substancia transformada en la reacción química, y r al tiempo durante el cual va. Los cálculos basados en esta ecuación, comparados con resultados observados, dieron muy pequeños porcentajes de error: 0-46% a 2-5%. Tales resultados parecen indicar que el término “rastro sensorial” eventualmente recibirá una explicación definida, pero ellos están lejos de proveernos la base de una explicación completa de memoria.

La insuficiencia radica en el defecto fundamental de todas las teorías materialistas. Escasean de aquello que comienzan a explicar: los procesos conscientes de memoria. No es suficiente mostrar que hay huellas cerebrales. Desde hace tiempo esto ha sido evidente a priori, y es de suponer que tales trazas obedecen una ley definida. Más allá de esto, una teoría completa de la memoria debe mostrar cómo estas huellas cerebrales recuerdan los procesos conscientes definidos. Este problema sigue sin resolverse. En nuestra prisa por encontrar alguna solución no debemos negar, con los materialistas, los primeros hechos conocidos para nosotros, nuestros procesos conscientes, ni con el idealista negarnos a aceptar una de las deducciones primarias a partir de estos hechos, un algo externo que da lugar a nuestras sensaciones.

La filosofía escolástica ha reconocido siempre el hecho de la naturaleza dual del hombre ---un hecho que debe ser tomado en consideración en cualquier teoría de la memoria. Santo Tomás postuló la existencia de rastros fisiológicos en el organismo. Pero también señaló que debe haber algún tipo de residuo de las ideas dejados en el alma misma. Dado que las ideas no son más que actos de la inteligencia, y no substancias inteligentes ---actividades transitorias de la propia alma--- y no seres completos a los que la mente dirige su mirada, sólo pueden vivir, como huellas dinámicas, en el intelecto pasivo, esperando el momento cuando van a ejercer su influencia en algún futuro proceso de pensamiento ---al parecer, surgiendo de las profundidades de la conciencia, en el acto de la memoria.

La función de la memoria es aún más significativa como evidencia de la naturaleza sustancial del alma. Ya que las ideas son procesos transitorios, debe haber un algo permanente en la mente para explicar su retención y reaparición; y puesto que son reconocidas como ideas que antes estaban en la conciencia, debe ser algo que las identifique y que en consecuencia persista durante su ausencia de la conciencia (Vea ALMA). El intento de explicar la retención por medio de disposiciones psíquicas distintas de las huellas cerebrales, es obviamente inútil a menos que postule una substancia mental en la que se conserven tales disposiciones.


Bibliografía: Sto. Tomás de Aquino, I, Q, LXXVIII, a. 4; LXXIX, a, VI-VII; Expositio in librum Aristotlis De Memoria et Reminiscentia; Dubray, The theory of Psychical dispositions, Diss. (Washington, 1905); Lobsien, Experimentelle Untersuchungen uber die Gedachtnissentwickelung bei Schulkindern in Zeitschrift fur Psychol. (1902), XXVII, 34-76; Loeb, Comparative Physiology of the Brain (Nueva York, 1900); Meumann, Vorlesungenzur Einuhrung in die experimentelle Pädagogik (2 vols., Leipzig, 1907); Netsschajeff, Experimentelle Untersuchungen uber die Gedachtnissentwickelung bei Schulkindern in Zeitschrift fur Psychol. (1900) XXIV, 321-351; Ribot, La Psychologie des Sentiments (3ra. ed., París, 1899), ch., xi; Robertson, Wur la dynamique chimique du systeme nerveux central in Arch. Internationales de physiologie (1908), VI, 388-454; A biochemical conception of the Phenomena of Memory and Sensation in The Monist (1909), XIX, 367-386; Steffens, Experimentelle Beitrage zur Lehre vom okonomichen Lernen. Diss. (Gottingen, Leipzig, 1900); Titchener, Affective Memory in Philos. Review (1895), IV, 65-76; Watt, Experimentelle Beitrage zu einer Theorie des Denkens in Archiv. Fur die Ges. Psychol. (1905), IV, 289-436.

Fuente: Moore, Thomas. "Memory." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10, pp. 174-176. New York: Robert Appleton Company, 1911. 6 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/10174a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina